Por qué deberías alegrarte del premio de Mala Rodríguez aunque no la hayas oído en la vida
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Por qué deberías alegrarte del premio de Mala Rodríguez aunque no la hayas oído en la vida

Mientras ellos tiraban de ego e insultaban a sus madres e incluso a sus novias, ella se apropiaba del lenguaje machista.

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“Es la Mala María pa’ un arreglo, pa’ una avería”.

La presentación de Mala Rodríguez en su canción En mi ciudad hace caló ya era toda una declaración de intenciones a principios de los 2000. En esos años nadie se imaginaba que las mareas de mujeres saldrían a la calle el 8-M, pero ella sin saberlo estaba abriendo el camino de las mujeres subiéndose a escenarios de festivales como el Territorios de Sevilla cuando los carteles eran cosa de hombres. La Mala María es la reina del rap español.

Entró en la escena a finales de los 90 bajo el nombre de La Mala. Y ya en los 2000 la jerezana afincada en Sevilla era reconocida en el mundo del hip hop a nivel nacional. Inició toda una revolución que ha acabado de materializarse con el Premio Nacional de Músicas Actuales 2019, hasta ahora alejado de los millenials. Este premio es el primer galardón del Ministerio que recibe este género urbano. Y ha sido a ella, a una mujer. A la primera tía que saltó por encima de los gallitos que copaban —y siguen copando— el género.

Mala Rodríguez sacó Lujo Ibérico, su primer disco, en el 2000 y ya mezclaba palmas y cajón flamenco con bases de hip hop. Su lanzamiento le valió un Disco de Oro en ventas, un éxito que repetiría con el siguiente álbum, Alevosía (2003). Entonces sonaban Violadores del Verso, SFDK, Nach, Shotta o Tote King, y una incipiente Arianna Puello, que rápidamente quedó eclipsada por la de Jerez como ‘mujer dentro del hip hop’.

No le hicieron falta batallas de gallos. Mientras ellos tiraban de ego e insultaban a sus madres e incluso a sus novias en un estilo violento, ella se apropiaba del lenguaje machista con frases como: “No estás preparado para follar con la reina” o “Versos elegantes como cocaína en el salón, puta”.

Para llegar al podio del rap español tampoco le ha hecho falta presumir de sus conquistas feministas, que ni se vislumbraban a comienzos del siglo XXI, pero que ella encabezó. María Rodríguez fue la que puso voz a las niñas de barrio con La Niña, y fue la que sacó pecho y le cantó a la violencia de género —mucho antes de La Puerta Violeta de Rozalén y el Pienso en tu mirá de Rosalía— con Nanai.

Diez años antes de que llegara el trap, de que estuviese de moda el flamenco mezclado con rap y de que media España vistiese en chándal, ella se subía al escenario con tacones, minifalda y un elenco de bailarinas que rompía con la fórmula rapero-corista-DJ que llevaban todos los hombres del momento.

La versatilidad de La Mala para perrear, rapear y criticar los roles del patriarcado la han llevado a lo más alto. Básicamente, hacer lo que le dé la gana.

  5da09e58210000b908acd087Xavi Torrent via Getty Images

La Mala ha transportado el andalú —sin forzarlo— al otro lado del charco y ha sido abanderada del rap en español. De hecho, la artista ha ganado dos Grammy Latino en la categoría de música urbana en 2010 y 2013.

Tampoco ha dejado de lado a la comunidad gitana, en un momento donde lo políticamente correcto y la apropiación cultural están a la orden del día. De “las mujeres gitanas” dice que “son las primeras feministas”. Basta con escuchar el estribillo de su canción Gitanas: ”¿Quién me protege? Yo”.

Pero dedicarse al género urbano no le ha cerrado puertas a otros artistas ni a otros géneros con los que ha colaborado. Su voz quebrada se ha mezclado con el flamenco de Raimundo Amador, con el pop de Julieta Venegas, con la bachata de Romeo Santos y hasta con el reguetón de Juan Magán o Lola Índigo.

La Mala le ha abierto el paso a La Zowi, a Gata Cattana, a Tríbade, a Lola Índigo y hasta a la mismísima Rosalía. Ahora, por fin, tiene su corona.

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Soy redactora de LIFE en El HuffPost España y mi misión es acercarte la última hora del mundo de la cultura, la música y el entretenimiento.

 

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Escribo principalmente de música, cultura, cine, series y entretenimiento porque, aunque sirva para desconectar, bailar o echar un rato entre palomitas, la cultura esconde mucho más. Evitando el elitismo, trato de tender la mano a las nuevas tendencias de la industria musical o del audiovisual a través de entrevistas con artistas emergentes —que pronto dejarán de serlo— y compaginarlo con el análisis de lo más mainstream como Taylor Swift o Bad Bunny.


En estos ocho años he cubierto los Goya, los Oscar, el Benidorm Fest o Eurovisión. Sí, soy la responsable de los memes que han inundado la cuenta de X de El HuffPost en Eurovisión. Siempre buscando un contenido cercano, sin perder el rigor, contando más allá de lo que se pueda ver en la pantalla.
Aunque no siempre haya relación con la industria cultural, también he cubierto temas relacionados con el Feminismo y el colectivo LGTBIQ+.

 

He podido contar en primera persona con supervivientes del “Stonewall español” que es el Pasaje Begoña, denunciar la situación que viven los menores trans o hablar sobre qué significa la manosfera antes de que llegara a Netflix ‘Adolescencia’.

 

Mi trayectoria

Nací en Málaga, donde estudié Periodismo por vocación en la Universidad de Málaga, entre playlists de Spotify, discos y conciertos. Antes de incorporarme a El HuffPost en 2017, colaboré diversas revistas culturales y de entretenimiento. En 2016 trabajé en el departamento de comunicación de UPHO Festival, un festival de fotografía contemporánea urbana parte del proyecto europeo Urban Layers. Y, aunque sigo echando de menos Andalucía, me trasladé a Madrid para estudiar el Máster en Periodismo Cultural en la Universidad CEU San Pablo. En 2018, compaginé mi trabajo en El HuffPost con la coordinación de proyecto de la Bienal de Arte Contemporáneo de Fundación ONCE celebrada en CentroCentro. Desde 2017 trabajo en El HuffPost España, donde he logrado una nominación a los premios GLAAD y ser finalista de los Premios Papageno en 2022.

 


 

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