Radiografía de los jóvenes europeos: lo que nos dan, lo que nos reclaman, lo que necesitan

Radiografía de los jóvenes europeos: lo que nos dan, lo que nos reclaman, lo que necesitan

Este 2022 es el Año Europeo de la Juventud, por más que la guerra de Ucrania lo haya ensombrecido. Pero ahí están ellos, la próxima generación que llevará las riendas.

EMILI_VISION via Getty Images

“Nuestra Unión será más fuerte si se parece a nuestra próxima generación: reflexiva, decidida y solidaria, basada en valores y audaz en la acción”. Era septiembre de 2021 y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, pronunciaba en el Parlamento comunitario su Discurso sobre el estado de la Unión, anunciando que 2022 sería el Año Europeo de la Juventud. Nadie podía adivinar entonces que su intervención sería tan premonitoria.

Entonces, la recuperación de la pandemia de coronavirus era el eje de sus palabras, pero desde febrero los Veintisiete se han visto zarandeados por la guerra de Ucrania y sus consecuencias humanitarias, defensivas y económicas y la alianza se ha puesto a prueba. Ha tenido que pensar mucho y debatir mucho, que apostar y asumir riesgos como nunca, que abrirse ante un conflicto a sus puertas, que abrazar a quien lo necesitaba, que ser más empática. Europa, bajo una importante crisis, es hoy más joven, porque ha sabido adaptarse al cambio de agenda y de necesidades para ser fiel a los valores con los que nació y por los que pervive.

Decía la política alemana, también, que Europa “superará” cualquier prueba a la que se la someta porque los jóvenes le dan confianza en que así será. Tenemos una juventud europeísta, dinámica, entusiasta, pero que necesita respuestas y no siempre las encuentra. Ese es el problema. Confianza, sí. Seguridad, menos, siendo como es la juventud el colectivo que más ha sufrido la crisis en términos sociales y económicos, como reconoce la Comisión Europea, a golpe de centros de estudios cerrados, desempleo en escalada y restricciones sociales que han limitado su experiencia vital.

Su educación, su empleo, su inclusión social o su salud mental son algunos de los retos para los que necesitan la muleta de Bruselas. Las generaciones actuales se enfrentan a un sistema socioeconómico incapaz de cambiar de dirección o alterar su curso para alejarse de la amenaza de colapso ecológico o de desigualdad que han creado sus predecesores, y sus voces, desafiantes y fuertes, no se escuchan. Quieren que eso cambie.

El pasado mayo, el Eurobarómetro que mide la opinión de los ciudadanos comunitarios hacía una consulta especial ante este Año de la Juventud y constataba que la UE tiene un motor de cambio precioso: una mayoría de jóvenes (58 %) participa activamente en la sociedad en la que viven y, en los últimos 12 meses, han formado parte de una o varias organizaciones. Esto supone un aumento de 17 puntos desde el último sondeo, de 2019. La crisis climática y la pandemia han robustecido su compromiso y sus ganas de transformar el mundo. Ellos se empeñan, pero piden más: el 72% reclama que quienes toman las decisiones presten más atención a sus reivindicaciones y actúen en consecuencia, o sea, que les apoyen en su desarrollo personal, social y profesional.

La agresión de Rusia contra Ucrania ha reforzado la convicción de la juventud de que el principal objetivo de la Unión es preservar la paz, reforzar la seguridad internacional y fomentar la cooperación internacional, dicen un 37% de los sondeados. Ponen el bienestar común por encima del propio, cuando las cosas no les van precisamente bien. A más distancia, piden para ellos: reclaman el aumento de las oportunidades de empleo en la Unión para los jóvenes (33%); la lucha contra la pobreza y las desigualdades económicas y sociales (32%); y el fomento de las políticas respetuosas con el medio ambiente y la lucha contra el cambio climático (31%).

Los jóvenes ven como ámbitos prioritarios para este año ya mediado la salud física y mental y el bienestar (34%); la protección del medio ambiente y la lucha contra el cambio climático (34%); y la educación y la formación, incluida la libre circulación de los estudiantes por los Veintisiete (33%). Paz, empleo, igualdad y justicia climática son los pilares de su tierra.

A pesar de la pandemia, la encuesta pone de manifiesto un aumento de la movilidad juvenil transnacional con respecto a 2019, lo que refleja la firme voluntad de reconexión entre sus iguales, más allá de su nacionalidad. Alrededor de cuatro de cada 10 jóvenes (el 39%) han participado en una actividad profesional, de voluntariado, de aprendizaje o deportiva en otro país de la UE, frente a poco más de 3 de cada 10 (31%) en 2019. Si no lo hacen es porque no tienen recursos, no por falta de ganas, responde otro 36%.

