El mundo en 2023: los temas que marcarán la agenda internacional

El mundo en 2023: los temas que marcarán la agenda internacional

La guerra de Ucrania ha sido la bola blanca del billar, golpeando las dinámicas de bloques, la crisis económica o la transición verde. Esto es lo que nos espera según el CIDOB.

El cuerpo de un soldado sin insignias, posiblemente ruso, yace junto a un tanque destrozado en una carretera a las afueras de Jarkov, el primer día de la invasión rusa, 24 de febrero de 2022. MAKSIM LEVIN via REUTERS

“Como en una mesa de billar americano, la guerra en Ucrania es la bola blanca que ha impactado sobre las distintas transformaciones y crisis en curso que, proyectadas por la fuerza centrífuga que supone el nuevo escenario bélico, se mueven sobre el tablero, colisionando las unas con las otras, aumentado así la sensación de desorden y aceleración global, de incertidumbre geopolítica y de agitación social. ¿En qué momento se detendrá cada una de estas bolas que ahora están bajo el impacto de la confrontación armada en Ucrania? ¿Qué grado de desorden imperará en ese preciso momento? ¿Cuál podría ser, entre tanta crisis, la bola negra que, si cae por la tronera antes de tiempo, derive en una nueva amenaza existencial?”.

La imagen no puede ser más gráfica: el 24 de febrero de 2022, contra la mayoría de los pronósticos, Rusia inició su “operación militar especial” sobre Ucrania, o sea, invadió el país vecino, inició una guerra en el corazón de Europa y aquí estamos, diez meses después, tratando de encajar aún semejante golpe, que alteró las agendas, las urgencias, las alianzas del mundo, que ha puesto en riesgo hasta su pan y su calor. La cita proviene del informe El mundo en 2023: diez temas que marcarán la agenda internacional, que elabora el Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB) en colaboración con EsadeGeo. Un estudio que se aleja de las certezas inmutables y los vaticinios de oráculos, que reconoce la “complejidad” de las crisis del planeta y que señala los que serán los protagonistas de los titulares de los próximos 12 meses.

Pol Morillas, director del CIDOB, explica que ya teníamos muchos retos que desestabilizaban el tablero internacional y esta guerra ha sido la última gran sacudida. Cita la crisis económica, la energética, la transición climática, las tensiones entre bloques, el posicionamiento de las grandes potencias y de las medianas que aspiran a más. “2023 puede ser el año en el que se aceleren las fracturas geopolíticas, sociales y de acceso a bienes básicos”, indica, un tiempo de “naturaleza compleja”, que “no se puede explicar con parámetros fijos” ni se salva con “reduccionistas recetas”, y que estará marcado por la descomposición de los sistemas de seguridad conocidos, un aumento del malestar social y la capacidad de los gobiernos de buscar soluciones.

Será el año “que pondrá a prueba los límites individuales y colectivos” por la llamada “permacrisis” el empeoramiento de la vida general que ha pasado de los geopolítico a la energía y los salarios y los bienes básicos. “Es a partir de ahora que el mundo empezará a notar el verdadero alcance y profundidad del impacto global de la guerra. No estamos solo ante una crisis de dimensiones ingentes, sino ante un nuevo proceso de cambio estructural que no sabemos aún dónde termina”, constata el estudio.

Cambios acelerados

La coordinadora del texto e investigadora del CIDOB, Carme Colomina, detalla que la idea del billar da cuenta de la “aceleración” y la “volatilidad” del momento, cambios ya en proceso acelerados o modificados por la fuerza del drama ucraniano. Cita las fracturas geopolíticas ya existentes, las diferencias sociales y de acceso a los recursos. La seguridad está especialmente resentida. Desde la invasión de Ucrania, los paradigmas “han cambiado drásticamente”, indica. Por un lado, “hemos asistido a una revitalización del papel de la OTAN, mientras que, por el otro, las imágenes de la invasión militar rusa aceleraban la percepción de descomposición del sistema de seguridad internacional, aumentando la sensación de vulnerabilidad y desorientación estratégica que acompaña los cambios estructurales actuales”.

