Así abandonamos a los saharauis: la Marcha Verde de Marruecos cumple 50 años
Naciones Unidas viene a cerrar, cinco décadas después, una historia de colonialismo e impunidad sobre la que España nunca ha respondido. Hoy se avala el plan de autonomía propuesto por Rabat, sin refrendo y sin atender a derechos. En falso.

El 6 de noviembre de 1975, con el dictador Francisco Franco agonizando, cientos de miles de marroquíes se movilizaron hasta la frontera con el Sáhara Occidental, entonces 53ª provincia española. Pasadas las diez y media de la mañana, cruzaron el paso del Tah, avanzando en la llamada Marcha Verde que, en ocho días, acabaría con la salida de la metrópolis del territorio y un acuerdo de retirada perpetuo. Madrid lo vendió como un episodio de descolonización, acorde con las alturas del siglo, y Rabat, como la expulsión de un ente ajeno y la conquista de un derecho y un suelo. ¿Y dónde estaban los saharauis? Abandonados, hasta hoy.
Técnicamente, el Sáhara Occidental está catalogado como "territorio a la espera de su descolonización" -uno de los 17 que quedan en el mundo- y se entiende que la potencia administradora es aún España. Sin embargo, nuestro país ha hecho poco por proteger el derecho a la autodeterminación de este pueblo al que le prometió su tierra cuando dejara de exprimirla, cuando se marchara de una vez. Tampoco ha velado por los exiliados que hoy quedan en Argelia, en los campos de refugiados del desierto, esperando el retorno, la soberanía y la justicia que no llega.
Cinco décadas más tarde de aquella marea instigada por el rey de entonces, Hassan II (el padre del actual monarca, Mohamed VI), el círculo está a punto de cerrarse, con los saharauis como derrotados. La semana pasada, en una decisión histórica, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó una resolución en la que avala el plan de autonomía que Marruecos ha diseñado para la zona, dado a conocer en 2007. Es "la solución más viable" al conflicto, sostiene. De esta forma, se desdice de las resoluciones pasadas en las que apostaba por una consulta para conocer antes el deseo de los ciudadanos.
Un viraje que tiene por víctimas a los de siempre y por vencedores a los de siempre, después de que Marruecos haya jugado bien sus cartas en los últimos años, con crisis con España y con Francia (negocios, seguridad, inmigración) que le han servido para presionar a los antiguos colonizadores, hasta arrancarles un cambio de postura. En el caso de nuestro país, tomó forma en una carta del presidente del Gobierno, el socialista Pedro Sánchez, en 2022, un escrito que el pueblo saharaui aún no ha podido digerir. El aval estadounidense al plan de autonomía fue el primero en abrir la veda a más adhesiones y, también, a más acuerdos y más negocios, de lo económico a lo defensivo.
De dónde veníamos
Para entender lo que pasó hace 50 años y lo que sigue pasando hoy hay que remontarse al año 1884, cuando España ocupa el Sáhara Occidental, en el contexto de la Guerra de África. Interesaba mucho esa franja de tierra de 260.000 kilómetros cuadrados, con poco más de medio millón de habitantes, abundante en yacimientos de fosfatos y con un riquísimo litoral de pesca. Entre 1958 y 1976, la zona fue considerada oficialmente como provincia española. "Es un territorio tan español como la provincia de Cuenca", dijo el presidente español, Luis Carrero Blanco, en 1957.
Aquellas fueron décadas de convivencia pacífica entre los españoles desplazados a la zona, los nacidos en ella y los saharauis locales, a los que se expidió su documentación como españoles de pleno derecho, pero Marruecos, alcanzada su independencia en 1956, reclamaba de manera constante a España el territorio. En 1963 solicitó incluirlo en la lista de territorios no autónomos ante la ONU para promover su descolonización.
En esos años 60 del pasado siglo se comenzó también a fraguar un movimiento que apostaba por la independencia de la metrópoli, en un contexto generalizado de fin del colonialismo en África, Oriente Medio y Asia, apadrinado incluso por Naciones Unidas. Cuajan movimientos políticos y sociales en ese sentido. Por ejemplo, el 10 de mayo de 1973, con la celebración de un congreso, cristalizó el Frente Popular por la Liberación de Saguia Hamra y Río de Oro o Frente Polisario, que hoy ostenta el Gobierno saharaui.
