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Donald Trump, de prometer la paz a llevar a Oriente Próximo al borde de otra guerra

Donald Trump, de prometer la paz a llevar a Oriente Próximo al borde de otra guerra

El presidente estadounidense hizo campaña prometiendo el fin de los conflictos con aquello de "Estados Unidos, primero". Apenas seis meses después, no solo ha logrado parar la estancada guerra en Ucrania sino que ha facilitado el borrado de Gaza y ha intervenido de manera directa en la guerra entre Irán e Israel.

Donald Trump, este sábado en "the Situation Room".REUTERS

Cuando Kamala Harris se hizo con la candidatura demócrata en sustitución de un consumido Joe Biden, Donald Trump advirtió a los estadounidenses de que, si ella llegaba a la Casa Blanca, sus hijos e hijas terminarían "siendo reclutados para luchar en una guerra en un país del que nunca han oído hablar". La declaración no chocaba con nada de lo que había prometido antes. Gran parte de su éxito electoral se basó en oponerse al "belicismo" del Partido Demócrata. Con aquelló del "Estados Unidos, primero", Trump se comprometió desde el principio a "pasar página para siempre de esos días absurdos y estúpidos de guerras interminables" que "nunca terminaron". En diferentes ocasiones, se vanaglorió de ser "el único presidente en generaciones que no inició una guerra, [...] el único presidente que rechazó el catastrófico consejo de muchos generales, burócratas y los llamados diplomáticos de Washington que solo saben cómo meternos en un conflicto, pero no saben cómo sacarnos". Pero ya. Desde anoche, Trump es tan solo un presidente estadounidense más que ha metido a su país en una guerra, en este caso contra Irán, con consecuencias todavía insondables.

Desde que llegó a la Casa Blanca por segunda vez, Trump se hartó de jurar que con él terminarían las guerras. Aseguró — aunque luego dijo que en broma — que en 24 horas pondría fin a la guerra en Ucrania y que gracias a su trabajo se evitarían los "derramamientos de sangre" en Oriente Próximo. Bueno, pues la guerra en Ucrania ha superado su tercer año, Israel prosigue en el borrado de Gaza y, ahora, Estados Unidos ha bombardeado Irán después de que, sí, también Israel, se lo pidiese. Con el ataque sobre las instalaciones iraníes, Trump además se ha convertido en el primer presidente estadounidense en ordenar a la Fuerza Aérea de Estados Unidos la utilización en combate de la bomba antibúnkeres GBU-57 Massive Ordnance Penetrator, un artefacto de 13.600 kilos que detona a gran profundidad.

Además de la inestabilidad a nivel global que supone una intervención así, Trump se enfrentará ahora a la división interna en su movimiento, MAGA. Ya hay muchos de sus más fervientes seguidores, como Tucker Carlson o Steve Bannon, que habían alertado de la "chifladura" que supondría atacar Irán y de cómo esto contravendría la promesa del "Estados Unidos, primero". A Trump, sin embargo, no parece importarle. Hace unos días, el presidente estadounidense le comentó a un periodista de The Atlantic que el lema significaba lo que él quisiese. "Considerando que yo desarrollé lo de ‘Estados Unidos, primero’, y considerando que el término no se usaba hasta que yo aparecí, creo que soy yo quien decide" qué significa, dijo. Y añadió: "Para quienes dicen querer la paz, no se puede tener paz si Irán tiene un arma nuclear. Así que para esas maravillosas personas que no quieren hacer nada al respecto, eso no es paz".

Pero, aunque diga no importarle lo más mínimo, Trump sabe que no tiene asegurado el apoyo de quienes más han luchado a su lado. La política de extrema derecha Marjorie Taylor Greene, una de las más acérrimas seguidoras del presidente, lamentó en redes sociales que "cada vez que Estados Unidos está al borde de la grandeza, nos vemos involucrados en otra guerra extranjera". "No habría bombas cayendo sobre el pueblo de Israel si Netanyahu no hubiera lanzado bombas sobre el pueblo de Irán primero. Israel es un país con bombas nucleares. Esta no es nuestra lucha", dijo.

