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San Nicolás, el antepasado de Santa Claus que llega a Centroeuropa desde España

San Nicolás, el antepasado de Santa Claus que llega a Centroeuropa desde España

Este obispo de mitra y báculo, ropa fastuosa y sirvientes traviesos tiene su noche el 5 de diciembre, separando los regalos del nacimiento de Jesús. En su barco lleva juguetes, chocolates y mandarinas. Hay que ser valiente para conquistarlo. 

San Nicolás y su ayudante, Peter, paseando por la ciudad neerlandesa de Nimega, el 14 de noviembre de 2024.
San Nicolás y su ayudante, Peter, paseando por la ciudad neerlandesa de Nimega, el 14 de noviembre de 2024.Ana Fernández / SOPA Images / LightRocket via Getty Images

La transformación de la Navidad en una fiesta mercantilista, además de religiosa, es un proceso consolidado desde el siglo XIX, impulsado por comerciantes que vieron una oportunidad para estimular las ventas en "fechas tan entrañables", que dirían los sucesivos Borbones. Pero hay quien aún pone los regalos y la fe juntos, pero no revueltos, quien prefiere adelantar los presentes para que nada eclipse el hecho fundacional del Cristianismo, que es el nacimiento de Jesús. 

Es lo que ocurre en países como Bélgica, Luxemburgo, Países Bajos, Alemania, Austria, Suiza o Polonia, donde las calles se llenan estos días de señores vestidos de obispo, de rojo y dorado, con barbas blancas, mitras altísimas y lujosos báculos, cargados de regalos. Con 19 noches de anticipo, estos ancianos mágicos y sus ayudantes se quitan ya el trabajo de la Nochebuena, repartiendo el protagonismo entre lo prosaico y lo divino. No, no se trata de Santa Claus o Papá Noel -un invento de refrescos norteamericanos, como dicen algunos centroeuropeos despectivamente-, sino del original, San Nicolás o Saint Nicolas o Sint Nicolaas o Sinterklaas, un señor montado en su caballo blanco que llega desde España para pasar lista: quién ha sido valiente, quién ha sido bueno, quién se merece un regalo, quién no. 

En buena parte del este del viejo continente y en Centroeuropa, los regalos no sólo los trae un anciano diferente a los que conocemos en España, de los tres Reyes Magos a Santa, sino que se reparten fuera de la fecha habitual para nosotros, ni el 25 de diciembre ni el 6 de enero. Es en adviento, en la noche del 5 al 6 de diciembre, cuando llegan los presentes. Se supone que es cuando murió el santo.

Este anciano venerable no vuela en trineo ni va en camello, sino que viaja en un barco de vapor que atraca en diversas ciudades, a veces incluso a la vez, que para algo es un hechicero bendecido. Por ejemplo, en el caso belga toca tierra en el puerto de Amberes. Hay elementos que nunca cambian, como su reconocible caballo blanco, Amerigo, y su ayudante, Zwarte Pieten o Pedro el negro, un paje que va vestido con chillones trajes renacentistas, plumas y pendientes dorados y que arrastra una polémica que se agiganta cada año. En breve hablamos de ello... 

En un país tan complejo políticamente como Bélgica, esta festividad une a todos. Sólo cambian los nombres y los acentos, quizá algún detalle menor. Por ejemplo, en el lado francófono, Saint Nicolas llega viajando en su asno mágico y lo acompaña el Père Fouettard (el mismo paje negro). El trabajo de repartir y la ilusión de recibir no cambian de un lado a otro de la frontera interior. 

El personaje... 

¿Pero de dónde viene esta tradición, tan ajena a España pese a que sea la casa del santo? Parte de la figura de San Nicolás, obispo de Myra, en Turquía, que vivió en el siglo IV y está enterrado en Bari (Italia), una ciudad que más tarde perteneció a la Corona española, al Reino de las Dos Sicilias. Lo mismo pasaba con los Países Bajos y Bélgica. Los tercios, Flandes, el capitán Alatriste y todo aquello. De ahí que se diga que viene de España. ¿De qué punto? Lo extraño es que se fija uno tan extraño como Madrid, que no tiene costa, pero sí río, el Manzanares. Los historiadores locales no han podido trazar bien de dónde procede este extraño detalle, pero la tradición es lo que dice.

