Venezuela tiene petróleo y Ucrania, tierras raras: ¿es genuino o interesado el supuesto interés de Donald Trump por la paz global?
El presidente estadounidense ha incrementado desde hace semanas la presión sobre Venezuela bajo la excusa de que su presidente, Nicolás Maduro, es un líder del narcotráfico. De fondo, se observa el interés histórico de EEUU por las reservas venezolanas de crudo y por reducir el poder geopolítico de China en la región.

Cuando el presentador de Fox Business David Asman preguntó a la congresista republicana María Elvira Salazar los motivos por los que Estados Unidos tendría interés en derrocar a Nicolás Maduro, esta contestó que, como primera razón, estaba el hecho de que Venezuela sea el país con la mayor reserva de petróleo del mundo. "Para las compañías petrolíferas estadounidenses, será un día de campo, porque será más de un billón de dólares en actividad económica", dijo la representante. Su respuesta no se distanció mucho de lo que denuncian desde el Gobierno venezolano. A finales de noviembre, Maduro envió una carta a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) en la que aseguraba que Estados "pretende apoderarse de las reservas de petróleo de Venezuela, las más grandes del planea, por medio del uso de la fuerza". ¿Hay detrás de todo esto una preocupación real de Donald Trump y su Gobierno por el narcotráfico o unos intereses económicos y políticos no tan ocultos?
La pregunta valdría también para analizar el interés de Trump en poner fin a la guerra entre Ucrania y Rusia. ¿Es por negocio o por genuina tendencia hacia la paz global? A finales de noviembre, el diario neoyorquino The Wall Street Journal publicó un extenso reportaje en el que aseguraba que "el verdadero plan de Trump para la paz en Ucrania" consistía en "ganar dinero". Según la versión del periódico, basada en fuentes familiarizadas con las negociaciones entre Estados Unidos y Rusia, ambos países trazaron "en privado un camino para rescatar la economía rusa de 2 billones de dólares, con las empresas estadounidenses como primeras en la fila para adelantarse a sus competidores europeos en la obtención de dividendos". No sorprende que el plan fuera esbozado por un multimillonario promotor inmobiliario reconvertido en enviado especial por Trump, Steve Witkoff; un director de un fondo soberano de inversión ruso, Kirill Dmitriev; y el yerno de Trump, el empresario Jared Kushner.
Meses antes, y tras mucha insistencia que derivó en chantaje, Donald Trump había logrado además que Ucrania transigiera en la firma de un acuerdo que garantizaba el acceso estadounidense a sus tierras raras. Si el presidente, Volodimir Zelenski, quería seguir contando con el apoyo fundamental de Trump, debía permitir la explotación de unos minerales fundamentales para la industria y cuyo mercado controla China.
Como con Ucrania, China y Rusia son dos actores que también han de tenerse en cuenta para entender el conflicto que Trump ha iniciado con Venezuela y que pronto podría transformarse en invasión y/o guerra. Rusia es un país aliado histórico de Venezuela desde la época de Hugo Chávez; y China, por su parte, es el principal acreedor del país latinoamericano. Es decir, China es el país que permite a Venezuela salvar su inmensa deuda; transfiere a Caracas ingentes cantidades de dinero que luego recupera en forma de barriles de crudo. En resumen, con las tierras raras ucranianas, el acuerdo de paz/comercial con Rusia y el control del petróleo venezolano, Estados Unidos busca contrarrestar el poder geopolítico ruso, pero, sobre todo, el chino.

Como inciso, Marco Rubio, el secretario de Estado del Gobierno estadounidense, odia a Maduro y todo lo que huela a chavismo. Rubio, hijo de dos inmigrantes cubanos en Miami, quiere acabar como sea con el régimen cubano y, para eso, ayudaría mucho un cambio de régimen en Venezuela, uno de los principales aliados de La Habana.
La excusa del narcotráfico, además de haber valido a Estados Unidos para cometer asesinatos extrajudiciales, resulta extraña de entender, además, al ver cómo Trump ha indultado al expresidente hondureño Juan Orlando Hernández, que cumplía una pena de 45 años de prisión por sus vínculos con el narcotráfico (según los fiscales, Hernández ayudó a introducir más de 400 toneladas de cocaína en EEUU). Para Trump, se había tratado con demasiada dureza al hondureño, algo que choca con la apuesta del mandatario por los ataques mortales a embarcaciones civiles en el mar Caribe por la mera sospecha de que son barcos del narcotráfico.
Venezuela no es siquiera el país que más droga introduce en Estados Unidos. Según publicó The New York Times, "la cocaína que se mueve a través de Venezuela probablemente representa menos del 10% del suministro de la droga que ingresa a Estados Unidos". "Venezuela es más bien un punto de transbordo hacia Europa. [...] Tampoco es un foco de fentanilo, por lo que la conexión con la idea de que la acción letal está justificada porque los estadounidenses están muriendo es increíblemente débil en este momento", declaro al periódico Annie Pforzheimer, exdiplomática estadounidense especializada en narcóticos y en Venezuela.
A comienzos de octubre, tal y como reveló también The New York Times, funcionarios venezolanos ofrecieron al Gobierno de Trump "una participación dominante en el petróleo y otras riquezas minerales de Venezuela en conversaciones que duraron meses" y "con la esperanza de poner fin al enfrentamiento de su país con Estados Unidos". La concesión venezolana casi era una rendición, al menos económica. "Según un acuerdo discutido entre un alto funcionario estadounidense y los principales asesores de Maduro, el hombre fuerte venezolano ofreció abrir todos los proyectos de petróleo y oro existentes y futuros a empresas estadounidenses, dar contratos preferenciales a empresas estadounidenses, revertir el flujo de exportaciones de petróleo venezolano de China a Estados Unidos y recortar los contratos de energía y minería de su país con empresas chinas, iraníes y rusas", publicó el Times.
Una capitulación absoluta que, sin embargo, Estados Unidos rechazó. Al final, Maduro seguiría en el poder, y más y mejor control existiría con un presidente amigo.