Una reciente encuesta de YouGov recogida por The Washington Post reveló que no había apenas nadie en Estados Unidos que defendiera una intervención como la de este sábado. Según los datos, solo el 16% de los estadounidenses creían que el Ejército debería entrar en el conflicto entre Israel e Irán. El 60% opinaba que no debía hacerlo. El conjunto del espectro político, además, opinaba así: un 65% de los demócratas, un 53% de los republicanos y un 61% de los independientes veían como un error la participación de Estados Unidos.

Con sus matices, la nueva postura de Trump guarda ecos además con la guerra contra el terror que anunció en su día el expresidente George W. Bush. Llama la atención que el mismo Trump que en 2016 dijo que Estados Unidos nunca debió "haber estado en Irak", el mismo que lamentó que la Administración Bush "mintiera" al asegurar que había armas de destrucción masiva, ahora haya bombardeado Irán cuando su propia directora de Inteligencia Nacional, Tulsi Gabbard, declaró el pasado mes de marzo que "Irán no está construyendo un arma nuclear y que el líder supremo Jamenei no ha autorizado el programa de armas nucleares que suspendió en 2003". ¿Y qué contestó entonces Trump, que en su día había criticado a Bush por engañar a la ciudadanía? "No me importa lo que haya dicho", espetó ante preguntas de los periodistas.

En estos momentos, Trump pone su esperanza en que estos ataques obligarán a Irán a sentarse de nuevo en la mesa de negociaciones. Él lo llama "la paz". Pero nada hace pensar que Irán no vaya a responder, y una mayor escalada situaría a Estados Unidos en una de esas guerras interminables que el presidente aseguraba detestar. Apenas medio año después de tomar posesión, Trump no solo no ha puesto fin a ningún conflicto, sino que además acaba de situar a Oriente Próximo al borde de otra gran guerra.

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Me llamó Héctor Juanatey, aunque como dice Xoan Tallón, eso no importa, todo el mundo tiene un nombre. Me gusta escribir y contar cosas. En El HuffPost escribo de política, y como política lo es todo, decirles esto es como decir todo y decir nada.

 

Sobre qué temas escribo

En El HuffPost escribo, como ya les dije, de política, que es todo. Si quisieran entrar más en detalle, les cuento: por gustar, me gusta escribir de todo aquello que me preocupa dentro y fuera de la redacción. En los últimos años, por ejemplo, he estado investigando el ascenso de la extrema derecha, una suerte de virus invisible que crece cada día más. Un crecimiento, sin embargo, que también tiene responsables, y en ellos me gusta fijarme, ya sea Elon Musk, Mark Zuckerberg o influencers de ultraderecha con cada vez más adeptos. Pero también la política es causa de la desafección de la que beben los ultras. De ahí que no haya que olvidarse nunca de temas fundamentales como la vivienda; en definitiva, de las condiciones materiales de la ciudadanía. Por ese motivo, también, y desde la cobertura que hice para Público durante el 15M en la Puerta del Sol, en Madrid, he centrado gran parte de mi trabajo en las diferentes reivindicaciones de la movilización social. Sospechen siempre de aquellos periodistas que acostumbran a agobiar con la cantinela de la objetividad. Al final, solo buscan desprestigiar el sentido mismo de la profesión.

 

Mi trayectoria

Pese a todas las advertencias, desde que me decanté por estudiar periodismo (Licenciatura y Máster en Periodismo de Investigación), a excepción de un parón en el que trabajé en discurso y comunicación política, he tenido la suerte de dedicarme a escribir. Empecé en La Voz de Galicia y, tras dejar la terruña (Galicia) y mudarme a la capital en busca de oportunidades laborales, pasé por Público, La Sexta, fui redactor fundacional de eldiario.es, y he escrito para un buen número de medios como Praza.com, la revista Luzes, Playground Magazine, La Marea, Vanity Fair o CTXT. En una ocasión estuve en el campamento de refugiados de Dajla, en el Sahara, y de allí me traje unas breves anotaciones que fueron publicadas como libro, ‘Dajla. Apuntes desde o Sahara’, editado por Praza. En otra, entrevisté a Txema Guijarro, una de las personas que trabajó en el asilo de Julian Assange y Edward Snowden, y esos diálogos se transformaron también en libro, ‘El analista. Un espía accidental en los casos Assange y Snowden’, de Libros del KO. En otro lapso de tiempo, creé junto a los cómicos Facu Díaz y Miguel Maldonado un programa de humor, La Tuerka News, porque tengan claro que sin risas nos vamos a la m*****.

 


 

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