’Dribbling’, pan y fútbol

’Dribbling’, pan y fútbol

Un mundo que se sube poco a escena.

’Dribbling’, pan y fútbol.Teatro Marquina

De los estrenos que ha habido este comienzo de temporada, quizás el de Dribbling en el Teatro Marquina es el más extraño. No porque Ignasi Vidal, su autor y director, haya abandonado su forma tradicional de hacer, muy apegada al teatro burgués y de salón actual. Tampoco por el detonante del conflicto, un posible caso de abuso sexual. El sexo como motor de la acción y el conflicto se ha usado desde los griegos. Sino por situarlo en el mundo del fútbol.

Y es que este mundo se sube poco a escena. A pesar de las legiones de aficionados que tiene y el público potencial que supone. Y siendo como es un mundo que está construyendo imaginario colectivo y formas de pensar a lo largo y ancho del planeta.

Un campo de juego poco aprovechado. Es decir, como lugar en el que jugar, mover, los temas que interesan a la sociedad. Para hacer teatro en presente. Como si el deporte rey no formara parte de la cultura, cuando ocupa a tanta y tanta gente, horas y días. Creando cultura, sobre todo en lo jóvenes.

En esta obra un chaval de unos veintipocos que nació con talento futbolístico ha conseguido, gracias a su representante, una carrera fulgurante que le ha situado en un equipo que no se nombra, pero que se intuye como el París Saint Germain. Un triunfo que parece írsele de las manos por las lesiones de repetición y por una propensión a las juergas que se puede pagar porque él lo vale y porque le sobra el dinero para hacerlo.

En una de estas juergas se va de frenada. Lo hace con una de esas chicas, de las que por lo visto hay cienes y cienes, que se le ofrecen por el simple hecho de ser quien es. Porque a las mujeres, sobre todo a las del entorno futbolístico, les gusta acostarse con una estrella mediática, no se sabe si para disfrutarlo o luego contarlo, o para ambas cosas.

Ellos, que son guapos, ricos y famosos, aceptan y disfrutan el ofrecimiento. Como machos que son no pueden, ni deben, rechazar ese ofrecimiento que es consentido, la posición de famoso poco tiene que ver. Y el hombre, ya se sabe, siempre está disponible y dispuesto. Más si es joven, sano, fuerte, deportista y está bueno.

Que esa disposición dependa de una erección, vamos a dejarlo. Si no es que es gay. Ah, que no, que esta opción no es posible entre futbolistas masculinos. Pero no, no hay homofobia en el fútbol. De hecho, el personaje futbolista de esta historia viste un poco afeminado, bastante, y entre la pandilla con la que sale tiene un amigo gay, que, en palabras de su agentes, es el que le lleva por el mal camino.

Pues bien, este veinteañero con talento para meter goles y poner en jaque con su simple presencia al equipo contrario, está triste y frustrado. No le gusta el equipo en el que juega. Equipo que tampoco le quiere. Y está lleno de achaques a su edad, que ponen en duda su capacidad para seguir jugando.

Por si fuera poco, una doñanadie, con antecedentes de prostitución, le acusa de abuso sexual. Y el periodismo campa a sus anchas en busca y captura de broncas y escándalos que mantengan el circo, llenen periódicos y horas de televisión que entretengan.

¿Cómo gestionar la situación para no perder la oportunidad de volver a casa a jugar en la bien pagada liga de su país? ¿Cómo no perder los suculentos contratos que le hacen a él y a su representante inmensamente ricos, más de lo que nunca podrían haber soñado? Primero, negarlo todo. El equipo en el que juega lo quiere y él quiere seguir jugando. Él es un buen chico. Todo lo bueno que le permite el poderse esconder en los reservados de los antros de lujo en los que se pasa de la raya, real y metafóricamente.

Una gestión que implica dinero, mucho, para tener a los mejores asesores, intermediarios y abogados y poder irse de rositas. Unos asesores que recomiendan que esto se evita emparejándose, casándose, dedicándose a tener hijos y teniendo una familia como dios manda. Poco importa, como dice el futbolista de élite, que él no se vea así en el mundo. Oh no ahora.

Todo esto da lugar a un partido. El partido entre el maduro, cínico y experimentado representante que quiso ser futbolista, que se presenta como esposo y padre de no una, sino dos hijas. Y el joven regateador soltero y sin compromiso que frente a la mala racha se entrega al sexo, las drogas y el rock and roll (en este caso al rap), en vez de a la fisioterapia, la contemplación y la contención que le permite ese pisazo en el que vive y que pocas personas en el mundo pueden pagarse.

  Una escena de ’Dribbling’.Teatro Marquina

Un partido en el que se pueden decir las verdades a la cara. En la que el representante puede enseñarle a ese pobre niño rico, que ni siquiera sabe si quiere lo que tiene, cómo funciona el mundo. Además, de qué hacer si quiere estar y mantenerse en ese mundo. Un mundo en el que se pueden tener deseos inconfesables que, aunque no participe para que se hagan realidad, si se producen puede alegrarse, por muy funesto que sea el deseo.

Aunque siempre en privado. Una cosa es la cara pública y otra, muy distinta, lo que se puede hacer y decir en privado, en lo más íntimo. La típica cultura de la cancelación.

Es en ese debate, en esa dialéctica, donde se encuentra el interés de esta historia. La que mantiene un público, entre el que parece que hay más hombres de lo habitual en un teatro, de hombres que han venido en pareja. Un debate por el que circulan muchos de los mantras o ideas de la sociedad actual sobre las empresas, los negocios, las relaciones y la familia.

Con el sesgo futbolístico tan pendiente de los resultados y los beneficios, como cualquier fría empresa. En la que las emociones tienen una utilidad instrumental si generan consumidores de la marca. Donde se vale lo que se produce. Y si no se produce, apaga cuanto antes y vete.

Un debate escrito a cuchillo, afilado, ágil, que funciona porque sus dos actores saben sostenerlo. Le ponen la energía suficiente desde el lugar adecuado. Siguiendo la metáfora futbolística, saben pasarse el balón, regatearse y tirar a meter gol. Y, a pesar de los tópicos y de reforzar una manera de pensar muy conservadora, apuntalarla, meten el gol.

Un gol del tipo que gusta comentar al aficionado y al profesional. Como en esos programas en los que se comentan las jugadas de la jornada y que ponen hasta las tantas en la radio o en la televisión. Solo hay que ver la cantidad de críticos que están pasando por la platea del Marquina y las críticas que como esta se están publicando y seguirán publicándose. A lo que se añade la cantidad de público que había un miércoles por la tarde en el teatro.

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Como el dramaturgo Anton Chejov, me dedico al teatro y a la medicina. Al teatro porque hago crítica teatral para El HuffPost, la Revista Actores&Actrices, The Theater Times, de ópera, danza y música escénica para Sulponticello, Frontera D y en mi página de FB: El teatro, la crítica y el espectador. Además, hago entrevistas a mujeres del teatro para la revista Woman's Soul y participo en los ranking teatrales de la revista Godot y de Tragycom. Como médico me dedico a la Medicina del Trabajo y a la Prevención de Riesgos Laborales. Aunque como curioso, todo me interesa.