A lo largo de la historia, los viajes a veces se han visto alterados, como cuando Sinterklaas no llegó desde la península Ibérica, en 2021, por razones de peso. "Nos desviamos por la isla española de La Palma", dijo al llegar a Amberes aquel año. "Me pidieron un método para extinguir el volcán. Siguiendo mi consejo, ahora están arrojando gigantescos contenedores de masa sobre el cráter. En unos días la erupción será cosa del pasado, el volcán quedará cubierto por una una capa de un metro de espesor de pan de especias bien cocido", auguró el santo. Fue así, más o menos. 

También en 1944, cuando la maldita Segunda Guerra Mundial bloqueó media Europa y, entonces, el señor barbudo se encarnó en unos soldados norteamericanos. El American St. Nick evitó que los niños de Wiltz (Luxemburgo) se quedasen sin regalos, mientras cerca rompía la Batalla de las Ardenas.

Fiesta de Navidad de 1820 con San Nicolás, en: libro de recuerdos de los Baumann, una familia de comerciantes vieneses.
Fiesta de Navidad de 1820 con San Nicolás, en: libro de recuerdos de los Baumann, una familia de comerciantes vieneses.Getty Images

San Nicolás tiene una historia triste detrás, desde su nacimiento en Patara al sur de Turquía, una zona que entonces era griega. Sus padres, que eran ricos y lo criaron como un cristiano devoto, murieron de una epidemia cuando Nicolás era muy joven. Embargado por las palabras de Jesús de "vende todo lo que tienes y dalo a los pobres", decidió usar toda su herencia en ayudar a los necesitados y a los enfermos. Dedicó su vida al servicio de Dios, hasta hacerse obispo, aún muy joven. Anton Cok, historiador local amberino, explica que, desde entonces, "el santo fue reconocido por todo el pueblo por su generosidad hacia los pobres, su amor por los niños, y su preocupación por los marineros y sus barcos, además". "Pudo ser un potentado y se puso al nivel de los más sencillos, dice la tradición".

Mantuvo su empeño, dice, incluso en los peores tiempos, cuando, bajo el emperador Diocleciano, "sufrió por su fe, fue exiliado y encadenado", en una época de persecución general de los cristianos por parte del poder romano. Cuando fue liberado de la cárcel, asistió al Concilio de Nicea en el año 325 y fue una de las voces más claras sobre los valores cristianos, añade. "Murió el 6 de diciembre de 343 en Myra y fue enterrado en su catedral. Surgió entonces el llamado maná de San Nicolás, un líquido milagroso que se forma sobre su tumba en Bari. Históricamente, se le han atribuido propiedades curativas". ¿Las tiene? "Bueno, un análisis químico de 1925 concluyó que se trata de agua muy pura, pero la tradición de su recolección y distribución entre los fieles continúa. Daño no hace", expone, divertido. El aniversario de su muerte llegó a conocerse como el Día de San Nicolás y es lo que ha llegado hasta hoy. 

... y los fundamentos

Cok rescata dos leyendas que explicarían la tradición de los regalos y la de la atención a los pequeños de la casa. "Había una vez un ciudadano muy pobre que tenía tres hijas y estaba preocupado por encontrar una dote para casarlas con buenos maridos, algo esencial en la época. Sin ella, podrían quedar solteras. Las chicas parecían ya condenadas pero, por milagro, aparecieron bolsas de oro en su casa, tres bolsas. Supuestamente fueron lanzadas a través de una ventana. Junto al fuego de la casa, había calcetines y zapatos de las jóvenes mujeres puestos a secar y eso es lo que explica la actual tradición", explica. Además, en zonas como Países Bajos, uno de los símbolos de San Nicolás son justamente tres bolas doradas, una por cada casadera. En ocasiones, se suplen con naranjas o mandarinas, que para algo viene de España. 

La segunda leyenda traspasa la vida del santo. En una ocasión en que sus vecinos de Myra estaban conmemorando su muerte, una banda de piratas berberiscos o corsarios otomanos llegaron desde Grecia, entraron en la iglesia y se hicieron de sus tesoros. Incluso se llevaron secuestrado a un chaval llamado Basilio o Basilios, como futuro esclavo. Fue entregado a un rey árabe (no hay precisión de a quién en este extremo), "pero había un problema serio y es que el muchacho no entendía el árabe". Así pasó un año. 

