Procés y mantra franquista: se necesitan, se gustan
El inicio del proceso del procés, en que se sienta en el banquillo la antigua plana mayor del Govern de Puigdemont -cobardemente sustraído éste a la Justicia que encausa la imputación de sus subordinados y socios por desobediencia y prevaricación, a expensas de otros tipos más graves- ha arrancado ante la Sala II del Tribunal Supremo (TS). Y lo ha hecho acompañado del redoble de tambor separatista "en la calle" y en el tono (apocalíptico e hipócritamente victimista) de cada comparecencia de Quim Torra y de su claque: se fingen mártires de una "masiva violación" de sus "derechos humanos" en su "causa democrática" cuando más obvio resulta que todo el proceso al procés es efecto de sus actos y que responde a un cálculo artero de sus consecuencias.
Y ahí van, en procesión, contra "el Estado español". Caricaturizado una y otra vez como "franquista" y "fascista". El pérfido "Estado español" debe cesar la "represión" de los "derechos de Cataluña". Y abrir paso de una vez a un "diálogo" sobre su exigencia de un "referéndum de autodeterminación"... que sólo será aceptado si -y sólo si- el resultado fuese un "SÍ" que equivaliese a un "mandato popular de secesión". Puesto que, por descontado, si el resultado fuese un "NO" a su autoproclamada "República independiente"... ¿hay alguien que se crea que los separatistas aceptarían ese NO como la última palabra? ¿O no sería ese referéndum la aceptación de un "conflicto" que no se disolvería hasta que saliese que "SÍ", por más veces que exigiera la repetición de la pregunta hasta alcanzar ese "SÍ"?
Nada de esto nos exime de destripar ese cálculo, cuyos efectos han sido tan reales como tóxicos sobre la convivencia en Cataluña y España. En la letanía separatista, la insultante y reiterada descalificación de la democracia constitucional española como un "régimen franquista" buscaba -desde el minuto uno de su formulación- ejercer de "profecía autocumplidora" (self-fulfilling prophecy): el cabreo y el hartazgo que en millones de españoles ha acabado produciendo esta monserga injuriosa -mentira mil veces repetida en la era de la posverdad-, ha despertado finalmente el monstruo de una extrema derecha... que siempre estuvo en el PP. Pero que ha decidido desprenderse de su formación matriz -bajo la etiqueta Vox- tras alcanzar su punto de saturación reactiva ante esta cuestión catalana, devenida en una suerte de neurosis obsesiva que no deja a este país hablar de ninguna otra cosa.
¡Y esto era exactamente lo que los spin doctors y apolegetas del procés perseguían desde el principio! En la conversación nacional no existe ya ni empleo digno contra la precarización, ni revaluación salarial, ni concentración de riqueza o redistribución, ni reindustrialización, ni cambio climático, ni calentamiento global, ni energías renovables, ni educación, ni innovación: ¡sólo caben las banderas, la guerra de identidades confrontadas entre sí, el orgullo nacional o el separatismo a la brava! ¡En el imaginario de nuestra confrontación, sólo cabe secesión o 155!
Tan determinante ha sido esta espiral obsesiva que ésta ha sido el motor del desprendimiento de Vox: no ha sido el "odio al musulmán", ni su lectura reaccionaria contra los avances en derechos e igualdad de las mujeres: "¡Es Cataluña, estúpido!" Como tampoco se discute que han sido los secesionistas los que, dolosamente, con plena conciencia del daño, han determinado el rechazo de los PGE más sociales de los últimos años y el fin de la legislatura... ¡por más esfuerzo que haya hecho el Presidente Sánchez por darle una oportunidad al diálogo que desatasque el bloqueo y desintoxique la atmósfera de laberinto, cerrada e irrespirable, que campea en nuestro escenario político deteriorado! Sí, los separatistas nos han empeorado España. Quod erit demostrandum: porque de esto se trataba.