En palabras de Margaritis Schinas, vicepresidente para la Promoción del Modo de Vida Europeo, estos datos y este año “deberían suponer un cambio de paradigma en la manera en que incluimos a la juventud en la elaboración de políticas y la toma de decisiones. Los objetivos son escuchar, comprometerse y promover oportunidades concretas para la juventud europea”.

Schinas, en rueda de prensa, defendió como hoja de ruta para esa actuación la llamada Conferencia sobre el Futuro de Europa, un evento que ha durado meses en el que a través de reuniones, conferencias, seminarios y debates han cristalizado ideas para corregir el rumbo en toda la Unión, como se está viendo ya en el proceso de reforma de los Tratados fundacionales. Los jóvenes han tenido su espacio y su voz en este proceso y han propuesto 1.500 ideas, que han cuajado, al final, en 20 propuestas que Bruselas se compromete a abordar.

  Evento ante el edificio principal de la Unión Europea en Bruselas en apoyo a Ucrania, el pasado junio. Thierry Monasse via Getty Images

Un marco de condiciones efectivas

Timotei Kostova, miembro del Foro Nacional de la Juventud de Bulgaria y del European Youth Forum, explica que las oportunidades para los jóvenes ya eran limitadas en muchos países europeos incluso antes de la pandemia. Las consecuencias del colapso financiero de 2008 aún afectan la vida de muchos, especialmente a través del persistente desempleo juvenil.

“Se han hecho intentos para contrarrestar esta precariedad, entre ellos la Garantía Juvenil”, el compromiso de todos los Estados miembros para que los jóvenes menores de 30 años reciban una buena oferta de empleo, educación continua, aprendizaje y prácticas. “Se prometieron puestos de trabajo, pasantías, capacitación y educación superior, financiados con dinero de la UE. Sin embargo, en muy raras ocasiones esto ha llevado a un buen trabajo. Lo contrario es lo habitual, todavía: trabajos temporales con salarios bajos y sin perspectivas. El empleo precario subvencionado por el Estado ha traído pérdida de confianza y desilusión”, lamenta.

“Las políticas de educación y empleo para jóvenes deben tomar esto como punto de partida. El principio de que cualquier trabajo es mejor que ningún trabajo fue incorrecto ayer y sigue siendo incorrecto hoy. Se necesitan condiciones-marco efectivas para empleos buenos y seguros”, añade.

Resume los deseos de los jóvenes en una palabra: “futuro”. Y eso supone “estar bien capacitados, encontrar buenos trabajos, formar sus familias y realizarse a través de un empleo que coincida con sus habilidades e intereses”, además de tener “una adecuada atención pública, con servicios de calidad, empezando por la salud o el transporte”. Una mejor idea de Europa, “de lo que es y de lo que puede ser”, podría ayudar “a lograr estos retos y a defender lo que necesitamos”.

Recuerda que UE tiene en marcha la Estrategia Europea de Juventud 2021-2027, centrada en involucrar -proporcionar a la juventud vías de participación en la vida cotidiana y la vida democrática-, conectar -promover conexiones, relaciones, cooperación, actividades culturales y cívicas e intercambio de experiencias en un contexto europeo - y capacitar -fomentar la capacitación y el reconocimiento del aprendizaje formal e informal-. Un “marco”, pero que hay que llenar, sostiene.

El Parlamento Europeo ha pedido recientemente que se regulen las prácticas no remuneradas a nivel de la UE, una cuestión en gran medida sin resolver en la mayoría de los Estados miembros que pone en peligro la integración de los jóvenes en el mercado laboral. La Comisión Europea, por su parte, propone un nuevo esquema de movilidad, denominado ALMA, que permite a los trabajadores jóvenes adquirir una experiencia laboral temporal en otro Estado miembro. “La propuesta no brinda garantías para garantizar la calidad de las experiencias laborales de los participantes de ALMA”, lamenta Kostova.

Ante la conmemoración de este año, la Comisión ha puesto en marcha una nueva herramienta en línea, la plataforma Voice your Vision (Dale voz a tu visión), para que la juventud europea pueda literalmente hacer que su voz se oiga: se pueden grabar mensajes, en todos los idiomas, para compartir experiencias y referencias. Se teje así una comunidad virtual en la que se habla del encierro del covid, de las oportunidades perdidas, pero también de anhelos y sueños, de aspiraciones, de críticas.