"Se aproximó el siguiente Día de San Nicolás sus padres, tristes por lo ocurrido al chico, no acudieron a la iglesia. Se quedaron en casa rezando. En un momento dado, mientras estaba atendiendo al rey, a Basilios se le apareció el santo, fue elevado mágicamente y trasladado a su casa". Ante sus padres apareció aún con la copa que estaba llenando en las manos. "Y ese es el inicio de la historia de San Nicolás como alguien que protege a los niños y premia a los valientes". 

Eso es clave: la valentía y la obediencia es esencial para lograr premios. En países como Austria o Eslovenia y también en el norte de Italia, a los desobedientes se los llevan en un saco de vuelta, pero no lo hace San Nicolás, sino un demonio, el Krampus, una figura con aspecto de cabra, con cuernos y garras. Su nombre proviene de la palabra alemana "krampen", que significa "garra".

Desfiles y regalos

La tradición en estos países es que a finales de noviembre alcaldes como el de Amberes reciban al santo y a su corte a pie de barco y luego se inicie un desfile multitudinario, televisado a todo el país, como la cabalgata real en España. Las imágenes más antiguas recogidas de este tipo de ceremonias datan de 1929 y se grabaron en Breda (Países Bajos). 

Los niños no tienen que estar pendientes del lanzamiento de caramelos y juguetes, como en la tarde del 5 de enero y los Reyes de Oriente, sino que se suelen instalar pequeños puntos de reparto y carpas -las mayorías, con potentes patrocinios publicitarios- en los que se entregan a los críos bombones, globos, chapas y otras chucherías como las pepernoten y las spéculoos (unas galletas muy especiadas), los mazapanes y las letras de chocolate y galleta con las iniciales de los pequeños. 

Y, sobre todo, mandarinas y naranjas, exóticas para los niños de la zona en otro tiempo, símbolo del sol y el buen tiempo español. También son imprescindibles en esta fiesta las monedas de chocolate, doradas y plateadas. Recuerdan la dote de aquellas tres hermanas de las que hablaba Cok. 

Por la noche, los niños dejan sus zapatos preparados junto a las ventanas y chimeneas, junto a zanahorias y agua -también paja, quien pueda- para el caballo y dulces para Nicolás y sus ayudantes. Una de las primeras menciones escritas de la colocación de zapatos data de 1427, cuando se cita que se realizó en la iglesia de San Nicolás de Utrecht, también en Países Bajos. En la víspera de la fiesta, las personas más adineradas depositaban dinero en los zapatos, que la iglesia donaba a los pobres. Más tarde, a los niños también se les permitía dejar un zapato o un zueco en casa. A la mañana siguiente, contenía golosinas y regalos. 

Para recibir algo, claro, los niños antes ha habido que mandar una carta al santo. El servicio nacional de correos belga, Bpost, se encarga de que todas las misivas, con todos los deseos, lleguen a tiempo. Su dirección es la Calle España, número 1. 

Además, hay un pueblo donde se celebra con especial énfasis esta fiesta: se llama, obviamente, Sint-Niklaas, está al sudoeste de Amberes y allí hay una estatua del santo en el exterior de su ayuntamiento. Cada año, del 12 de noviembre al 6 de diciembre, su Museo de Bellas Artes, situado en el interior de una elegante casa unifamiliar de 1930, se transforma en el Huis van de Sint, o sea, la mágica casa de vacaciones de Sinterklaas. En el dormitorio del santo, lectura para antes de dormir: Zwoele Nachten in Spanje (Noches cálidas en España).

Pese a que ahora estamos ante una tradición generalizada, lo cierto es que estuvo en riesgo por cuestiones religiosas: cuando en los países centroeuropeos se empezó a asentar la reforma protestante, las tradiciones católicas perdieron fuerza y, más aún, las que suponían la veneración de santos, ahora erradicada. "San Nicolás estaba en riesgo, pero por otro lado era una tradición ya asentada y muy popular, por lo que quedaron restos que se recuperaron con los años, hasta ahora. El reto en estos tiempos es salir vivo de la fuerte competencia de Santa Claus", concluye el experto. 

