Armisticio sin paz y país partido, la vía coreana que los expertos manejan como posible en Ucrania

Armisticio sin paz y país partido, la vía coreana que los expertos manejan como posible en Ucrania

La guerra encara su segundo año sin visos de negociaciones ni victoria, así que los analistas recuerdan que hay otra salida: la del conflicto congelado. 

Un cartel muestra a los soldados y a los negociadores del armisticio de EEUU, la ONU y Corea del Norte en 1953, en la ciudad fronteriza de Panmunjom.Getty Images

"La guerra puede no terminar y congelarse, como en Corea". Lo dijo el pasado noviembre el jefe de la diplomacia de la Unión Europea, Josep Borrell, en un acto del Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB). Hablaba de Ucrania, claro, esa contienda que se ha antepuesto a la otra cincuentena de sangrías del planeta. Desde entonces y, sobre todo, a raíz del aniversario de la invasión rusa, el pasado 24 de febrero, se ha generado una sólida corriente entre los analistas internacionales que da por posible esa salida al conflicto. No de forma inmediata, pero puede que sí irremediablemente. 

En Asia, las dos partes, recordaba Borrell, llegaron a un armisticio en 1953, con un alto el fuego y una línea de separación entre el norte y el sur. La zona permanece en estado técnico de guerra desde entonces, con estallidos de violencia ocasionales, una amenaza presente de lucha total que dura ya 70 años. Suspensión de hostilidades, pero sin paz.  Es una medida histórica que se inspira directamente en el famoso paralelo 38 que desde 1953 (se cumplen 70 años en julio próximo) evita la guerra entre dos países con un armisticio. Jamás firmaron hasta hoy un tratado de paz.

El origen del conflicto

Fin de la Segunda Guerra Mundial. Al darse por cerrado el frente del Pacífico, tras el feroz enfrentamiento entre Estados Unidos y Japón, la península de Corea, que había permanecido ocupada por el imperio japonés desde 1910 hasta entonces, fue dividida. Se trazó una frontera en el paralelo 38, quedando la franja norte a cargo de la Unión Soviética y la franja sur a cargo de Estados Unidos. Cada superpotencia, tras diseñar esta salida, controló en su área respectiva la constitución de dos nuevos Estados, que quedaron bajo sus correspondientes órbitas: la República Popular Democrática de Corea en el norte y la República de Corea en el sur. Lo que había sido un pueblo quedó separado en dos naciones independientes entre sí pero dependientes de sus padrinos foráneos, los que aprovecharon el conflicto para pelear su propia Guerra Fría. Hasta hoy. 

La guerra de Corea, de la que todo parte, se libró entre 1950 y 1953 entre la parte sur de la península, apoyada por EEUU y la recién parida ONU, y la parte norte, apoyada por la República Popular China y la Unión Soviética.Joseph Stalin, que ya se enfrentaba a varias revueltas internas en las repúblicas soviéticas que querían ser independientes, quiso también recuperar poderío en Asia y dio su apoyo militar a Corea del Norte, que inició con ese aval los ataques contra el sur. La reacción de Washington fue inmediata y, junto a Naciones Unidas, respondió a la agresión. China, que había alterado el orden geoestratégico que la zona con la revolución comunista de 1949, fue con el norte y con Moscú.

Aunque se llevaron a cabo negociaciones para la reunificación de Corea en los meses anteriores a la guerra civil, la tensión se intensificó con escaramuzas transfronterizas e incursiones en el citado paralelo. La escalada de tensión llegó a ser ya guerra abierta cuando la recién nacida Corea del Norte invadió la recién nacida Corea del Sur el 25 de junio de 1950. Los aliados previos de cada cual acudieron a la zona a defender a sus protegidos y sus propios intereses.

Se estima que en los tres años de guerra murieron tres millones de civiles, casi el 15 % de la población del norte acabó muerta, lo que hace de la coreana una de las guerras más sanguinarias de la historia. En el sur se registraron unos 778.000 muertos, mientras que el norte tuvo entre 1,1 y 1,5 millones de fallecidos; se cree que hay 680.000 desaparecidos. Los heridos y mutilados se cuentan por decenas de miles. EEUU y la ONU se dejaron 57.000 vidas, también. China envió un millón de voluntarios, de los que no se sabe cuántos murieron. Cinco millones de coreanos se convirtieron en desplazados y refugiados. 

Fue una guerra especialmente cruenta, con ataques deliberados a civiles y desgaste en infraestructuras (entonces, mucho daño lo hizo EEUU, como recuerda The New York Times, con estrategias similares a las que ahora usa Moscú en Ucrania) y violaciones de los derechos humanos documentadas independiente como pocas veces antes. El abuso sexual a mujeres en ambas partes fue indiscriminado. 

Cómo están las cosas

El Acuerdo de Armisticio de Corea, también conocido como Paz de Panmunjom (por la ciudad de la provincia de Gyeonggi, en la frontera, donde fue firmado) fue el trato de no agresión al que llegaron las partes y que aún resiste, contra viento y marea. Se firmó el 27 de julio de 1953 y puso fin a la confrontación armada entre ambos países. Se creía que el alto el fuego era la antesala de un acuerdo de paz definitivo para la zona, pero eso sigue siendo una quimera. 

