El verano ofrece muchas oportunidades para disfrutar del aire libre, pero cuando las temperaturas suben sin control, el interior del hogar puede convertirse en un verdadero horno, especialmente si no se cuenta con aire acondicionado o un ventilador. Aquí es donde entra en juego este método práctico y fácil de aplicar.

Solo se necesita una botella plástica de 1,5 litros, agua y un congelador. Llena la botella (sin llegar al tope para evitar que se rompa al congelarse), colócala en el congelador durante la noche y, al día siguiente, sitúala en una posición elevada dentro de la habitación —como una estantería o armario alto— sobre un recipiente para recoger la condensación. A medida que el hielo se derrita, se libera aire más frío que ayuda a bajar la temperatura del ambiente. En espacios pequeños, la diferencia puede sentirse bastante rápido.

Aunque este truco puede proporcionar alivio temporal, su efecto es limitado. El enfriamiento solo dura mientras el hielo se derrite y no se distribuye de manera uniforme por toda la habitación. 

Consejos adicionales para mantener el hogar fresco

Además del truco de la botella, hay otras estrategias útiles. Por ejemplo, colgar toallas húmedas en el centro de la habitación ayuda a reducir el calor ambiente mediante la evaporación. También se recomienda mantener las ventanas cerradas durante el día y abrirlas por la noche para permitir la entrada de aire más fresco.

Plantas ubicadas en las ventanas también pueden ofrecer aislamiento natural contra el calor, y el uso de cortinas o persianas durante las horas más calurosas del día ayuda a evitar que el sol recaliente el interior.