La margarita de Netanyahu: Estado palestino sí, Estado palestino no
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La margarita de Netanyahu: Estado palestino sí, Estado palestino no

Hubo un tiempo en el que el primer ministro de Israel sí defendía una paz con dos países vecinos, aunque siempre insistía en la desmilitarización de los de Abbas. Era el tiempo de quedar bien con Obama en EEUU. Ahora, el giro es total. 

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, pronuncia su discurso sobre política exterior en la Universidad Bar-Ilan el 14 de junio de 2009 en Ramat Gan.Baz Ratner- Pool / Getty Images

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, insistió este domingo en que "no habrá un Estado palestino" después de que Reino Unido, Canadá y Australia lo reconociesen, y advirtió de que a su vuelta de la Asamblea General de la ONU que se celebrará esta semana en Estados Unidos anunciará una "respuesta" a ello.

En un vídeo oficial difundido por su oficina, el líder del Likud lanzó un mensaje a los países que están reconociendo el Estado de Palestina como respuesta a la ofensiva israelí en Gaza: "Eso no sucederá. No se establecerá un Estado palestino al oeste del río Jordán". Lo ha dicho mil veces, no habrá Estado palestino ni ahora que lo reconocerán países del G7, del Consejo de Seguridad de la ONU y aliados clave de su propio Gobierno, históricamente. 

Y, sin embargo, no siempre fue así. Hubo un tiempo en el que Netanyahu aceptó la solución de dos estados, vecinos, en paz, para acabar con el conflicto. Eran los años en los que el entonces presidente de Estados Unidos, el demócrata Barack Obama, impulsó el proceso de paz a través de su secretario de Estado, John Kerry, avaló con especial énfasis un derecho de los palestinos que llevaba años flotando en las resoluciones de Naciones Unidas. "Dos Estados para dos pueblos". Las negociaciones quedaron muertas en 2014 y, desde entonces, no se han vuelto a retomar. 

En Palestina, ganaba la división interna y se desgastaba la Autoridad Nacional Palestina (ANP). En Israel, crecía el radicalismo en paralelo, se multiplicaban las operaciones en Gaza y Cisjordania y Netanyahu llegó hasta a salir del poder, brevemente, con una coalición gigante que sólo tenía en común el deseo de echarlo. Pero volvió pronto, apoyado por partidos ultranacionalistas y religiosos y, desde entonces, desde 2022, nunca más se le ha escuchado sin por asomo una defensa del Estado palestino, por descafeinada que fuera la del pasado. 

Ahora toca invasión total de Gaza, anexión de Cisjordania y negación de un derecho internacionalmente reconocido. Y cada vez con más apoyos, como los de ayer de Reino Unido, Canadá, Australia y Portugal, como el que hoy se espera de Francia.  

Por eso, sorprende echar mano de la hemeroteca y leer al Netanyahu de otro tiempo. EDl ejemplo más significativo es el discurso que dio el 14 de junio de 2009 en la Universidad de Bar Ilán, en la ciudad de Ramat Gan, considerado histórico, en el que asumía la existencia del nuevo país y en el que ponía las condiciones para aceptarlo, eso sí. "Durante mi visita a Washington, le dije al presidente Obama que si lográbamos un acuerdo sustancial, la terminología no plantearía ningún problema. Y este es el contenido que ahora expreso claramente: si recibimos garantías respecto a la desmilitarización y las necesidades de seguridad de Israel, y si los palestinos reconocen a Israel como el Estado del pueblo judío, estaremos preparados, en un futuro acuerdo de paz, para alcanzar una solución donde coexista un Estado palestino desmilitarizado con el Estado judío". Esas fueron sus palabras exactas.

