Dame pan y dime tonto: Putin sigue con su andanada en Ucrania ante un Trump que no pasa de la crítica verbal
El presidente de EEUU está frustrado por la falta de avances en las negociaciones para acabar con la guerra, pero no presiona a Moscú como para arrancarle ni un compromiso. El Kremlin redobla sus ataques y se ríe de que llamen "loco" a su jefe.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha llamado este lunes "loco" a su homólogo ruso, Vladimir Putin, y el mundo entero se ha vuelto ídem con el insulto. Pero no, no es para tanto. La palabra es gruesa, pero no es la primera vez que jefe de la Casa Blanca ataca al jefe del Kremlin, sin consecuencia alguna. Una cosa es la amenaza verbal y, otra, los hechos.
La realidad es que Washington, como mediador en el proceso de paz con Ucrania, no está presionando a Moscú lo suficiente para llevarla de la oreja a la mesa de debate y sacarle el más mínimo compromiso. Ni uno. Eso, en español, se entiende con un refrán: "dame pan y dime tonto". Porque el resultado de esa actitud es que Putin sigue haciendo lo que quiere en su guerra de invasión en Ucrania, iniciada en febrero de 2022, un país sobre el que está lanzando una ofensiva no vista en estos tres años largos, con récord de misiles y de drones y con objetivos puramente civiles en la diana.
Mientras que la Unión Europea (UE) y Reino Unido apuestan por más sanciones que estrangulen al régimen ruso, EEUU da banzados. La semana pasada, al aprobarse el paquete número 17 de los de Bruselas contra intereses rusos, dijo que no replicaría ese paso porque podría complicar el proceso negociador. Ahora, en su queja de la pasada madrugada, Trump amenazaba con más sanciones. ¿En qué quedamos? En las dos últimas semanas ha habido mucho ruido y pocas nueces: Trump amenaza con dejar de mediar porque no hay avances, las fuerzas europeas ponen un ultimátum al Kremlin, Putin responde con negociaciones directas en Turquía, que luego boicotea y las que ni va, más tarde habla con por teléfono con Trump (que también hizo lo propio con su igual ucraniano, Volodimir Zelenski) y pone cara de niño bueno, prometiendo un "memorándum de paz" en breve... Hasta hoy. ¿Lo tangible? Los muertos de Ucrania, civiles, entre ellos niños.
En poco más de una semana, desde que las primeras conversaciones directas entre Rusia y Ucrania en Estambul fracasaran sin llegar a ninguna conclusión -apenas se ha pactado un intercambio de prisioneros-, y sin señales de alto el fuego a la vista, el fracaso de la intervención de Trump se ha hecho "evidente", afirma Anne Claessen, colaboradora del Real Instituto Superior de Defensa belga. "Antes de su investidura, alardeó de que pararía esta guerra en un día y eso envalentonó a Putin, al negarse a imponer una tregua o armisticio inmediato o sanciones significativas", expone.
La propia Agencia de Inteligencia de Defensa de EEUU ha predicho que Moscú continuaría luchando durante todo este año, porque aunque ahora no avanza mucho en el campo de batalla está más fuerte que su adversario, mantiene sus posiciones en ese 20% del terreno que tiene ocupado y está empezando a recibir nuevo material, tras quemar y quemar armamento y municiones en estos años. Está débil por el número de bajas, pero en posición de aguantar, dicen los especialistas.
Tras la llamada con Trump, Putin ordenó la creación de una "zona de seguridad" a lo largo de la frontera oriental de Ucrania y apostó por una andanada que va en aumento, coincidiendo con la previsión de analistas que, como Claessen, entienden que viene una "gran ofensiva de verano". Han sido tres días sin parar, con más de 300 lanzamientos en una noche. "El silencio de EEUU anima a Putin", acusó Zelenski, dolido, tras el mayor ataque hasta la fecha en Kiev, que dejó 12 muertos y 50 heridos en la madrugada del domingo.
"Rusia no está logrando avances en poblaciones, no tiene más terreno, tampoco daña la defensa aérea de Ucrania ni destruye bases o silos, porque la erosión de sus Fuerzas Armadas también es notoria. Sin embargo, ese aparente punto puerto le vale para mantener una posición de demanda, de fortaleza en las negociaciones. La escalada de estos días busca amedrentar, imponer el terror, porque también está herido por el daño mayor que cada vez le causan los ataques de Ucrania, especialmente con drones", añade la investigadora.
