Es el aeropuerto más grande del país, costó 240 millones de dólares y no tiene ni aviones ni pasajeros
Financiado por China y situado en una ciudad sin agua corriente ni red eléctrica, el nuevo aeropuerto internacional de Gwadar sigue desierto meses después de su inauguración virtual.

La pista puede recibir un Boeing 777. La terminal presume de capacidad para 400.000 pasajeros al año. Pero el aeropuerto internacional de Gwadar, el más grande y costoso de Pakistán, no tiene vuelos, ni aerolíneas interesadas en llevar allí sus aviones, ni tampoco personal contratado. De hecho, ni siquiera abrió físicamente sus puertas al público: su inauguración, celebrada en octubre de 2024, se limitó a una conexión por videollamada entre el primer ministro Shehbaz Sharif y su homólogo chino, Li Qiang.
Ubicado en la ciudad costera de Gwadar, en la provincia suroccidental de Baluchistán, el complejo ha costado 240 millones de dólares, íntegramente sufragados por Pekín. Forma parte del Corredor Económico China-Pakistán (CPEC, por sus siglas en inglés), un ambicioso plan de infraestructuras que pretende conectar la región occidental de Xinjiang con el mar Arábigo. Pese a los miles de millones invertidos por China en la zona durante la última década, la transformación que prometían las autoridades no se ha materializado. “Este aeropuerto no es para Pakistán ni para Gwadar. Es para China, para que sus ciudadanos tengan acceso seguro a Gwadar y a Baluchistán”, explica Azeem Khalid, experto en relaciones internacionales, citado por The Independent.
El contraste entre el aeropuerto vacío y la ciudad es brutal. Gwadar no está conectada a la red eléctrica nacional; depende de placas solares y del suministro procedente de Irán. La mayoría de sus 90.000 habitantes no tiene acceso estable a agua potable. Solo una aerolínea vuela tres veces por semana a Karachi. No hay rutas directas ni a Quetta, la capital regional, ni a Islamabad. Para los vecinos, la nueva infraestructura no responde a una necesidad: “Un aeropuerto así no es prioritario en una ciudad donde falta lo más básico”, denuncian los líderes locales.
La presencia de China en Baluchistán ha avivado el conflicto armado que se arrastra desde hace décadas. Grupos separatistas, como el Ejército de Liberación de Baluchistán, consideran que el Estado explota sus recursos sin ofrecer nada a cambio. Atacan tanto a militares paquistaníes como a trabajadores chinos, lo que ha provocado una militarización extrema de Gwadar: puestos de control, alambre de espino, calles cortadas al paso de convoyes, vigilancia a periodistas. “Nadie solía preguntarnos quiénes somos ni adónde vamos. Ahora debemos mostrar nuestra identidad en cada esquina. Nosotros vivimos aquí. Los que preguntan, ¿quiénes son?”, se queja Khuda Bakhsh Hashim, vecino de 76 años.
El Gobierno asegura que el CPEC ha creado unos 2.000 empleos locales, pero los líderes baluches lo desmienten. “No han contratado ni a un solo habitante de Gwadar, ni siquiera como vigilante”, denuncia Abdul Ghafoor Hoth, dirigente del Partido Awami de Baluchistán. En diciembre, organizó protestas diarias que obligaron a las autoridades a prometer mejoras básicas, como agua y electricidad. No se ha cumplido ninguna.
El propio aeropuerto, previsto como símbolo de progreso, ha quedado marcado por la desconfianza. La ubicación elegida —rodeada de montañas— ha despertado el temor a posibles ataques armados. Según Khalid, “no habrá beneficios reales mientras no se contrate a la gente de aquí ni se utilicen servicios locales”. La llegada del dinero, sostiene, trajo consigo un aparato de seguridad que solo ha ahondado el resentimiento: “El Gobierno paquistaní no está dispuesto a dar nada al pueblo baluche, y el pueblo baluche no está dispuesto a aceptar nada del Gobierno”.
