El delicado equilibrio de China ante la guerra de Ucrania

El delicado equilibrio de China ante la guerra de Ucrania

Pekín no sabe bien qué papel jugar: necesita quedar bien con su aliado ruso, no meterse en líos con EEUU y Europa y hacer frente a su compleja agenda doméstica.

Vladimir Putin y Xi Jinping se dan la mano durante una ceremonia en Pekín, en junio de 2018.Alexander Zemlianichenko via AP

“EEUU avisa a sus aliados de que China está dispuesta a ayudar militarmente a Rusia contra Ucrania”. El lunes pasado amanecía con unos titulares del Financial Times y el New York Times que hacían correr goterones de sudor frío por el espinazo: ¿había tomado partido expreso Pekín en esta guerra? ¿Se iba a desequilibrar por completo el inestable tablero de fuerzas y contrafuerzas? ¿Estábamos ya al borde de una nueva guerra mundial?

El Gobierno chino ha negado, rotundo, que vaya a dar paso alguno en ese sentido pero el debate -que estaba sobre la mesa desde el día uno de la invasión- se ha avivado en estos días. Nadie sabe bien cuál va a ser su papel, porque necesita quedar bien con su “prioritario” aliado ruso, no meterse en líos con clientes de peso como Estados Unidos y la Unión Europea y hacer frente a su compleja agenda doméstica mientras las circunstancias lo obligan a mirar al exterior.

Desde el Instituto Europeo de Estudios Asiáticos, la investigadora Rosana Chiriac explica que “por ahora, Pekín juega la baza de la neutralidad”, aunque se trata de una neutralidad “escorada”, siempre tendente a Rusia. “En organismos internacionales como Naciones Unidas se ha negado a condenar la invasión y se limita a pedir una solución diplomática y negociada, pero sin pronunciarse nunca abiertamente sobre la guerra. Es renuente. En sus intervenciones y comunicados, habla de respetar la soberanía y la integridad de todos los países, y eso obviamente incluso al país atacado, que es Ucrania, pero también a Rusia, porque ellos comparten que la extensión de la OTAN al Este de Europa es un peligro para los intereses de Moscú. Lo único que han dicho que implica acción es que “apoya y alienta” los esfuerzos para ofrecer ayuda humanitaria y prevenir una “crisis masiva”, indica.

Sobre la supuesta ayuda militar y económica desvelada por EEUU, su respuesta fue que estábamos ante una noticia “completamente falsa, pura desinformación”. “China ha expuesto su posición sobre la crisis en Ucrania de forma clara y consistente. Jugamos un papel constructivo y evaluamos la situación de manera imparcial e independiente. Denigrar la posición de China no es algo aceptable”, dijo el portavoz de Exteriores, Zhao Lijian, el pasado 14 de marzo. Fue la palabra de uno contra la palabra del otro.

Para la analista, es una respuesta esperada, porque China “habitualmente no entra en guerras como parte directa, salvo en el caso de los llamados hermanos menores, como Corea del Norte o Pakistán, donde su poder de influencia y apadrinamiento es histórico”. Europa, en cambio, “le queda muy lejos” y apoyar a las claras a Rusia complicaría sus relaciones con la Unión Europea (UE), importantes porque el club comunitario es, junto a EEUU, su mejor comprador. “También la obligaría a alterar sus relaciones con la OTAN”, recuerda, y eso tampoco entra en sus planes. Chiriac rescata las declaraciones que el embajador de China en Ucrania hizo a principios de esta semana. “China nunca atacará a Ucrania. Ayudaremos, especialmente económicamente”, dijo Fan Xianrong. Esa parece ser la postura final, por más que comparta muchos intereses comunes con Rusia.

No obstante, el alineamiento con Rusia es “intenso”, afirma que su amistad “no tiene límites” y comparten una misma visión, contraria a Estados Unidos, que forjan lealtades y bloques. “Está en un cruce de caminos. Se sabe de qué lado está y, a la vez, trata de eludir el conflicto. Pasa por apoyar a Rusia retóricamente, pero sin antagonizar más con Washington. Complejo”.

Hay un dato importante que apuntalaría esta decisión de quedar al margen:  “Xi Jinping -el actual mandatario chino- tiene un año muy difícil por delante, con un congreso del Partido Comunista en el segundo semestre del año, y con cambios que le permitirán seguir siendo presidente ya de por vida en noviembre, cambios que ha de ajustar. Es de entender que prefiera tener por delante una situación más tranquila, de ahí que mida mucho sus pasos y, más, de esta gravedad”, indica. Sin olvidar que, hablando de independencias y soberanías, Taiwán aparece siempre de fondo en el caso de China.

Anthony Saich, un experto en China, en una sesión de preguntas y respuestas publicada en el sitio web del Centro Ash para la Gobernanza Democrática y la Innovación de la Universidad de Harvard, expone que hay tres posibles acciones que indicarían que “China se ha aliado con Rusia”, finalmente. Habla del uso de Pekín de un veto, en lugar de una abstención, en cualquier resolución de la ONU para criticar las acciones de Rusia en el Consejo de Seguridad, donde ambos son miembros permanentes; el reconocimiento de un régimen títere en Ucrania establecido por Rusia, si llega a caer Volodimir Zelenski; y una negativa a llamar al ataque “invasión”, incluso después de que se confirmen las muertes de civiles de forma independiente.

