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La nueva fase de la guerra en Gaza: crisis humanitaria, protestas y el plan de Egipto

La nueva fase de la guerra en Gaza: crisis humanitaria, protestas y el plan de Egipto

Israel rompió el alto el fuego y ha sumido a la franja en un caos "devastador", dice la ONU. Aparecen insólitos conatos de descontento que nadie sabe en qué van a acabar. Tel Aviv ya está creando nuevas estructuras para sacar a los palestinos de allí.

Familiares de palestinos asesinados por Israel los lloran en el Hospital Indonesio de Beit Lahia (Gaza), el 27 de marzo de 2025.Abd Khaled / Anadolu via Getty Images

El pasado 18 de marzo, Israel rompió el alto el fuego pactado con Hamás y que mantenía a la Franja de Gaza lejos de sus bombardeos y sus incursiones terrestres. Un tiempo de esperanza contenida en el que las partes debían seguir hablando, mientras entraba la ayuda humanitaria al territorio palestino, los civiles trataban de regresar a sus casas y recuperar lo que de ellas quedaran y se iban liberando rehenes secuestrados por el partido-milicia desde el 7 de octubre de 2023. Todo ya es nada. 

En esta semana larga, desde aquel primer ataque aéreo que dejó gazatíes 15 muertos (acabaron siendo 400 en 24 horas), la zona se ha sumido en un caos "devastador", dice Naciones Unidas. Aparecen conatos de descontento que nadie sabe en qué van a acabar y que, insólito, señalan a Hamás. Tel Aviv amplía sus planes militares y ya está creando también nuevas estructuras para sacar a los palestinos de Gaza, tal y como plantea la hoja de ruta dibujada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, con su Riviera. Su primer ministro, Benjamin Netanyahu, surfea ola de descontento popular comprando a sus socios ultras los movimientos más extremos y cambiando leyes a su antojo. 

Y, pese a todo, soterradamente sigue habiendo contactos entre las partes en litigio y sus mediadores (Egipto, Qatar y EEUU) para que el armisticio se retome. Hay un plan de El Cairo sobre la mesa que podría desbloquear la situación. Mientras de discute, sólo hay entierros y destrucción.

El plano humanitario es, claramente, el que más preocupa. Esta semana, Gaza ha superado los 50.000 muertos por la ofensiva de Israel, antes de la tregua llamada Espadas de Hierro y tras ella, Fuerza y Espada. Hasta el 25 de marzo, 50.144 palestinos han sido asesinados (el 7% de la población del territorio antes de los ataques israelíes) y 113.704 heridos, según el Ministerio de Salud de la franja. El 31% (15.613) de los muertos son menores de edad y un 8%, ancianos (3.839). Sólo desde que se rompió el alto el fuego, los cadáveres rozan los 900 más, entre ellos los de ocho trabajadores humanitarios y dos periodistas. Hay 25.000 heridos que necesitan rehabilitación por largo tiempo y 4.700 amputados (850 niños). El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia es una agencia de la Organización de las Naciones Unidas (UNICEF) constata que se están viviendo algunos de los días más mortíferos para los niños en lo que llevamos de contienda. 

En referencia a los ataques aéreos y bombardeos de artillería israelíes, la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), afirma: "El uso de armas explosivas con efectos de área amplia en áreas tan densamente pobladas casi con certeza tendrá efectos indiscriminados y es muy probable que viole las normas del derecho internacional humanitario sobre la conducción de hostilidades. Llevar a cabo hostilidades utilizando tales medios y métodos en áreas densamente pobladas causa bajas civiles a gran escala y no es consistente con las obligaciones de Israel en virtud del derecho internacional humanitario, incluido el cumplimiento de los principios fundamentales de distinción, proporcionalidad y precauciones en el ataque". 

La OCHA, en su informe de situación más reciente, califica además de "devastadora" la situación, con "enormes dificultades" en el sistema de salud para atender a cientos de nuevas víctimas en instalaciones que apenas pudieron limpiarse en las semanas sin ataques. Recuperarlas o reconstruirlas llevará años. La Organización Mundial de la Salud (OMS) alerta de una "grave caída" en las reservas médicas, de sangre a equipos, pasando por personal, en un conflicto en el que los centros sanitarios siguen siendo diana: esta semana ha quedado destrozado el Hospital de la Amistad Turcopalestina (sur), único con tratamientos oncológicos, que atendía a 30.000 pacientes y funcionaba al mínimo desde noviembre de 2023. 

