Venden un monasterio centenario por el precio de una pizza y no es la única oferta similar disponible en subastas
Han convertido las subastas en grandes oportunidades para que las entidades privadas puedan hacerse con ubicaciones singulares.
Un monasterio de más de 400 años de antigüedad ha sido vendido en una pequeña localidad de Bielorrusia por apenas 11 euros, el equivalente al precio de una pizza (o bastante menos en algún caso). Se trata de una construcción fundada en 1630 por Mikołaj Hlebowicz -funcionario del rey Segismundo III Vasa- que ha pasado por incendios, expropiaciones y décadas de abandono. Una desolación que terminaba esta misma semana tras una subasta que parecía condenada al fracaso. Ahora el antiguo monasterio de San Bernardo será transformado en una impresionante clínica dental exclusiva.
La historia del edificio refleja la situación de otros muchos edificios históricos bielorrusos, donde la falta de recursos y de interés por la conservación ha llevado a que propiedades patrimoniales se deterioren en exceso y se terminen ofreciendo a precios simbólicos.
En este caso, el monasterio fue inicialmente valorado en unos 94.000 euros pero, ante la escasez de compradores interesados, el precio se redujo drásticamente hasta que una empresa dental lo adquirió por 44 rublos bielorrusos y 10 kopeks.
De esta manera, el terreno -de 2.700 metros cuadrados- ha sido ahora arrendado por 50 años. Aunque pueda parecer extraño, este tipo de ofertas no son excepcionales en esa zona. La degradación de edificios históricos y la falta de inversión pública han convertido las subastas en grandes oportunidades únicas para que las entidades privadas puedan hacerse con ubicaciones singulares y exclusivas a un precio muy bajo.
En Francia, por ejemplo, un joven de 18 años también logró recuperar hace poco un antiguo terreno de su abuelo por 115.000 euros, una cifra modesta si se considera el valor sentimental y patrimonial del lugar. Estas subastas de inmuebles históricos a precios irrisorios plantean preguntas sobre la gestión del patrimonio, el papel del Estado en su conservación y el creciente interés privado por reutilizar espacios con historia. ¿Es esta una forma de salvar lo que queda o una señal de abandono institucional?