Euro digital: qué sí, qué no, calendario y mitos de la apuesta revolucionaria del BCE
El proyecto de una moneda no física viene de lejos, pero gana protagonismo: el contexto mundial mete prisa y los plazos se aceleran. La ultraderecha escupe bulos al respecto y la desacredita. Pero el caos que auguran no es ni lo que se pretende ni lo aguardan los expertos.

El euro digital se ha convertido en uno de esos caballos de batalla sobre los que cabalga la ultraderecha para desacreditar a Europa. El Banco Central Europeo (BCE) está en la diana, señalado porque quiere dar un paso que, denuncian, llevará al fin del dinero en efectivo o permitirá que se vulnere la privacidad de los ciudadanos.
Los agoreros ladran por varias razones: porque los informes para la implementación del proyecto son positivos y avanzan, porque otras economías están ya dando el paso, porque el contexto geopolítico internacional fuerza a tomar decisiones al respecto... Lo ven más cerca y vuelven a desgañitarse. Pero el caos que auguran no es ni lo que se pretende ni lo aguardan los expertos.
Aquí tienes un sacadudas para entender de qué va el euro digital (conocido también como CBDC, las siglas de Central Bank Digital Currency), cómo se va a poner en marcha, cuándo y con qué consecuencias.
Qué y para qué
Un euro digital sería una forma digital de efectivo: un medio de pago electrónico emitido por el Banco Central Europeo, que preside actualmente la francesa Christine Lagarde. Este organismo explica que, puesto que sería una forma de dinero público, todos los ciudadanos de la zona del euro podrían utilizarlo de forma gratuita para pagos digitales.
Actualmente, los europeos no tienen acceso al dinero público en forma digital. En una sociedad cada vez más digitalizada, "un euro digital sería un nuevo avance de nuestra moneda única", defiende Frankfurt.
Con este euro, se podría hacer cualquier pago digital, al igual que se utiliza el efectivo para los pagos físicos. Ofrecería otra forma de pagar en tiendas físicas y electrónicas o de enviar dinero a amigos y familiares. Este "efectivo digital" estará universalmente aceptado, se podría usar en cualquier tienda o comercio de la zona del euro (todos los socios de la Unión Europea salvo Bulgaria, Dinamarca, Hungría, Polonia, República Checa y Rumanía) que acepte pagos digitales. Al igual que los billetes y las monedas, un euro digital sería un bien público, lo que significa que todos los ciudadanos de la zona del euro podrían pagar con él sin tener que pagar más.
La idea es que no se necesitará una conexión a Internet para emplearlo, evitando bloqueos por falta de red. La utilización online del euro digital no permitirá identificar a los usuarios sobre la base de los pagos realizados, por lo que su privacidad se mantiene segura. En la modalidad offline, el euro digital proporcionaría un nivel de privacidad similar al del efectivo, garantiza el BCE.
Y, aunque suene obvio, un euro será siempre un euro, esto es, un euro digital y una moneda de un euro valdrán exactamente lo mismo.
Una tendencia al alza
Uno de los cambios más notables que han traído las tecnologías digitales al sector financiero es el auge de los métodos de pago electrónicos y en esa línea se enmarca esta medida. Ese rápido cambio se aceleró aún más con la pandemia mundial, lo que ha hecho que nuestra economía actual dependa de los pagos en línea y de sus proveedores. Coincidiendo con la adopción de nuevos métodos de pago, se produce una marcada disminución del uso de efectivo.
Recopilar datos sobre el uso global de cash sigue siendo un desafío. Sin embargo, el Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que, a nivel mundial, menos del 20% del valor de las transacciones en "puntos de venta" (en tiendas, vaya) se realizó en efectivo en 2021. Si bien esta cifra varía según las jurisdicciones y el nivel de digitalización de cada economía, todas las regiones del planeta comparten una tendencia común: se espera que el uso de efectivo siga disminuyendo en los próximos años.
Los datos del Banco Central Europeo confirman esta tendencia con un aumento significativo de los pagos con tarjeta en tiendas desde 2016, que se suma a la adopción de otros métodos digitales como los pagos móviles y sin contacto en la zona euro. Un informe de ING desvela que en la Unión Europea hemos pasado de pagar en metálico el 79% de las compras en 2016 a apenas el 52% en el año pasado, 2024. Los pagos con tarjeta, por contra, han pasado del 19% al 39% del total. Si hace casi nueve años sólo un 2% de las operaciones se hacían por otros medios como billeteras, ahora ese porcentaje ha pasado al 4% y se añade una nueva vía: el 6% de los pagos se hacen ya por APP.