El informe señala que se han generado “nuevos vacíos de poder” y se profundiza en “la inestabilidad y la violencia”,” hasta el fortalecimiento de un minilateralismo que busca tejer espacios alternativos de seguridad compartida ante desafíos geoestratégicos”. En este contexto, una negociación sobre Ucrania necesitará un marco o instrumento que funcione y, por ahora, los espacios existentes –los acuerdos de Minsk y la intermediación de la (OSCE)– han fracasado, destacan. Todo, con una guerra que prevén larga, “congelada, cronificada”, sobre todo en el este del país.

  Ursula von der Leyen y Volodimir Zelenski, el pasado septiembre, durante la visita de la presidenta de la CE a Kiev. SERGEI SUPINSKY via Getty Images

Se espera que en 2023 la división europea sobre el futuro de la relación de la UE con Rusia resurgirá con más fuerza, en un momento en el que, pese a la unidad mostrada en la ayuda a Kiev, por ejemplo, existe de fondo una “desorientación estratégica” de las potencias occidentales, que sufren una “crisis de su poder hegemónico”. También de ciertas organizaciones internacionales como las Naciones Unidas, cuya capacidad de influencia “se va evaporando, va desapareciendo”.

Competencia e incertidumbre

Frente a ellas, en esta pelea o aceleración de la competencia estratégica que es el primer gran tema que destaca el informe, están los países “con vocación global y que se resisten a un mundo bipolar”. Hablamos de India, Turquía, Arabia Saudí o Irán, los “otros” que quieren un espacio propio y cuyas relaciones con EEUU, China o Rusia influirán más allá de sus fronteras. “No estamos ante un mundo dividido en dos bloques estancos, sino en plena reconfiguración de alianzas, que obliga al resto de actores a resituarse ante las nuevas dinámicas de competición estratégica”, señala el dossier.

Colomina destaca que no son fenómenos que afecten sólo a un marco genérico, sino que todo lo que pasa cuaja en “experiencias individuales”, que se traslada a cada familia que necesita pagar la cesta de la compra o la factura de la luz y que se verán “más amenazadas” por estos vaivenes en 2023, con lo que la sensación de “fragilidad” será una constante. Y cuando las cosas no van bien, cuando el malestar cala, llegan las protestas. “La incertidumbre de lo que viene después, el ver dónde acaba el proceso transformador, se puede ver incrementada”, señala. Ahí están, cual botones, las huelgas en Franciaen Reino Unido.

La analista señala, pese a todo, que la oleada de protestas creciente no está logrando cambiar las cosas, “ha decrecido su capacidad de impacto”, la fuerza de la calle “ha perdido musculatura” y eso lleva “a la frustración”. Queda el grito, pero no es consuelo, y entonces puede caerse en la “fractura de esos movimientos”. Es lo que está pasando en causas asentadas como el ecologismo o el feminismo, con tensiones internas al alza. “El incremento de la protesta pacífica ha coincidido también con la normalización de la violencia como herramienta política, tanto por parte de los aparatos de represión de los estados como entre sectores de la sociedad especialmente reaccionarios”, además. Más mano dura, menos conquistas.

Todo de desgasta, hasta los fundamentos democráticos que tan asentados creemos que están en eso que antes se llamaba primer mundo. “La democracia va perdiendo valor”, se va desgastando, constata la especialista.El informe sobre el estado de la democracia en el mundo del instituto V-Dem advierte que el nivel de democracia del que ha gozado la ciudadanía global en 2022 “ha bajado a los niveles de 1989”. Los últimos 30 años de avances democráticos han quedado borrados del mapa, indican. Sin embargo, no solo la democracia está bajo presión, sino que las autocracias electorales también tienen un año “con muchos interrogantes por delante”.

