El sentido común o por qué debería aplicarse la doctrina AstraZeneca a la venta de tabaco

El sentido común o por qué debería aplicarse la doctrina AstraZeneca a la venta de tabaco

El criterio de evaluación de riesgos de la vacuna inglesa provoca comparaciones con otras sustancias que atentan contra la salud de los españoles.

Un hombre fumando.Terroa via Getty Images/iStockphoto

Un español a día de hoy tiene acceso a todo el tabaco, la comida basura y los azúcares que quiera, pero no puede elegir ponerse una vacuna que cuenta con el beneplácito de la OMS y la Agencia Europea del Medicamento. ¿Por qué el Gobierno ve el perjuicio de esta última y no el de los anteriores cuando las cifras del perjuicio de una y otros son indiscutibles?

Más de 1.700.000 personas han sido vacunadas hasta la fecha con la vacuna de AstraZeneca en España. Sin embargo, después de que se registraran reacciones adversas en tres personas, Sanidad decidió suspender la inmunización temporalmente. Es decir, se ha frenado un proceso que de manera manifiesta evita infecciones y muertes por un riesgo infinitesimal y consustancial a vacunas y fármacos.

El cigarrillo causa 200 muertes a diario

Desde luego, se trata de una perspectiva interesante, que tal vez deberíamos aplicar desde el sentido común y la proporcionalidad a culpables que estén más allá de toda duda, como las empresas tabaqueras. El cigarrillo causa 200 muertes a diario, es decir, 60.000 personas fallecen por su culpa todos los años. Más de 600.000 desde la aprobación de la modificación de la ley 28/2005 que liberaba de humo el interior de todos los bares al considerarlos espacios cerrados.

A la luz de estos hechos de sobra conocidos cobra sentido decretar la suspensión cautelar con carácter inmediato de la venta de tabaco. La medida iría acompañada de una investigación de la Fiscalía, que se supone que debe perseguir delitos contra la salud de este calibre, para que las cuatro corporaciones comercializadoras de cigarrillos en España vayan desfilando ante un tribunal de crímenes contra la humanidad.

El médico vasco Joseba Zabala, coordinador de la iniciativa ciudadana XQNS, ha reaccionado en su cuenta de Twitter con un titular al estilo El Mundo Today en el que anunciaba que Sanidad suspendía la venta de cigarrillos, ya que está más que demostrada la muerte de 28.000 personas al año solo por cáncer de pulmón.

Por otro lado, el enfermero Perdidue tuiteó que “con toda la evidencia que hay sobre el tabaco y su relación con la aparición de enfermedades cardiovasculares potencialmente mortales (incluyendo trombosis), no entiendo cómo no se ha suspendido temporalmente la venta de esa mierda”. Habrá que permitirle hablar en plata.

Como recuerda Miguel Ángel Reinoso, especializado en datos estadísticos sobre covid19, en Reino Unido se han administrado casi las mismas dosis de AstraZeneca y Pfizer —sobre 10 millones de cada una— y se ha notificado una posible relación con una embolia pulmonar, desencadenada normalmente por trombos, en el 0,00013% de los casos para AstraZeneca, es decir, 13 casos, y 0.000015%, o 15 casos, para la suministrada por Pfizer. Es sorprendente lo pronto que se deja de vacunar a decenas de miles de personas que estarían deseando hacerlo y lo mucho que se tarda en enfrentarse a la industria del cigarrillo, cuya letalidad anual suma nueve millones de personas en todo el mundo.

El enfado de gran parte de la sociedad hacia las contemplaciones con las que el Estado trata a la industria tabaquera es palpable. En primer lugar, los estancos fueron considerados establecimientos esenciales, como si fueran farmacias o supermercados, durante lo más duro del encierro de marzo de 2020. Meses más tarde, en agosto, descubrimos que la obligación de llevar mascarillas para impedir la transmisión de la covid no se aplica a los fumadores, que retienen el privilegio de intoxicarte el tapabocas bajo unos ficticios dos metros. Por último, Sanidad no se ha atrevido a prohibir el tabaco en las terrazas de hostelería. En comunidades como Andalucía han desaparecido los ceniceros de las mesas y un buen número de hosteleros colocaron el cartel de “prohibido fumar” en las terrazas exteriores. Sin embargo, la falta de valentía del Gobierno deja sin valor esta medida pues no ha sido capaz de respaldarlo con una prohibición real.

Ya está bien. Las más de 70.000 muertes contabilizadas por covid deben permitirnos hacer las conexiones pertinentes para reconocer la atrocidad que supone permitir la venta de tabaco. Los estoicos reclaman la claridad para ver la realidad como una de las virtudes básicas y ha llegado el momento de juzgar al cigarrillo por lo que es, un arma de destrucción masiva al servicio del beneficio económico de una élite y a expensas del resto de la sociedad.

El tabaco no es solo una cuestión de salud, sino de derechos civiles violados sistemáticamente por las corporaciones tabaqueras. No es un hecho demasiado conocido en España, pero en 1995 el Congreso de los EEUU obligó a comparecer a los ejecutivos de las siete mayores empresas fabricantes de cigarrillos, los cuales mintieron a sabiendas, negando que la nicotina de sus productos causaban adicción. En concreto, Phillip Morris ocultó al público dos estudios con animales en 1983 y 1985 que probaban que los mismos se volvían adictos a la nicotina.

Estos mismos ejecutivos, interpelados por el Congreso, declararon que preferían que sus hijos no fumaran jamás. Curiosamente, en Nofumadores.org, preocupados porque los adolescentes españoles tienen un acceso sin restricciones al tabaco y comienzan a fumar antes de los 14, decidimos preguntar a la sociedad española  “¿A qué edad quiere usted que su hijo comience a fumar?” La respuesta, incluyendo más de un tercio de hogares de fumadores, fue “a ninguna”, en el 97% de los casos.

Sin duda, ha llegado el momento de un final de partida para el tabaco. Sería fantástico leer en las noticias, y no en El Mundo Today, que se les aplica la doctrina AstraZeneca y su venta se suspende desde mañana mismo. Aunque no sea así, hay que ir por el camino de un final de juego, un cambio de paradigma que corte la hierba bajo sus pies, con medidas valientes que suban el precio de la cajetilla a 10 euros, con el empaquetado neutro y las playas y terrazas de hostelería libres de humo.

Hay que cambiar del paradigma del control del tabaquismo al de hacerle jaque mate. A este monstruo hay que empequeñecerlo antes de poder ahogarlo porque si no seguirá alimentando su beneficio con la muerte de decenas de miles españoles. Resulta increíble que seamos capaces en un par de años de acabar con una pandemia vírica y que permitamos la cronificación de otra de origen industrial y conocido.