La fortuna de Francisco Franco, rico por la gracia de Dios
El dictador tuvo España a sus pies, la mayor riqueza que cabía, pero más allá del intangible, están las pesetas: se quedó con donaciones a la "causa nacional", levantó un entramado de empresas y acaparó regalos que lo convirtieron en millonario.

Francisco Franco tuvo a los españoles a sus pies durante 36 años. Unos, por reverencia. Otros, aplastados por el miedo. No hay mayor riqueza que el poder absoluto y el dictador la tuvo. Pero, pero más allá del intangible, están las pesetas: a base de donaciones, regalos, empresas, inversiones y dinero líquido, levantó un emporio que lo hizo millonario. Frente a la imagen que vendía de militar austero y humilde, los datos que han ido saliendo con el paso de los años evidencian lo contrario, constatan que lo que dejó atado y bien atado fue una herencia familiar que aún permite a sus descendientes no saber qué son las apreturas.
Son escasas y muy valiosas las investigaciones al respecto del dinero de Franco. Destacan tres, especialmente, por su solvencia: las de los periodistas Mariano Sánchez Soler y Javier Otero y la del historiador Ángel Viñas. Sobre ellas se va a construir esta información. En conjunto, muestran cómo el de Ferrol comenzó a cubrirse las espaldas económicamente desde la propia Guerra Civil, antes de ser "caudillo de España por la gracia de Dios", para luego diversificar sus apuestas, habitualmente con testaferros y sociedades anónimas, y crecer a base de corrupción, dicen.
Los documentos consultados por los especialistas arrojan que el fascista tenía en 1935 una nómina de 2.493 pesetas, cuando era jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra, en tiempos de José María Gil-Robles al frente del Ministerio de Guerra. Cuando pasó a ser jefe del Estado -por la fuerza-, subió a 50.000 al mes. En agosto del año 1940, su capital era ya de 34,3 millones de pesetas, que equivaldrían hoy a 388 millones de euros. El dinero ganado en poco más de cuatro años estaba repartido en varias cuentas, una práctica que multiplicaría con el tiempo.
Esos fondos no sólo eran fruto de un salario pagado a fin de mes. Como señala Viñas en su obra La otra cara del Caudillo (Crítica, 2015), el dictador aplicó un sistema que ya usaba uno de sus ídolos, el alemán Adolf Hitler. Es el "Führerprinzip", la capacidad de un líder totalitario de estar por encima del bien y del mal, lo que incluye las leyes. Basado en la autoridad absoluta, lleva a la libertad absoluta para hacer y deshacer. El nazi se hacía "autootorgaciones" y se quedaba con "regalitos", hasta evadía impuestos o se asignaba un porcentaje de los sellos que se vendían con su rostro.
No llegó a eso Franco, pero sí aplicó una versión rebajada, usando a España como "finca propia". El desglose de esos millones que tenía al inicio de su mandato evidencia que el dinero proviene de donaciones de particulares y empresas, de comisiones e ingresos varios sin aclarar, del fondo de huérfanos de la guerra o del dirigido a la reconstrucción del Alcázar (donde se vivió una batalla épica para el ideario sublevado). "Nada desdeñable", cita el también economista, en el contexto de "un país exangüe y desangrado del hambre y el subdesarrollo profundos".
Cuando había una parte del país que pensaba que luchaba "por la causa nacional", Franco estaba sisando dinero del fondo de guerra, incluso parte de la ayuda aportada por Italia o Alemania. Cuando llamaba a los españoles a aportar "su sangre y su dinero", él estaba revendiendo 600 toneladas de café donado por Brasil a España: cobró 7,5 millones de pesetas, unos 85,6 millones de euros. Cuando denunciaba que las autoridades republicanas le habían vaciado el Banco de España y se habían llevado supuestamente el oro a Moscú, hay "dinero a disposición de S.E.", o sea, su excelencia, en sus mismas cajas fuertes.

En el tiempo en el que fue jefe del Estado, hasta su muerte hace ahora 50 años, fue buscándose las maneras de seguir creciendo, pero ya a lo grande, porque no había límites. En el Boletín Oficial del Estado (BOE) se fueron incluyendo disposiciones camufladas que extendían sus tentáculos. Leyes como la de Responsabilidades Políticas, de febrero del 39, ayudaron a desplumar a los opositores y a llenar los bolsillos propios, también.
Además, con el mando, llegaron suavemente pesetas que no había ni reclamar, como esas 10.000 al mes que le daba Telefónica como gratificación, "casi un doble sueldo", dice Viñas, sólo por ser quien era. Todo el mundo quería estar a buenas con el régimen, así que todo el mundo incluye a Franco en sus beneficios. El contexto ayudó, con la llegada del desarrollismo, un período de crecimiento económico y industrial en España que tuvo lugar aproximadamente entre 1959 y 1975.