La idea era obligar a España a reconocer el derecho de los saharauis a decidir sobre su futuro. Por ejemplo, el 2 de noviembre de 1975, el aún príncipe Juan Carlos de Borbón visitó a El Aaiún, considerada la capital del territorio, y dijo a las claras: "España mantendrá sus compromisos y tratará de mantener la paz (...). Deseamos proteger los legítimos derechos de la población saharaui, ya que nuestra misión en el mundo y en la historia lo exigen". Una promesa a punto de romperse, como ahora veremos.
El gabinete fascista ya había aceptado en agosto de 1974 la propuesta de la ONU de iniciar el proceso de descolonización y se había comprometido a celebrar un referéndum de autodeterminación en el primer semestre de 1975. Sin embargo, antes de que concluyera el año, la Asamblea General de la ONU solicitó a la Corte Internacional de Justicia (CIJ), a petición de Rabat, que aclarara previamente la situación del territorio antes de convertirse en colonia española y si efectivamente era res nullius, es decir, "cosa de nadie", antes de la llegada de los españoles.
A la espera de que la CIJ se pronunciara, la ONU pidió a España que paralizara la celebración del referéndum y en mayo de 1975 una comisión de observación viajó al Sáhara Occidental para conocer la opinión de sus habitantes, además de visitar Marruecos, Argelia y Mauritania. Hassán II dejó claro a sus miembros que solo aceptaría un referéndum en el Sáhara y el eventual resultado del mismo si la pregunta era "¿acepta permanecer bajo autoridad española o unirse a Marruecos?", según consta en el informe elaborado por la misión y consultado por Europa Press.
El monarca alauí ya había manifestado su rechazo rotundo a la independencia de la colonia española en el encuentro que mantuvo con el entonces secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, el 15 de octubre de 1974, según el memorándum de la reunión que hizo público posteriormente el Departamento de Estado. Así, advirtió de que "si España avanza hacia la independencia del Sáhara español", entonces aunque Estados Unidos dejara de suministrarles "armas, tanques y aviones", Marruecos actuaría militarmente. "Si a las 10.00 el Sáhara español se convierte en independiente, movilizaré a mis fuerzas y entraré a las 11.00", previno.
Su justificación, en plena Guerra Fría, era que un Sáhara independiente se convertiría "en dos años en un lugar lleno de revolucionarios rusos y chinos", además de dejar a Marruecos territorialmente rodeado por Argelia, habida cuenta de que Argel ya era entonces el principal valedor del Frente Polisario, fundado en 1973 y de su proximidad a Moscú.
El rey de Marruecos se mostró convencido, también en base a la información que tenía de sus contactos en Madrid, que "no hay ni un solo soldado u oficial español que quiera morir por el Sáhara". "No me gusta el uso de la fuerza, pero si no hay otra solución, lo haré", recalcó a Kissinger, a quien pidió que hablara con España y le pidiera que aceptara lo que resolviera la CIJ.
Fue el 16 octubre del 75, cuando aún España mandaba en la zona, que la Corte Internacional de Justicia de La Haya emitió al fin un dictamen afirmando que no existían vínculos de soberanía entre el Sahara y Marruecos, por más que al calor de los movimientos independentistas el entonces rey alauí hubiera empezado a decir que el Sáhara Occidental "siempre" había formado parte de su nación. También insiste el Alto Tribunal en que "no era un territorio sin propietario" en el momento de ser colonizado por España.
Hasán II, pese a lo escrito en La Haya, dio esa noche un discurso televisado a su nación explicando unas conclusiones de la CIJ a su favor. "¡No nos queda más que recuperar nuestro Sáhara, cuyas puertas legalmente se nos han abierto!", enfatizó. Esa fue su primera invitación a los marroquíes a caminar por "recuperar" el territorio, lo que llamaba "las provincias del sur".
El proyecto de reconquista unió a la nación en un momento en el que el monarca no era especialmente popular: tras la independencia del país, se habían multiplicado los movimientos políticos críticos y hasta se habían llevado a cabo dos golpes de Estado fallidos (en junio de 1971 y en agosto de 1972). Por fin tenía una causa en la que irían todos a una, pese a las diferencias. Toda una conquista y un refuerzo a su liderazgo.
¿Pacífica?