Por ahora, su prestigio es sólido y sigue consolidado. En los últimos años, la modernidad ha llegado también a esta fiesta y ya hay de todo asociado al obispo, desde códicos QR que reparten los supermercados para descargar videojuegos de Sinterklaas a seguros de vida que usan al santo de reclamo (el barco, el caballo, la carga, todo es un riesgo, claramente), pasando por disfraces sexuales en los escaparates de las tiendas de los barrios rojos. Un negocio, como lo es Papá Noel, en el que ambos coinciden durante prácticamente dos meses. 

La polémica de Pedro

San Nicolás es querido, pero también levanta polvareda. No tanto él como sus míticos ayudantes, los Peters, casi más queridos que él por su picardía entre la gente y porque son, claramente, los que se llevan la peor parte del trabajo. Estos empleados han ido cambiando con los años, abandonando las pelucas de rizos, la cara tiznada de negro y los enormes labios rojos, porque se entendía que su caracterización era racista y denigrante, una práctica de blackface. Algo difícil de entender en sociedades que, además, se enorgullecen de ser extremadamente tolerantes y antirracistas. 

Pero hay quien dice que no hay nada de eso: tienen la cara negra porque están cubierto de hollín, tras haberse deslizado por las chimeneas, porque eso es tarea de subordinados. Hay muchas especulaciones, pero ninguna de ellas se basa en hechos, porque las leyendas sobre San Nicolás fueron escritas después de su muerte y no pueden ser probadas", dice el historiador amberino. 

San Nicolás y sus dos ayudantes, vestidos tradicionalmente como Pedro el Negro, caminan por Bruselas durante el desfile anual, en 2016.
San Nicolás y sus dos ayudantes, vestidos tradicionalmente como Pedro el Negro, caminan por Bruselas durante el desfile anual, en 2016.Frederik Sadones / Pacific Press / LightRocket via Getty Images

¿Es suciedad, es raza? El origen de esta figura divide igualmente a los especialisyas: pudo ser un sirviente español, de Al Andalus, con una piel más olivácea, un mediterráneo más que un hombre de raza negra, pero quizá también un crío etíope salvado del mercado de esclavos de Myra, un deshollinador italiano o hasta un demonio al que San Nicolás obligó a realizar actos piadosos y se quedó a su servicio. Pesa, sea cual sea la lectura, la idea del diferente como bufón, del salvaje salvado por un anciano blanco occidental, del bien frente al mal, por lo que todos los años termina habiendo polémica en los países que asumen la tradición. Choca en países con un pasado colonial como el de Bélgica, por ejemplo, donde ahora el santo acude a los colegios, en una nación donde el 17% de sus habitantes son de origen migrante. 

Habitualmente, a San Nicolás sólo lo acompañaba un Peter, pero tras la Segunda Guerra Mundial se admitieron muchos más, pedritos que juguetean y bromean alrededor del santo y avisan de que hay que portarse bien o habrá consecuencias. Todos los años se escucha en las calles: "¡Le diré a Black Pete que te lleve con él a España!". La culpa del cambio la tienen los soldados canadienses que liberaron el país de los nazis y que, por ejemplo, rompieron el bloqueo que mataba de hambre a los habitantes de Amberes. Fueron ellos los que organizaron los primeros desfiles durante la posguerra y los que decidieron que la comitiva resultaría más vistosa si el solitario Piet se multiplicaba. Nunca más se ha cambiado, sino que se ha extendido por otros territorios. 

Con los años, la comitiva también ha crecido por obra y gracia de la televisión infantil, inventando personajes locales como Ramón, vestido de torero goyesco y supuesto cuidador del caballo del santo, o Conchita, que cocina albóndigas y croquetas para todos los esforzados de la comitiva. Por si había dudas, ambos son españoles.

Y del santo, a Santa

Hay quien dice que San Nicolás es el primo centroeuropeo de Papá Noel, pero en realidad es su antepasado. Durante el siglo XVII, a través de los los habitantes emigrados desde Países Bajos hasta Nueva Amsterdam -hoy Nueva York-, la tradición se extendió también relativamente por Estados Unidos y se fue adaptando.

