Y un año después… ¿qué?: las DANAS que nos hicieron estar mejor preparados y lo que queda por aprender tras la de Valencia
Tras los ejemplos de la Riada del Turia (1957) y la Pantanada de Tous (1982), “esta DANA debe impulsar la cultura del riesgo en España”, según los expertos.
El otoño es la estación en la que se producen los episodios de lluvias torrenciales más catastróficos, con las gotas frías como principales protagonistas de estos fenómenos y el recuerdo aún muy presente del impacto en Valencia de la DANA que el 29 de octubre de 2024 dejó 229 fallecidos y daños económicos superiores a 13.000 millones de euros.
Un año después, los expertos descartan en un principio que este otoño se produzca un episodio tan extremo, aunque remarcan que las condiciones actuales, con el calentamiento del Mediterráneo y temperaturas por encima de la media, podrían provocar fenómenos que generaran lluvias intensas, como de hecho ya ha ocurrido.
“Los impactos potenciales de las DANAS están ligados no solo a factores meteorológicos, sino también a otros, como son los hidrológicos, geográficos, territoriales, urbanísticos, etc.”, recordó Francisco Martín, experto de Meteored, en un encuentro con la prensa en el que estuvo presente El HuffPost.
En algunas ocasiones, además, “sus impactos sacuden tan fuertemente a la sociedad que dan lugar a acciones futuras y eficaces para estar mejor preparados con más antelación: predecir y comunicar mejor sus efectos, mitigar sus impactos y abrir camino a la adaptación a una nueva realidad muy cambiante”, remarcó el meteorólogo y coordinador de la RAM.
Aprender de la tragedia
Esto es lo que ocurrió con las DANAS que provocaron la Riada del Turia en 1957 y la Pantanada de Tous de octubre de 1982. Ambas tuvieron una repercusión que fue “más allá en el tiempo cronológico”, lo que permitió a la sociedad “tomar medidas para ser más resilientes y estar mejor preparados para futuras ocasiones”. La primera generó grandes mejoras en las infraestructuras locales, mientras que la segunda provocó una revolución tecnológica y humana en el antiguo INM, la actual Agencia Estatal de Meteorología (AEMET).
Entre el 13 y el 14 de octubre de 1957 se produjeron unas lluvias muy intensas con acumulaciones superiores a los 100 litros por metro cuadrado en 24 horas con máximas de 494,4 litro por metro cuadrado. Esto provocó la crecida del río Turia, que causó inundaciones en gran parte de la ciudad de Valencia donde, en algunos puntos, el agua y el lodo alcanzó una altura de hasta cinco metros. En total hubo 81 muertos.
Pero de todo se aprende, dicen, y así lo demostró la sociedad de entonces. El desastre impulsó el desvío definitivo del cauce del río Turia, sacándolo así del casco urbano de la ciudad, y se construyó un nuevo cauce artificial de 12 kilómetros para tratar de evitar futuras inundaciones. A esta infraestructura se la llamó Plan Sur.
Casi tres décadas después, el 19 y el 20 de octubre de 1982, se produjo la Pantanada de Tous, denominada como la “peor gota fría” del siglo. Esta cayó sobre varios puntos de Valencia, Alicante y Murcia causando la rotura de la presa de Tous y el desbordamiento del río Júcar provocando la muerte de decenas de personas.
Esta catástrofe supuso “un antes y un después en la predicción del tiempo en España y empujó a la revolución tecnológica de los años ochenta y noventa del INM (actual AEMET)”, apuntó Martín. Así, destacó que el resultado fue “un avance positivo y muy eficaz en la forma de analizar, diagnosticar, vigilar y predecir el tiempo, así como establecer planes de avisos (PREVIMET Mediterráneo) orientado a la Protección Civil de entonces y a la sociedad”.
Y ahora... ¿qué?
Hace un año la denominada como DANA de Valencia, que también golpeó a zonas de Castilla-La Mancha y Aragón, provocó una gran conmoción entre la sociedad. “Este episodio subraya la necesidad de reforzar la cultura del riesgo, mejorar los sistemas de aviso y alerta, y contar con medios de comunicación especializados que transmitan la información de forma rápida y cercana a la sociedad”, apuntó Martín.
