La adaptación de la resistencia: qué poder tiene aún Hamás y cuáles son sus planes en Palestina
Los dos años de ataques de Israel han debilitado enormemente al partido-milicia pero no lo ha arrancado de raíz. Quedan estructuras, fuerzas e ideas. Su desarme es el gran reto: supondría romper con la promesa de que nunca lo harían.
Ha sido un "sí, pero", que no deja de ser un sí y desde luego no es un no. Dejémonos de juegos de palabras: Hamás ha reaccionado a la hoja de ruta de Estados Unidos para acabar con la guerra en Gaza acatando parte de los 20 puntos planteados por el presidente Donald Trump y reclamando que otros se precisen y afinen. Cuando lo vean todo claro, sabremos si su compromiso con el llamado "plan de paz" es definitivo. Israel, por ahora, ha dado un visto bueno global, aunque su primer ministro, Benjamin Netanyahu, ya ha empezado a hacer precisiones poco esperanzadoras.
Por ahora, el partido-milicia ha acordado liberar a todos los rehenes israelíes retenidos (48, de los que una veintena aún estarían con vida), "de manera que se logre" el fin de la ofensiva de Israel y la retirada total de sus soldados de la franja palestina. También, en un giro de guión de los que hacen historia, ha accedido a entregar el poder del territorio a un grupo de tecnócratas palestinos. Sobre su propio desarme, que es de los puntos más espinosos, cree que debería "discutirse dentro de un marco nacional palestino integral, en el que Hamás estará incluido y contribuirá con plena responsabilidad". En eso están desde ayer en Egipto. Hasta ahora, siempre habían dicho que por ese aro no pasarían.
Mientras se llevan a cabo los ansiados contactos indirectos en Sharm el Sheij y todas las partes ganan tiempo para reaccionar (esperan los civiles bombardeados de Gaza; esperan los secuestrados), quedan las dudas: sobre cómo va a actuar Hamás, qué fortalezas le quedan, cuáles son sus planes de futuro para Gaza, quién los apoya, cómo pueden reconducir su lucha.
Hamás, es obvio, se ha desangrado en estos dos años de ataques, que dejan ya 66.000 muertos en la franja y que son respuesta a su cadena de atentados del 7 de octubre de 2023, que acabó con 1.200 muertos y 250 secuestrados. Sin embargo, el objetivo final de Netanyahu de acabar con ellos no se ha logrado. Ni en lo físico, ni en lo militar ni en lo ideológico.
"Se encuentra debilitado y degradado, incapaz de lanzar ataques a gran escala contra Israel desde Gaza. Sin embargo, persisten vestigios de su capacidad militar y de gobierno. Mientras los soldados israelíes permanezcan sobre el terreno, la insurgencia puede continuar en el futuro previsible. Si bien Hamás ha expresado su disposición a liberarse del peso de la gobernanza, su influencia sigue profundamente arraigada en Gaza tras años en el poder y como movimiento ideológico. Si Israel bloquea el surgimiento de un órgano de gobierno palestino viable, más allá del dominio de clanes y bandas, Hamás puede seguir ejerciendo su influencia", exponen los analistas Ameneh Mehvar y Nasser Khdour, que han elaborado una detalladísima foto fija del grupo en ACLED (Armed Conflict Location and Event Data o Datos de ubicación y eventos de conflictos armados), con sede en EEUU. "Hay pocas perspectivas realistas de eliminar por completo a Hamás", dicen los autores, entre otras cosas porque su "ideología de resistencia está arraigada" en la sociedad.
Básicamente, se destaca la "adaptación" de Hamás en todas sus facetas, con el propósito de "sobrevivir". Y lo ha logrado. Por ejemplo, en lo puramente militar, ha optado por tácticas de guerrilla y por mecanismos de información interna que han impedido la "victoria total" por la que clamaba Tel Aviv. Son "fragmentos" de lo que fueron, tras perder a cientos de combatientes y decenas de altos mandos, pero que han mantenido vivos los enfrentamientos con los soldados de Israel.
