Día de la Liberación, episodio 2: los nuevos aranceles que entran en vigor el 9 de abril
Los EEUU de Donald Trump castigan desde hoy por encima del 10% de la tasa base a aquellos mercados que, dicen, ganan demasiado con ellos o les ponen barreras. La Unión Europea llega al 20%. Aún prepara su respuesta, abierta a negociar.
Llega el Día de la Liberación, episodio 2. El pasado miércoles, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció su larga lista de represalias comerciales en forma de aranceles contra quien considera que se está haciendo rico a costa de los norteamericanos, a quienes le ponen barreras a sus empresas o ganan más que ellos al mirar la balanza de compras y ventas. Unas tasas entraron en vigor al día siguiente (un 25% sobre las importaciones de automóviles), otras llegaron el 5 de abril (una tarifa base a todas las importaciones del 10%, con carácter mundial) y otras llegarán este día 9, en otro miércoles negro para el sistema que conocíamos hasta ahora, multilateral, seguro, pautado.
A partir de hoy, Washington impondrá un arancel recíproco individualizado más alto a los países con los que EUU tiene mayores déficits comerciales. Son los que los asesores de Trump llaman los "infractores comerciales crónicos", que pecan porque ganan más que ellos, por las "asimetías arancelarias percibidas" (hay que tener en cuenta que el IVA ya se lo parece) o porque imponen barreras a sus empresas que no les gustan.
En total, los afectados son 57 países, que tendrán que pagar aranceles que pueden llegar al 50%. Entre ellos se encuentra la Unión Europea (UE), cuyas exportaciones a EEUU se enfrentarán a un arancel del 20%, mientras que el aplicable a China se sumará a los aranceles ya aplicados, lo que resultará en una tasa del 54%. Japón aguantará un 24% más. Todos son socios comerciales importantes de EEUU y, en el caso de Europa y Japón, hablamos también de aliados geopolíticos. No ha habido perdón para nadie.
Entre las nuevas tasas elevadas, destacan también las de Vietnam (importante socio de Pekín 46%), Tailandia (36%), Camboya (49%), Sudáfrica (30%) y Taiwán (32%).
Pasada una semana de la primera andanada de Trump, el argumentario de su Administración sigue siendo el mismo: necesitan una corrección necesaria tras décadas de mercados estadounidenses abiertos, que se han visto enfrentados a aranceles extranjeros "asimétricos" y otros obstáculos que impidieron el acceso a los productos estadounidenses y los aranceles serán, en última instancia, un mecanismo de recaudación de ingresos para ayudar a financiar los amplios recortes de impuestos que espera anunciar antes de fin de año. Hay que soportar el dolor ahora, como las caídas de las bolsas, que luego vendrá lo bueno. Y hay que ser agresivos incluso con los socios porque hay que "revertir el daño" y hacer que la industria manufacturera vuelva a brillar.
"En el centro de la doctrina comercial de la Administración Trump reside la convicción de que el déficit comercial de EEUU con cada socio no es solo un dato, sino un indicador del fracaso nacional. Es una letra escarlata que atestigua décadas de acuerdos comerciales asimétricos, en los que cedió su derecho de nacimiento industrial a cambio de meros márgenes corporativos e importaciones más baratas", expone un análisis del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, con sede en Washinton), firmado por Barath Harithas, Kyle Meng, Evan Brown y Catalina Mouradian.
"La Administración cree que los aranceles, además de castigar a los países que han impuesto barreras comerciales injustas a los productos estadounidenses, catalizarán la reindustrialización de EEUU. El aumento de los precios de importación distorsionará el cálculo costo-beneficio de la producción multinacional, impulsando a las empresas a relocalizar su capacidad de fabricación y a consolidar sus cadenas de suministro dentro de las fronteras estadounidenses", añade.
Nadie tiene muy claro lo que viene después. Trump se niega a dar marcha atrás, pese a la presión por ejemplo de los empresarios de su país, pero sí se muestra abierto a negociar país por país lo que más le convenga. Si saca algo específico de cada nación con sus amenazas, buenas serán. Sostiene que han llamado a su puerta ya una cincuentena de Gobiernos queriendo flexibilizar el castigo. Hay que ver si el me das, te doy, le compensa. Hay una corriente importante entre los analistas que indica que, posiblemente, los aranceles queden al final en ese 10% general ya en vigor (menos para China, donde se seguirá apretando), lo que puede acabar pareciendo hasta poco, vista la amenaza original.