Así que, tras semanas de convocatoria y planes, llegamos al 6 de noviembre de 1975. Marruecos invade el Sáhara en lo que conocemos como la Marcha Verde, en la que movilizó a más de 350.000 marroquíes, que accedieron a la zona caminando y con pancartas y banderas nacionales. Rabat lo vendió como una protesta pacífica, pero en realidad se trató de una entrada forzosa en el territorio, asentada de inmediato con fuerzas policiales y militares. Los saharauis siempre han denunciado que, a 200 kilómetros al este de ese paso del Tah donde estaban los medios y la calma, los soldados de Rabat ya estaban atacando a la población local, obligándola a escapar. De eso no hay fotos ni noticieros. Es lo que el Polisario llama, sin medias tintas, "invasión".
Esa fecha es ahora un festivo nacional y se defiende en el imaginario nacionalista como la recuperación de lo que se había perdido en el pasado, que se recordará esta semana con fuegos artificiales y cánticos en las escuelas, como ese que dice "la voz de Hassan te llama, Sáhara / Alégrate, tierra de mi país".

Nada celebran las víctimas de ese día. Esa entrada masiva de marroquíes obligó a que una gran parte de la población civil saharaui, sobre todo mujeres, ancianos y niños, tuvieran que escapar a Argelia, el país vecino, poco amigo de Marruecos. Allí se instalaron en la zona de Tindouf. Desde entonces, se encuentran en los campamentos unas 170.000 personas. En este imaginario, tan distinto al de los marroquíes, destaca la esperanza de que algún día recuperarían su tierra, que no era de nadie más.
Visto que permanecer en la zona daba ya más problemas que beneficios, el 14 de noviembre, España firma su marcha del Sáhara Occidental, en un documento llamado los Acuerdos Tripartitos de Madrid, con Marruecos y Mauritania. Por este articulado, a ambos países se les entrega la tierra que había sido colonia española, a Rabat se le cedió el norte y centro del Sáhara Occidental y a Mauritania, el sur. Este acuerdo nunca fue reconocido por la ONU, que hasta lo declaró nulo en 2002.
Traicionados, abandonados, los saharauis decidieron reaccionar y el 27 de febrero de 1976 proclamaron formalmente la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), actualmente reconocida por 82 estados. El Uali Mustafa Sayed fue proclamado su primer presidente. Formalmente, ese día entró en guerra con Marruecos y Mauritania, con el apoyo de Argelia, Sudáfrica y Cuba. Al día siguiente, el teniente coronel Valdés, último gobernador español en la zona, arrió por última vez la bandera.
En noviembre de ese año, la Asamblea General de Naciones Unidas reafirmó el derecho a la libre autodeterminación e independencia del pueblo saharaui. En su resolución, deplora la gravedad del estado del pueblo, por la persistente ocupación de Marruecos, y reclama a Rabat que le pide ponga fin.
¿Y España? ¿Soltó todo sin inmutarse? Hay distintas versiones, según los matices, pero una lectura común: el El Pardo, Franco se moría y Hassan II fue muy inteligente a la hora de lanzar su marcha y todo lo que arrastró, en un momento de debilidad del régimen como no se había visto en 40 años. El día 17 de octubre de aquel 75 se había celebrado un Consejo de Ministros en el que se había debatido la disyuntiva que afrontaba el país: permanecer o irse El dictador estaba presente, con los médicos en la sala anexa por si los necesitaba, ya muy enfermo. En un momento dado, sintió un dolor en el pecho y se tuvo que retirar. En su ausencia, el que era presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, apostó por la segunda vía, por el abandono.
Hay historiadores que dicen que Franco no quería desprenderse del Sáhara, convencido de su "españolidad", y que el 21 de octubre incluso dio orden de sembrar de minas la frontera y colocar alambradas para que los marroquíes no accediesen. Y dicen que Arias desobedeció la orden y negoció con Rabat a sus espaldas, dada su debilidad.
Es en ese contexto en el que se enmarca la citada visita del entonces príncipe Juan Carlos, que informó a los militares de la orden de retirada. El 28 de febrero de 1976 era la fecha final. España se fue, ensimismada en su nueva Transición, y con los años no ha vuelto a prestar la atención necesaria a un problema creado en parte por su mano.