Hay menos de 500 unidades de sangre en reserva, mientras que se necesitan al menos 4.500 unidades mensuales para atender el aumento de casos de trauma, cirugías y partos complicados, explicó por videoconferencia el jefe de la operación de la OMS en los territorios palestinos ocupados, Rik Pepperkorn. "Es urgente reabastecer con antibióticos y también se han agotado los fijadores externos (dispositivos que estabilizan huesos rotos con clavos y una estructura externa)", detalla. 

El hecho de que las heridas de las víctimas sean muy graves lleva a que su hospitalización dure entre tres y ocho semanas, lo que complica el hacinamiento. Los partos, añade, distan de ser seguros, en una zona en la que hay 50.000 mujeres embarazadas y 130 dan a luz de media cada día. También hay entre 11.000 y 13.000 pacientes que necesitan una evacuación urgente para ser tratados, pero que no logran permisos de Israel para ello. Desde el fin de la tregua, el paso de Rafah con Egipto ha permanecido cerrado tanto para el paso de ayuda como de personas.

Luego están los desplazados, 142.000 de nuevo, forzados a dejar sus zonas de residencia o estancia por las órdenes de evacuación del Ejército de Israel, en una franja en la que nueve de cada diez personas (de las 2,3 millones que vivían en ella antes del 7-O) ya estaban fuera de sus hogares antes del armisticio temporal. Estas personas, dice la OCHA, tienen una "necesidad desesperada" de alimentos, agua y bienes esenciales para su higiene, por ejemplo. Los esfuerzos humanitarios para atenderlos se ven "paralizados" por que veto de Tel Aviv a la entrada de ayuda, por los riesgos para moverse en zona de guerra y por la falta de comunicaciones con los servicios de emergencia que aún están activos en la zona. El 82% de los permisos que las ONG locales piden para moverse por Gaza a ayudar son denegados por razones de seguridad por el invasor.

Una anciana es trasladada en carro desde su casa de Jabalia, en el norte de Gaza, por una orden de evacuación de Israel, el 25 de marzo de 2025.Mahmoud Issa / Reuters

El flujo de la ayuda no se cortó el 18 de marzo, sino antes, porque Israel presionaba con ella a Hamás para que fuera más flexible en las negociaciones sobre los rehenes, 59 que quedan en manos de los islamistas. Primero fueron los alimentos y el agua, luego el combustible y la electricidad. En total, son ya cuatro semanas sin esos entre 500 y 600 camiones diarios que estaban accediendo a Gaza y que, literalmente, daban la vida a sus ciudadanos. Actualmente, la ONU sabe que se entregan unas 740.000 comidas diarias, para más de dos millones de personas que necesitarían tres al día. Las cuentas no salen. Y van gastando lo que hay dentro, sin que se reponga por ahora. 

Los servicios médicos estaban tratando a 350 niños por desnutrición y esa atención también ha quedado bloqueada ahora, porque el centro que la proporcionaba no es accesible. Aparte de los que estaban en tratamiento, la ONU estima que hay otros 400 menores más con casos "severos y graves" de hambre pura. El agua también escasea: de los 18.000 metros cúbicos de agua al día que antes lograban de la desaladora activa en el sur (la única), han pasado a 2.500 apenas, dice la organización de derechos humanos Al-Haq, con sede en Ramala (Cisjordania), en un informe del 24 de marzo. El bloqueo de materiales de reconstrucción por parte de Israel ha impedido recuperar las infraestructuras en estas semanas. 

La ayuda económica, mientras, tampoco fluye: los países de las Naciones Unidas han puesto 175,6 millones de dólares de los 4.070 que se necesitaban este año para la emergencia en Palestina (se incluye el este de Jerusalén y Cisjordania), o sea, un 4,3% de lo que se rogaba, cifra que además se ha quedado vieja porque las necesidades se han multiplicado con los renovados ataques. El lunes, el portavoz del secretario general de la ONU declaró que se ha tomado "la difícil decisión de reducir la presencia de la Organización en Gaza, incluso cuando las necesidades humanitarias aumentan y nuestra preocupación por la protección de los civiles se intensifica". La ONU "no abandonará Gaza", dijo, y "mantiene su compromiso de seguir proporcionando la ayuda de la que dependen los civiles para su supervivencia y protección".