Sin embargo, estas iniciativas dependen demasiado a menudo del compromiso personal de sus organizadores, mientras que a los jóvenes todavía les resulta difícil “ponerse en contacto con la UE”. Necesitamos que la UE proporcione más información sobre sus actividades y más apoyo a las iniciativas de participación para que este Año Europeo de la Juventud sea un éxito. Si los problemas de la juventud trascienden las fronteras nacionales, todos los jóvenes deben tener voz en la política europea.

Las propuestas, en detalle

El covid-19 y sus consecuencias han puesto arriba en la agenda la salud, también de los más jóvenes. Los efectos de la enfermedad en sí, más las derivadas de los confinamientos, soledades y falta de oportunidades han sido un caldo de cultivo ideal para las enfermedades mentales. El tabú se va rompiendo y exigen cuidados. Entre las propuestas jóvenes de la Conferencia destaca un nuevo pacto de salud europeo con enfoque “holístico”, que actúe con personal especializado en los centros educativos, que cree espacios seguros para la salud mental en zonas muy frecuentadas de ciudades y pueblos, “en los que las personas con un ataque de pánico u otros síntomas de enfermedad mental puedan refugiarse” o que fomente la información sobre hábitos saludables y nutrición entre su comunidad.

Son peleones, y van a por los grandes cuando se habla de cambio climático y salud. “Por la cuenta que nos trae, hemos de exigir responsabilidades a las empresas por el deterioro de los lagos, los océanos, la atmósfera y el suelo. Las empresas deberían ser sancionadas por los daños que ocasionan al medio ambiente y sus consecuencias para la salud pública”, un gasto que siempre recae en lo público, señalan. “Urge definir una estrategia para medir los residuos y la contaminación generados por las empresas en las ciudades”, añaden, y proponen empezar por los datos de enfermedades crónicas y alergias como indicadores . “Los empresarios deben promover el uso de transporte sostenible como el tren o la bicicleta, “subvencionando el primero o poniendo a disposición instalaciones donde guardar la segunda”. Bueno para el planeta y para la salud.

Las propuestas ambientales han sido especialmente numerosas en este proceso, difíciles de condensar. Esta es la marea verde entre los chicos de la era Greta y de los Fridays for Future. Plantean un sistema estándar de reciclaje que se aplique en todo el continente, con similares exigencias y garantías de recuperación, o máquinas de recogida de envases, como las existentes en Alemania o Bélgica. “La ciudadanía pagaría una pequeña tasa cada vez que comprara productos envasados, que les sería reembolsada al devolver los envases en estas máquinas expendedoras. Para que esto pueda funcionar en toda la Unión, es esencial homogeneizar la fabricación y el uso de los materiales”, indican, añadiendo que hay que “simplificar la composición de los embalajes” para que cada mota se pueda reciclar.

  Protesta de Jóvenes por el Clima en Bruselas, en marzo de 2020, con banderas de media Europa en la cabecera. LOAN SILVESTRE via Getty Images

Quieren crecimiento económico, claro, pero que sea ecológico; para ello, reclaman a la UE que suprima “sin demora” todos los incentivos para el uso de combustibles fósiles. “Estos fondos podrían reorientarse al desarrollo de iniciativas respetuosas con el medio ambiente en pequeñas empresas”, ahondan, como flexibilizar el acceso al crédito para las pymes con conductas verdes respetuosas. La agricultura y ganaderías cercanas, de kilómetro cero, necesitan de ayudas locales a pequeños agricultores y ganaderos, “restando así protagonismo a las grandes superficies y haciendo más atractivo el consumo local para las familias y los consumidores”.

Tras meses de aumento descontrolado, preocupación e impotencia, la Unión Europea consiguió cerrar 2021 con el desempleo de los menores de 25 años en el 14,9%, según Eurostat. Mediado 2022, es del 13,1%, mejor pero aún el doble de la general (6,6%). Reclaman por eso que la batalla por el empleo sea “una prioridad absoluta para la Unión”. “Debe dotar de más recursos financieros a aquellas iniciativas que generen nuevos empleos para los jóvenes y les ayuden a acceder al mercado laboral”, dicen. Reclaman fondos específicos para acabar con las prácticas no remuneradas, una plataforma coordinada por las organizaciones juveniles y los empleadores para ayudar a los jóvenes a encontrar prácticas remuneradas y una red de mediadores en las escuelas que detecten a los jóvenes con mayor riesgo de abandonar los estudios antes de tiempo.

¿Que no saben de economía los jóvenes? Nada de eso. Lo demuestran cuando piden mejorar la integración fiscal dentro de la UE, con un único sistema, “en condiciones de plena igualdad”. Así se lograría una distribución más justa de los fondos entre los Estados miembros más ricos y los menos desarrollados, un presupuesto más abultado y una legislación común, con menos burocracia y la capacidad, todos a una, de derivar lo que se logre a políticas comunes también, de las ayudas por desempleo a las de jubilación.

La educación es troncal en sus propuestas a Bruselas. Teniendo en cuenta que hay ya ciertos marcos de homogenización en la Unión, son especialmente insistentes en los contenidos. “Ha llegado la hora de replantearse los planes de estudios escolares”, dicen a las claras. Piden que entre la vida en las clases, que las clases les preparen para la vida, con una “educación más útil y práctica” que hable de educación sexual, de alfabetización digital y financiera, de ambientalismo e inteculturalidad.

Lo mismo pasa con el mercado laboral, del que están lejos de conocer realmente su funcionamiento y necesidades. “Tienen que preparar a toda una generación”, insisten, lejos de miras cortas, con la vista puesta en la globalización, las competencias multidisciplinares y “las oportunidades y los beneficios” que aporta Europa. Desde titulaciones a becas, por ejemplo, saber todo lo que ofrecen los Veintisiete, “porque las metas son globales”. “La inclusión de estos contenidos tendría múltiples beneficios no solo para los jóvenes sino para Europa en su conjunto”, logrando una sociedad “abierta, inclusiva y tolerante”. Más lazos, más empatía.

Piden más dinero para educación no formal, como el voluntariado, los intercambios de jóvenes y los programas deportivos. “Necesitamos voluntad política”, constatan. Con ella, los jóvenes europeos “deben adquirir habilidades prácticas que les permitan convertirse en ciudadanos íntegros, responsables y concienciados; la educación no formal tiene un gran potencial para brindar una formación más completa”. Una adaptación a la vida moderna, resumen.

Para ella las lenguas son radicalmente necesarias, por eso piden reformar la enseñanza de idiomas en los centros escolares, atendiendo a las lenguas minoritarias, también.

El cómo es igualmente vital. El conocimiento, en gran parte, es hoy digital y se pide a las autoridades europeas que sepan formar a sus futuros adultos en su uso y entendimiento, para evitar abusos o desinformación e incrementar el potencial laboral y social de cada uno, con usos sanos, bajo “el respeto y la tolerancia”. “Nadie puede quedarse rezagado en el mundo digital”, así que hay que introducir la alfabetización digital en el currículo escolar y llegar, mediante el juego y la información accesible, a las nuevas generaciones.

Los mayores también necesitan protegerse de los malos usos de la tecnología. Solicitan, por ello, un comité de expertos que represente a todos los Estados miembros y defina qué es la ciberdelincuencia y cómo se podría legislar para atajarla, protegiendo además a las instituciones frente a posibles grupos de presión y grandes empresas. Para luchar contra el anonimato en línea -que facilita los abusos en internet, la información falsa y los ataques cibernéticos-, la ley comunitaria “también debería obligar a las plataformas digitales a verificar la identidad de sus usuarios”.

La igualdad es uno de los caballos de batalla de nuestra juventud. Liberada de las ataduras de viejos tabúes -aunque quede siempre trabajo por hacer-, reclaman una verdadera democratización de los derechos, sin importar raza, sexo o religión. Usan palabras hermosas para su queja: “la UE debería asumir la dignidad, la equidad y el respeto como valores reconocidos y comunes”, algo tan básico y tan en peligro en comunidades como la LGBTQI+ y, sobre todo, en determinados países -pongamos que hablamos de Hungría o de Polonia-. Quien no catalogue estos ataques como delitos de odio debe hacerlo. Ya.

Más sensibilización, más empoderamiento, más eventos, más publicaciones, más estudios. Todo lo que permita saber y querer o, al menos, respetar. “Nuestras sociedades tienen que estar mejor informadas sobre los derechos que actualmente se les niegan a las personas LGBTQI+ y sobre todos los problemas a los que se enfrenta este colectivo. La empatía y la comprensión son el primer paso para empoderar a los demás”, constatan.

La sensibilidad con la que abordan la diversidad sexual se traslada a los valores esenciales de la UE. A los jóvenes les son lejanas las palabras que pronunciaron los padres fundadores, pero no el fondo. Lo que piden es la actualización y, sobre todo, garantías para ese legado común, en peligro por comportamientos de ultraderecha o populistas y ultranacionalistas en determinadas naciones. “La UE es una unión de valores”, recuerdan. Ha quedado claro con la guerra de Ucrania o con la apuesta por la vacuna contra el coronavirus, pero debe quedar más aún cuando se ven atacados derechos como el del asilo de los refugiados.