Se ve, sin comicios, en China e Irán, donde al finales del presente año se han producido protestas que han puesto en jaque a sus regímenes, por las medidas anticovid en el primer caso y por la falta de libertades, especialmente de las mujeres, en el otro. En la Rusia de Vladimir Putin hay contestación interna. En Turquía habrá elecciones y nadie sabe qué pasará en la época post Erdogan. El 70% de la población mundial, más de 5.000 millones de personas, vive bajo dictaduras.

En 2023 veremos “cómo algunos de estos liderazgos autoritarios están cada más cuestionados, ya sea por divisiones internas dentro del propio sistema o por la fuerza de movimientos opositores” y hombres de peso en el mundo ultra, como Jair Bolsonaro o Donald Trump, parecen haber caído en desgracia (por lo electoral o lo judicial) y está por ver cómo afecta eso a las corrientes radicales que los sustentan y que contagian a otras latitudes.

  Recep Tayyip Erdogan y Vladimir Putin, el pasado agosto, reunidos en Sochi. Anadolu Agency via Getty Images

Las transiciones en colisión

Los especialistas del CIDOB sostienen, además, que las transiciones verde y digital, que parecían ir de la mano hacia la construcción de un mundo más sostenible, han entrado en “colisión”. Son víctimas colaterales de las acciones rusas en Ucrania y el impacto de las sanciones sobre Moscú, que “han alterado mercados, dependencias, compromisos climáticos e incluso los tiempos previstos para afianzar la apuesta por energías alternativas”. En el plano energético, el mercado se ha dado la vuelta. Aún nadie sabe si para bien o para mal. Organismos como la UE buscan desesperadamente proveedores que rebajen su dependencia del suministro ruso, mientras trata de impulsar su agenda verde con inversiones milmillonarias. Pero, también, se está acudiendo de nuevo al carbón como sustitutivo y se ha reavivado el debate sobre las nucleares.

Tras el invierno, “el mundo deberá buscar nuevos proveedores de energía más allá de Rusia, lo que abrirá una nueva competición global que mantendrá los precios en alza, pero también reforzará la apuesta por las renovables. Sin embargo, tanto la transición verde como la digital aceleran otro tipo de competición geoeconómica: en 2023 la dependencia de las llamadas tierras raras –y sus países productores– ganará centralidad. Además, a medida que el proceso de digitalización se acelera y se extiende, también lo hace su impacto en el medio ambiente y el cambio climático”, indica.

La economía, que todo lo mueve, se ha visto obviamente resentida por todo lo anterior y en los próximos 12 meses no escapará a la resaca. Víctor Burguete, investigador senior del CIDOB, aborda en el dossier esta vertiente afirmando que la inflación “va a seguir siendo protagonista” el el nuevo año pero, esperanzadoramente, señala que parece que ya “ha tocado techo”. El mundo, recuerda, venía de una recuperación incompleta tras la pandemia, pero estaba en fase optimista, de crecimiento, cuando la guerra europea todo lo cambió. La subida de precios, empezando por la energía y los combustibles, ha sido un mazazo. No obstante, estima que las subidas de los tipos de interés se podrían ir suavizando. Aún así, más allá de estas pequeñas luces, emplea la palabra “pesimismo” para referirse al año por llegar.

Según las previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI), el crecimiento económico mundial para el año próximo será del 2,7%, la cifra más baja desde 2001, con la excepción de 2020 por el impacto del coronavirus. “En algunas regiones del planeta, el riesgo económico, monetario y social dibujará un año altamente inflamable. El riesgo de que una crisis de deuda se amplíe en las economías emergentes durante 2023 está aumentando. Sri Lanka ha sido la primera alarma. Algunos de los países que en 2023 presentarán una situación más delicada son Pakistán, Egipto o el Líbano”, indica el texto. Se llama desesperación.