El momento era de relativo optimismo, todo el que cabe en un conflicto viejo de casi 80 años, ya que tenía lugar diez días después de que Obama diera un discurso de enorme relevancia en El Cairo, avalando esa salida, también. Parecía que algo se movía. Netanyahu, en su media hora de intervención, fue interrumpido varias veces por los aplausos, porque se entendía que estaba exponiendo una hoja de ruta con soluciones, factible. 

Hosni Mubarak, Benjamin Netanyahu, Barack Obama, Mahmud Abbas y Abdullah II de Jordania, abriendo negociaciones en Washington, en 2010.Universal History Archive / UIG via Getty images

El líder israelí no lo describió el palestino como un Estado "independiente, viable, soberano o contiguo", que son los términos que los políticos palestinos usan desde hace décadas en favor de su nación. A cambio, el plan de Tel Aviv contenía cinco puntos principales -sin calendario- y defendía, por encima de todo que "Israel es y seguirá siendo el estado-nación del pueblo judío". Con estas palabras, Netanyahu dejaba en claro que cualquier resolución del problema de los refugiados no incluiría un regreso masivo de palestinos a lo que eran los límites de Israel antes de 1967; hay hasta cinco millones de refugiados palestinos hoy en el mundo, la mayor diáspora. 

También se centró en la necesidad del desarrollo económico palestino, avisando de que "una paz económica no es sustituto de una paz política". "Netanyahu comprendía el fuerte deseo de los palestinos de tener su propio Estado, y quería dejar en claro que tanto él como Israel creían que cada uno debería tener su propia bandera, su propio himno nacional y su propio gobierno; ninguno supondría una amenaza a la seguridad o la supervivencia del otro", expone, por ejemplo, el análisis hecho por el Centro para la Educación de Israel. "Dos hechos: nuestro vínculo con la Tierra de Israel y la población palestina que vive aquí […] no queremos dominarlos, no queremos gobernar sus vidas, no queremos imponerles nuestra cultura ni nuestra bandera", dijo también el primer ministro. Respecto a los asentamientos, afirmó: "No tenemos la intención de construir nuevos asentamientos o expropiar tierras para ampliar asentamientos existentes; pero la expansión natural del asentamiento continuará".

Al fin, defendió el establecimiento de un Estado palestino desmilitarizado, con exigencias específicas y "supervisión efectiva" de la comunidad internacional, por lo que hizo un llamamiento a los amigos de Israel "en la comunidad internacional, liderados por Estados Unidos, [para contraer] un compromiso explícito en un acuerdo de paz futuro, con medidas de seguridad efectivas". 

Todas estas ideas fueron el eje de las intervenciones de Netanyahu en los meses siguientes. Aún el 7 de octubre de 2013, de nuevo en discurso en la misma universidad, repitió la idea de los dos estados, pero el desgaste ya estaba claro: se centró en sostener que la raíz del conflicto israelí-palestino reside en la negativa palestina a "reconocer el Estado nacional del pueblo judío" y que por eso encallaban las negociaciones. En todo este tiempo, se estaban produciendo contactos a tres bandas entre Palestina, Israel y EEUU, hasta que en el verano de 2014 se tiró la toalla. La cruzada de Kerry quedó en nada. La operación Margen Protector lo enterró todo. 

Los antecedentes

Netanyahu no fue el primer líder israelí en reconocer este derecho a un Estado palestino, en realidad. Ariel Sharon (conservador, en diciembre de 2003) y Ehud Olmert (liberal, en enero de 2006), aceptaron públicamente la idea de una solución de dos Estados al conflicto. Hasta el momento, otros predecesores habían dirigido sus esfuerzos a buscar formas para que Israel pudiera desvincularse, ya fuera política o físicamente, de regir sobre los palestinos sin ceder el control absoluto de estas zonas por razones de seguridad. 

