El pueblo de Andalucía que sobresale porque la mayoría de sus vecinos tienen apellidos navarros
Una huella identificativa que tiene su origen en el siglo XVI.

Muchos pueblos de Andalucía conservan historias de origen cuanto menos curiosas. La gran mayoría son territorios moldeados por la presencia andalusí durante siglos, donde las expulsiones, conversiones y ondas migratorias dibujaron mapas humanos inesperados. En algunos núcleos las raíces llegan desde el norte de la península ibérica, cuya influencia se puede ver hoy en apellidos, devociones y fiestas tradicionales.
Este es el caso de La Puebla de Don Fadrique, en la comarca granadina de Huéscar, que atrae la atención de historiadores y viajeros por una peculiaridad demográfica: muchos de sus vecinos conservan apellidos propios del norte peninsular, especialmente de Navarra. Según recoge National Geographic, en este pueblo es normal encontrarse con vecinos lleven por apellido Peralta, Aguirre, Egea, Tudela, Irigay, Pageo, Ondoño e incluso Navarro.
Esa huella identificativa tiene su origen a principios del siglo XVI, cuando Don Fadrique obtuvo el señorío de estas tierras y, frente a la resistencia de la población mudéjar, impulsó la repoblación de lo que entonces se conocía como La Bolteruela con inmigrantes de Navarra, Murcia y Castilla. Con el tiempo la villa tomó el nombre de su protector y fue poblada mayoritariamente por "cristianos viejos", un rasgo que la diferenció del resto de la comarca.
Algunos de sus encantos
Esa impronta navarra no solo se transmitió en apellidos, sino que las devociones y algunas danzas recuerdan tradiciones del norte. Las tallas de las santas mártires Alodía y Nunilón, devoción religiosa aportada por los inmigrantes del norte, se custodian en la llamada Ermita de las Santas y en otra ermita al pie de la Sierra de Sarga, junto a un manantial que sigue siendo lugar de encuentro para las familias del pueblo.
El patrimonio arquitectónico de la villa también retrata su historia: la iglesia de Santa María de la Quinta Angustia, con elementos tardo–góticos y renacentistas del siglo XVI, y casas señoriales como la Casa de los Patiños completan el paisaje urbano. Además, en la ermita del Santo Ángel se lleva a cabo una curiosa tradición que tiene cierta influencia navarra: la danza de las Ánimas, en la que una donación de dinero da derecho a una persona a bailar con quien quiera.
Con poco más de 2.200 habitantes, el municipio sigue siendo pequeño pero con un papel activo en el turismo rural y cultural de la zona. La Puebla se encuentra a los pies de la sierra de La Sagra, cuya altitud y cielos oscuros convierten la zona en un destino apreciado por el astroturismo gracias al Observatorio Astronómico de La Sagra. Además, ningún visitante se puede ir sin antes probar el cordero segureño en cualquiera de sus guisos o a la brasa.