En duda queda ahora si, como después de las otras dos DANAS, tras la tragedia la sociedad podrá avanzar, no ya solo en los sistemas de prevención, sino en el análisis del impacto que las lluvias pueden tener sobre el terreno y, sobre todo, las consecuencias para las personas que habitan en él. “La lluvia no mata, pero lo que hace el ser humano sobre el terreno sí”, afirmó Samuel Biener, climatólogo de Meteored, en la misma presentación.
“Los sistemas de predicción y vigilancia de las situaciones meteorológicas han avanzado notablemente desde las riadas del siglo pasado. No obstante, la DANA de 2024 demostró que todavía queda camino por recorrer”, declaró Rubén del Campo, portavoz de AEMET, a El HuffPost.
A continuación, remarcó dos de estos caminos. “Por un lado, en la mejora continua de las predicciones meteorológicas”, apuntó. “Todavía es muy complicado poder predecir con antelación cantidades de lluvia ingentes como las que se registraron en Valencia el 29 de octubre. Los modelos matemáticos en los que se basan los pronósticos del tiempo y la supercomputación necesaria para ejecutarlos están en proceso de mejora continua gracias al trabajo de consorcios internacionales, como el Centro Europeo de Predicción a Medio Plazo, del que forma parte AEMET. Además, los modelos basados en datos, en los que se aplica la inteligencia artificial, abren un potente campo de aplicación en el futuro”, remarcó Del Campo.
A continuación, como Martín, resaltó la necesidad de la pedagogía “sobre la naturaleza de los pronósticos del tiempo, que siempre llevan asociada una incertidumbre”. “Aunque a todas las personas nos gusta recibir un mensaje determinista, en situaciones como las lluvias torrenciales no es posible ofrecerlo. Se trabaja con escenarios y probabilidades, y a la hora de gestionar una emergencia, es importante analizar todos esos escenarios posibles”, expresó.
El portavoz de AEMET ha explicado entonces que el impacto provocado por un episodio de lluvias torrenciales como la DANA de hace un año viene determinado por dos aspectos: el peligro (en este caso, el fenómeno natural) y el riesgo, que “está modulado por la exposición al peligro y la vulnerabilidad de las personas y bienes expuestos”. “En este sentido, además de trabajar sobre la predicción del peligro, que compete a AEMET, los gestores del territorio tienen que seguir trabajando en reducir la exposición al mismo y la vulnerabilidad”, afirmó.
La mayor parte de las medidas para avanzar en la predicción y vigilancia de las situaciones meteorológicas adversas se planifican y desarrollan a largo plazo, ya que según explicó Del Campo, suelen suponer cambios y acciones de gran calado. Así, aclaró que “ya se está trabajando (desde antes de la DANA) en el expediente para la instalación de un nuevo supeordenador con el que se puedan ejecutar los modelos matemáticos de predicción del tiempo con mayor precisión y rapidez”.
Además, añadió que “se está renovando la red de radares de AEMET y la primera generación de estaciones meteorológicas automáticas para tener más y mejores datos e información a la hora de vigilar las tormentas”. Y ha resaltado que cuentan “ya con el Meteosat de 3ª generación, que va a permitir conocer mejor el estado de la atmósfera y, gracias a eso, disponer de unos mejores modelos de predicción. En definitiva, procesos de mejora continua que todos los servicios meteorológicos llevamos a cabo”.
Sobre los avisos, ha apuntado que, “para facilitar las tareas de los gestores de emergencias, se ha adelantado el horario preferente de emisión para el día siguiente de la noche a la tarde”, y ha agregado que este es un cambio que ya tenían previsto también desde antes de la DANA. “Y en AEMET se está reforzando la estructura para dotar a los servicios de protección civil de información meteorológica ajustada a sus necesidades”, concluyó. Con la tragedia aún “en las venas y la mente de la sociedad afectada”, como recordó Martín, “esta DANA debe impulsar la cultura del riesgo en España”.