Make the Vatican Great Again
La prensa estadounidense ha informado de la existencia de diversas organizaciones supuestamente católicas que mantienen una lucha enconada contra el continuismo en el Vaticano, hoy personificado por el cardenal Pietro Parolin, quien fuera segundo de Francisco.

La resaca producida en el mundo por la llegada de Trump a la Casa Blanca tiene su trasunto, como era imaginable, en la sucesión del papa Francisco, un personaje afable que entendió su misión pastoral como un elemento pacificador de las relaciones internacionales, basado en criterios de tolerancia y respeto, y que había combatido por tanto las visiones religiosas cerradas, que tratan de convertir creencias supersticiosas en armas diplomáticas.
Frente a una Iglesia que en todo el siglo XX, con alguna mínima excepción como la que representó Juan XXIII, fue un ingrediente reaccionario del concierto internacional, que no vio con malos ojos ni siquiera el nacionalsocialismo alemán, Francisco ha actuado como elemento moderador, combativo con quienes a lo largo de los siglos han utilizado las religiones como herramientas de dominación, blandidas por los poderosos para someter a sus vasallos con el argumento del premio y el castigo: el premio a los dóciles que acaten los dictados del poder, y el infierno para los díscolos que pongan en cuestión la autoridad constituida.
Autores como Max Horkheimer y Theodor Adorno, de la Escuela de Frankfurt, analizaron cumplidamente cómo la religión, en ciertos contextos, refuerza el poder de las clases dominantes al promover ideologías que naturalizan la desigualdad y desalientan la resistencia. Pues bien: en torno a Trump hay movimientos ultraconservadores que avanzan en esa dirección desde mucho antes de la muerte de Francisco, considerado por algunos como el ‘Anticristo’ por haber mantenido una perspectiva liberal del mundo, tolerante con las minorías sexuales y con el divorcio, empeñada en la ayuda a los menos favorecidos, preocupada por el cambio climático, atenta a los fenómenos migratorios que tanto dolor generan, incluso comprensiva con China, cuya población representa una fracción muy significa de la humanidad.
La propia prensa norteamericana ha divulgado la existencia de organizaciones supuestamente católicas que mantienen una lucha enconada contra el continuismo en el Vaticano, hoy personificado por el cardenal Pietro Parolin, que fue segundo de Francisco y que es quien objetivamente tiene más posibilidades de sucederlo. La guerra sucia está siendo comandada, entre otros agentes, por el Instituto Napa, conocido por sus lujosas conferencias anuales en un spa de vinos de California que pretende combinar “la teología conservadora y la economía libertaria, con énfasis en la apologética, la ética sexual y la antisecularización contracultural”.
Otra organización, Sophia Institute Press, financia el blog católico tradicionalista One Peter Five, que mantuvo una oposición permanente a Francisco y que colabora con el gigante de la televisión católica EWTN, que ha sido utilizado para acusar a Francisco de encubrir la pederastia, cuando la realidad ha sucedido al contrario: Francisco ha expulsado de la comunidad a los delincuentes sexuales. También la fuerte deuda económica del Vaticano se puede convertir, en manos de desaprensivos, en argumento de presión hacia el involucionismo.
Asimismo, un proyecto religioso, el «Informe Red Hat», lanzado en 2018, tenía como objetivo utilizar a antiguos investigadores del FBI para recopilar expedientes sobre cada cardenal, a modo de escrutinio de la oposición política, señalando maliciosamente sus prioridades teológicas y pastorales y dándoles una puntuación por su manejo del escándalo de abusos sexuales clericales. En definitiva, los cardenales que se reúnan en cónclave están claramente expuestos a la extorsión.
Estas deslealtades surgidas en el seno de la curia católica y aledaños crean preocupación en los seguidores de Francisco, que felizmente representan el 80% del actual cardenalato, que fue renovado por el papa difunto. Tampoco tienen los reaccionarios un líder claro, ni fuerza suficiente para crear una minoría de bloqueo. Sin embargo, hay un axioma italiano inquietante: “Papa gordo, Papa delgado”, que indica la tendencia a que el sucesor de un pontífice impulse un cambio ideológico para equilibrar así la institución… Esto refuerza a quienes, parafraseando a Trump, recitan el «Make the Vatican Great Again»
El propio Trump ha entrado en la pugna al postularse él mismo, irónicamente, como el mejor Papa de todos los posibles, lo que cuando menos indica el reconocimiento de que el Vaticano ejerce una influencia internacional nada despreciable que, en su formulación progresista, no favorece a la “nueva derecha” europea y americana.
Esta evidencia tropieza sin embargo con la decadencia de las religiones en Occidente a medida que prosperan la tecnología y la cultura. El progresismo es, por definición, también escepticismo, y por lo tanto laicidad. Pero el simple pragmatismo, que evidencia el influjo que es capaz de ejercer un papa sobre las sociedades contemporáneas, obliga a postular la reafirmación de un humanismo positivo como el que ha mantenido Francisco y que, como cabía esperar, ha exasperado a la ultraderecha mundial. En consecuencia, y por resumir, la lucha que mantenemos los demócratas liberales contra la ultraderecha debe pasar por la materializada teología del Vaticano.