Promesas, sólo eso
El 5 de agosto de 1979 se firmó un acuerdo de paz entre la RASD y Mauritania, en Argel. Eso implicó la retirada de tropas mauritanas y el fin de la ocupación por parte de este país. Marruecos no sólo no toma ejemplo y accede a la paz, sino que acomete con una segunda invasión del territorio. Justo ese año, por cierto, comienza en España el programa de Vacaciones en Paz, impulsado por el Partido Comunista, que cada verano lleva niños a nuestro país, tratando de evitarles los peores meses del verano en los campamentos del desierto.
Pasan los 80, años en los que Marruecos inicia la construcción de seis muros defensivos, que miden más que 2.700 kilómetros de largo, con la intención de bloquear aún más a los saharauis: además de frenar las incursiones del Polisario, hacen que la población esté dividida con un estancamiento físico imposible de superar. Rabat no sólo trata de afianzarse en la zona, sino que responde enfadada, por ejemplo, al primer gran reconocimiento internacional de la causa saharaui, cuando en febrero del 82 la RASD comienza a formar parte de la Organización para la Unidad Africana, con el aval diplomático de 26 países. Marruecos se va de este organismo.
La guerra se mantuvo vigente entre saharauis y marroquíes hasta 1991, cuando el 6 de septiembre se logró un alto el fuego y fue creada la Misión de Naciones Unidas para el referéndum en el Sahara Occidental, conocida como Minurso, cuyo mandato fue prorrogado la semana pasada, el día en que el Consejo de Seguridad avaló el plan marroquí de autonomía.
El acuerdo entre ambas partes incluye, además de ese cese de hostilidades, el intercambio de prisioneros, la repatriación de los refugiados y un refrendo para que los saharauis pudieran elegir libremente su futuro, una consulta que se haría con la supervisión de la Minurso. A día de hoy no se ha llevado a cabo ni parece que se vaya a llevar, vista la toma de partido de Naciones Unidas.
La lucha presente
El saharaui sigue siendo un pueblo con un hogar dividido. Sus ciudadanos están bajo ocupación marroquí o en los precarios campos argelinos, algunos en España. Unos sufren violaciones constantes de derechos humanos, denunciadas por ONG internacionales y por la ONU, o sometidos a una vida miserable en el desierto.
Durante años se han acumulado resoluciones de Naciones Unidas sobre su derecho de soberanía y el derecho al refrendo. "Seguimos esperando de forma pacífica a que se cumpla la legalidad internacional y lo decidido en 1991", es una de las frases que más se repiten en los comunicados del Frente Polisario.
Aunque esos derechos están ahí, avalados, no se han aplicado nunca, en una dinámica de papel mojado y olvido que recuerda a la de la causa palestina. En 2001 se acordó la última resolución del Consejo de Seguridad que mostraba su "pleno apoyo" a los acuerdos adoptados por las partes para la "celebración de un referéndum libre, justo e imparcial sobre la libre determinación del pueblo del Sáhara Occidental". Sin embargo, desde entonces, durante prácticamente todo el reinado de Mohamed VI, los llamamientos posteriores han sido blandos, incompletos y hasta olvidadizos con el tema de la consulta, lo que indigna a los saharauis. Y ahora el Consejo también da la vuelta.
La ONU animó en 2006 a las dos partes a iniciar conversaciones directas, sin condiciones previas. En 2007, unos y otros presentaron sus propuestas a Nueva York: el Polisario seguía proponiendo, obviamente, un referéndum de autodeterminación, mientras que Marruecos mencionó por primera vez la concesión de una autonomía para el territorio, aunque bajo su mando, claro. En esa propuesta, el Estado marroquí se guarda una jurisdicción exclusiva en cuestiones religiosas, constitucionales y que guarden relación con la figura del rey, con la seguridad nacional, relaciones exteriores y el poder judicial. El Polisario consideró que aquella oferta era aún peor que el plan de autonomía que le presentó el Estado español, en 1974, que quedó también en nada. Tampoco ha habido avances en esto.
Desde entonces, las resoluciones de la ONU no hacen mención siquiera a la autonomía, pero sí recogen siempre una frase que encanta a Rabat: "Los esfuerzos serios y creíbles de Marruecos para hacer avanzar el proceso hacia una solución". Un aplauso, una palmadita en la espalda, que unida a la inacción perpetúa la situación actual de parálisis. La decisión del Consejo ahora conocida es la consecuencia lógica de toda esta suma de olvidos.
