Trump secuestra el alma de América
Trump está aprovechando la presidencia de Estados Unidos como la mejor oportunidad para consolidar su marca personal. ¿Cómo se puede ser tan fatuo y tan presuntuoso?

El mundo democrático quedó perplejo cuando el día de Reyes de 2020, pocos días después de que el 7 de noviembre de aquel año Biden ganase con claridad las elecciones presidenciales norteamericanas, una turba de violentos partidarios del derrotado Trump tomaban por la fuerza el Capitolio, sin que el multimillonario desautorizara a los revoltosos. Hoy, todavía no se ha dirimido la responsabilidad de quien, para desgracia de los norteamericanos y de los ciudadanos del mundo, volvió a ganar las elecciones presidenciales en 2024, por lo que ha regresado a la Casa Blanca.
Sobre él penden numerosas requisitorias penales, de las que sobresalen dos de especial gravedad: la del mencionado intento de golpe de Estado y la de su connivencia con la gigantesca red de pederastia organizada por su amigo Jeffrey Epstein, de la que hay innumerables pruebas y multitud de fotografías. Es de imaginar que el garantista sistema judicial americano hace lo que puede por esclarecer tales desmanes, pero en Trump confluyen circunstancias inéditas: en concreto, durante su primer mandato consiguió sesgar el Tribunal Supremo, hoy claramente inclinado hacia la ideología reaccionaria de su benefactor. Eso no significa que el sistema político-judicial norteamericano haya fracasado, sino que el esclarecimiento de tales delitos complejos será mucho más arduo tras haber recibido las infiltraciones de este peligroso sujeto, que ha formado a su alrededor una repulsiva mafia sin escrúpulos.
Un periódico de referencia en el mundo anglosajón, el británico The Guardian, no solo insobornable, sino acorazado empresarialmente para evitar influencias malsanas, ha analizado con rigor las estridencias del oscuro payaso que habita actualmente la casa Blanca. Hace apenas unos días, la pluma de Adam Gabbatt desgranaba "un año de momentos inexplicables del presidente de Estados Unidos" en el que, al margen de ciertas controvertibles decisiones del autócrata electo —sobre Gaza, sobre Ucrania, sobre la persecución desproporcionada y cruenta de la inmigración, etc.—, se han observado comportamientos que darían pie a dudar de la cordura del personaje
La lista de estridencias o lagunas mentales de Trump, que cumplirá 80 años en junio, es interminable, pero el referido periódico ha recogido un expresivo repertorio, que ha salido a la luz pese al celo de los funcionarios de la Casa Blanca en ocultarlo. Véase, por ejemplo, un fragmento de un discurso pronunciado el pasado septiembre ante un grupo de militares en Virginia: "América es respetada de nuevo como país. No se nos respetaba con Biden. Lo veías caerse por las escaleras todos los días, Todos los días, el tipo se caía por las escaleras. Y viéndolo, dije: ‘No es nuestro presidente’. Yo soy muy cuidadoso, como sabéis, cuando bajo las escaleras… con escaleras, yo… camino muy despacio. No hay necesidad de batir un récord, hay que limitarse a intentar no caerse porque eso nunca termina bien. Algunos de nuestros presidentes se han caído y esto acabó formando parte de su legado. No, aquí no queremos eso. Hay que caminar bien y con tranquilidad. No hay que batir ningún récord. Baja bien, baja bien, pero no, no bajes las escaleras dando saltitos. Esa es la única cosa que Obama… no tuve ningún respeto por él como presidente, pero él bajaba las escaleras dando saltitos, nunca he visto… tará, tará, tará, bop, bop, bop, bajaba las escaleras, no se agarraba. Y yo pensaba ‘es genial, pero yo no quiero hacerlo’. Supongo que podría hacerlo, pero podrían pasar cosas malas y, claro, solo hace falta que te pase una vez… Pero, bueno, él hizo un trabajo pésimo como presidente”.
Pido perdón por la larga cita, pero esta perversión megalómana es un antecedente del balance que realizó este diciembre el propio Trump en el discurso de la nación desde la Casa Blanca: a su entender, en estos once meses de mandato, él ha traído "más cambios positivos" que cualquier gobierno anterior en la historia de los Estados Unidos. "Nunca ha habido nada igual". ¿Cómo se puede ser tan fatuo y tan presuntuoso?
