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No ha sido la guerra de Ucrania: ha sido el regreso de Trump
Opinión

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No ha sido la guerra de Ucrania: ha sido el regreso de Trump

ahí tenemos a la UE, comunicando como nunca antes que estamos llamados no solo a salir sin anestesia de nuestra prolongada siesta en la zona de confort en la Europa de la Paz.

Trump y Putin... y el mundo entre medias

Es realmente llamativo —reviste incluso tintes históricos, adjetivo este del que tanto se abusa en escenarios de menor cuantía— que la conciencia de la UE acerca de la imperiosa necesidad de hacerse cargo de su propia Defensa, con autonomía estratégica y una doctrina propia de seguridad exterior (en nuestra frontera con Rusia) e interior, (protegiendo nuestras democracias y nuestros valores) haya sido "despertada" (Awakening Call, se dice) más por segunda llegada de Trump a la Casa Blanca, que por el tercer año cumplido de la sanguinaria guerra de agresión de Putin contra Ucrania.

Es innegable, en efecto, que el impacto disruptivo que este comeback de Trump está causando en lo que aún queda del orden internacional edificado sobre las lecciones de la II Guerra Mundial sacude en tiempo real los distintos escenarios en los que se está librando el reequilibrio de polos en la globalización. 

Porque es verdad que su carácter multipolar ha sido objeto durante de años de politología ya inabarcable; pero es sobrecogedor el ritmo con que esos múltiples polos se resitúan a la vista como consecuencia de esta mueva Administración en EEUU que ha arrancado en enero de 2025: "Occidente", con la UE y Canadá desenganchándose a marchas forzadas del paraguas de EEUU, dándolo por caducado; la Rusia de Putin, desvinculada de todo compromiso con las reglas del Derecho internacional, pero sorpresivamente rehabilitada por Trump no sólo como "interlocutor confiable" sino como un socio/partner para redibujar mapas en fronteras ajenas en pleno continente europeo; Oriente Medio, aherrojado a la feroz impunidad de Netanyahu y a su indiscriminada e infinita carnicería contra el pueblo palestino; China, incitada a culminar su reclamación sobre Taiwán ante las indicaciones de que Trump no embarcará a los EEUU en una guerra distante contra una potencia nuclear que es peso pesado global; y el "sur global", invitado a desencadenar la espiral de "revancha" lúcidamente explicada por Andrea Rizzi en su ensayo de Anagrama (2025).

Si la UE acelera su galope hacia su Defensa —ordenando inversiones e incrementos lineales en los Presupuestos nacionales de sus 27 Estados miembros (EEMM) antes de esclarecer de dónde va a salir el dinero y cómo va a repercutir en las Políticas clásicas por las que se explica la UE— no es, pues, por la continuación de la guerra en Ucrania, sino por la constatación de que ni podemos contar con EEUU ni podemos, tampoco, contar con su compromiso de respeto a la cláusula de solidaridad mutua del Tratado de la OTAN ante una potencial agresión en territorio de la UE.

La situación se describe, por tanto, carente de precedentes. Pero no sólo por los hechos —interlocución directa de Trump con Putin, puenteando a la agredida Ucrania frente a su agresor, e ignorando a la UE tras años de asistencia a Zelenski—, sino por el lenguaje con que esos hechos se expresan. Escarnece el desprecio a la UE —a sus EEMM a Europa, a sus valores— que destilan las palabras con las que se despacha el Vicepresidente J.D Vance, con la arrogancia faltona del ignorante asomado al botón rojo que decide sobre el destino del mundo. 

​No, no es la guerra de Ucrania lo que nos ha hecho cambiar, y de forma tan dramática nuestra percepción del mundo, ciertamente a peor. Es la Presidencia Trump, hostil a la idea europea de Estado de Derecho

Fuimos testigos planetarios de la encerrona contra el presidente ucraniano en el Despacho Oval, de la insultante táctica para humillarlo ante las cámaras, en tiempo real, sin ofrecerle otra salida honorable que marcharse por donde vino sin despedirse siquiera. Hemos asistido atónitos a la disparatada y errática secuencia de declaraciones y puestas en escena grotescas del presidente Trump, lanzando urbi et orbe reconvenciones, amenazas, ultimatums y advertencias acerca de lo que todavía nos queda por ver en los años que nos vienen por delante.

Pero ahí tenemos a la UE, comunicando como nunca antes que estamos llamados no solo a salir sin anestesia de nuestra prolongada siesta en la zona de confort en la Europa de la Paz, sino a acopiar alimentos, víveres, medicamentos y kits de supervivencia ante la eventualidad probable de una catástrofe como no habíamos imaginado ni en nuestra peor pesadilla.

No, no es la guerra de Ucrania lo que nos ha hecho cambiar, y de forma tan dramática nuestra percepción del mundo, ciertamente a peor. Es la Presidencia Trump, hostil a la idea europea de Estado de Derecho (que exige sujeción a reglas, con seguridad jurídica, de todo poder político), Democracia (que exige la preservación del pluralismo irreductible de toda sociedad abierta, y el respeto y garantía de toda minoría ante abusos y atropellos por parte de cualquier mayoría) y los derechos fundamentales (que exige la garantía de la dignidad humana frente a toda violación o arbitrariedad por parte de cualquier poder público), como ninguna otra que hayamos conocido antes en nuestro tiempo vital.

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Reconozcámoslo: no ha sido la guerra de Ucrania la causa que el regreso de este clima desatado miedo en el cuerpo en la UE y sus EEMM. Ha sido el tremendo aviso a los navegantes del globo que impone este conglomerado de milmillonarios y oligarcas tecnológicos que, tras hipnotizar en las redes sociales a millones de trabajadores empobrecidos y cabreados— que, sin ninguna esperanza, por crudo resentimiento, han votado por ellos—, escupe sus tenebrosos mensajes de odio y venganza contra todos los valores sobre los que la UE fue creada y se distingue en la mixtificación de la globalización.

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Licenciado en Derecho por la Universidad de Granada con premio extraordinario, Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, becario de la Fundación Príncipe de Asturias en EE.UU, Máster en Derecho y Diplomacia por la Fletcher School of Law and Diplomacy (Tufts University, Boston, Massasachussetts), y Doctor en Derecho por la Universidad de Bolonia, con premio extraordinario. Desde 1993 ocupa la Cátedra de Derecho Constitucional en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Es, además, titular de la Cátedra Jean Monnet de Derecho e Integración Europea desde 1999 y autor de una docena de libros. En 2000 fue elegido diputado por la provincia de Las Palmas y reelegido en 2004 y 2008 como cabeza de lista a la cámara baja de España. Desde 2004 a febrero 2007 fue ministro de Justicia en el primer Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. En octubre de 2007 fue elegido Secretario general del PSC-PSOE, cargo que mantuvo hasta 2010. En el año 2009 encabezó la lista del PSOE para las elecciones europeas. Desde entonces hasta 2014 presidió la Delegación Socialista Española y ocupó la presidencia de la Comisión de Libertades Civiles, Justicia y Asuntos de Interior en el Parlamento Europeo. En 2010 fue nombrado vicepresidente del Partido Socialista Europeo (PSE).