Los planes

Israel pasó en pocas horas del alto el fuego a la guerra abierta, como en los 16 meses previos. Son diarios los ataques desde el aire y el mar y hay botas sobre el terreno, o sea, invasión terrestre. Según informa su Ejército, se ha llevado a cabo un "redespliegue" eb la zona oriental de Gaza, creando una franja de amortiguación con su frontera nacional, y han tomado el control pleno del corredor Netzarim, la línea de control que separ el norte de Gaza del resto del enclave, fundamental en la vertebración del territorio y clave para que escapasen los ciudadanos del asediado norte. En este momento sólo se pueden mover de norte a sur por la carretera costera de Al Rashid, cuando hay oleadas de nuevos desplazados. 

El miércoles, el ministro de Defensa israelí, Israel Katz, aprobó nuevos planes operativos para continuar con la guerra en Gaza y advirtió de que si Hamás no libera a los rehenes israelíes cautivos "pagará un precio cada vez más alto". "Nuestro principal objetivo ahora es el retorno de todos los secuestrados a casa. Si Hamás persiste en su negativa, pagará un precio cada vez más alto al tomar territorio y desmantelar los operativos terroristas y la infraestructura hasta su completa derrota", dijo, según una nota de prensa de su gabinete.

¿Qué es lo que va a hacer el Gobierno de Netanyahu? ¿Cuál será su estrategia? Aaron David Miller y Lauren Morganbesser, del Fondo Carnegie para la Paz Internacional (Carnegie Endowment for International Peace) sostienen en un análisis del tanque de pensamiento norteamericano que el primer ministro no tiene previsto ceder. "El alto el fuego no llegó solo a su fin. Israel le puso fin", recuerdan, poniendo el énfasis en que la decisión fue meditada, no fortuita. Actúa como un actor "unilateral", que quiere mantener esa zona de amortiguación permanente y el poder el puntos clave, como poco, y que sabe que va a tener a EEUU a su lado para que le facilite (o incluso apoye) su apuesta. 

Netanyahu necesita resultados tras el hundimiento que supuso el 7 de octubre de 2023, "el peor fracaso operativo y de inteligencia de la historia de Israel". Se vio que la disuasión resultó "ineficaz", las alertas tempranas "fallaron", la defensa terrestre se mostró "inadecuada" y sus fuerzas estaban "mal preparadas". Los analistas exponen que Netanyahu podría haber apostado por sacar a Hamás del poder y neutralizarla, poner en su lugar a la Autoridad Nacional Palestina (ANP, que ahora gobierna sólo en Cisjordania), llegar a acuerdos de estabilización y reconstrucción con estados árabes y retomar una senda de negociaciones que, un siglo de estos, acabase en un estado palestino de pleno derecho, que era lo que antes defendía hasta el premier.  Pero eso sólo hubiera ocurrido "en una galaxia muy lejana". Ese escenario no lo contempló ni lo contempla, por lo que la vía política y pacífica parece muerta. 

En cambio, ha ido a por todas por conveniencia personal, por contentar a sus socios de coalición (partidos ultranacionalistas y religiosos que quieren directamente colonizar Gaza) y por convencimiento de que este es el momento en que nadie va a plantear siquiera una posibilidad de dos estados, ante la destrucción general. Está por ver si, al menos, se adhiere al nuevo plan propuesto por el mediador egipcio, que le permitiría traer a casa a los rehenes y quitarse así la presión popular por su falta, enorme e incrementada tras el fin del alto el fuego. 

Benjamin Netanyahu habla con Bezalel Smotrich en el Consejo de Ministros del 7 de enero de 2024, en Jerusalén.Ronen Zvulun / Pool / Reuters

El Cairo propuso esta semana la liberación de los 59 rehenes (sólo 22 de ellos con vida, el resto son cuerpos) en un mes y medio, a cambio de la entrada en vigor de un alto el fuego y el ingreso de ayuda humanitaria en el enclave, informaron a EFE fuentes de seguridad egipcias. La propuesta incluye la liberación de cinco de los rehenes a finales de la próxima semana, si las cosas van bien. Hamás parece haberlo aceptado. A cambio, Israel deberá implementar un alto el fuego y permitir la entrada de ayuda humanitaria a la devastada franja, aunque Tel Aviv quiere "fijar un calendario para el desarme de Hamás" y para "controlar" la distribución de la asistencia que ingrese al enclave. Por ahora, Netanyahu se niega a retirar sus tropas de la Franja antes de que todos los rehenes sean liberados, mientras que Hamás busca garantías y un calendario específico para el fin permanente de la guerra. 