"A medida que se ha vuelto cada vez más grande el uso de UAV, con fábricas rusas y ucranianas que producen miles de nuevos drones, se ha vuelto también más sofisticado el empleo por parte de Moscú de un gran número de señuelos y sistemas diseñados para engañar a los sistemas de defensa aérea. Eso hace que la población corra más riesgo, como se ha visto por ejemplo en Kiev", indica. Aún así, insiste: la principal razón de este incremento de ataques es "demostrar poder, insistir en que no tiene prisa por negociar, asustar a los civiles y reducir la moral de las Fuerzas Armadas de Ucrania".
La queja de Zelenski de que la callada de la Casa Blanca azuza a Putin dejó una pregunta en el aire: ¿está EEUU sencillamente esperando acontecimientos o se está pensando en serio dejar de ser el mediador de estas no negociaciones? ¿Ha tirado la toalla ya? Hasta su "loco" de hoy, lo más acusatorio que había llegado de su Administración fue el mensaje publicado en redes por el enviado especial a Ucrania, Keith Kellogg, que condenó los ataques del fin de semana con imágenes de incendios en la capital ucraniana. "Esto es Kiev", escribió. "La matanza indiscriminada de mujeres y niños en la noche en sus hogares es una clara violación de los Protocolos de Paz de Ginebra de 1977, diseñados para proteger a los inocentes. Estos ataques son vergonzosos. Alto al fuego ya", reclamó. Es lo más firme e indignado que se ha escuchado viniendo de Washington en estas horas negras.
La experta belga tira un poco de las orejas a la prensa que se "ilusionó" con tan "escasas conclusiones" como salieron de la llamada Putin-Trump, porque a su entender justo ese fue un ejemplo de que no hay pretensión alguna de paz por parte de Rusia, sólo palabras. "Es una farsa", entiende. "No parecía que había un proceso negociador, tras las reuniones en Arabia Saudí o en Turquía, pero la realidad siempre fue que Trump intentaba presionar a Ucrania para que hiciera concesiones importantes a Rusia y ayudara a Putin a lograr muchos de sus objetivos estratégicos", dice.
Más que preguntar por un alto el fuego, habría que preguntar por si EEUU seguirá armando a Ucrania o dándole asistencia de Inteligencia, ya que en el mensaje de la pasada noche también se incluye un feo reproche a Zelenski: "Todo lo que sale de su boca es motivo de problemas", ha dicho el mandatario norteamericano. Y también habría que reflexionar sobre si, llegado el caso de que dé un paso atrás, Europa puede suplirlo en su asistencia a Kiev". "Lo que está claro para los ucranianos, a pesar de las varias semanas de titulares sobre el potencial avance en las conversaciones de paz, es que sin la presión de Washington ni una ayuda acelerada de Europa, la guerra se prolongará. Y habrá más días como los que estamos presenciando", insiste.
Si se le pregunta, está más inclinada por que Trump tire la toalla que por la imposición de más castigos a Putin "hoy por hoy". Y lo hace por lo visto en estos meses y, especialmente, por unas declaraciones del presidente del domingo, en redes sociales: "Esta es la guerra de Zelenski, Putin y [Joe] Biden, no de Trump. Sólo estoy ayudando a apagar los grandes y feos incendios que se han iniciado debido a la incompetencia y el odio flagrantes". Suena a despedida, entiende, a "cortar amarras".
Anne Claessen es además pesimista porque Putin "parece entender que puede subyugar a Ucrania, que es su objetivo, sin poner en peligro la mano tendida de EEUU para un reinicio económico entre las dos potencias, que es el otro interés de Trump, calma aparte. Ve que estira la cuerda y no llegan consecuencias, así que entiende que las promesas de EEUU se mantienen. Y, si no se mantuvieran al final, si se retirasen, aún le compensaría, porque prevalecen sus intenciones de controlar Ucrania", advierte. ¿Quién puede encontrar una grieta, entonces, en esa mentalidad?
"Lo está tomando por bobo"
Esa es una de las lecturas más repetidas en la prensa norteamericana ante la nueva ofensiva. Medios como The Economist han denunciado la "extraña reticencia de Trump a adoptar una postura firme con Putin", mientras que The Washington Post afirma: "Si bien la falta de éxito de Trump en la pacificación podría no condenar a Ucrania, sin duda disipa las pretensiones del presidente de ser un negociador de primera clase (...). Putin lo está tomando por bobo, y Trump ni siquiera parece darse cuenta". En el Financial Times, por su parte, insisten en que hay "indicios" e "impresiones" de que EEUU se aleja de las negociaciones, ante a la "indiferencia" del presidente a lo que está pasando, "desconcertante", a juicio de sus editorialistas, porque es el momento de apretar, no de retirarse.
