Smart Cities: ¿ciudadanos, administrados, usuarios o vecinos?

Smart Cities: ¿ciudadanos, administrados, usuarios o vecinos?

Las ciudades inteligentes necesitan de ciudadanos inteligentes que sepan alimentarla de datos, interpretar sus informaciones y participar en el diseño y uso de sus servicios. Hasta aquí hay un acuerdo unánime. Después se complica: ciudadano no significa lo mismo para cada uno.

Las ciudades inteligentes necesitan -para serlo- de ciudadanos inteligentes que sepan alimentarla de datos, interpretar sus informaciones y participar activamente en el diseño y uso de sus servicios. Hasta aquí hay un acuerdo unánime entre gobiernos, ciudades, empresas y ciudadanos. Después, la situación se complica: ciudadano no significa exactamente lo mismo para cada uno. Con razón.

Ciudadano es el titular de derechos políticos, el miembro de una comunidad política sometido a sus leyes. Una vez fue la ciudad, y hoy es el Estado para unas cuestiones y la Unión Europea, gracias, para otras. El ciudadano inteligente es, desde este punto de vista, el coreano, cuyo Gobierno provee de conectividad y dispositivos inteligentes a sus menores como si de un derecho se tratara. Vaya país más raro.

Muchos nos llaman ciudadanos pero, en realidad, quieren decir administrados, que suena peor. En las ciudades somos muchos, y cada uno quiere hacer lo que necesita o le place en cada momento. Alguien ha de hacerse cargo de tanto espontáneo y garantizar que las cosas funcionen. Para que la ciudad sea inteligente hay que organizarse. Hay que planificar, investigar, diseñar, vender y comprar, pagar y cobrar; y también hay que financiar. Además, para ahorrar, hay que invertir.

A otros lo que de verdad les interesa es cómo usamos la ciudad (seríamos sus usuarios). La gente de Gehl Architects ha acometido proyectos de transformación urbana como la humanización del tráfico en Times Square, en Nueva York. Su metodología se basa en la observación y en la introducción permanente de mejoras en pruebas hasta dar con la solución. La interacción entre la forma y la vida: carriles bici sin atropellos, por ejemplo.

Y luego están los vecinos, los de toda la vida, los que generan energía colectiva para engalanar sus calles en las fiestas, sacar a la virgen por Semana Santa o lanzar una campaña en Kickstarter para poner una estatua de Robocop en la plaza, como han hecho en Detroit. La contigüidad, el roce diario, la comunidad, los recursos compartidos. Los mismos vecinos, distintas tradiciones.

Charles Landry habló en la Smart City Expo de la ciudad colaborativa, de optimizar más que de maximizar, de la creatividad como precondición a la inteligencia, del descubrimiento, de la combinación de criterios y visiones, del proyecto de un nuevo civismo urbano que concilie intereses y converja en mejoras colectivas. Creadores de ciudad.

¿Simplemente cívicos?

Este artículo se publicó originalmente en Yorokobu.com.