Las nueve de la tarde

Las nueve de la tarde

Hace ya bastantes años que asumí que soy el único ciudadano del Estado español que está a favor del cambio de hora.

Un hombre mira su reloj de pulsera.Mattin Ott via Getty Images

No, en serio, no se molesten en escribir comentarios a esta columna mostrando su desacuerdo: hace ya bastantes años que asumí que soy el único ciudadano del Estado español que está a favor del cambio de hora. Tres amigos tenemos la costumbre desde hace décadas de reunirnos el viernes previo para repetir palabra por palabra la misma discusión. “Debería quedar ya fijo el horario de invierno”. “¿Estás loca? ¿Para qué quieres que amanezca a las cinco de la mañana en junio? Con lo bonito que es que no anochezca hasta las diez... Debería quedar ya fijo el horario de verano”. “¿Estás loco? ¿Cómo va a amanecer a las nueve y media en diciembre?”. Entonces yo digo “deberíamos mantener el cambio de hora. Tiene lo mejor de los dos horarios”. Y los dos amigos se vuelven contra mí.

Ellos: “Pues el otro día un experto decía que causa problemas físicos y psíquicos”. Yo: “¿Tú has visto alguna vez a un experto diciendo que el tema por el que le preguntan no tiene la menor importancia?”. Ellos: “Es un lío, todo el tiempo el reloj para arriba o el reloj para abajo”. Yo: “Te ocupa un minuto dos veces al año. El año tiene medio millón de minutos”. Ellos: “He leído que hasta los pájaros se desorientan”. Yo: “No, no has leído eso. Créeme”. Ellos: “Yo ando aturdido durante días”. Yo: “El verano pasado fuimos a Canarias. No te noté aturdido, salvo tras el sexto gintonic”. Ellos: “No es sano quitarle horas al sueño”. Yo: “Quítasela al día previo o al posterior”. Ellos: “No sé cómo funciona el reloj del coche. Lo tengo seis meses con la hora que no es”. Yo: “Rápido, llama a la Unión Europea y cuéntales eso”.

Sin Cristina Pedroche que valga, acudo todos los años a la Puerta del Sol a comerme doce fresas justo cuando las dos de la madrugada se convierten en las tres

A pesar de Joaquín Sabina, el conde Drácula y Pocholo Martínez-Bordiú, la especie humana es una especie diurna. Pero la variabilidad de las horas de luz a lo largo del año que se registra entre el Trópico de Cáncer y el Círculo Polar Ártico hace difícil fijar un único horario adecuado para los doce meses. Podríamos ir cambiando los horarios de los centros laborales, educativos o comerciales según sea verano o invierno. Pero a lo mejor es más sencillo cambiar los relojes y recordar a la ciudadanía que, hasta donde se lo permita el capitalismo, sigue siendo legal comer, dormir y amar a las horas que cada uno prefiera. Tan lingüística es la condición humana, que con frecuencia la realidad se pone al servicio de las palabras y no al revés. No, no es el sol el que se ajusta al reloj, sino el reloj el que se ajusta al sol.

El cambio de hora de hoy marca el comienzo del verdadero año nuevo. Sin Cristina Pedroche que valga, acudo todos los años a la Puerta del Sol a comerme doce fresas justo cuando las dos de la madrugada se convierten en las tres. Es la única navidad que me gusta celebrar. Cada diciembre nos parece imposible de conseguir, pero cada marzo lo conseguimos. Y nos merecemos ganar esta hora perdiéndola. Aunque alguna gente no sea capaz de cambiar la hora en el reloj del coche, aunque los pájaros se desorienten (¿?), digan lo que digan los expertos, nada hay comparable a esa alegría elemental que nos va a entrar hoy cuando reparemos en que las nueve de la noche se han convertido en las nueve de la tarde. Queridísimos lectores, todos en desacuerdo con esta columna, ¡feliz año nuevo!

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciado en Filosofía y doctor en Psicología. Es profesor titular de Psicología Clínica de la Universidad de Oviedo desde antes de que nacieran sus alumnos actuales, lo que le causa mucho desasosiego. Durante las últimas décadas ha publicado varias docenas de artículos científicos en revistas nacionales e internacionales sobre psicología, siendo sus temas más trabajados la conformación del yo en la ciudad actual y la dinámica de las emociones desde una perspectiva contextualista. Bajo la firma de Antonio Rico, ha publicado varios miles de columnas de crítica sobre televisión, cine, música y cosas así en los periódicos del grupo Prensa Ibérica, en publicaciones de 'El Terrat' y en la revista 'Mongolia'.