Netanyahu se diferenciaba de sus predecesores porque apoyaba una serie de detalles con relación al inminente Estado palestino, a la vez que aseguraba que dicho Estado debía ser desmilitarizado, un debate muy profundo. En 1978, el primer ministro Menájem Beguin sugirió el establecimiento de una autoridad política autónoma de naturaleza imprecisa para el pueblo palestino, y en los Acuerdos de Oslo de 1993 y en acuerdos posteriores relacionados, el primer ministro Isaac Rabin (asesinado dos años más tarde, laborista) sugirió la posibilidad de restituir territorios específicos al control palestino. 

En el año 2000, el primer ministro Ehud Barak (laborista) procuró llegar a un acuerdo negociado con el entonces líder de la OLP, Yasser Arafat, que conduciría a una solución de dos Estados. Al igual que Sharon y Olmert, Netanyahu se refirió a la necesidad de lograr una solución de dos Estados y a las preocupaciones de seguridad que tenían los israelíes; no obstante, fue el primer mandatario en proponer un marco detallado para lograr dicha solución, sin mencionar directamente las fronteras o a Jerusalén. Israel permanecía temeroso de un Estado palestino que tuviera control sobre su propio espacio aéreo o la zona del Jordán o permitiera el acceso de tropas extranjeras a su territorio.

Hoy, Netanyahu se ha radicalizado o se ha demostrado que las palabras de entonces sólo servían para contentar a Obama. La base de su Gobierno nunca aceptará un Estado palestino. La última, de esta misma mañana, del ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, que hasta llama a detener al presidente de la ANP, Mahmud Abbas. Sin esperanza. 

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Soy redactora centrada en Global y trato de contar el mundo de forma didáctica y crítica, con especial atención a los conflictos armados y las violaciones de derechos humanos.

 

Sobre qué temas escribo

Mi labor es diversa, como diverso es el planeta, así que salto de Oriente Medio a Estados Unidos, pero siempre con el mismo interés: tratar de entender quién y cómo manda en el siglo XXI y cómo afectan sus decisiones a la ciudadanía. Nunca hemos tenido tantos recursos, nunca hemos tenido tanto conocimiento, pero no llegan ni las reformas ni la convivencia prometidas. Las injusticias siempre hay que denunciarlas y para eso le damos a la tecla.

 

También tengo un especial empeño en la actualidad europea, que es la que nos condiciona el día a día, y trato de acercar sus novedades desde Bruselas. En esta ciudad y en este momento, la defensa es otra de las materias que más me ocupan y preocupan.

 

Mi trayectoria

Nací en Albacete en 1980 pero mis raíces son sevillanas. Estudié Periodismo en la Universidad de Sevilla, donde también me hice especialista en Comunicación Institucional y Defensa. Trabajé nueve años en El Correo de Andalucía escribiendo de política regional y salté al gabinete de la Secretaría de Estado de Defensa, en Madrid. En 2010 me marché como freelance (autónoma) a Jerusalén, donde fui corresponsal durante cinco años, trabajando para medios como la Cadena SER, El País o Canal Sur TV.

 

En 2015 me incorporé al Huff, pasando por las secciones de Fin de Semana y Hard News, siempre centrada en la información internacional, pero con brochazos de memoria histórica o crisis climática. El motor siempre es el mismo y lo resumió Martha Gellhorn, maestra de corresponsales: "Tiro piedras sobre un estanque. No sé qué efecto producen, pero al menos yo tiro piedras". Es lo que nos queda cuando nuestras armas son el ordenador y las palabras: contarlo. 

 

Sí, soy un poco intensa con el oficio periodístico y me preocupan sus condiciones, por eso he formado parte durante unos años de la junta directiva de la ONG Reporteros Sin Fronteras (RSF) España. Como también adoro la fotografía, escribí  'El viaje andaluz de Robert Capa'. Tuve el honor de recibir el XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla por mi trabajo en Israel y Palestina y una mención especial en los Andalucía de Periodismo de la Junta de Andalucía (2007). He sido jurado del IV Premio Internacional de Periodismo ‘Manuel Chaves Nogales’.

 

 


 

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