La firma de este armisticio conllevó la creación de la zona desmilitarizada entre ambas partes, el famoso paralelo 38, que funciona como frontera y cuenta con un despliegue militar imponente a un lado y al otro de la verja. Pudo verse todo el entramado recientemente, en la visita que hizo el entonces presidente de EEUU, Donald Trump, en 2018. Es una franja divisoria que se puede visitar con limitaciones, a la que a veces se acercan coreanos cuyas familias quedaron cortadas por la separación, para recordar a esos allegados a los que nunca más han podido tocar. Mientras, de fondo, durante años han sonado altavoces con propaganda de los dos lados, tratando de hacerse la guerra hasta con las palabras. 

La línea, tan dura para la población, representa el pacto de no agresión pero, también, la continua tensión que ha caracterizado durante años la relación entre estos dos territorios. Siempre mirándose de reojo, siempre pendientes uno del otro, siempre desconfiando. 

El armisticio sigue vigente, pero las violaciones al pacto del 53 son constantes y han resultado en varias agresiones por parte de ambos países. Actualmente, preocupan las pruebas de misiles y nuevas armas "estratégicas" que está haciendo el régimen de Kim Jong-un. Para mayor tranquilidad del planeta, también posee armas nucleares. 

En este tiempo, Corea del Sur ha sido el principal beneficiario del armisticio sin tratado de paz, porque con la estabilidad interna y la ayuda exterior se ha posicionado como una de las principales potencias mundiales -especialmente en lo económico- y tiene un Gobierno democrático reconocido en el mundo, con buenas relaciones hasta con la OTAN. El norte, en cambio, sigue en manos de la oligarquía familiar de los Kim Jong-il y Kim Il-sung, que mantiene la orientación comunista. Las denuncias por hambrunas y violaciones de los derechos humanos son constantes. 

Las razones para elegir esta vía

La solución a la coreana fue fruto de la auténtica desesperanza. La situación llegó a ser muy grave, con peligrosas ramificaciones. La contienda estaba siendo una carnicería sin cuartel, con crímenes de guerra constantes, con pérdida de vidas inocentes diarias. La guerra en el campo de batalla se había estancado y no había más avances ni más retrocesos. En Ucrania aún se mueven las cosas; allí, no. La victoria o la derrota eran tan posibles como imposible y los momentos de tensión elevada, con riesgo hasta de un enfrentamiento atómico entre Rusia y EEUU, se multiplicaban. 

A todo esto hay que sumar las pérdidas que estaba contabilizando Washington. Llegó un momento en que, con la postguerra mundial recién pasada, el dinero saliendo para la reconstrucción de Europa y un nuevo tiempo por delante, con la Casa Blanca de Dwight D. Eisenhower centrada en la pelea contra Rusia, hacían complicado atender el frente. 

¿Podría replicarse en Europa? La respuesta de los expertos es sí, pero no inmediatamente. El lobista de Defensa Martin Nunes-Kemp sostiene que "hoy por hoy ninguna de las dos partes está dispuesta a hacer concesiones" porque "no ha llegado el momento". "La guerra es dura y el desgaste, elevado, pero no se ha llegado a un punto de no retorno, de bloqueo, de cansancio, de opciones de perder como el de Corea", argumenta. Y, sin embargo, aunque no sea el momento, la opción coreana "por supuesto" que está sobre la mesa. 

"Dividir el país es algo contemplado desde el primer momento. Lo dijeron las propias autoridades de Kiev en marzo de 2022, cuando apenas llevábamos un mes de invasión, y por los pasos dados por Rusia en sus distintas etapas de ofensivas también se ha podido entender por momentos que sería una opción válida, quedarse con el Donbás, al este, o parte del sur. Sin embargo, el afán expansionista de Vladimir Putin puede hacer que insista en ir más allá", indica el lusobritánico. 

Es de los que entiende que la solución a esta guerra "vendrá más por la mesa de negociaciones que por una victoria en el campo de batalla", por lo que la posibilidad del armisticio sin arreglo es "una más". "Ucrania sabe ya que no puede recuperar todo lo perdido en el pasado año, pero no puede hacer concesiones sobre las fronteras previas a ese 24 de febrero de 2022", indica. Si se llega a un "punto muerto militar de facto, sin resolución diplomática clara", puede buscarse la vía intermedia, que se callen las armas mientras en una guerra que ni como tal ha sido declarada aún por Rusia, que la llama "operación militar especial". 

Lo que vendrían después son años de negociaciones, de altibajos en la seguridad, de acusaciones cruzadas, amenazas y provocaciones, poca o ninguna lucha armada... "La paz estará ausente, pero no habrá guerra abierta. Es un plan que los aliados de Kiev no quieren contemplar porque defienden su plena soberanía, violada, pero que, a la vez, hay movimientos que evidencian que se ha instalado el pensamiento de que Ucrania tendrá que hacer concesiones. Dependerá todo también, como en Corea, del aguante de los que ayudan y patrocinan. Rusia es un actor más volátil y menos predecible", afina. 