Entiende que la decisión de Rusia de poner sus fuerzas nucleares en alerta hace dos semanas, intensificando la crisis, puede hacer que China sea más cautelosa. Lanzar un salvavidas a Moscú en estas condiciones se hace más cuesta arriba y desde luego, entiende, no vendrá por lo militar.

Si no se apunta a un bando formalmente y si no inclina la balanza del dinero, hay analistas que plantean la posibilidad de que China se convierta en un mediador en la guerra entre Kiev y Moscú. Es un país de enorme peso e influencia y su voz puede ser escuchada, eso es lectura común, pero la duda es cuán válido es como interlocutor teniendo las servidumbres que tiene con Rusia. Cómo actuaría llegado un nudo gordiano. Una cosa es levantar el teléfono y otra, estar en el centro del conflicto lidiando con las partes. A China no le va mucho el foco, así que es posible que las opciones sigan siendo las que ahora siguen peleando en un segundo plano, como Israel y Turquía.

El miedo al efecto de las sanciones

China es el socio comercial número uno de Rusia, un papel que reforzó a partir de 2014, cuando se intensificaron las sanciones de Occidente precisamente por la guerra en el Donbás ucraniano ante el levantamiento de rebeldes prorrusos y por la anexión de Crimea por parte de Moscú. Desde entonces, la amistad que era “preferente” es hoy “sólida como una roca”, en palabras del ministro Wang.

Ninguna alianza es eterna, pero cuando el comercio entre las dos naciones alcanza récords históricos de 147.000 millones de dólares pesa. Justo antes del inicio de la guerra, el pasado 24 de febrero, Pekín y Moscú firmaron dos importantes acuerdos que evidencian sus buenas relaciones: el levantamiento de las restricciones para la venta de trigo y cebada rusas en China y la compra por valor de 20.000 millones de dólares de carbón chino para su aliado.

Sin embargo, China no vive sólo de Rusia. La UE es el mayor socio comercial del gigante asiático, que a su vez es el segundo socio comercial de la UE. Ambos están comprometidos, por ejemplo, a una asociación estratégica integral, expresada en la Agenda Estratégica para la Cooperación UE-China de 2020. Lo mismo pasa con EEUU: China es ahora su principal socio comercial. Hay un flanco al oeste al que no puede enfadar en exceso.

Por eso teme que, inclinándose a las clara por Rusia, le afecten las sanciones internacionales impuestas por Occidente a Rusia y que tilda de “ineficaces” para resolver la crisis y hasta de “ilegales”. A eso sí hay miedo. “China no es una parte de la crisis [de Ucrania] y no quiere que las sanciones lo afecten”, dijo este martes el ministro de Relaciones Exteriores, Wang Yi, durante una llamada telefónica con su homólogo español, José Manuel Albares.

EEUU ha avisado de que habrá “represalias” si hay apoyo a Putin y China replica que no aceptará la “coerción” de nadie sobre sus empresas y sus ciudadanos. No obstante, en la reunión mantenida esta semana en Roma por Jake Sullivan, el consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, y el consejero de Estado chino, Yang Jiechi, se acordó “mantener abierta una línea de comunicación”. Hay mensajes cruzados, pero no puertas cerradas.

Los temores de que las empresas chinas puedan sufrir sanciones europeas y estadounidenses por los lazos con Rusia han contribuido a una venta masiva de acciones en los últimos días, que se revirtió el pasado miércoles cuando Pekín prometió que buscaría políticas para impulsar su economía y mantener estables los mercados.

El economista español Juan Carlos Pulido explica que “los bancos chinos no pueden darse el lujo de perder el acceso a los dólares estadounidenses, que son la principal divisa de negocios del mundo, y muchas industrias del país tampoco no pueden permitirse el hecho de privadas de la tecnología de EEUU, a las que el acceso estaría vetado si las sanciones se le imponen también a China por ayudar a Rusia”.

Hila fino y rescata comportamientos que se están dando desde el Gobierno chino, que pasan desapercibidos por la magnitud de la guerra, pero que ya son, dice, “ejemplos de cómo no le está facilitando la vida a Rusia”, por muy aliado que sea, buscando justamente escapar de las sanciones. “Ha permitido que el rublo se desplome frente al yuan, por lo que los rusos tendrán que pagar más en rublos por las importaciones chinas, como teléfonos y coches. Tampoco ha dado el paso de convertir en dólares los 90.000 millones que Moscú tiene en yuanes, a través de reservas. Es la única divisa con la que puede pagar sus deudas internacionales y ya está fuera de plazo. Eso ayudaría a desatascar la situación económica rusa pero complicaría sus relaciones con Occidente”, indica.

Hay más: “hay comentarios bien apuntalados de que China se ha negado a enviar repuestos de aeronaves a Rusia, ahora que no las puede comprar en el mercado occidental, y el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura chino ha paralizado sus proyectos en Rusia y Bielorrusia mientras dura la guerra”, lo que tampoco oxigena la economía amiga. “Estamos ante un impasse en el que hay que ser muy prudentes porque las consecuencias pueden ser graves”, concluye Pulido.