En Moscú, la visión de los contactos es muy distinta. "Parece que Rusia ha ganado la última ronda de póker global" o "La postura de Donald Trump no podría ser más ventajosa para Moscú", se lee en la prensa rusa, consultada y traducida por el veterano corresponsal de la BBC, Steve Rosenberg.
Los medios rusos, controlados por el Kremlin, no libres, se regodean cuando ven que Ucrania ha firmado el acuerdo de minerales en las condiciones que EEUU quería, que cedido a una tregua de 30 días que propuso Trump, que ha asumido en público que va a tener que ceder territorios soberanos para salir de esta guerra y que va a tener que renunciar a su empeño a pertenecer a la OTAN, los grandes brochazos de la negociación. Moscú, en cambio, ni ha accedido al alto el fuego ni ha dejado de poner condiciones nuevas para firmar nada. Dice que tiene la "fuerza" para acabar lo que empezó con esta invasión y desacredita a Zelenski como interlocutor. Que quiere hablar con la ONU y no con un nazi, dice. Si ve que hay renuencia a entregarle las cuatro regiones ucranianas que hoy ocupa parcialmente, eleva la apuesta y amenaza con pedir seis. Esa es su actitud, bofetada a bofetada.
Medios como el Moscow Times han llegado a publicar algunos detalles de las negociaciones en Estambul, las primeras directas desde el inicio de la guerra, en las que Vladimir Medinsky, el jefe de la delegación de Putin, amenaza con sorna a sus enemigos. "Luchamos contra Suecia durante 21 años. ¿Hasta cuándo están dispuestos a luchar?", comentó en referencia a la Gran Guerra del Norte del siglo XVIII, con Pedro El Grande, gran referente del presidente. "Quizás algunos de los que están sentados aquí en esta mesa pierdan a más seres queridos. Rusia está dispuesta a luchar eternamente". Un aviso a navegantes en toda regla.
Como recuerda Peter Dickinson, editor del servicio UkraineAlert del Atlantic Council, en un análisis de su tanque de pensamiento washingtoniano, hay que entender como telón de fondo del proceso que Putin insiste en que "cualquier acuerdo debe centrarse en eliminar lo que él llama las 'causas profundas' de la guerra", que se pueden resumir en "neutralidad internacional y el desarme de Ucrania"y "restablecimiento del antiguo dominio imperial ruso en todos los ámbitos de la vida pública ucraniana, desde el idioma y la educación hasta la memoria nacional y la religión". "Cualquier líder ucraniano que aceptara tales condiciones estaría firmando la sentencia de muerte de su país", avisa.

En la mente de Putin
Como es costumbre en sus miradas sobre el conflicto, este experto se desespera por la visión que Occidente tiene de Putin, porque entiende que el engaño es permanente. "Los esfuerzos de Trump por promover las perspectivas de una paz negociada y sus intentos de seducir a Putin con incentivos comerciales sugieren una comprensión fundamentalmente errónea de los objetivos bélicos de Rusia en Ucrania", lamenta.
El líder estadounidense "parece creer sinceramente que se puede persuadir a Putin para que ponga fin a su invasión con la promesa de ganancias territoriales limitadas y prosperidad económica futura. En realidad, nada más lejos de la realidad", afirma. Y se explica: "Putin no lucha por territorio ucraniano; lucha por la propia Ucrania. Considera la guerra actual en los términos históricos más amplios posibles y ve la destrucción del Estado ucraniano como una misión sagrada que definirá todo su reinado y moldeará el futuro de Rusia en las próximas décadas. Resulta absurdo sugerir que pueda ser disuadido de esta visión mesiánica por conversaciones triviales sobre acuerdos comerciales y alivio de sanciones".
"La sed de venganza histórica de Putin se remonta a su traumática experiencia durante el colapso de la Unión Soviética", resume. Para Putin, el surgimiento de una Ucrania independiente "simboliza la humillación postsoviética de Rusia y un posible catalizador para la siguiente etapa de la retirada de su país del imperio". Según esta "retorcida lógica imperial", si se permite que una provincia tan típicamente rusa como Ucrania se separe y se establezca como una democracia europea moderna, "toda la Federación Rusa correrá el riesgo de desintegrarse". Y a la inversa: Putin está convencido de que "si Ucrania logra recuperar el lugar que le corresponde dentro de la Gran Rusia, se reparará la injusticia de 1991 y Rusia recuperará su posición entre las grandes potencias mundiales". Es una visión que aún, pese al daño sufrido por su Ejército, convence a buena parte de los ciudadanos rusos.
El seguimiento que los analistas de UkraineAlert hacen a diario de la guerra les ha permitido detectar que, en paralelo a estos días de ataques redoblados, se está dando una "retórica antiucraniana cada vez más extrema" en sus dirigentes y altavoces, lo que refuerza la idea anterior: alusiones a que los ucranianos son rusos, que forman "un único pueblo", que Ucrania es un país artificial construido sobre territorio ruso robado, que sus dirigentes son nazis antirrusos... Una "propaganda deshumanizante".
Dickinson afirma, pues, que "es comprensible que Putin esté encantado de explotar el entusiasmo de la administración Trump por las conversaciones de paz", porque le permite ganar tiempo, dividir a Occidente y reducir el flujo de armas a Ucrania. "Pero ya es evidente que no tiene ningún interés real en poner fin a su invasión. De hecho, no se atreve a detenerse. Cualquier acuerdo de paz que garantice la supervivencia de Ucrania como estado independiente sería visto en Moscú como una gran derrota", algo penado históricamente por los rusos. "En lugar de ocupar su lugar junto a Stalin, Pedro el Grande e Iván el Terrible como uno de los más grandes gobernantes de Rusia, Putin sería recordado en la historia rusa como el hombre que perdió Ucrania. Preferiría luchar indefinidamente antes que aceptar semejante destino", asevera.
El analista no carga las tintas contra Trump en el sentido de que cree que está intentando sinceramente acabar con la guerra, pero "su enfoque actual obviamente no está funcionando". "Ha llegado el momento de dejar de buscar acuerdos con el Kremlin y empezar a hablar con Putin con un lenguaje de fuerza. Esto significa endurecer las sanciones contra Rusia y atacar a los numerosos países que siguen alimentando la maquinaria bélica de Putin", defiende. Sobre todo, significa "aumentar significativamente la ayuda militar a Kiev y fortalecer la capacidad de Ucrania para derrotar a Rusia en el campo de batalla", porque "Putin ha apostado todo su poder a la destrucción de Ucrania" y no va a ceder a esa meta, a menos que se le obligue a hacerlo. "La paz sólo llegará cuando Ucrania sea demasiado fuerte para ser subyugada", subraya.
A la espera de acontecimientos, toca recordar la frase de Trump cuando se supo que Putin dejaba plantado a Zelenski en Estambul. "Nada va a pasar hasta que Putin y yo nos veamos", avisó al mundo. Han hablado, pero no se han visto y nadie tiene una cita de esta naturaleza hoy en la agenda. Para Claessen, es momento de que "los demás que no son Trump" se comprometan "profundamente" en el aislamiento y la presión al Kremlin, dado que el republicano no lo hace. Se refiere al Senado y al Congreso de EEUU, que pueden proponer, más allá de la Casa Blanca. De hecho, un grupo de senadores republicanos -entre ellos gente muy cercan al magnate- redacta ya un texto para imponer unos aranceles secundarios del 500% a las importaciones de países que compran petróleo, gas o uranio a Rusia. Problema: puede desestabilizar más aún la economía mundial, ya tocada por la guerra comercial de Trump. Pero es una vía, no deja de ser "una iniciativa ante la inacción", dice la experta.
También señala, "sin duda", a los aliados europeos de Kiev, que sí se están tomando el serio la imposición de nuevas sanciones al entorno e intereses de Putin y que debe centrarse en "mantener el flujo de armas a Ucrania, así como la financiación, además de cerrar las lagunas legales que hacen que hoy las sanciones no se estén aplicando en toda su plenitud".
En Moscú no se inmutan, porque quien puede parar la guerra, léase Trump, sigue ajeno a la urgencia de esta crisis. El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, se permitía esta mañana hasta mofarse de los insultos del presidente de EEUU a su jefe. Achacó su mensaje a una "reacción emocional", que en boca de estos hombres blancos y autoritarios que mandan en Washington y en Moscú se puede traducir como "nenaza", "blandengue", "débil". "La Federación Rusa toma las decisiones que son necesarias para garantizar la seguridad de su país", añadió Peskov. Y lo seguirá haciendo, si nadie le para los pies.