Este es el motivo por el que nos gusta vernos en el espejo pero solemos evitar mirarnos en las fotos
Una de las explicaciones más aceptadas es el llamado efecto de mera exposición, descrito por el psicólogo social polaco Robert Zajonc.
Muchas personas consideran que su reflejo en el espejo es más favorecedor que las fotografías. Este fenómeno, lejos de ser una mera impresión, está respaldado por factores psicológicos, fisiológicos y técnicos que influyen en cómo nos vemos y nos valoramos.
Una de las explicaciones más aceptadas es el llamado efecto de mera exposición, descrito por el psicólogo Robert Zajonc. Tal y como apunta Ixbt Live, este principio explica que tendemos a preferir lo que nos resulta más familiar. En el espejo observamos una imagen invertida de nuestro rostro, la versión que hemos visto desde la infancia y que nuestro cerebro reconoce como “normal”. Las fotografías, en cambio, muestran nuestra apariencia tal como la ven los demás, lo que puede resultar menos familiar y, por tanto, menos atractiva.
En 1977, los psicólogos Theodore Mita, Marshall Dermer y Jeffrey Knight demostraron este efecto en un experimento publicado en la Revista de Personalidad y Psicología Social. Mostraron a participantes dos versiones de sus retratos: la reflejada y la “real”. La mayoría prefirió la primera, por simple costumbre.
También influye el hecho de que, frente al espejo, tenemos control: cambiamos el ángulo, la expresión y la postura para resaltar lo que más nos gusta. Una foto congela un instante, a menudo casual, que no siempre coincide con nuestra mejor versión. Un estudio de 2018 en Frontiers in Psychology confirmó que los rostros en movimiento transmiten más emociones y resultan más atractivos que las imágenes estáticas.
Los factores técnicos también cuentan. La calidad de la cámara, la iluminación y el tipo de objetivo pueden distorsionar rasgos. Las lentes gran angulares, comunes en los móviles, pueden alterar hasta un 30 % las proporciones faciales, según una investigación de 2016 en JAMA Facial Plastic Surgery. El espejo, en cambio, nos muestra sin estas deformaciones y en perspectiva natural.
La luz juega otro papel clave. En casa, solemos mirarnos bajo condiciones favorables (luz natural o artificial suave) que realzan los rasgos. En las fotos, la iluminación es muchas veces azarosa y puede acentuar imperfecciones o sombras.
El aspecto psicológico completa la ecuación. Al mirarnos al espejo, tendemos a enfocarnos en lo que nos gusta e ignorar defectos, un sesgo cognitivo que mantiene nuestra autoestima. En las fotografías, sin embargo, detectamos asimetrías, texturas o expresiones poco favorecedoras. Un estudio de 2008 en Perception halló que las imágenes reflejadas se perciben como más simétricas, aunque no lo sean realmente.
Finalmente, la era de los filtros digitales ha elevado las expectativas. Un trabajo de 2020 en la Revista Internacional de Investigación Ambiental y Salud Pública demostró que el uso frecuente de filtros en redes sociales incrementa la insatisfacción con la propia apariencia al natural. El espejo, libre de retoques pero cargado de familiaridad, nos devuelve una imagen que nuestro cerebro interpreta como más amable y atractiva.