Hay que ser muy audaz o estar muy loco para alardear de tanta excelencia, y esta convicción más o menos sincera explica, por ejemplo, su inexplicable campaña por recibir el Nobel de la Paz, como si sus méritos fueran tan incontrovertibles y abundantes que ni siquiera pudiera caber duda razonable. Pero el mismo The Guardian acaba de publicar otro análisis de Mohamad Bazzi en el que vincula la ejecutoria política del último Trump con una larga biografía del magnate dedicada a fabricar una marca.
Escribe Bazzi que el magnate inmobiliario de Nueva York convirtió su fama en una marca que simbolizaba el lujo y la estrategia inteligente, a pesar de que su conglomerado de empresas se declaró en quiebra seis veces. Trump pasó décadas tratando de usar su nombre para obtener ganancias: fue dueño de una aerolínea y una universidad, y puso su apodo en vodka, filetes, corbatas, juegos de mesa e incluso agua embotellada. Aprovechando la fama que ganó con el programa de televisión Apprentice, se expandió a la concesión de licencias de proyectos inmobiliarios globales de la marca Trump construidos por otros promotores. Así se enriqueció sin riesgo.
Hoy, Trump está aprovechando la presidencia de Estados Unidos como la mejor oportunidad para consolidar su marca personal. En este segundo mandato, está imponiendo su nombre a cuantos edificios, monumentos e instituciones están a su alcance. La semana pasada, el nombre de Trump se añadió —como una blasfemia, según buena parte de la ciudadanía— al Centro John F. Kennedy para las Artes Escénicas, que ha servido como un "monumento viviente" al presidente asesinado desde su apertura en 1971.
Antes de semejante apropiación, que la posteridad no respetará seguramente, Trump ya había emprendido una potente campaña de autopromoción. El Departamento de Estado, por ejemplo, añadió su nombre al Instituto de la Paz de EE. UU., cerca del National Mall, y la administración Trump presentó un nuevo sitio web gubernamental, TrumpRx.gov , en el que los estadounidenses pueden comprar medicamentos a precios más bajos; también se anunció que las nuevas cuentas de ahorro para millones de niños se llamarán "cuentas Trump".
En octubre, el secretario del Tesoro, Brandon Beach, confirmó que su agencia había elaborado diseños para monedas de un dólar con imágenes de Trump para conmemorar el 250º aniversario de la independencia de Estados Unidos el próximo año. A principios de este mes, el Servicio de Parques Nacionales añadió el cumpleaños de Trump, el 14 de junio, que coincide con el Día de la Bandera, a su lista de días de entrada gratuita para los residentes estadounidenses en los parques nacionales. Y el lunes 22 de diciembre, se anunció que la marina estadounidense construirá una nueva generación de buques que formarán la "clase Trump". Flanqueado por militares de uniforme en su residencia de Mar-a-Lago en Florida, el presidente mostró carteles con el nuevo acorazado de la 'clase Trump' llamado USS Defiant. Trump y los funcionarios del Pentágono dijeron que se construirían de momento dos acorazados, que podrían costar hasta 15.000 millones de dólares cada uno, en los próximos años. Y que más adelante los Estados Unidos construirán hasta 20 de esos buques como parte de una "flota dorada" que llevará armas hipersónicas, láseres de alta potencia y misiles de crucero con armas nucleares, todas tecnologías que aún están en desarrollo por la marina. En el anuncio del lunes, el adulador John Phelan, secretario de la Marina, declaró: «Nuestros adversarios sabrán que, cuando el USS Defiant de clase Trump aparezca en el horizonte, la victoria estadounidense en el mar es inevitable».
Explica también Bazzi que en 2011 Donald Trump publicó un libro con el gurú de la autoayuda Robert Kiyosaki titulado El Toque de Midas. Se trata de un típico manual de autoempoderamiento en el que ambos exponen los secretos del éxito empresarial basándose en sus experiencias personales. En un momento dado, escriben: "Construir una marca puede ser más importante que construir un negocio".
Trágicamente para los americanos, este embaucador decadente ha conseguido escalar hasta la presidencia de los Estados Unidos, el puesto político que más facilidad le proporciona para su propio marketing. Es una verdadera tragedia para los americanos y para todos los ciudadanos del mundo que estamos padeciendo el influjo corruptor de este sátrapa incorregible.