  Un migrante es reconfortado por una voluntaria de Cruz Roja en Ceuta, tras una entrada desde Marruecos, en mayo de 2021.Bernat Armangue via Associated Press

“La UE debería financiar un programa que dé acceso a las universidades de la UE a los estudiantes e investigadores refugiados. Este programa serviría para determinar qué universidades europeas estarían interesadas en acoger a investigadores refugiados, así como para seleccionar, en colaboración con ACNUR, a los posibles beneficiarios y ponerse en contacto con ellos”, proponen de forma brillante. Quieren planes de ayuda, ONG mediante, para ayudar a titularse a quien no puede en su tierra, “un fondo central europeo sería la mejor manera de subvencionar a las universidades que acepten estudiantes refugiados”. No sólo habría mano de obra cualificada en Europa, sino que podrían retornar a sus países y tener un futuro y, sobre todo, “se reduciría la desconfianza hacia los migrantes y desmontaría la retórica populista”.

Denuncian que hay que “corregir” el trato “inhumano e insostenible” de los campamentos, en suelo comunitario, así que “corregir esta situación debe ser una prioridad”. Frente a eso, incentivos para la acogida, menos burocracia, más abrigo al refugiado, con traductores y abogados, con ayuda digna de emergencia y establecimiento, más homologaciones de títulos, más información y cercanía y menos desconfianza.

Hacen falta “unos mecanismos vinculantes para defender los valores de la Unión contemplados en el artículo 2 del Tratado, como el Estado de Derecho o el respeto de los derechos de las minorías”, y remozar los textos esenciales, por ejemplo, cambiando la obligada unanimidad por la mayoría cualificada, que permita sacar adelante propuestas con más agilidad. Un debate serio formulado ya por los estados en el seno de la UE. Frente a los que piden rebajar el poder europeo, los ciudadanos más jóvenes reclaman más Europa: que el Tribunal de Justicia sea el de referencia, que el estado de derecho condicione las ayudas a quien lo viole, que quien quiera sumarse cumpla.

Una Europa federal es la salida, defienden, para ir todos a una y convertirnos “en una potencia mundial con mayor peso a nivel económico, político, militar y cultural”. Saben que es “complejo”, pero serviría para aglutinar a los europeos, “salvando las diferencias internas, lo que a su vez insuflaría fuerza y resiliencia al Estado de Europa”. Una sola voz que también debe ser más fuerte en el plano internacional. Los jóvenes quieren una mayor presencia europea, que ayude a los que menos tienen y contrarreste a los poderosos. Ir todos con la voz de Europa “haría innecesarios los acuerdos bilaterales entre Estados miembros y terceros países”, además.

“Como potencia fuerte, multilateral y no hegemónica, nuestra Unión puede hacer frente a los desafíos mundiales y reaccionar con mayor rapidez y eficacia a las amenazas internacionales a la seguridad, tanto en Europa como en el mundo”, y así defender sus valores, promoverlos, pelearlos cuando se violen en otros lugares, responder a los antidemócratas o iliberales.

Un pasaporte europeo, para sacar el máximo partido a la Unión, nos haría finalmente sentirnos europeos hasta en la documentación, igualarnos en la experiencia y facilitar los trámites. Lo mismo que unas listas transnacionales: “sus ciudadanos siguen sin estar adecuadamente representados, lo que les hace desconfiar de la política y sentirse lejos de los responsables políticos”, y al menos en el Parlamento Europeo se podrá presentaría a los votantes una lista de candidatos nacionales y una lista adicional con candidatos de todos los Estados miembros. “De este modo, un votante podría elegir a un candidato de su país y a uno de otro país, y los políticos podrían salir elegidos por dos vías distintas”. Los políticos estarían obligados a tener en cuenta las opiniones de todos los europeos. No sólo los de su país. Exactamente lo mismo aplicarían a la presidencia de la Comisión Europea.

Eso ahondaría en su apuesta por la transparencia y la pedagogía, una reclamación que recorre todo el documento de propuestas como una columna vertebral, porque hace falta claridad para que cada europeo, por remoto que sea su territorio, sepa, entienda y quiera participar de este proyecto.

Es una Europa nueva, que se reconoce en sus valores de siempre, pero adaptados, útiles para los nuevos europeos. Ahora el reto está en ver, de todas estas ideas, cuáles cristalizan en acciones concretas de gobierno.