El accionista mayor del no reino aprovechó para, de paso, empezar a incluir a afines y familiares en consejos de administración y juntas directivas, ampliando la riqueza de los cercanos en un centenar de firmas (como el Banco de Madrid, el Banco del Noroeste, Construcciones y Contratas, FASA-Renault, Fenosa, Galerías Preciados, Hunosa, Unión Española de Explosivos, Sanitas, Transmediterránea o Viajes Meliá). Muy poca gente estaba autorizada a mover los papeles de las finanzas del dictador, pero fueron muchos más los que se beneficiaron de sus movimientos, empezando por su yerno, Cristóbal Martínez-Bordiú, marqués de Villaverde, que acabó superándole en ganancias.
Sánchez Soler, en su obra de referencia La Familia Franco S.A., expone precisamente que se hablaba de "las SA de SE", las sociedades anónimas de su excelencia el Caudillo, por lo que una cosa esa el relato de vivir pobremente y, otra, la realidad. Afirma que cuando falleció, el 20 de noviembre de 1975, contaba con 52 empresas propias con un capital social de la época de mil millones de pesetas. Había invertido durante años en bancos, inmobiliarias, navieras, constructoras, empresas sanitarias y hasta turísticas. Se calcula que a su única hija, Carmen, fruto de su relación con Carmen Polo, le dejó entonces 15 fincas y chalets, dos palacios, una fortaleza y un pazo, "por valor de 1.800 millones de pesetas, casi 11 millones de euros de entonces".
El ladrillo, un tesoro
El ladrillo se ha revelado, con el tiempo, como el gran tesoro de Franco. Igual que recibía donaciones en dinero y en acciones y participaciones y dividendos, el dictador comenzó a recibir propiedades inmobiliarias de gente cercana ideológicamente o de procedimientos forzados, en un intento de ponerse a buenas con él.
No había acabado la guerra, corría el año 37, y ya había recibido su primer regalazo: un testamento que le dejaba el Palacio del Canto del Pico (Torrelodones, Madrid), en una loma de importante valor natural. Un año después, a finales de 1938, una comisión de personalidades gallegas afines al incipiente régimen le entregaba el Pazo de Meirás (Sada, A Coruña), que utilizó como residencia oficial de verano y que el pasado septiembre fue declarado por el Gobierno central Lugar de Memoria Democrática. Al morir, también disfrutaba de una fortaleza del siglo VIII y distintas posesiones en Madrid, Guadalajara, A Coruña o Málaga, por ejemplo.
Con el dictador ausente, asumió el liderazgo de la familia el yernísimo, el médico Martínez-Bordiú, marqués de Villaverde, que anticipó su intención de deshacerse de propiedades. Fue en 1988, dice Soler, que defendió que "si la vaca no da leche, habrá que vender la vaca". La misma filosofía que han seguido los descendientes de Franco en estas cinco décadas. Tanto su viuda como su hija y sus siete nietos (Carmen, María de la O (Mariola), Francisco (Francis), María del Mar (Merry), José Cristóbal, María de Aránzazu (Arancha) y Jaime Felipe, han ido vendiendo e invirtiendo en otros negocios. Entre las propiedades que ya no tienen está el edificio del número 8 de la calle Hermanos Bécquer de Madrid, que fue residencia familiar tras dejar el Palacio de El Pardo, y que pasó a nombre de Carmen Polo.
Los Franco, sostiene la investigación de Soler, se inclinaron por dejar de poseer palacios y apostar por las propiedades inmobiliarias más rentables, con promoción de viviendas, alquiler de pisos, aparcamientos en Madrid e incluso inmuebles de uso turístico. El diario El País, en 2019, puso números a esa riqueza: a noviembre de ese año, contaban con 89 viviendas, 266 plazas de parking, 29 fincas, cinco locales comerciales y tres prados.
En Galicia, están aún peleando con la justicia porque se les ha arrebatado el Pazo de Mairás, un proceso que está pendiente del fallo del Tribunal Supremo. Los Franco intentaron vender la que fue residencia de verano del patriarca, por ocho millones de euros, antes de que la Justicia determinase que era propiedad del Estado. Allí aún tienen bienes, pues los tribunales determinaron que son suyos los angelotes de bronce de la capilla, una escultura pétrea de una virgen con un niño, una lámpara sobre una pilastra de una escalera y tres apliques de pared metálicos, además de las alfombras pasilleras que ya estaban reconocidas; si bien no los han retirado mientras se desarrollan los recursos por otros 559 elementos cuya propiedad es, de momento, del Estado.