¿Y por qué no se ha avanzado con el referéndum en estos años? Pues por dos razones, básicamente. Una es política, la presencia en el Consejo de Seguridad de la ONU de dos miembros permanentes como Francia (antigua potencia colonial en Marruecos, con excelentes relaciones con Rabat) y EEUU (socio económico y defensivo de los marroquíes), protectores de Rabat. A ello se suma la influencia de Marruecos en su continente, porque ha ido tejiendo una red económica, diplomática y religiosa de primer orden, apuntalada por su regreso, hace tres años, a la Unión Africana, justo para poner palos en la rueda a la causa de su adversario. Por contra, el Frente Polisario sólo tiene apoyos de Argelia, Sudáfrica y Rusia.
Y hay otra razón, económica: a la bondad de la posición geoestratégica del Sáhara Occidental, con sus 1.100 kilómetros de costa, se suman sus recursos naturales (en tierra, los fosfatos, básicos en la elaboración de fertilizantes; en el mar, la pesca). Desde 1975, Marruecos ha ido invirtiendo en las infraestructuras de lo que considera sus "provincias del sur". En la actualidad administra y controla el 80% del territorio. El Frente logró en 2018 que el Tribunal de Luxemburgo de la UE sentenciara que el acuerdo de pesca entre la Unión Europea y Marruecos no se aplicara al Sáhara, porque ese territorio "no forma parte de Marruecos". Sin embargo, en las siguientes prórrogas del acuerdo de pesca con Marruecos se incluye al Sáhara Occidental. Idéntico error.
El Instituto Nacional de Estadística (INE) registró a cerca de 75.000 saharauis junto a 30.000 españoles en el censo de población elaborado en 1974. Hoy, en el territorio de la antigua colonia se contabilizan cerca de un millón de habitantes, de los que entre el 10% y el 15% tienen raíces en la que fue provincia española número 53, y el resto procede de distintas zonas de Marruecos, informa El País.

El Polisario reclama desde hace años que, al menos, la misión de la ONU se haga cargo de vigilar el cumplimiento de los derechos humanos básicos en la zona. No hay nadie que vele, que examine y que denuncie esas violaciones que denuncian, que van desde arrestos masivos y sin justificar y maltrato policial. No es una exigencia extraña, ya que entre las 16 misiones de paz que tiene la organización, sólo la Minurso carece de poderes para evaluar esta situación. ¿Respuesta? Ninguna que convenza a los saharauis.
En noviembre de 2020 se produjo el peor choque en la historia reciente, cuando civiles saharauis se agruparon en la zona de Guerguerat, en el suroeste de la franja, un enclave en el que no hay dominio de nadie y que Rabat había empezado a usar para transportar bienes hacia Mauritania, haciendo negocio. Cansados, los saharauis que viven en la zona bloquearon una carretera e impidieron pasar a los camiones, lo que provocó la reacción del Ejército y la Policía. El Ejército de Marruecos penetró en la zona desmilitarizada de Guerguerat y trató de expulsar al grupo, de unas 50 personas. Esta vez, el Frente Polisario intervino y ambas fuerzas intercambiaron disparos, aunque no se registró ningún herido. Se entendía desde el lado ocupado que se trataba de una agresión a civiles en una protesta pacífica, un episodio más grave de lo diario. La tensión no se ha detenido, tras dejar 120 muertos en el lado saharaui y 11 en el marroquí.
En esta semana de aniversario, Marruecos se regodea en las buenas noticias que kllegan desde Nueva York, que avalan, dicen el rey Mohamed, su "incuestionable" soberanía sobre esa franja costera. Rabat explica que va a poner al día el plan de autonomía y lo presentará en breve para lograr una "regionalización avanzada". Hoy las autoridades locales apenas tienen mano en competencias administrativas de rutina.
El Frente Polisario insiste en el "legítimo derecho" de un referéndum, por lo que se niega a adherirse a lo decidido por la ONU. Insiste en que tiene "la mano tendida hacia la vía pacífica" pero también avisa de que tiene "la determinación de continuar la lucha hasta conseguir los objetivos finales" de su su pueblo.
España, mientras, se reafirma en que el plan de Marruecos es el más "serio, realista y creíble" para acabar con el conflicto, aunque eso va contra el posicionamiento histórico de Madrid, contra el derecho internacional y contra los programas electorales de los partidos que hoy mandan en La Moncloa. 50 años de argumentarios, por la ventana.