Fonéticamente, de Sinteklaas, en neerlandés, a Santa Claus, en inglés, no hay mucha diferencia, así que el nuevo nombre se empezó a acuñar a principios del siglo XIX, sobre todo a raíz de un escrito de Washington Irving, como resalta el Fondo Nacional para las Humanidades de EEUU. "Entre sus relatos se encontraba el del naufragio de una expedición de exploradores holandeses en Manhattan, donde uno de sus miembros recibe una visión en la que 'el buen San Nicolás llegó cabalgando sobre las copas de los árboles, en la misma carreta donde trae sus regalos anuales a los niños'. Nicolás les dice a los holandeses que se establezcan en la isla; San Nicolás, en cierto sentido, se convierte en el padre fundador de la ciudad más famosa de EEUU", se lee en su análisis. "El afecto de Irving por San Nicolás perduró. En 1835, ayudó a fundar la Sociedad de San Nicolás de la Ciudad de Nueva York, siendo su secretario hasta 1841. Más allá de su interés por San Nicolás, Irving promovió la Navidad como la festividad de regalos y festines que ahora domina el calendario invernal estadounidense", añade.

Las similitudes entre los dos ancianos saltan a la vista: los colores son los mismos en los dos personajes, las túnicas y el armiño siguen presentes, el gorro se ha transformado... En general, se ha suavizado su majestad; ahora es un señor más activo y menos engolado, en la imagen que una marca de refrescos asentó el siglo pasado gracias al pintor Haddon Sundblom. La que ahora está en todas las marquesinas de Occidente, la que lleva gorros de poliéster hasta aldeas del corazón de África. En Europa, resiste el original, en coexistencia pacífica. 

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Soy redactora centrada en Global y trato de contar el mundo de forma didáctica y crítica, con especial atención a los conflictos armados y las violaciones de derechos humanos.

 

Sobre qué temas escribo

Mi labor es diversa, como diverso es el planeta, así que salto de Oriente Medio a Estados Unidos, pero siempre con el mismo interés: tratar de entender quién y cómo manda en el siglo XXI y cómo afectan sus decisiones a la ciudadanía. Nunca hemos tenido tantos recursos, nunca hemos tenido tanto conocimiento, pero no llegan ni las reformas ni la convivencia prometidas. Las injusticias siempre hay que denunciarlas y para eso le damos a la tecla.

 

También tengo un especial empeño en la actualidad europea, que es la que nos condiciona el día a día, y trato de acercar sus novedades desde Bruselas. En esta ciudad y en este momento, la defensa es otra de las materias que más me ocupan y preocupan.

 

Mi trayectoria

Nací en Albacete en 1980 pero mis raíces son sevillanas. Estudié Periodismo en la Universidad de Sevilla, donde también me hice especialista en Comunicación Institucional y Defensa. Trabajé nueve años en El Correo de Andalucía escribiendo de política regional y salté al gabinete de la Secretaría de Estado de Defensa, en Madrid. En 2010 me marché como freelance (autónoma) a Jerusalén, donde fui corresponsal durante cinco años, trabajando para medios como la Cadena SER, El País o Canal Sur TV.

 

En 2015 me incorporé al Huff, pasando por las secciones de Fin de Semana y Hard News, siempre centrada en la información internacional, pero con brochazos de memoria histórica o crisis climática. El motor siempre es el mismo y lo resumió Martha Gellhorn, maestra de corresponsales: "Tiro piedras sobre un estanque. No sé qué efecto producen, pero al menos yo tiro piedras". Es lo que nos queda cuando nuestras armas son el ordenador y las palabras: contarlo. 

 

Sí, soy un poco intensa con el oficio periodístico y me preocupan sus condiciones, por eso he formado parte durante unos años de la junta directiva de la ONG Reporteros Sin Fronteras (RSF) España. Como también adoro la fotografía, escribí  'El viaje andaluz de Robert Capa'. Tuve el honor de recibir el XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla por mi trabajo en Israel y Palestina y una mención especial en los Andalucía de Periodismo de la Junta de Andalucía (2007). He sido jurado del IV Premio Internacional de Periodismo ‘Manuel Chaves Nogales’.

 

 


 

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