Oposiciones: ¡Hagan juego!

Oposiciones: ¡Hagan juego!

EFE

Las oposiciones pasan factura. Cada convocatoria requiere un gran esfuerzo no solo mental, sino también económico. Algunos aspirantes optan por pedir excedencias en sus puestos de trabajo para dedicarse exclusivamente al estudio; otros, los profesores interinos, tienen que hacer auténticos malabares para preparar clases por las tardes y estudiar al mismo tiempo para un examen que ya han aprobado hasta tres y cuatro veces. Sea como sea, las oposiciones son duras para todos y parece que, a veces, eso no se tiene demasiado en cuenta. Todos los aspirantes tienen una historia de sacrificio detrás que les hace merecedores, al menos, de ciertos derechos tan básicos como la transparencia en un proceso catalogado ya por muchos como obsoleto, injusto y ridículo, puesto que en ningún momento se valora la capacidad del opositor como docente. Por eso, a continuación se exponen distintas singularidades que se han dado en el proceso de selección de este año en los cuerpos de Profesores de Enseñanza Secundaria.

¡Vivan los unos!

Y vivan los ceros. Si hay algo por lo que ha destacado el proceso de este año es por el gran número de opositores que se ha quedado en la estacada durante la primera prueba y con notas que, en muchos casos, no superan el dos. ¿Tan torpes son como para no ser capaces de aprobar un examen para el que se han estado preparando casi con total exclusividad? Lo más llamativo de todo es que cuando acuden a la revisión de la prueba escrita ni pueden ver su examen ni tienen derecho a reclamar su nota, ya que una vez que estas se publican no hay posibilidad de cambio. Además, al no haber temarios oficiales, y tal como comenta una de las afectadas, "el azar juega un papel quizás demasiado influyente, puesto que no solo depende de que te salga una bola (de alguno de los temas que hayas preparado), sino que también depende de que el tema en cuestión lo domine el tribunal".

Pánico en la encerrona

Curiosamente, la criba no se ha dado solo en la primera fase del examen. Para algunos opositores que tuvieron la suerte (la suerte, sí) de pasar a la prueba oral, sus posibilidades de llevarse plaza se esfumaron cuando el tribunal les anunció, JUSTO antes de realizar la defensa oral, que la copia impresa de la programación había sido penalizada con menos diez puntos por diversos motivos, desde defectos de forma de diversa naturaleza, hasta las lógicas similitudes entre las programaciones de aquellos aspirantes que se habían preparado en la misma academia. Si bien, por una parte, estas penalizaciones parecen desmesuradas; por otra, los afectados desconocen hasta qué punto es legal comunicar una nota antes de que un proceso de estas características haya finalizado. Asimismo, llama la atención la falta de transparencia de los tribunales en cuanto al modo de informar sobre este hecho, puesto que en ningún momento se notificó nada por escrito y, en ocasiones, tampoco les mostraron a los afectados el documento por el que habían penalizado con un cero un examen que jamás habían llegado a hacer.

De mal en peor

Otros casos llamativos que se han dado han sido los de aquellos opositores a los que no solo le han penalizado con un cero la programación, sino a los que también han sancionado en la segunda fase de la prueba oral debido a errores de imprenta, por lo que en lugar de permitirles exponer una de las doce unidades didácticas que llevaban preparadas para la ocasión, les pedían que, en su lugar, presentasen un tema, elegido al azar, del extenso temario de la prueba escrita. Aunque, claro, teniendo en cuenta que en la programación ya habían sido fulminados con un cero, no había posibilidad alguna de aprobar, puesto que en cada una de las partes se debía alcanzar una puntuación de dos puntos y medio para poder pasar a la fase de concurso.

Convocatorias inflexibles

Para finalizar, hay que hacer referencia a la falta de humanidad que caracteriza este proceso. Obviamente, es necesario que todo los aspirantes acaten unas mismas directrices, pero lo que resulta desalmado es el hecho de que la administración y ciertos tribunales se desentiendan de situaciones graves que, precisamente, por eso, se deberían tratar de un modo excepcional. Ese es el caso de una opositora que atestigua como a tan solo dos días después de dar a luz acudió al acto de presentación de su tribunal y, al siguiente, a la prueba escrita. O el de otro opositor, diagnosticado de una enfermedad grave, y que aún padeciendo los efectos secundarios del fuerte tratamiento, tuvo que examinarse de la prueba oral al final del día, puesto que el orden alfabético de los apellidos era lo que primaba para establecer el orden. Por último, tampoco debemos olvidarnos de otro tipo de enfermedad generada directamente por la tensión acumulada en los meses previos al día D: desde arritmias a cuadros de ansiedad y otras síntomas relacionados cuando son las bolas de un bingo las que dictan tu fortuna en el examen.

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