Esta reflexión de una holandesa que vive en Valencia desde hace 8 años ha generado mucho debate en Europa: "Cuando veo lo que hace mi hijo en España me quedo realmente asombrada"
"El ritmo en el colegio es frenético".

Cambiar de país implica adaptarse a todo: la lengua, la cultura la comida y, si es el caso, un sistema educativo que puede ser diferente en metodología, horarios y asignaturas. La clave para una transición exitosa es una investigación y planificación cuidadosas y una actitud abierta, pero aún así, a veces siguen surgiendo sorpresas cuando, sobre el terreno, se afronta la realidad. También la incertidumbre, cuando quien afronta el reto del cambio es un menor.
Estos días, está siendo especialmente compartida en la prensa europea la experiencia de una mujer de Países Bajos, llamada Lina, de 38 años, que lleva ocho años viviendo en España, concretamente en Valencia, y que está impresionada por las altas exigencias del sistema educativo español. Su hijo de 11 años, dice, tiene numerosos exámenes y presentaciones cada semana. "Cuando veo lo que mi hijo aprende en primaria aquí en España, a veces me quedo realmente asombrada", declaró al portal de noticias holandés JMouders. , en una entrevista que también ha tenido eco en Alemania y Bélgica. "El sistema educativo aquí es muy diferente al de los Países Bajos", reconoce.
El digital explica que en España existen tres tipos de colegios: públicos, concertados y privados. Lina eligió un colegio público para su crío. Las jornadas, explica, son largas: las clases empiezan a las 9:00 horas y terminan a las 16:30 horas. Se ofrece un almuerzo caliente en la mayoría de los centros. Los niños de familias con bajos ingresos también se benefician de comidas subvencionadas. Después del colegio, el hijo de Lina practica deporte y a menudo no termina hasta las 20:15 horas.
"A veces creo que es demasiado", reconoce la mujer, acostumbrada a cenas a las seis de la tarde en su país natal, donde los colegios hacen jornada intensiva, con una pausa breve para la comida, habitualmente fría y frugal.
"El ritmo en el colegio es frenético", expone la entrevistada. "Mi hijo tiene al menos dos exámenes y una presentación cada semana", ejemplifica. Los niños aprenden a planificar, a ser responsables y a manejar la presión para obtener buenos resultados, añade, eso sí, pero en ocasiones piensa que se podría rebajar un poco la intensidad del día a día, "sobre todo cuando lo veo haciendo los deberes hasta altas horas de la noche". "Pero cuando me entero de todo lo que sabe y puede hacer, también me siento orgullosa, muy orgullosa", puntualiza.
Otros factores
El medio alemán Focus, que es uno de los que han recogido esta historia, explica que no todo el mundo se adapta a España como lo ha hecho la mujer neerlandesa, más allá de lo puramente educativo. Es el caso del germano Lukas Reinike y su familia, originarios de Remscheid. Al parecer, tras un año en Denia (Alicante), se tuvieron que volver.
Relata que se marcharon de Alemania porque "ya no podían garantizar un entorno seguro para sus hijos en su ciudad natal", e intentaron instalarse en un complejo turístico en la citada localidad, "pero no logró encontrar un apartamento asequible". Ay, el problema eterno de la vivienda, más aún en entornos turísticos.
Cada expatriado e inmigrante tiene su propia historia de adaptación y en España, como en todos lados, las hay de cal y de arena, como demuestran estos dos testimonios.