Han priorizado la vida de sus milicianos sobre la confrontación directa, han evacuado a milicias a zonas fuera del control de Israel (están en el 86% de Gaza) para evitar más bajas y han preservado todas las capacidades posibles. "La visión de supervivencia en sí misma es una victoria", indica el dossier. Eso hace también más difícil acabar con ellos. Sus guerrilleros han alcanzado un nivel "notable" a base de colocar explosivos improvisados (algunos con material reutilizado de armas israelíes), emboscadas desde la red de túneles que tienen viva aún y trampas en edificios. Incluso, han accedido a la zona de amortiguación en el este de la franja, despejadas de civiles e infraestructuras precisamente para mantener a salvo el flanco que comparte frontera con Israel.
Se calcula que el 90% de sus fuerzas convencionales están inoperativas. Israel cree que desde que se rompió la última tregua, en marzo pasado, ha matado a 2.100 miembros de Hamás, entre políticos, combatientes y ayudantes. ACLED baja la cifra a 1.100 y explica que incluso "ha logrado reforzar sus filas" con nuevos reclutas, que no necesitan mucho entrenamiento para atacar cuerpo a cuerpos. En todo el conflicto, como desveló una investigación de The Guardian, +972 y Local Call en agosto, Tel Aviv cree que ha matado a 8.900 miembros y colaboradores del grupo, lo que suponía apenas el 25% de todas las víctimas del conflicto hasta ese momento. Hoy, las Fuerzas de Defensa de Israel calcupan en 40.000 los milicianos con que cuenta Hamás, esto es, los mismos que tenía antes del 7 de octubre de 2023. La violencia, al final, recoge adeptos en entornos de desesperación.
A gran escala, queda claro que sus capacidades son más limitadas, pero no nulas: lo demuestran ataques como el de agosto pasado en Khan Yunis, con un ataque organizado a un puesto israelí con armamento pesado y planes de secuestro. "Es probable que hayan conservado cierta capacidad operativa", señalan los expertos, que hablan también del uso de misiles antitanque o fuego de francotiradores, al mando -se cree- de Izz al Din al Haddad, supuestamente al frente del grupo tras el triple descabezamiento de sus antecesores (Ismail Haniyeh, Yahya y Mohamed Sinwar) en estos dos años de contienda.
Hussein Ibish, investigador del Instituto de los Estados Árabes del Golfo en Washington, avisa de que los casos de Afganistán o Irak, en la historia reciente, son ya avisos de qué puede pasar cuando hay una insurgencia fuerte, que puede "debilitar" al ejército al que se enfrenten. En este caso, EEUU espera que se trate de una fuerza multinacional con peso de naciones árabes. Son ellas las que se pueden terminar encontrando con el problema de cara si no hay una orden total de Hamás de abandonar la lucha en todos los flancos.
Hamás ganó las elecciones de 2006 y gobierna Gaza desde el año siguiente. Desde entonces, su entramado se ha hecho mucho mayor que el de una milicia armada al uso. Ha tejido una red social, asistencial y administrativa de primer orden y eso tampoco se ha desmantelado por completo en esta crisis, pese a los ataques reiterados de Israel a los centros de ese poder. Quedan "frágiles remanentes" que han "logrado mantener el dominio" en la zona. Destacan Khdour y Mehvar que algunos ministerios han podido seguir activos, como el de Salud, donde se centraliza la asistencia a las víctimas, y otros "reactivaron" su labor en la tregua de 60 días de inicios de año.
Relatan una Gaza que no solemos ver: aquella en la que los policías comenzaron a salir a revisar los repartos de ayuda, donde los operarios de limpieza empezaron a retirar escombros o a abrir carreteras, donde Educación retomó muy parcialmente las clases, donde Finanzas volvió a pagar un porcentaje del salario a los funcionarios o donde hasta se activó el tribunal de la sharia, la ley islámica que defiende Hamás. Tras la tregua, no obstante, "el caos se ha profundizado" e Israel ha hecho de lo que resta de este tipo de edificios una de sus dianas predilectas.