El investigador Lyle Goldstein, del Colegio de guerra naval de Estados Unidos, ha escrito un análisis para la revista especializada Responsible Statecraft en el que plantea igualmente adoptar un “escenario coreano” como una hipotética solución. Se apoya, por ejemplo, en comentarios como los del presidente de EEUU, Joe Biden, que en octubre dijo que estamos más cerca del Armagedón ahora que en la Guerra Fría, o en las reiteradas amenazas nucleares que hace Putin. "La guerra se prolongó en parte debido a la necesidad de convencer al mundo comunista de que la agresión no paga. En ese entonces, Occidente también quería un 'orden basado en reglas', pero el mundo resultó demasiado desordenado para ese concepto estricto, como también lo es hoy". Al final, Eisenhower, que de guerra sabía lo suyo, mandó parar. 

Con la proximidad del 70° aniversario del Armisticio en julio de este año es para el analista un importante momento que podría dar a Biden una "extraordinaria oportunidad" de actuar como pacificador. Más aún cuando, dice, los rusos ya están dejando de laso sus objetivos de guerra originales y discutiendo activamente el "escenario coreano" para Ucrania. La guerra de Corea fue más sangrienta que la actual Guerra de Ucrania, pero, "incluso con esto en mente, la guerra logró detenerse, con la mediación de la ONU".

En este instante, tiene dudas de que Putin y su homólogo ucraniano, Volodimir Zelenski, firmaran hoy una salida de este tipo, que dejaría de lado muchos temas difíciles relacionados, por ejemplo, con reparaciones de guerra o acuerdos comerciales, pero la gran virtud de este apaño es que premia el cese "inmediato" de la lucha, al tiempo que solidifica la línea de contacto como la nueva frontera en el futuro previsible. Una zona neutral, de la que las fuerzas militares de ambos lados tendrían que retirarse en unos meses, como inicio.

Sin condiciones para la paz

Las negociaciones siguen sin verse, no obstante, en el horizonte cercano. Kiev no puede poner la "alfombra roja", como dice Zelenski, a un debate cuando es la invadida, cuando se le han quitado territorios y, además, está logrando más avances que su adversario. Lo contrario sería debilidad. Pero Washington, por comentarios hechos hasta por el propio Biden, no deja de recordarle que es mejor que no trace muchas líneas rojas que haya luego que cruzar. 

El Instituto Alemán de Asuntos Internacionales y de Seguridad ha publicado un informe en el que, directamente, califica de “misión imposible” las negociaciones Rusia-Ucrania en este momento. Recuerda para empezar que, hasta ahora, las condiciones rusas poner fin a la guerra “equivalían a la capitulación total y la disolución del Estado ucraniano”.

A saber: Ucrania debe deponer las armas, renunciar a cualquier intención de unirse a la OTAN, aceptar un estatus de neutralidad permanente, otorgar estatus oficial a la lengua rusa, reconocer a Crimea como Rusia y las llamadas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk como independientes -luego se las ha quedado, junto a Zaporiyia y Jersón-, y “desnazificar” y “desmilitarizar” el país. En otras palabras, “iba a sufrir un cambio de régimen a gusto de Moscú”. Y eso, si no ha cambiado, que no lo parece, es una burla a Kiev.

Por eso entiende que “se necesitaría un curso de acción sustancialmente diferente para cambiar” las cosas. Sin embargo, actualmente “no hay señales” de cambio. “Occidente ha afirmado el principio de nada sobre Ucrania sin Ucrania en las conversaciones con Rusia, así como lo ha subrayado repetidamente Joe Biden. En el futuro previsible, sus posibilidades seguirán estando limitadas a apoyar las negociaciones desde el margen”, dice.

Las negociaciones de paz siempre están determinadas por la situación militar, el equilibrio de fuerzas entre las partes en conflicto, así que la guerra acabará cuando las dos partes se sienten a negociar porque no puedan vencer en nada más. Cuando puedan hacerlo en las condiciones más ventajosas, añade. 

Mientras tanto, Ucrania se debe centrar en mejorar el suministro de armas que le llega del exterior, determinante para su resistencia, porque eso puede cambiar el equilibrio de fuerzas y reanudar las negociaciones con fuerza, con buenas cartas. También, en mantener los precarios acuerdos sobre el grano, clave para el mundo con hambre y para sus arcas. Todavía hay también opción de que haya más sanciones internacionales que también debiliten a Putin un poco más, al igual que hay margen para una labor diplomática que haga que los amigos de Rusia le presionen más para abandonar la contienda. La Unión Europea lleva ya diez paquetes de sanciones y no ha agotado todas sus bazas.

"No todas las guerras terminan, pero al menos pueden dejarse de matar", como concluye en analista en Defensa.