La “rivalidad geopolítica, una nueva confrontación por los recursos naturales, los efectos de un debilitamiento de la gobernanza global y de la cooperación internacional” están y estarán complicando el acceso a bienes básicos, ahondando en las desigualdades. El hambre, que debería estar en vías de erradicación, está subiendo como no se esperaba, en parte por la falta de grano ucraniano. “El mundo se enfrenta a una crisis alimentaria sin precedentes y sin final aparente”, concluyen los analistas, lo que sumado a los precios de la energía, abocan a poblaciones incluso bien pertrechadas como las europeas a un claro empobrecimiento. Es por eso que 2023 “será un momento de poner a prueba los límites de la solidaridad entre los países de la UE”, para saber si el compromiso con Ucrania está por encima de los bolsillos domésticos, si la fatiga de guerra de traslada también a los aliados, algo que Rusia aguarda como agua de mayo.

Burguete también sostiene que se propiciado “un retorno a la regionalización geoestratégica”, que estamos “ante una reglobalización o regionalización de geometría variable; ante un desacoplamiento selectivo, de doble circulación”. “La integración seguirá, especialmente en aquellos sectores donde la conectividad o la necesidad mutua es vital para el desarrollo de los actores y, en cambio, el desacoplamiento sucederá en sectores estratégicos de la confrontación geopolítica, como la tecnología, la seguridad y la defensa”, sostiene el documento.

  Protesta contra el gas y el carbón rusos, en Varsovia (Polonia), el pasado 28 de octubre. NurPhoto via Getty Images

Al límite

Más allá se inquietantes citas al Armagedon y de relojes del fin de los tiempos,  es cierto que los riesgos de una escalada bélica, incluyendo un ataque o un accidente nuclear, están ahí, “ha subido enteros después de la subida de tono de la retórica rusa de los últimos meses y los bombardeos en las inmediaciones de centrales como la de Zaporiyia en el sureste de Ucrania”, detalla el CIDOB.

De las 12.705 armas nucleares que hay en el mundo, unas 2.000 – casi todas pertenecientes a Rusia o EEUU– están en estado de alerta operativa alta. Es una amenaza que no hay que perder de vista, al igual que las que avisan de otros riesgos, como la creciente agresividad de los fenómenos meteorológicos que, en 2023, que “podrían poner a prueba las insuficientes respuestas globales frente la urgencia de la crisis climática”. Son situaciones límite pero no descartables, con las que hay que contar a lo largo de 2023.

Especialmente pendientes habrá que estar en las cinco regiones del mundo que los analistas ven como especialmente activas: el Sahel, el vecindario de Rusia, Irán, el mediterráneo oriental y Taiwan. En esta última región, la investigadora Inés Arco ha advertido de que “podría ser el próximo escenario de confrontación global”, aunque considera que para 2023 el G20 dio mensajes esperanzadores y es posible que se vea un mantenimiento del statu quo.

En caso de Teherán, Moussa Bourekba entiende que “prevalecerá la línea dura” que el régimen de los ayatolás ha tomado contra los manifestantes que, primero, protestaban por la muerte de una mujer bajo custodia policial tras llevar mal puesto el velo, y luego reclamaron directamente el fin de la Revolución Islámica. Las manifestaciones son una “guerra de desgaste” de consecuencias aún por saber. Y en el caso de Taiwán-China, su colega Inés Arco advierte de que “podría ser el próximo escenario de confrontación global”, aunque considera que para 2023 la reunión Bide-Xi en el G-20 dio mensajes esperanzadores y es posible que se vea un mantenimiento del statu quo.

China, en general, será siempre un foco de atención, por sus relaciones comerciales, defensivas y diplomáticas con Occidente y Rusia, su papel a la hora de refrenar o no a Moscú en el ataque o en las hipotéticas negociaciones con Ucrania y por sus cuestiones domésticas. Arco destaca la flexibilización de la política de covid cero, cuando se estima que el 60% de la población debería contagiarse antes de final de febrero, y la llegada en marzo de un nuevo ejecutivo para los próximos cinco años.

Muchos frentes abiertos y todo un año para verlos... y sufrirlos.