Ante la imposibilidad de mantener un statu quo en estas circunstancias, Hamás ha ideado fórmulas alternativas de mantener el poder, como la creación de unidades, entre las que destaca la llamada Sahm, dedicadas a mantener el orden, aunque lo hagan sin uniforme, con ropa civil. Expolicías, miembros de clanes y voluntarios, dicen, ayudan sobre todo en los repartos de comida, para evitar altercados: al menos 1.800 palestinos han muerto en las llamadas colas del hambre, al menos hasta agosto y según Naciones Unidas.
Son "nuevos canales para proyectar influencia y mantener el control en medio del colapso" generalizado. Estas unidades extra también sirven para vigilar a los "rivales emergentes" que han surgido a Hamás en estos meses. Destacan las Fuerzas Populares, que operan en Rafah (sur de Gaza) y están encabezadas por Yasser Abu Shabab, en zonas bajo protección de Israel, y una rama capitaneada por Hussam Abdel Majid al Astal en Khan Yunis.
El informe destaca que Hamás, igualmente, mantiene un "arraigado aparato burocrático", que ha demostrado "resiliencia" pese a la presión de Netanyahu y los suyos. ¿Cómo lo ha hecho? Manteniendo un sistema "descentralizado", en el que el personal opera de forma independiente (aunque bajo directrices, claro), conectados con canales cifrados y cuidando "un sistema secreto basado en efectivo para pagos" que, según los datos del tanque de pensamiento norteamericano, permite aún pagar a unos 30.000 funcionarios. A ellos es suman los comités de emergencia que tratan de reproducir, a menor escala, la red de ayuda del pasado, ahora también para los desplazados, o actuando en los municipios, intentando dar agua o electricidad. "Tras casi dos años de guerra, los municipios de Khan Yunis, Dayr al-Balah, Al -Nusayrat y Ciudad de Gaza aún pueden prestar servicios limitados a los gazatíes y a las personas desplazadas alojadas en centros de emergencia", exponen.
En conjunto, estas medidas han permitido a Hamás "mantener cierto grado de control civil y presencia en la vida cotidiana, aun cuando su capacidad se ha visto drásticamente reducida". Su capacidad para gobernar ahora "depende menos de la fortaleza institucional que de la falta de una autoridad alternativa viable en Gaza", sentencian los analistas, un comentario clave para el futuro por venir, si el plan de Trump se empieza a aplicar.
Para todo esto, claro, hace falta dinero. Uno de los datos más llamativos del estudio es que desvela que Hamás acaparó 700 millones de dólares en efectivo y cientos de millones de shekels (la moneda israelí que también se usa en los territorios ocupados palestinos) en previsión de la guerra, justo antes de lanzar los atentados del 7-O. Pero han pasado dos años y ahora la crisis financiera es clara: el flujo de efectivo de fuera es cero, todo está completamente bloqueado, y los ingresos internos se le han desplomado, empezando por los 30 millones de dólares que entraban al mes sólo en aduanas y en aranceles con Rafah, el paso con Egipto.
ACLED descarta, eso sí, que Hamás se haya estado enriqueciendo con la ayuda humanitaria. No han encontrado evidencias de un abuso sistemático sobre esos bienes, aunque no descarta que haya podido haber desvíos. Sin embargo, destaca que trata de dar ejemplo con castigos y arrestos a quien se pille haciendo trampas, porque lo contrario daría una terrible imagen. Robar ellos mismos tendría "un alto coste de legitimidad" en la causa palestina. Y no, no ha habido grandes alzamientos contra el Movimiento de Resistencia Islámica en estos meses, más allá de unas cuantas protestas puntuales tras la ruptura del alto el fuego.
"Hemos eliminado la máquina de terror de Hamás", dijo Netanyahu el pasado 26 de septiembre en la Asamblea General de la ONU, en Nueva York. Con este análisis, no lo parece.
¿En el Gobierno?
Una de las mayores incógnitas es si Hamás dará un paso al costado y dejará que gobierne Gaza esa junta en la que estará el propio Trump y que encabezará el exprimer ministro de Reino Unido, Tony Blair. De momento, se muestra dispuesto a un relevo en el poder, pero reclama más participación palestina, más voces del pueblo sobre cuyo futuro está (o debería estar) en el centro de todo.
