Al principio, pensé que el divorcio era la única salida. “Si ha puesto los cuernos una vez, volverá a hacerlo”. La idea de la separación parecía previsible, lógica e incluso natural.
Por mucho que yo lo quiera ser todo para mi pareja y mi pareja lo quiera ser todo para mí, unas expectativas así de omnipotentes no son realistas ni sostenibles.
Si ya tras las vacaciones aumentan las demandas de terapias de pareja y los divorcios, era de esperar que tras el confinamiento ocurriese una situación parecida.