'El Eternauta' revive las preguntas sobre la dictadura argentina en pleno avance neofascista
La serie de Netflix, basada en una novela gráfica que es símbolo de resistencia ante la ultraderecha, multiplica las consultas a las Madres de la Plaza de Mayo para conocer datos sobre niños desaparecidos, robados a sus padres ajusticiados.

En mitad del avance neofascista que vive el mundo, se abre paso la ficción rebelde, de resistencia. Así es uno de los últimos éxitos de Netflix, El eternauta, una serie que antes fue novela gráfica y que rescata la dictadura argentina y el drama de las desapariciones forzadas. No es sólo que se hable de totalitarismos en la era de Javier Milei, sino que una generación entera está removiéndose, multiplicando las consultas sobre bebés robados a ajusticiados de izquierdas. Ciudadanos en busca de respuestas.
El eternauta es una historia de 1957 del guionista Héctor Germán Oesterheld y el dibujante Francisco Solano López, ahora llevada a las pantallas por Bruno Stagnaro. Una historia de apagones, nueve en verano, amenaza química y ovnis que, sí, también va de pérdidas, de falta de respuestas, y de la dictadura de Jorge Rafael Videla, porque Oesterheld fue uno de los desaparecidos, en 1977.
¿Pero qué sucedió y qué importancia tiene en esta serie?
Bajo el yugo de Videla, entre 1976 y 1981, Argentina vivió años de oscuridad, de censura y de represión, una época en que el terrorismo de estado estuvo a la orden del día para arrancar cualquier hoja de descontento, crítica o disidencia. La muerte de Juan Domingo Perón, en 1974, dejó el terreno abonado para que el país perdiera su curso político y económico. Habría fracturas entre los peronistas y un segmento de las Fuerzas Armadas desaprobaba el relevo presidencial de Isabelita (María Estela Martínez de Perón), la viuda del fallecido mandatario. Varias veces la exhortaron a que renunciara, pero ella se atornilló en la legalidad de su mandato como presidenta de Argentina.
Con los ánimos caldeados, el 24 de marzo de 1976, las fuerzas militares de Argentina tomaron el poder por la fuerza. Un golpe de estado encabezado por el general Jorge Rafael Videla.
El problema real vino más adelante. Para la Junta Militar era pertinente eliminar a todos aquellos individuos y colectivos que fueran traidores al régimen. No necesariamente tenían que ser guerrilleros marxistas leninistas, como ha intentado argumentar la ultraderecha, no. Cualquier persona de izquierda, con un pensamiento político comunista o sencillamente progresista, era perseguido. Así, fueron asesinados sindicalistas, políticos, artistas, intelectuales, poetas, periodistas, maestros... Incluso murieron personas que nada tenían que ver con una corriente política de izquierda o de derecha, por delaciones intencionadas, malas informaciones, rencillas del pasado... Lo habitual cuando se instala el guerracivilismo.
El modelo de ejecuciones de la dictadura no daba cabida al fusilamiento. El problema de almacenar cadáveres en fosas comunes abría un potencial juicio internacional a crímenes de lesa humanidad contra el régimen militar, de modo que la Junta optó por las desapariciones. Más sencillas, más higiénicas. Los militares y sus secuaces secuestraban a quien ponían en la diana, llamados "traidores", los encerraban en centros clandestinos, los torturaban y los mataban.
Muchos de ellos acabaron en los llamados "vuelos de la muerte", en los que a los opositores se les drogaba, se les ponía cemento en los pies y, luego, se les lanzaba desde aviones que sobrevolaban Mar del Plata. Así se perdían, eternamente, en el océano. Imposible saber cuántos argentinos recibieron esta muerte infame.
Hector Oesterheld, el guionista de El Eternauta, fue secuestrado y desaparecido junto con sus yernos y sus cuatro hijas, dos de ellas embarazadas. Se le señaló por estar unido a la agrupación guerrillera Montoneros durante esa época y fue visto por última vez en uno de los varios centros clandestinos de detención en los que los militares detenían ilegalmente a decenas de miles de personas. Las investigaciones posteriores a la dictadura sostienen que el crimen contra él y su familia también tuvo como móvil la incomodidad que generaba en los militares la crítica social en su obra. Mientras estuvo viviendo en la clandestinidad, Oesterheld trabajó en la segunda y última parte de El Eternauta, que pudo concluir antes de su desaparición forzada y posterior asesinato. Todo está impregnado de esa angustia.

Del horror de la dictadura sólo sobrevivieron su esposa, Elsa Sánchez, y dos de sus nietos, de los que se desconoce el paradero aún en 2025. Es por eso que el caso de la familia Oesterheld se ha convertido en uno de los ejemplos más estremecedores del terrorismo de Estado, revivido por la serie.
De acuerdo a lo que contó Elsa para un documental sobre la obra de su esposo, El Eternauta significó "un fresco de la vida cotidiana de todos, de la gente de clase media". "Fue casi como una premonición. Fue un paralelo de lo que ocurrió en el país y de lo que me pasó a mí y a mi familia, que la destruyeron... eso fue lo que le pasó al país, que lo destruyeron", explica.
Desde su primera publicación en la revista Hora Cero Semanal, la novela se consolidó como un relato cargado de simbolismo político, y su protagonista, Juan Salvo que lucha contra una invasión en un Buenos Aires postapocalíptico, se convirtió en un emblema de la resistencia. Hoy, la figura del Eternauta aparece en murales, marchas y protestas. Su silueta con traje protector no representa solo una historia de ciencia ficción, sino el llamado constante a no olvidar y a seguir buscando justicia.
El trabajo de las madres
A partir del 30 de abril de 1977, las madres de muchas de aquellas víctimas que dejaba la represión sanguinaria de la dictadura militar, comenzaron a protestar. Sin embargo, todo tipo de alteración público-social era prohibida y castigada. Así que decidieron juntarse pacíficamente en la Plaza de Mayo, para marchar en círculo, portando en sus cabezas pañoletas blancas y, en otros casos, los pañales de papel de sus hijos. Algo tan sencillo pero tan revolucionario cumplía con las leyes y, a la vez, lanzaba el mayor grito de denuncia jamás escuchado en la dictadura.
Con las fotos de los desaparecidos, las madres de la Plaza de Mayo despertaron la indignación de la comunidad internacional. Han sido candidatas al Premio Nobel de la Paz, han sido distinguidas con el Premio de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y con el Sájarov para la Libertad de Pensamiento del Parlamento Europeo. Incansables, aunque pocas de aquellas abuelas quedan ya con vida, han peleado no sólo por saber lo ocurrido con sus hijos, sino con sus nietos: muchas mujeres fueron asesinadas con hijos pequeños o recién nacidos, o incluso en sus vientres, pequeños que acabaron en manos de familias afines con el régimen. Las abuelas han utilizado pruebas de ADN, investigaciones forenses y la información proporcionada por sobrevivientes y testigos de la dictadura para aclarar la verdad.
"Si naciste entre 1975 y 1983, podrías ser uno de los nietos o nietas que aún estamos buscando", se lee al ingresar al sitio oficial de Abuelas de Plaza de Mayo, donde han activado un especial relacionado con la serie que protagoniza Gustavo Darín y acciones vinculadas a ella. Hasta ahora, han recuperado la identidad de 139 nietos. La primera nieta recuperada, Tatiana, fue identificada en 1980, a los seis años. La organización cree que aún quedan aproximadamente 300 nietos por encontrar.
Las abuelas han confirmado que el éxito de la serie ha llevado a que se multipliquen casi por siete las peticiones de información que reciben, sobre todo de adultos que quieren saber si son niños robados de la dictadura. La organización ha hecho un nuevo llamamiento para que quien disponga de información o de sospechas ayude a cumplir su voluntad "de ir bajo tierra teniendo verdad, justicia y reparación".
Fútbol y Malvinas
La dictadura de Videla tuvo, como otros crímenes actuales, la connivencia de parte del mundo más poderoso de aquellos años. Por ejemplo, encontró en la organización del Mundial de Fútbol en Argentina de 1978 el vehículo ideal para revalidar al régimen frente a la opinión pública. Lo importante era ganar a toda costa el certamen y así reavivar el sentimiento nacionalista, gracias a una selección que para entonces contaba con figuras de la talla de Mario Alberto Kempes y Daniel Pasarella.
No obstante, el pase a la final del seleccionado albiceleste dependía de un triunfo sobre Perú, por más de cuatro goles. Argentina venció por 6 goles a 0, a un seleccionado peruano que se conocía por ser un rival de peso.
Entre pasillos, quedó latente el posible caso de corrupción de la dictadura argentina hacia los dirigentes peruanos y secundado por el exsecretario de Estado de los Estados Unidos, Henry Kissinger.
Finalmente, Argentina se coronó campeón al ganarle la final a Holanda. El pueblo vibraba de emoción, bajo el miedo de un terrorismo de estado.
En 1982, sin embargo, la Armada argentina invade las Islas Malvinas y las reclama como territorio austral. Se desata, por tanto, una guerra contra los británicos. Londres, con Margaret Thatcher al mando, fue severa y desplegó su poderosa armada que en pocos meses venció las ansias soberanas argentinas. De esta forma, se provoca una crisis al interior de la Junta Militar. Reynaldo Bignone, el último dictador al mando del régimen y aún en la misma estela ideológica de su antecesor, se vio obligado a entregar el poder y a convocar elecciones.
El 30 de octubre de 1983 se restauraba la democracia en Argentina. Raúl Alfonsín fue electo presidente y comenzó a enjuiciar a cadena perpetua a los principales responsables de esos oscuros años por lo que atravesó el pueblo argentino.
Sin embargo, hoy vuelve el autoritarismo, el totalitarismo, el ambiente tóxico y las violaciones de derechos humanos. El eternauta, por mucho que sea una reelectura en cine de lo que un director leyó siendo chaval, nos lo trae de nuevo a primera plana.