La lectura que se hace, masivamente, en la prensa árabe estos días es que Hamás es capaz de ceder en el mando, pero no en la influencia. O sea, que puede "reinar, pero no gobernar", que es uno de sus "objetivos largamente anhelados", en palabras de Ahmed F. Alkhatib, director del proyecto Realign For Palestine del Atlantic Council y gazatí él mismo. Israel lleva años debilitando al Gobierno internacionalmente reconocido, el de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y, a la vez, ha ayudado a reforzar el dominio de Hamás en Gaza, por aquello de que la desunión le convenía. Quedan los territorios separados y con gobiernos distintos. A lo mejor ha llegado la hora, entienden en el partido-milicia, de reproducir un sistema como el de Líbano, donde el mandatario no es de Hizbulá, pero donde Hizbulá tienen un dominio del territorio posiblemente mayor.
Hussein Ibish es de la misma opinión que Alkhatib, entiende que Hamás puede ver una cesión en Gaza como una "oportunidad": por un lado, ofrece "alivio inmediato de la guerra y la hambruna"y por otro, tiene la opción de ser un mayor actor político en Ramala, en Cisjordania, donde está el mando administrativo palestino y donde Fatah (el partido del presidente Mahmud Abbas) es el que manda, pese a la enorme erosión de su popularidad. "El objetivo fundacional de Hamás fue arrebatar el control del movimiento nacional palestino a sus rivales seculares y transformarlo en una causa islamista. Esto no puede lograrse sin infiltrarse y tomar el control de la OLP, algo que Hamás nunca ha logrado. Gobernar una Franja de Gaza aislada, devastada y asediada no acercará a Hamás a este objetivo; pero construir una fuerte presencia política en Cisjordania sí podría, y aceptar la última propuesta podría liberar a Hamás para lograrlo", indica.
En una encuesta realizada en mayo por el Centro Palestino de Investigación de Políticas y Encuestas (PCPSR, por sus siglas en inglés) indicaba que Fatah tiene sólo el 21% del apoyo popular palestino, en comparación con el 32% de Hamás y el 12% de terceros partidos. Cuando se preguntó a los entrevistados qué debería hacer la ANP, la mayoría de los encuestados propusieron formar un Gobierno de unidad que incluya a todas las facciones palestinas para negociar con Israel y la comunidad internacional para reconstruir Gaza.
Y cuando se les preguntó sobre los planes para desarmar a Hamás, el 77% de los encuestados tanto en Cisjordania como en Gaza se opusieron a dicha acción, mientras que el 65% de los encuestados se opusieron a expulsar a los líderes de Hamás de Gaza. Es significativo que el 80% del total de encuestados cree que si el Movimiento de Resistencia Islámica se desarmara, Tel Aviv no pondría fin a la guerra ni se retiraría de Gaza. No se creen a Netanyahu. La realidad es que algunos palestinos todavía quieren que Hamás sea parte de cualquier futuro Ejecutivo palestino y siga siendo capaz de proteger a los habitantes de Gaza del Ejército israelí.
La meta ahora, asumen los negociadores norteamericanos, es que Hamás esté lo suficientemente débil como pata que esa opción de poder sin gestión le convenza y acceda al desarme, sea quien sea quien lo ejecute, y no obstaculice un Gobierno alternativo o, en una primera fase, la junta de la que hablaba Trump. Avanzar sin su participación, eso queda claro, es imposible.
Como escribe el comentarista palestino Adnan Hmidan en Middle East Monitor, el debate sobre el futuro de Gaza, de una tierra alterada por completo tras dos años de ofensiva y que nadie sabe si podrá a ser como antes, "desafía toda lógica" porque nadie esperaba que, a estas alturas, Israel no tenga aún su victoria, y por eso se suele perder de vista que esto va más allá de Hamás: va sobre un "frente de resistencia vivo y palpitante" que no se ha hundido, un "desafío colectivo sostenido" que habrá que escuchar ahora en el proceso negociador, milicias aparte.