Consejo Europeo: ¿los jóvenes son tan importantes como los bancos?

Consejo Europeo: ¿los jóvenes son tan importantes como los bancos?

Cuántas veces he repetido, incluso delante de los jefes de Estado y de Gobierno de la UE, la pregunta que me hizo una joven española el año pasado en Madrid, y que todavía me atormenta: "Ustedes han encontrado 700.000 millones para salvar a los bancos. ¿Y para nosotros, ni siquiera un euro?"

Esta es una pregunta con la que la UE se juega su credibilidad: ¿Sabrá el Consejo Europeo del 27 de junio dar respuestas concretas, aunque tardías, al drama del paro juvenil en Europa?

Gracias a las peticiones apremiantes del Parlamento y algunos gobiernos, el tema estará en el orden del día del Consejo Europeo del 27 de junio. Además, Angela Merkel y François Hollande han convocado una cumbre especial para abordar el problema el 3 de julio en Berlín. Muy bien: es un paso adelante en comparación con el ensordecedor silencio de los últimos meses y años. Pero no es suficiente. Es demasiado tarde para estos anuncios, después de tres años observando cómo la curva del desempleo juvenil se disparaba en varios países de la UE, mes tras mes, como si fuera una fatalidad, un "efecto colateral" de la crisis. Una estadística como otras muchas.

No es una estadística. Está en juego el futuro de toda una generación en el continente europeo, es decir, el futuro del continente. Porque Europa dejará de existir si los jóvenes de hoy -o, mejor dicho, los adultos de mañana- no creen ya en ella. Si piensan que nuestras instituciones no saben dar respuesta a la falta de esperanzas, de perspectivas, de justicia. Se equivocan los que dicen que la Unión Europea es un proceso irreversible: ningún proceso es irreversible, y todos los proyectos democráticos dependen del consenso de los ciudadanos. El día en que falte ese consenso, nuestra cooperación estará en peligro.

La desilusión de los jóvenes respecto a la Unión Europea es totalmente comprensible: están pagando una crisis de la que no tienen culpa con sus oportunidades de vida. Es un escándalo que estemos asistiendo, indiferentes, al desarrollo de una "generación perdida" entre nosotros, en el continente más rico del planeta. Cuántas veces he repetido, incluso delante de los jefes de Estado y de Gobierno de la UE, la pregunta que me hizo una joven española el año pasado en Madrid, y que todavía me atormenta: "Ustedes han encontrado 700.000 millones para salvar a los bancos. ¿Y para nosotros, ni siquiera un euro?" ¿Tal vez ha llegado el momento de que reconozcamos que los jóvenes tienen una importancia estructural, al menos, como la de los bancos? No podemos esperar más: la cumbre del 27 de junio debe decidir y poner en práctica esas decisiones con rapidez. De no hacerlo así, como ya hemos visto, la situación no hará más que emporar. He aquí algunas soluciones que propone -por enésima vez- el Parlamento con vistas a la cumbre.

El próximo balance de la UE (2014-2020) prevé un capítulo de 6.000 millones de euros para combatir el paro juvenil. Es una señal, pero ¿qué repercusiones pueden tener 6.000 millones repartidos en siete años y 27 países? Pocas. El Parlamento Europeo propone asignar este dinero al periodo inicial de ese presupuesto para que pueda tener efectos inmediatos, y después, en caso necesario, dotar al programa de nuevos fondos.

La Garantía para los jóvenes, ya aprobada por los ministros de Asuntos Sociales de los 27, debe incorporarse lo antes posible a la legislación nacional de cada país: es la garantía que se da a los jóvenes de que van a encontrar un trabajo, unas prácticas o un curso de formación en un plazo máximo de cuatro meses desde su última actividad. Y es evidente que, dada la situación, esa garantía debe estar ratificada por ley.

Ahora bien, en general, la mejor manera de combatir el paro juvenil es impulsar el crecimiento. ¿Cómo? Estimulando las inversiones destinadas, entre otras cosas, a la contratación de jóvenes. ¿De dónde sacar el dinero? De donde está: la tasa sobre las transacciones financieras y la lucha contra la evasión fiscal y los paraísos fiscales no son más que algunos ejemplos. Esta es una muestra de justicia social: hacer que los banqueros y las aseguradoras contribuyan al futuro de nuestros hijos.

El 4 y 5 de julio estaré en Madrid, inmediatamente después de haber participado en la cumbre de Berlín dedicada al paro juvenil. Volveré a reunirme con los mismos jóvenes que el año pasado me preguntaron qué estábamos haciendo por ellos, después de haber salvado a la banca. En esta ocasión, me gustaría tener una respuesta.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia