La chica sueca

La chica sueca

Aseguran que el movimiento que lidera la joven Greta no es casual, que hay grandes intereses empresariales... No lo creo.

Greta Thunberg da un discurso en la ONU. Reuters

Podría decir directamente la niña, que la imagen que transmite esta frágil rubia, con sus trenzas y su mirada como ausente (dicen que por síndrome de Asperger), no es ni mucho menos la de una adolescente atrevida y dispuesta a comerse el mundo.

Pero sus 16 años convierten a Greta Thunberg en una chica, a un paso de la edad adulta y ya superada esa niñez inocente que muestra su imagen. Nos sorprendió a todos en su país, en lo más crudo del invierno, reclamando viernes tras viernes acciones contra el cambio climático. Viernes por el futuro.

El futuro ha ido para ella casi tan deprisa como va la degeneración del planeta Tierra. Ha esparcido su nombre por toda Europa, por el mundo entero. La ha llevado en volandas hasta la mismísima ONU. La chica sueca de apellido imposible se ha convertido en Greta, sin más, y ha pasado a formar parte de nuestras conversaciones diarias.

Es muy bonito pensar que una chica, casi una niña, puede remover por sí sola las conciencias de millones de personas.

Y ha puesto a trabajar a la maquinaria de los ricos y poderosos, los que no sufren nada de lo que está pasando, y nunca están en medio de una inundación, de una granizada salvaje, de los que jamás pasarán hambre ni sed por una sequía que deja sin el pan y la sal a millones de personas. De los mismos que pretenden hacernos creer que no hay compromiso ni inocencia en las acciones de la chica sueca, que sólo es una marioneta de determinados movimientos que han fabricado una cara fresca para sus suculentos negocios a cuenta del cambio climático.

Se han apresurado a poner en tela de juicio la espontaneidad de la protesta, y aseguran que el movimiento que lidera la joven Greta no es casual ni improvisado, que hay grandes intereses empresariales y económicos detrás de la activista. Que lo que llaman el lobby de la energía verde se están frotando las manos ante los suculentos contratos que pueden conseguir si cambia el modo de producir energía. Si cambian de mano los réditos empresariales.

No lo creo. No me quiero creer semejante mezquindad, porque aún tengo cierta esperanza en el ser humano. Y porque es muy bonito pensar que una chica, casi una niña, puede remover por sí sola las conciencias de millones de personas.

Este post se publicó originalmente en el blog de la autora.