Morganbesser y Miller escriben: "Incluso si la actual campaña militar israelí resulta en que Hamás acepte otro intercambio limitado de rehenes por prisioneros, Israel está empeñado no solo en destruir a Hamás como fuerza militar organizada, sino también en acabar con su capacidad de gobernar y mantener influencia política en el enclave". Netanyahu lo ha avisado en repetidas ocasiones: cuando acabe la ofensiva, sus tropas seguirán allí, porque no quiere devolver territorios que cree esenciales para su seguridad. 

Nadie sabe si planea una ocupación a la cisjordana o una salida completa de población, que es lo que ha defendido Trump, en un proyecto que la ONU insiste que sería un caso claro de limpieza étnica. El Ministerio de Defensa de Israel anunció el domingo que crearía una administración especial encargada de hacer que los palestinos abandonen "voluntariamente" la zona. Según el ministerio, el gabinete de seguridad aprobó su proyecto dedicado a la “salida voluntaria de los habitantes de Gaza hacia un tercer país”.

La estructura administrativa funcionaría bajo la autoridad de Defensa, pero podría "cooperar con organizaciones internacionales" a fin de "garantizar un paso seguro" de los habitantes de Gaza hacia otros países. Trump citó expresamente a Jordania y a Egipto, pero la nota israelí no identifica cuáles serían los elegidos. Pese a ese paso envalentonado, los analistas exponen que "la realidad, políticamente incómoda para Israel, es que es muy probable que Hamás sobreviva, quizás como una insurgencia con capacidad para desempeñar un papel importante en la Gaza posconflicto" y el primer objetivo declarado de su guerra no se cumpla. 

"Esto significa que, si bien Israel podría no querer reocupar el enclave, adoptará una visión expansiva de su papel en materia de seguridad allí, priorizando la conservación de zonas de amortiguación y actuando unilateralmente para proteger sus intereses", añade. Ahora mismo, la Casa Blanca le está dejando que se ocupe "por sí solo" de sus problemas, más enredado en las negociaciones con Rusia y Ucrania. 

"Fuera Hamás"

La semana deja, además de muerte y aplastamiento, un estampa poco habitual en Gaza: manifestaciones contra la guerra en las que, en concreto, se lanzaron proclamas contra Hamás. Han sido al menos tres, en zonas del norte como Beit Lahiya y Jabalia, con un máximo de 3.000 personas por concentración. Se escuchaba en los gritos: "Fuera, fuera, fuera Hamás" o "El pueblo quiere la caída de Hamás". Se produjeron hasta enfrentamientos entre simpatizantes y opositores del grupo.

Las protestas parecían dirigirse en general contra la guerra, por pura desesperación popular, ya que los manifestantes pedían el fin de 17 meses de mortales combates. "No podemos más", "¡Parad la guerra!" y "¡Queremos recuperar nuestras vidas!", decían, también. Pero los llamamientos públicos contra el Movimiento de Resistencia Islámica es lo que más llamaba la atención, porque Hamás ha reprimido durante mucho tiempo la disidencia y aún gobierna el territorio. 

Protesta por el fin de la guerra y contra Hamás en Beit Lahiya, norte de Gaza, el 26 de marzo de 2025.REUTERS

Los gestos de opositores han sido muy contados, porque traen consecuencias, o sea, represión. Esta vez no se hizo evidente una intervención directa, quizás porque mantiene un perfil más bajo desde que Israel reanudó la guerra. Un alto funcionario de Hamás, Bassem Naim, escribió en una publicación en Facebook que la gente tenía derecho a protestar, pero que debería centrarse en el “agresor criminal”, Israel. 

"La protesta no tiene que ver con la política. Tiene que ver con las vidas de las personas", dijo a AP Mohammed Abu Saker, padre de tres hijos de la cercana ciudad de Beit Hanoun, quien se unió a una manifestación el martes. Un manifestante en Jabaliya, que habló bajo condición de anonimato por temor a represalias, dijo que se unió a la manifestación porque "todos fallaron". Explica a la agencia norteamericana que coreó cánticos contra Israel, Hamás, la ANP y los mediadores árabes, también. "Más tarde, dijo que lamentó haber participado debido a que los medios israelíes destacaron la oposición a Hamás". Esa ha sido la lectura internacional pero, como se ve, hay matices. La mayoría dice estar "enojados con todos". 