Por el camino, EEUU puede sacar perlas que le convengan, como la seguridad extra que ha arrancado a Canadá y México en temas de migración y fentanilo. Pero todo eso está por ver. En unas dos semanas se conocerá el dato del primer trimestre del mandato de Trump y será un buen momento para ir tomando el puso a esta nueva era económica, mientras el mundo busca nuevos mercados y proveedores, a nivel ejecutivos y a nivel empresarial.
El norteamericano, mientras, se mofa. "Los países nos llaman, me besan el culo, están muriéndose por llegar a un acuerdo", dijo esta madrugada, antes de ridiculizar esas llamadas en una imitación de su supuesto contenido: "Por favor, por favor, señor; lleguemos a un acuerdo; haré cualquier cosa, señor". Sus palmeros reían de fondo.
La respuesta europea
En el caso de Europa y ese 20% extra que tiene que soportar, la primera reacción ha sido doble: tender la mano a Trump para negociar y plantear ya una primera oferta. Si nada de eso vale, habrá aranceles de represalia. Bruselas anunció en la mañana de ayer que los presentará la semana que viene si no hay diálogo ni consenso hasta entonces.
La Comisión Europea calificó estas tasas de "recíprocas", que es como el norteamericano ha llamado a las suyas, y avanzó que incluirá también un resarcimiento por los aranceles impuestos a los coches, muy sensible en mercados como el alemán y el español. El portavoz de la CE, Olof Gill, dijo en rueda de prensa que entonces darán detalle de su hoja de ruta. "Después consultamos con los Estados miembros, consultamos con la industria, antes de presentar las medidas finales que después propondremos a los Estados miembros que voten", comentó, según informa EFE.
Los Estados miembros votarán este mismo miércoles las contramedidas que el Ejecutivo comunitario ha propuesto para responder a los aranceles que Washington ha impuesto al acero y al aluminio, que fueron anunciados por Trump nada más aterrizar en la Casa Blanca, antes del famoso 2-A. A partir del 15 de abril, se aplicarán aranceles de hasta el 25% a determinados productos estadounidenses, aunque fuera de esta ecuación se quedan el whisky bourbon y el vino que llega desde el otro lado del Atlántico, visto que Trump no ha dado el paso anunciado de añadir un 200% de impuestos a los vinos europeos.
Por lo que ha trascendido, se ha dibujado un calendario con tres fases. La primera, desde el 15 de abril, activará los aranceles sobre productos que ya se gravaron en 2018, en plena guerra comercial. Entre ellos: cigarrillos, arroz, maíz dulce, calzado, aceites esenciales, vidrios ópticos y muebles. Esta fase supone, en la práctica, que la UE deja caducar la suspensión que había aplicado a estos aranceles durante la tregua con Biden.
La segunda fase corre desde el 16 de mayo, cuando se incorporarán nuevas categorías de productos estadounidenses que no habían sido sancionadas hasta ahora. Incluye materiales como minerales de cobre, maquinaria industrial, ciertos tipos de tubos metálicos y elementos de construcción, además de bienes agrícolas como carne de ave, café o gallinas ponedoras. Y la tercera fase y final parte del 1 de diciembre, cuando Bruselas activará los recargos a un pequeño grupo de productos derivados de la soja y las almendras, ajustándose al calendario de cosechas y a la lógica de los intercambios agrícolas.
La UE ha calculado que impacto económico de la primera fase rondará un valor estimado de unos 8.000 millones de euros. Es apenas una parte del golpe que podría asestar Bruselas: la Organización Mundial del Comercio (OMC) le permite llegar hasta los 26.000 millones en represalias. Bruselas no quiere llegar a eso, ni citarlo siquiera para no irritar más al inquilino de la Casa Blanca.
Gill recalcó que la CE está esperando a que EEUU se implique "de una manera significativa" en la negociación sobre los aranceles y aseguró que la respuesta de Bruselas a los gravámenes es y será "gradual, calmada, calibrada y específica". "Estamos esperando a nuestros homólogos estadounidenses para que se impliquen de manera significativa", declaró el portavoz. La vía de la negociación es, ahora mismo, su apuesta para que la guerra no vaya a más, pero desde el punto de vista de que no ha sido Europa la que ha "provocado" esta situación.
