Microsoft nunca supo contar

Microsoft nunca supo contar

Muchos se preguntarán hoy si deben comprarse un ordenador con Windows 8 cuando la versión 10, que mejora tantos aspectos, estará aquí el año que viene. Y lo mismo puede pasar con los (no muchos) usuarios que opten por un Windows Phone. Es previsible que otra vez sean los competidores los que vuelvan a pescar en río revuelto.

Hace unos días, para referirse a la salida de Windows 10, que previsiblemente estará en el mercado a principios del año que viene, un columnista de The Verge decía en Twitter que en Microsoft no sabían contar. Al Windows 95 no le siguió el 96; al 98 tampoco le siguió el 99. Más recientemente, la continuación de Windows 7 fue efectivamente Windows 8, pero ahora, otra vez, Microsoft vuelve a saltarse la aritmética elemental y se pasa al 10. Los números pueden ser anecdóticos en este caso, pero también pueden ser un reflejo del desbarajuste reinante en Microsoft y en la industria. Pasaron seis años para que Microsoft sacara un sustituto de Windows XP, el desafortunado Vista. Sin embargo, las cosas se han acelerado desde 2007 y desde entonces la compañía de Bill Gates ha lanzado hasta tres versiones mayores del programa de las ventanas, por no hablar de las actualizaciones importantes.

El motivo es que antes, cuando sólo había sobremesas y portátiles, eran Microsoft e Intel las que invariablemente marcaban los ritmos de avance. El mundo (y el resto de fabricantes) estaba a sus pies y avanzaba a velocidades que hoy nos parecen geológicas. Pero el escenario tecnológico es hoy mucho más variado e imprevisible. En un mundo con más formatos y donde el teléfono ha desbancado al ordenador como punto de acceso, Microsoft es uno más, y no el guía. En todo caso, si alguien hoy encarna ese papel son sus dos grandes rivales: Google y Apple.

Con los números en la mano, se puede decir que Windows 8 ha sido otro fiasco, como antes fue Vista. El 8, optimizado para pantallas táctiles y para el usuario de tabletas, nunca convenció. Primero, porque salió en un momento donde la mayoría de ordenadores no tenían pantallas táctiles. Y segundo, porque puestos a tener esa experiencia, un usuario con ganas de consumir contenidos y apps tenía mejores opciones yéndose al iPad o al iPhone, a las tablets y móviles con Android.

Según StatCounter, sólo un 12% de los ordenadores operativos en España funcionan con Windows 8 y 8.1. Las empresas siempre evitaron actualizarse con el sistema operativo de las losetas, y prefirieron quedarse o hacer un downgrade a Windows 7, que reina en casi la mitad de los equipos. Incluso Windows XP, un sistema con más de una década de vida y que desde abril ni siquiera cuenta con soporte de la propia Microsoft, está más extendido que Windows 8.

El salto aritmético muestra el deseo de Microsoft de poner tierra de por medio y supone reconocer que las cosas no han salido bien. Además, y por lo visto hasta ahora, Windows 10 recupera viejas y añoradas esencias de la familia Windows, como el menú de inicio y un mayor protagonismo del escritorio de siempre, algo que los usuarios nunca le perdonaron a su antecesor.

Microsoft ha adelantado que Windows 10 será totalmente responsive. Sin embargo, no sé si tiene mucho sentido dar a luz a un único sistema operativo que funcione en cualquier aparato, desde un teléfono a la Xbox, pasando por una tablet o el portátil o el sobremesa de siempre. Al fin y al cabo, siguen sin tener mucho que ver un ordenador de escritorio y un smartphone. Los queremos para cosas y momentos del día muy distintos. De hecho, Apple y Google siguen apostando por mantener entornos diferentes.

Además, la decisión de Microsoft de jubilar precipitadamente Windows 8 va a traer confusión al mercado y al usuario. Muchos se preguntarán hoy si deben comprarse un ordenador con Windows 8 cuando la versión 10, que mejora tantos aspectos, estará aquí el año que viene. Y lo mismo puede pasar con los (no muchos) usuarios que opten por un Windows Phone. Es previsible que otra vez sean los competidores los que vuelvan a pescar en río revuelto.