En promedio, el BCE observa una disminución del 8% en el uso de efectivo en la eurozona en tan solo dos años. Apenas dos países, Países Bajos y Finlandia, muestran una evolución positiva. Esto podría explicarse por el uso ya generalizado de métodos de pago en línea antes de 2022 y el fin de las restricciones relacionadas con la COVID-19, lo que ha propiciado una recuperación del uso de efectivo.
Además, el panorama de pagos europeo está marcando un rápido cambio hacia el consumo en línea y, en consecuencia, también un descenso en las transacciones en puntos de venta.
A nivel global, todo eso ha llevado a que esta nueva moneda sea un objetivo que comparten todos los grandes bancos centrales, desde la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos, pasando por el Banco de Inglaterra y hasta el Banco Popular de China.

Un segundo: ¿es una criptomoneda?
Un euro digital no sería un criptoactivo, apunta el BCE. Los criptoactivos tienen riesgos y son inestables porque no están respaldados por una institución central ni tampoco son gestionados por ella, la estabilidad de las criptomonedas depende de la fiabilidad y credibilidad de la entidad que las emite.
Los ciudadanos no tienen garantías de poder canjearlos por efectivo cuando lo necesitan. En caso de problemas con las criptomonedas, sus usuarios no tienen a quién reclamar.
En cambio, un euro digital estaría respaldado por la misma institución que respalda ya el dinero en efectivo: el Banco Central Europeo. Al igual que el efectivo, siempre mantendría su valor nominal. Además, en el caso del euro digital, sería el BCE quien decidiría la emisión de nueva moneda digital, mientras que en las criptodivisas las nuevas unidades son creadas (minadas) por los usuarios.
El euro digital estaría sujeto a la normativa bancaria, mientras que las criptomonedas no están sometidas a ninguna regulación.
El porqué de la apuesta
El pasado 8 de abril, el miembro del comité ejecutivo del Banco Central Europeo Piero Cipollone defendió ante la Comisión de Asuntos Económicos y Monetarios del Parlamento Europeo el porqué de este proyecto, en una intervención larga y contundente. Sirve, dijo, para reducir la dependencia en proveedores extranjeros de pagos digitales y, algo no previsto en 2020, cuando se empezó a hablar de euro digital, para hacer frente a los planes monetarios del presidente estadounidense, Donald Trump, con criptoactivos.
Cipollone subrayó que la UE "debe garantizar también que los europeos tengan un medio digital seguro y fiable de pago que complemente" al dinero en efectivo. "Es una debilidad estructural y necesitamos atajarla ahora. La urgencia de preservar nuestra autonomía en defensa y energía ya está extremadamente clara, pero asegurar nuestra autonomía para servicios esenciales como los pagos digitales es igual de urgente", enfatizó.
La dependencia de proveedores extranjeros de pago "debilita el potencial económico y la capacidad de competir" del club europeo, al tiempo que impide "la resiliencia y compromete la soberanía monetaria" del bloque. "No actuar no sólo nos expone a riesgos significativos, sino que también nos despoja de una gran oportunidad", añadió.
Cipollone advirtió de que la "creciente popularidad" de las carteras digitales "expone a los bancos europeos a nuevos flujos de tasas y datos" y, "más recientemente, las medidas adoptadas por la nueva Administración de Estados Unidos para impulsar criptomonedas estables respaldadas por dólares representa dudas para la estabilidad financiera y la autonomía estratégica de Europa".
"Esto podría resultar potencialmente no sólo en más pérdidas de comisiones o datos, sino también en depósitos en euro que se desplacen a Estados Unidos con implicaciones importantes para la soberanía monetaria", añadió, en un aviso que desmiente las acusaciones de la derecha radical de que se busca acumular divisas en el BCE por pura "gula", como ha denunciado por ejemplo la Hungría de Viktor Orbán.
Frente a estos "desafíos", el miembro del BCE defendió una "asociación" público-privada para "retener soberanía" y defendió que "el euro digital sería una piedra angular de dicha asociación". "Ofreciendo una opción digital de pago segura y aceptada universalmente reduciría nuestra dependencia en proveedores extranjeros y esto traería beneficios para todos. El euro digital daría a los consumidores europeos una opción digital de pago simple y segura, gratis para su uso básico", explicó.