El lunes, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, enfatizó esta idea de hablar antes de dar pasos, en una comparecencia en la que ya puso ideas concretas sobre la mesa: ofrece gravámenes "cero" para los bienes industriales. La propuesta fue trasladada ya por el comisario de Comercio y Seguridad Económica, Maros Sefcovic, durante una videoconferencia de dos horas que tuvo el mismo lunes con sus homólogos estadounidenses, Howard Lutnick y Jamieson L. Gree, y también en una visita exprés a Washington, la semana pasada, y más aún, antes de la tormenta, el 19 de febrero, fecha en la que se produjo la primera reunión bilateral en cuestiones de comercio.
No obstante, no se han obtenido resultados concretos por el momento. Por eso, la alemana recordó también: "Estamos preparados para responder con contramedidas y defender nuestros intereses".
Von der Leyen pide reiteradamente que, se apueste por lo que se apueste, hayan unidad en los Veintisiete, porque sabe que es imprescindible la fuerza del bloque, no sólo para lograr mayorías, sino para poder plantar cara a esta coyuntura. Hungría e Italia, por ejemplo, pidieron sin éxito que se postpusieran los aranceles en respuesta al acero y el aluminio, pare tener más tiempo para hablar con Trump. Son los dos Gobiernos comunitarios más cercanos al norteamericano en este momento. Los dos de ultraderecha.
Hay países, por contra, que quieren ir a por todas, como Francia, pagando a Trump con la misma moneda, y que han sacado a relucir la posibilidad de que la UE use su arma más importante en cuestiones comerciales: el mecanismo anticoerción aprobado en 2023. España tampoco descarta acudir a este texto, que define que hay coerción económica cuando un país tercero trata de presionar a la UE o a uno de sus países para que tome una decisión concreta aplicando o amenazando con aplicar medidas comerciales o de inversión. Este es el caso.
En primer lugar, el mecanismo propone que haya diálogo entre las partes, persuación, pero si no se puede avanzar por esa vía, la herramienta proporciona una estructura para "responder de forma bien calibrada y ponerle fin" al reto.
El caso chino
En las semanas de amenazas, represalias, negociaciones, subidas y bajadas de bolsa y gritos de Trump que nos quedan por pasar, no sólo será importante lo que venga de la UE, sino de China. Con Pekín, EEUU va a un duelo a muerte, pero los asiáticos no ceden.
El pasado sábado, China decidió pagar con la misma moneda a Washington y anunció que impondría aranceles adicionales del 34% a todos los productos estadounidenses a partir del 10 de abril, la misma tasa que Trump anunció en su famoso "Día de la Liberación". Añadía sanciones a algunas de sus empresas, restricciones a la exportación de ciertas tierras raras, la suspensión de la importación de productos de pollo y sorgo de determinadas compañías estadounidenses, así como la apertura de investigaciones antimonopolio y antidumping contra firmas y productos del país norteamericano.
El republicano, el lunes, amenazó al gigante con imponerle un arancel adicional del 50% si no daba marcha atrás. Ese 50%, más el 34% que entra en vigor este miércoles más los aranceles ya anunciados al inicio de la legislatura sumarían un 104% de impuestos totales contra China.
La respuesta llegó ayer mismo, empezando con una "firme condena" a la "naturaleza chantajista" de EEUU y siguiendo con una defensa de las nuevas tasas como "completamente legítimas", porque "tienen como objetivo proteger su soberanía, su seguridad y sus intereses de desarrollo, y mantener un orden comercial internacional normal". También añadía un aviso: "Si EEUU sigue obcecado en seguir por este camino, China luchará hasta el final", advirtió el Ministerio de Comercio chino. Primera muestra de ello: una demanda ante la OMC contra EEUU por los "aranceles recíprocos" a todos sus socios comerciales a través del mecanismo de solución de disputas.
Horas más tarde, por la tarde, un Trump irritado por no lograr lo que quiere cumplió, finalmente, con lo avisado e impuso este nuevo mega arancel a Pekín, 104% más. A la hora en que lea esto, ya habrá entrado en vigor. Sin dilaciones. El norteamericano, antes de anunciar el paso, había dicho que China, a su entender, está buscando "desesperadamente" alcanzar un acuerdo arancelario con Washington, pero "no sabe cómo".
En su primera presidencia (entre 2017 y2021), Trump ya mantuvo una relación tensa con Pekín al imponer varias rondas de aranceles por valor de unos 370.000 millones de dólares anuales, a lo que China respondió con gravámenes a las exportaciones estadounidenses. Ahora va a más. Y de ese caballo, dice, no se va a bajar.