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La inhabilitación de Marine Le Pen, ¿un regalo para la extrema derecha francesa?

La inhabilitación de Marine Le Pen, ¿un regalo para la extrema derecha francesa?

La extrema derecha global han sabido manejar la propaganda para asegurarse la impunidad de cara al electorado gracias al victimismo. El mejor ejemplo, Trump. Sin embargo, hay algo en Marine Le Pen que no tiene Jordan Bardella, su sustituto.

Folletos de RN en apoyo a su líder: "Salvemos la democracia. Apoyemos a Marine Le Pen".REUTERS/Stephanie Lecocq

Ante la atenta mirada de un Kid Rock ataviado con un pintoresco traje de patriota estadounidense, Donald Trump comparó este lunes la condena a Marine Le Pen con la suya propia. "Suena mucho a lo que pasó en este país", dijo el primer presidente convicto de Estados Unidos. Acostumbrado a la manipulación política a través del victimismo, Trump se sirvió de su condena en mayo de 2024 por encubrir un escándalo sexual para dar un empujón a su campaña. En las primeras 24 horas tras el fallo judicial, la candidatura del republicano recaudó más de 34 millones de dólares. "El verdadero veredicto será el 5 de noviembre", dijo. Lo demás ya es historia.

En Crítica de la víctima, Daniel Giglioli otorga a las víctimas el estatus de "héroes de nuestro tiempo". "Ser víctima — escribe — otorga prestigio, exige escucha, promete y fomenta reconocimiento, activa un potente generador de identidad, de derecho, de autoestima. Inmuniza contra cualquier crítica, garantiza la inocencia más allá de toda duda razonable". ¿Cómo podría ser una víctima culpable o responsable de cualquier cosa?, se pregunta Giglioli, quien responde: "La víctima no ha hecho, le han hecho; no actúa, padece. En la víctima se articulan carencia y reivindicación, debilidad y pretensión, deseo de tener y deseo de ser. No somos lo que hacemos, sino lo que hemos padecido, lo que podemos perder, lo que nos han quitado".

Apenas conocerse su condena por malversación de fondos públicos, la líder de Reagrupamiento Nacional, Marine Le Pen, se ha erigido como víctima de una persecución política. En este caso, la clave no es tanto la condena, que también, sino la posterior inhabilitación que le impedirá presentarse a las elecciones presidenciales de 2027, unos comicios para los que partía como favorita. Un impedimento electoral que, si bien deja a su partido en un impasse, se ha convertido ya en el punto principal de la campaña de la extrema derecha francesa. "Millones de franceses se han visto privados, por un juez de primera instancia y sin posibilidad de recurso, de la candidata que hoy es favorita en las próximas elecciones presidenciales. Todos aquellos que están comprometidos con la democracia y el estado de derecho deberían estar indignados", señaló Le Pen anoche. "Cuando la izquierda radical no puede ganar mediante el voto democrático, abusa del sistema legal para encarcelar a sus oponentes", denunció Elon Musk.

Sería un error pensar que Le Pen deseaba este fallo. Ella misma había asegurado hace un tiempo que una sentencia así significaría su "muerte política". Por mucho que ahora pueda presentarse como víctima de un sistema que le persigue, por primera vez en 50 años el partido no verá a un miembro del clan Le Pen como candidato. El daño al ego, al menos, es hondo. Pero la cuestión es si, pese a defenestrar a corto y medio plazo la carrera política de Le Pen, la extrema derecha puede salir beneficiada de todo esto, como ya demostró un Donald Trump que colecciona condenas.

El siempre lenguaraz Yanis Varoufakis, exministro de Finanzas griego y actual líder del partido MeRA25, ha tildado de "ridícula" la inhabilitación de Le Pen. "Esto es una locura. El lawfare está mal, sea quien sea el objetivo. Es estúpido. Los neofascistas franceses solo saldrán beneficiados, al igual que los partidarios de MAGA", reaccionó el economista griego. Pese a considerar a la líder ultra francesa una "fascista", Varoufakis quiere verla "destruida políticamente", pero no a través de una inhabilitación por parte de la Justicia. Aunque más comedido, el histórico líder de la izquierda francesa Jean-Luc Mélenchon consideró también que "la decisión de destituir a un cargo electo debe ser del pueblo". El corresponsal en París del medio alemán Der Spiegel, Leo Klimm, cree que el "golpe" para Le Pen y su partido durará poco. Para él, la sentencia "es la peor manera de deshacerse de Marine Le Pen". La extrema derecha podrá "presentarse como un mártir político".

El debate es complejo. ¿Puede el miedo a la extrema derecha ser suficiente para que los jueces actúen de otra manera en un caso de malversación de fondos públicos, en definitiva, de corrupción? En Libération, Jean-Philippe Derosier, profesor de Derecho Público en la Universidad de Lille, esperaba "polémica [...] incluso si la solución hubiera sido otra". "Hoy — escribe — algunos denuncian una justicia parcial y antidemocrática y podemos apostar que, si no se hubiera pronunciado la aplicación inmediata de la inelegibilidad, otros habrían denunciado la cobardía de los jueces. Ninguna solución hubiera obtenido satisfacción unánime, pero solo era necesaria una solución: la que dicta la ley que los jueces se encargan de aplicar. Esto es lo que hicieron en este caso, sin dejarse influir por las presiones a las que pudieron haber estado sometidos en las últimas semanas y meses". "La ley, toda la ley, nada más que la ley, es lo que justifica la condena de Marine Le Pen. Nada más", concluye. Una opinión que comparte Alexander Hurst, escritor residente en Francia y columnista para The Guardian. "El sistema judicial francés prefirió la valentía a la rendición. La ley era clara, al igual que el tribunal en su sentencia: ningún trato especial para Marine Le Pen, ninguna deferencia hacia los poderosos, ninguna excusa para infringir la ley con impunidad", escribió en el periódico británico.