Cipollone también argumentó que el euro digital "protegería a los comerciantes europeos de recargos excesivos a esquemas internacionales de tarjetas" y remarcó que "se podría usar también sin conexión" a internet. Además, apuntó que este proyecto "no competirá con iniciativas privadas" sino que, al contrario, "explotará sinergias" y permitirá que las soluciones que plantee el sector privado "ganen tamaño con más facilidad en la UE".
"El mundo de los pagos está cambiando rápido y por eso es crucial avanzar con la legislación del euro digital. Retrasar el euro digital ralentizaría nuestra respuesta colectiva público-privada a estos riesgos", concluyó.

El proceso
En 2020, el Banco Central Europeo inició una fase de investigación para el desarrollo de un euro digital para pagos minoristas de ciudadanos y empresas y ya en 2023, la UE entró en la segunda fase del diseño del euro digital: la fase de preparación.
Antes de finales del presente 2025, el BCE debe finalizar el diseño de la moneda. Esto incluye el reglamento del euro digital, el establecimiento de los límites legales dentro de los cuales se desarrollará la nueva moneda y la selección de los proveedores de la plataforma y la infraestructura. Además, se realizan pruebas para garantizar la conformidad del proyecto con la normativa europea y las necesidades de los usuarios. A finales de este año, el Consejo de Gobierno se posicionará sobre el siguiente paso del proceso.
Estamos, pues, en fase de "preparación". El pasado diciembre, el BCE publicó el segundo informe de situación del proyecto, que da cuenta de los pasos que se han dado. Ya ha actualizado las normas de funcionamiento del euro digital, tras realizar una revisión conjunta con consumidores, comercios y proveedores de servicios de pago.
Concluido el plazo de presentación de solicitudes para seleccionar a posibles proveedores externos, el BCE ha publicado también una convocatoria de licitación y ha iniciado nuevos trabajos de investigación para incorporar las preferencias de diseño de los usuarios del euro digital. Todo debería estar cerrado este año, aunque la Comisión no quiere dar plazos concretos.
Desmitificando
Los partidos de ultraderecha y su prensa y economistas de cabecera señalan que se va a acabar con el dinero físico o que los datos de los usuarios van a volar sin control por el ciberespacio con cada compra, dejando una huella que nos desnuda ante los mercados. "Christine Lagarde, presidenta del BCE, ha decidido junto a oligarcas y políticos globalistas la implantación del euro digital y la eliminación del dinero físico. Control total e invasión de la privacidad. ¿Han preguntado alguna vez a los españoles si les gusta o no esta idea?", ha alertado, por ejemplo, Vox, en su cuenta de X.
El BCE, sin embargo, ha elaborado una lista de desmentidos para poner estos miedos en su sitio. Comienzan explicando que el proceso de debate cuenta, hasta ahora, con el "apoyo de las organizaciones de consumidores y de los comerciantes y de la recepción positiva general por parte de los economistas académicos". Y ha sido la propia Lagarde, la principal dirigente de la institución que controla la política monetaria de la eurozona, la que se ha echado a la espalda la tarea de desmentir esos "bulos".
En diversas intervenciones ha recordado ante estos avisos que “el modelo de pagos actual está en transformación” y “casi la mitad de los consumidores de la eurozona dicen que prefieren pagar sin efectivo, por ejemplo con tarjetas”. “Seguiremos proporcionando efectivo, pero si se utiliza cada vez menos, el dinero público podría perder en última instancia su papel de ancla monetaria para el modelo híbrido, amenazando su función clave para garantizar la confianza en los pagos”, continuó.
“En ausencia de un ancla pública, la aparición de nuevos tipos de activos digitales podría albergar inestabilidad, y la confusión entre los ciudadanos sobre lo que es dinero y lo que no lo es”, añadió la presidenta del BCE, en referencia a las criptomonedas. Sobre el Bitcoin y compañía, recalcó que son activos sin respaldo, especulativos, “demasiado volátiles para actuar como medio de pago”.
Y, por otra parte, lamenta el riesgo “de dependencia de medios de pagos extranjeros con consecuencias para la autonomía estratégica de la eurozona. En la actualidad, más de dos tercios de las operaciones de pago con tarjeta son gestionadas por empresas con sede fuera de la UE”.