En la tierra natal de Franco siguen teniendo también un palacete del siglo XVIII -en pleno centro de A Coruña-, la Casa Cornide, que ha sido declarado Bien de Interés Cultural (BIC), lo que les obliga a abrirla al público al menos cuatro días al mes... siempre que lo cumplan, que no es lo que siempre han hecho: se les ha impuesto una sanción de 3.000 euros por ello. También esta casa la han intentado vender, en este caso por 3,5 millones de euros, pero la cosa se complica con esta nueva servidumbre, que no a todo el mundo gusta.
Este céntrico palacete, ejemplo de la arquitectura residencial de la Ilustración en Galicia, pasó en 1962 a ser propiedad de Carmen Polo y, por su matrimonio en gananciales, también de Franco, tras haber formado parte del patrimonio del Ministerio de Educación y luego del Ayuntamiento de A Coruña. En los últimos años, diferentes gobiernos locales de A Coruña han anunciado acciones judiciales para reclamar su titularidad, pero estas aún no han sido más que anuncios y el Gobierno central ha optado por dejar solo al Ayuntamiento, mientras los colectivos memorialistas exigen hechos y el edificio está completamente vacío.
Por último, la familia aún cuenta con la casa natal de Franco, en el municipio coruñés de Ferrol, "para la que han pedido licencia para reconvertirla en pisos turísticos", informa la Agencia EFE.
Perosi hay una propiedad que Sánchez Soler y también Otero (en la desaparecida revista Tiempo) destacan entre las demás es la finca Valdefuentes, en Arroyomolinos (Madrid), "el gran negocio" de la familia. "Valdefuentes S. A." se constituyó ante notario el 4 de octubre de 1951, con un capital de tres millones de pesetas. Dos años después contaba con 55 fincas. Ganó importancia cuando, en 2001, un tercio de sus cerca diez millones de metros cuadrados fue recalificado para ser urbanizable, en un lugar pegado a Móstoles y junto al centro comercial Xanadú, lo que llevó al auge del ladrillo en el lugar, con 5.000 viviendas, un centro comercial y un polígono industrial. Un pelotazo, que se dice, ejemplo de libro de cómo Franco pudo no dejar mucho cash, pero sí propiedades de enorme valor.
En vida, usó esos terrenos para relajarse, para la caza y pesca, de las que disfrutaba en solitario y con amigos. En muchas de estas jornadas se forjaron los negocios que estamos repasando. En la zona también hubo en el pasado ganado y plantaciones de trigo, patatas, tabaco y ajos. Al morir su antiguo dueño, incluso se usó como un gigantesco plató de cine, con rodaje de películas de diferentes tipos, algunas para adultos, que le reportaron más pesetas.

"Suma exquisitez"
Hay coincidencia, también, en remarcar que la familia de Franco fue tratada "con suma exquisitez" en tiempos de democracia. En el plano empresarial y en el retributivo, a su viuda y a sus descendientes se les dejó estar, una ceguera que se vivió en otros ámbitos de la sociedad española, en un empeño, como se suele decir, de pasar página.
Hay propiedades del dictador que están fuera de España y que nunca se han investigado, en Lausana (Suiza) o Miami (Estados Unidos). Y se desconoce si hay cuentas o posesiones que no hayan salido a la luz. ¿Por qué se sospecha que hay más? Por detalles como que Carmencita, la hija de Franco, fue identificada en el Aeropuerto de Barajas, en Madrid, en el año 76, cargada de medallas de oro y plata de su padre, camino de Suiza. ¿Era el primer viaje? ¿Hubo más? ¿De cuánto dinero hablamos? Los pasaportes diplomáticos y la falta de detectores de metales pudieron jugar a su favor durante años. La hija de Franco dijo que llevaba piezas que no valían nada para fundirlas y hacer con ellas un reloj de cuco. Acabó siendo multada.
Su madre, mientras, hasta que murió en el año 1988, estuvo cobrando un sueldo de 900.000 pesetas al mes, sumando varias pagas de viudedad, como esposa de un exjefe del Estado y de un general del Ejército. La cifra, cita Soler, suponía cobrar cuatro veces más que el presidente del Gobierno del momento, Felipe González (PSOE), ya democráticamente elegido en las urnas. Nadie ha sabido nunca, tampoco, cuánto dinero en joyas o en pieles llegó a tener la esposa del generalísimo, conocida como Carmen La Collares, precisamente por su apego a estos complementos. "Una cosa como de Alí Babá y los 40 ladrones", como llegó a definirla el tertuliano Jimmy Giménez Arnau, que estuvo casado con María del Mar Martínez-Bordiú y Franco.
Es imposible, hoy, cuantificar lo que Franco y los suyos se llevaron. En casi 40 años, y sin nadie que les hiciera sombra, la imaginación se dispara, pero con fundamentos.
