El último estudio sobre el coronavirus hace temer, aún más, la llegada del otoño
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El último estudio sobre el coronavirus hace temer, aún más, la llegada del otoño

Según esta investigación, el aire húmedo puede prolongar hasta 23 veces la vida útil de las gotas cargadas de virus.

Buenos Aires, Argentina, el 13 de agosto de 2020.Carol Smiljan/NurPhoto/Getty Images

Con el mundo inmerso en plena oleada de rebrotes de coronavirus, el último estudio de Universidad de Missouri (EE UU) no hace presagiar nada bueno para los meses que están por venir, principalmente en el hemisferio norte.

Aunque todavía se sabe poco sobre cómo se transporta el virus por el aire (más allá de actividades respiratorias naturales, como respirar, hablar y toser), varios científicos de esta universidad americana han publicado en la revista Physics of Fluids una investigación sobre cómo el flujo de aire y el flujo de fluidos afectan a las gotitas exhaladas que pueden contener el virus y apunta a que el aire húmedo puede prolongar la vida útil de las gotas de aerosol cargadas de virus.

La humedad puede extender la vida útil del virus hasta 23 veces

Su modelo incluye una descripción más precisa de la turbulencia del aire que influye en la trayectoria de una gota exhalada. Los cálculos con su modelo revelan, entre otras cosas, un efecto importante y sorprendente del aire húmedo. Los resultados muestran que la alta humedad puede extender la vida útil en el aire de las gotas de tamaño mediano hasta 23 veces.

Las gotitas exhaladas en el aliento humano normal vienen en una variedad de tamaños, desde aproximadamente una décima parte de un micrón hasta 1.000 micrones. A modo de comparación, un cabello humano tiene un diámetro de aproximadamente 70 micrones, mientras que una partícula de coronavirus típica tiene menos de una décima parte de un micrón. Las gotitas exhaladas más comunes tienen un diámetro de 50 a 100 micrones.

Las gotitas exhaladas por un individuo infeccioso contienen partículas de virus, así como otras sustancias, como agua, lípidos, proteínas y sal. La investigación consideró no solo el transporte de gotas a través del aire, sino también su interacción con el entorno circundante, particularmente a través de la evaporación.

Los investigadores utilizaron una descripción mejorada de la turbulencia del aire para tener en cuenta las fluctuaciones naturales de las corrientes de aire alrededor de la gota expulsada. Pudieron comparar sus resultados con otros estudios de modelado y con datos experimentales sobre partículas de tamaño similar a las gotas exhaladas.

El modelo mostró una buena concordancia con los datos del polen de maíz, que tiene un diámetro de 87 micrones, aproximadamente el mismo tamaño que la mayoría de las gotas exhaladas.

El aire seco tiende a acelerar la evaporación natural

La humedad afecta el destino de las gotas exhaladas, ya que el aire seco puede acelerar la evaporación natural. En aire con 100% de humedad relativa, las simulaciones muestran gotas más grandes que tienen 100 micrones de diámetro que caen al suelo aproximadamente a 1,8 metros de la fuente de exhalación. Las gotas más pequeñas de 50 micrones de diámetro pueden viajar más lejos, hasta 5 metros en aire muy húmedo.

El aire menos húmedo puede retardar la propagación. A una humedad relativa del 50%, ninguna de las gotas de 50 micrones viajó más allá de los 3,5 metros. Los investigadores también observaron un modelo de chorro pulsante para imitar la tos.

Distancia de seguridad y mascarilla, más importantes que nunca

“Si la carga de virus asociada con las gotas es proporcional al volumen, casi el 70% del virus se depositaría en el suelo durante la tos ―señala el autor Binbin Wang―. Mantener la distancia física remediaría significativamente la propagación de esta enfermedad al reducir la deposición de gotitas sobre las personas y al reducir la probabilidad de inhalación de aerosoles cerca de la fuente infecciosa”.

En efecto, estos hallazgos ponen de manifiesto que mantener la distancia interpersonal de dos metros resulta imprescindible, así como el uso de mascarillas para evitar la propagación del virus y protegerse de las gotitas que expulsen los demás.

Todo ello, cuando se acerca la vuelta a las aulas, que precisamente coincide con el final del verano y la llegada del mal tiempo al hemisferio norte.