“Diseñando dinero público digital, podemos adelantarnos a estos acontecimientos y garantizar que la confianza en el sistema monetario se mantiene y se fomenta la innovación”, anunció Lagarde. “La emisión de una moneda digital sí que sería para salvaguardar la confianza de que un euro es un euro”, insiste.
El economista Martín Recio explica que que la UE parte de un sistema que "no es reduccionista y limitante", como dicen los ultras, y menos aún "deja tirados a los que más lo necesitan", como dicen en unas de sus críticas habituales a los burócratas de las instituciones europeas. "El hecho de que se garantice la convivencia del euro digital con el físico supone justo no excluir al sector más vulnerable", indica. "Garantizado ese acceso doble, el paso dado hacia la CBDC es insoslayable, a nivel europeo y mundial, y será positivo para la sociedad por agilidad y versatilidad. En estos tiempos, hay que exigir garantías y habrá garantías. Es impensable que la UE vaya a hacer una chapuza sólo por afán de concentración de poder", dice.
A la pregunta de si se podrán conocer datos más fácilmente sobre los compradores, por dejar más huella, elude la queja porque, recuerda, "ya existe" un control. "Sacamos el dinero físico de un banco o un cajero donde ya estamos plenamente identificados y, además, ya existen limitaciones que complican el pago en efectivo, sobre todo en grandes sumas. Hay rastro. Casi nadie usa cash para pagar algo por encima de los 50 euros", insiste. Los Veintisiete han pactado impedir pagos en efectivo superiores a 10.000 euros para frenar el blanqueo.
No descarta que se "amplíe" esa huella, pero lejos de lamentarlo, dice que es "esencial" en la lucha contra los delitos financieros, cada vez más refinados. La UE está "convencida de la bondad de esa pelea" y el euro digital sólo "profundizaría en ella". "No sé quién puede tenerle miedo a la transparencia", incide. Recio, eso sí, reclama "esa misma transparencia" al BCE, a los mediadores que procesan datos, a las empresas intermediarias y a los registros finales, para que los datos de los usuarios no se usen más que para lo que se pretende: comprar y vender. "Es cuestión de cumplir la ley", remata.
Cubierto el flanco de la seguridad, queda la queda de que el BCE va a concentrar el poder y a estrangular a los bancos privados. Tampoco lo ve el economista sevillano, que entiende que lo que se dan "son garantías", un "respaldo" a ese dinero superior al que se otorga en otras firmas, y eso va a redundar en "más uniformidad" y más "estabilidad" si llega una crisis, una especie de ancla. Hay que ser cuidadosos en el proceso. "Los ciudadanos podrán tener su dinero en el banco central y eso supone reducir el poder a los bancos, toda vez que una parte importante de los depositantes se irían al BCE o a los bancos centrales de cada Estado", dependiendo de cuál sea el diseño final de la moneda por parir.
Hay que evitar, dice, que la banca se resienta ante lo que califica de "revolución necesaria". "Tendremos que buscar un equilibrio entre el sistema tradicional y el nuevo y eso se logrará con franqueza y diálogo y buena disposición, pero el beneficio es mayor: facilidades a los europeos y seguridad para el euro", zanja.

La visión española
El pasado marzo, el gobernador del Banco de España, José Luis Escrivá, defendió en el V Observatorio de las Finanzas, organizado por el diario El Español, la implementación del euro digital o CBDC europea "Estamos en un mundo que pide profundizar en nuestra autonomía estratégica y reforzar los elementos que identifican nuestra soberanía europea. ¿Y qué hay más importante en la identidad de Europa que la moneda, el euro?", se preguntó.
"En el mundo actual hay animales raros", dijo en referencia a las criptomonedas, que "están poniendo en peligro el monopolio de la moneda de los estados", aseguraba. Y en referencia a EEUU, citado expresamente como un riesgo por el BCE, indicó: "Hay uno que tiene que ver con que la moneda deje de ser pública y que se vaya hacia un modelo de monedas privadas, que, además, tiene un dominio de monedas emitidas desde el otro lado del Atlántico".
"Si algo ha dado seguridad a las sociedades es saber que detrás de la moneda hay un banco central que da confianza, seguridad y credibilidad", sentenció el exministro socialista. Esa es la clave del euro digital y de la voluntad del BCE de implementarlo inmediatamente, enfatizó.