Y este es el punto crucial: el móvil sin coartada. Qui prodest? ¿A quién beneficia este infierno? El conglomerado secesionista ha apostado crudamente por que en España se asiente un Gobierno al que ellos puedan estigmatizar de "franquista". Un Gobierno "Francostein", Iceta dixit, ingenioso. El de esa "derecha tricefálica" que es la hiedra de tentáculos de derechas reaccionarias contra el Estado Autonómico, todas ellos gemaciones de lo que durante décadas convivió dentro del PP.
Su corolario es siniestro, sórdido a más no poder: el bloque secesionista ha apostado por realizar la pesadilla de su propia profecíaautocumplidora: que vuelva al Gobierno de España ¡una derecha dura y ebria de 155! Un 155 perpetuo, indefinido, cronificado, contra el que luego oponer a las airadas "masas de Cataluña" -léase, independentistas- al grito de "¿No lo veis? ¿Pero, no os lo decíamos? ¡Son franquistas, son fascistas! ¡Sí, el Estado español sigue siendo franquista, fascista, sin remisión ni redención posible! ¡Sólo queda denunciarlo en todos los tribunales y foros internacionales! ¡Desprestigiarlo, difamarlo! Para eso esa nueva "leyenda negra" saturada de fake news, a la que nos han abocado a todos los españoles, 43 años después de muerto Franco, 40 años cumplidos de Constitución democrática!"
Sí, es entristecedor constatar hasta qué punto nos han empeorado la vida y perjudicado a todos. Cómo han erosionado nuestro derecho a convivir en identidades plurales, compartidas, compatibles. ¡Y cómo nos han confiscado los debates necesarios, además de impostergables, para imponernos su enfermiza y obsesiva martingala separatista! Ni tan siquiera nos consuela recordar que este mal viaje comenzó, es la verdad, con la nauseabunda corrupción de CIU y su prioridad política fijada en cómo fabricarse una "Justicia de juguete" (ese "Poder Judicial nacional" designado por el Govern de Cataluña) que asegurase de una vez por todas la impunidad de sus corruptos. Porque por el camino se van llevando por delante toda la agenda de reformas y ambiciones de país a la que tenemos derecho: ¡no hablamos más que de esto! ¡Por algo los separatistas han determinado el fin de la legislatura! ¡Por algo los separatistas pretenden seguir determinando el guion del día después!
Por arduo que ahora parezca... siempre hay una elección: la de decirle NO a volver atrás en la historia, darle atrás al reloj, que es todo menos futuro. La de decirle NO a esa distopía minada de íncubos y de súcubos. La de decirle NO a un "155 eterno" que sólo podría empeorar irreversiblemente el descosido afectivo germinado en Cataluña respecto al resto de España, esa vez sí, sin remisión. Y la de decirle NO al guerracivilismo librado por otros medios: dos Españas que se niegan en confrontación agónica.
El esfuerzo corajudo del Gobierno socialista ha sido el de una alternativa a esa espiral desatada. Un SÍ, en nuestro aquí y ahora, a lo que en la historiografía del "olvidado siglo XX" dio en denominarse como la "tercera España", la única predispuesta a la reconciliación y a la ambición de un país rebelde ante quienes nos niegan, vista la imposibilidad de "cambiarse de país" (como en Ulysses, de James Joyce), que al menos podamos cambiar, siquiera por un ratito, de "tema de conversación".
¡Pero si queremos cambiar esa conversación habrá que movilizarse! Movilizarse como nunca. Hace ahora once años, el lema de la campaña socialista fue "Vota con todas tus fuerzas". Más de una década después, a la vista del empuje de lo que nos viene de frente, solo queda cobrar fuerzas, todas las que tenemos. ¡Y votar para frenar y derrotar el fatalismo del "cuanto peor mejor" en que se retroalimentan los procesados del procés y quienes, por toda respuesta, gritan por un perpetuo 155!