Si es así, entonces, la pregunta es: ¿cómo frenar el ascenso de una extrema derecha que, pase lo que pase, creerá inocente a sus líderes? Marine Le Pen siempre se ha presentado ante el electorado francés como un partido "limpio", en contraposición al resto. Su padre acuñó, de hecho, el lema "Manos limpias y cabeza alta". Si bien es cierto que no la han condenado por un enriquecimiento personal, sí por un desvío de fondos del Parlamento Europeo durante años para reflotar la economía y el poder de su partido. Le Pen y los suyos podrán recurrir a la propaganda victimista, pero ya no tanto a la pulcritud. El asunto central está, pues, más en la inhabilitación que en la condena.

Guillermo Fernández Vázquez, autor de Qué hacer con la extrema derecha en Europa: el caso del Frente Nacional, no está tan seguro de que la condena e inhabilitación de Le Pen vaya a beneficiarles. "Aunque llevan meses manejando la posibilidad de que esto sucediera, el partido deseaba que no ocurriera", dice. "Ahora, todo su trabajo será una  minimización de daños, porque los va a generar. Lo dan por hecho. La pregunta es cuántos". A partir de ahora, considera, "Le Pen trabajará para que esto les perjudique lo menos posible, pero les va a perjudicar en todo caso, no creo que les vaya a beneficiar".

Según Fernández Vázquez, por mucho que el RN pueda presentarse como una suerte de mártir, lo cierto es que Le Pen tenía un algo que "trascendía las siglas". "Tiene que ver con ella, con su personalidad, su carisma", comenta el autor, que destaca su "capacidad para atraer un electorado popular, también femenino". "El ejemplo paradigmático es el tirón que tiene entre los hogares monomarentales gracias a su imagen como mujer moderna, divorciada y con hijos, que ha tenido que vivir las contradicciones o los dilemas de conciliar lo laboral con los cuidados. Es muy difícil que su sustituto, probablemente Jordan Bardella, un varón de 29 años sin el carisma ni la campechanía juancarlista que conecta bien con el francés medio, de clase popular, que se siente excluido o poco tenido en cuenta por la Francia oficial, ni siquiera pueda igualarlo", apunta.

Le Pen, con toda seguridad, intensificará su victimización, pero con un riesgo, que su Reagrupamiento Nacional termine siendo víctima de su propio martirio.

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Me llamó Héctor Juanatey, aunque como dice Xoan Tallón, eso no importa, todo el mundo tiene un nombre. Me gusta escribir y contar cosas. En El HuffPost escribo de política, y como política lo es todo, decirles esto es como decir todo y decir nada.

 

Sobre qué temas escribo

En El HuffPost escribo, como ya les dije, de política, que es todo. Si quisieran entrar más en detalle, les cuento: por gustar, me gusta escribir de todo aquello que me preocupa dentro y fuera de la redacción. En los últimos años, por ejemplo, he estado investigando el ascenso de la extrema derecha, una suerte de virus invisible que crece cada día más. Un crecimiento, sin embargo, que también tiene responsables, y en ellos me gusta fijarme, ya sea Elon Musk, Mark Zuckerberg o influencers de ultraderecha con cada vez más adeptos. Pero también la política es causa de la desafección de la que beben los ultras. De ahí que no haya que olvidarse nunca de temas fundamentales como la vivienda; en definitiva, de las condiciones materiales de la ciudadanía. Por ese motivo, también, y desde la cobertura que hice para Público durante el 15M en la Puerta del Sol, en Madrid, he centrado gran parte de mi trabajo en las diferentes reivindicaciones de la movilización social. Sospechen siempre de aquellos periodistas que acostumbran a agobiar con la cantinela de la objetividad. Al final, solo buscan desprestigiar el sentido mismo de la profesión.

 

Mi trayectoria

Pese a todas las advertencias, desde que me decanté por estudiar periodismo (Licenciatura y Máster en Periodismo de Investigación), a excepción de un parón en el que trabajé en discurso y comunicación política, he tenido la suerte de dedicarme a escribir. Empecé en La Voz de Galicia y, tras dejar la terruña (Galicia) y mudarme a la capital en busca de oportunidades laborales, pasé por Público, La Sexta, fui redactor fundacional de eldiario.es, y he escrito para un buen número de medios como Praza.com, la revista Luzes, Playground Magazine, La Marea, Vanity Fair o CTXT. En una ocasión estuve en el campamento de refugiados de Dajla, en el Sahara, y de allí me traje unas breves anotaciones que fueron publicadas como libro, ‘Dajla. Apuntes desde o Sahara’, editado por Praza. En otra, entrevisté a Txema Guijarro, una de las personas que trabajó en el asilo de Julian Assange y Edward Snowden, y esos diálogos se transformaron también en libro, ‘El analista. Un espía accidental en los casos Assange y Snowden’, de Libros del KO. En otro lapso de tiempo, creé junto a los cómicos Facu Díaz y Miguel Maldonado un programa de humor, La Tuerka News, porque tengan claro que sin risas nos vamos a la m*****.

 


 

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