¿Cuál es la fuerza real que aún tiene Hamás? Está claro que militarmente ha perdido casi todo su poder, como demuestran los lanzamientos de proyectiles muy ocasionales de estos días, en un intento de recordar a Israel que siguen en activo. La verdad es que con la andanada de su enemigo sus depósitos de municiones están vacíos, sus líneas de provisiones y suministros están cortadas, la mayoría de sus túneles están reventados y ha perdido a buena parte de sus líderes y uniformados. El Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (European Council on Foreign Relations) calculaba en diciembre que Hamás había perdido entre 6.000 y 7.000 milicianos, por lo que podría contar con unos 20.000 o algo menos. Además, ha seguido reclutando a gente en estos meses. Aún puede mantener parte de su resistencia, al menos en el plano militar, por años, creen los expertos. 

Otra cosa es la opinión pública. Está claro que, tras el enorme apoyo inicial por la brutalidad de la respuesta de Israel a los ataques que dejaron 1.200 israelíes asesinados y 250 secuestrados, ha ido bajando el apoyo popular, del 39% en caliente a 20 puntos menos ahora. Y si la guerra se cronifica, las culpas se reparten un poco. Hamás estaba haciendo concesiones con la tregua porque era sensible a este malestar ciudadano, a la necesidad de aire, de una pausa, vital, y porque para sí mismo era necesario, para rehacerse. Un asedio constante lleva a daños duraderos. 

En estas semanas, han sacado a la luz la fuerza que les queda, que estaba oculta, desde policías que vigilaban las calles y el reparto de ayuda hasta funcionarios que han regresado a sus puestos. Hasta algunos ministerios han abierto en estas semanas de calma y retirada parcial de Israel. Eran visibles en las calles. 

El Centro Palestino de Investigación de Encuestas y Políticas (PSPRS) ha ido mostrando con sus estudios que el apoyo histórico al partido-milicia ronda el 35% y ahora estaría en una quinta parte de la población. Hay una "marcada disminución" respecto al dato pulsado en mayo de 2024. "La respuesta más frecuente sobre liderazgo palestino es que nadie representa verdaderamente al pueblo". Hay un 25% de palestinos que apoyan "acciones muy extremas" para proteger sus intereses y un 50% que entiende que la salida al conflicto con Israel acabará siendo militar y no política. Un 36% de los gazatíes, en concreto, defiende la lucha armada. Como dice Hamás. 

Hay, pues, sentimientos encontrados, entre la resistencia y la rabia, entre el agotamiento y la indignación, entre lo que hay que dar o ceder y lo que hay que mantener. Ahora está por ver si estas protestas se repiten, con qué cariz, con qué respuesta de los islamistas y con qué consecuencias. 

Las certezas en Gaza son pocas y están bajo tierra. 

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Soy redactora centrada en Global y trato de contar el mundo de forma didáctica y crítica, con especial atención a los conflictos armados y las violaciones de derechos humanos.

 

Sobre qué temas escribo

Mi labor es diversa, como diverso es el planeta, así que salto de Oriente Medio a Estados Unidos, pero siempre con el mismo interés: tratar de entender quién y cómo manda en el siglo XXI y cómo afectan sus decisiones a la ciudadanía. Nunca hemos tenido tantos recursos, nunca hemos tenido tanto conocimiento, pero no llegan ni las reformas ni la convivencia prometidas. Las injusticias siempre hay que denunciarlas y para eso le damos a la tecla.

 

También tengo un especial empeño en la actualidad europea, que es la que nos condiciona el día a día, y trato de acercar sus novedades desde Bruselas. En esta ciudad y en este momento, la defensa es otra de las materias que más me ocupan y preocupan.

 

Mi trayectoria

Nací en Albacete en 1980 pero mis raíces son sevillanas. Estudié Periodismo en la Universidad de Sevilla, donde también me hice especialista en Comunicación Institucional y Defensa. Trabajé nueve años en El Correo de Andalucía escribiendo de política regional y salté al gabinete de la Secretaría de Estado de Defensa, en Madrid. En 2010 me marché como freelance (autónoma) a Jerusalén, donde fui corresponsal durante cinco años, trabajando para medios como la Cadena SER, El País o Canal Sur TV.

 

En 2015 me incorporé al Huff, pasando por las secciones de Fin de Semana y Hard News, siempre centrada en la información internacional, pero con brochazos de memoria histórica o crisis climática. El motor siempre es el mismo y lo resumió Martha Gellhorn, maestra de corresponsales: "Tiro piedras sobre un estanque. No sé qué efecto producen, pero al menos yo tiro piedras". Es lo que nos queda cuando nuestras armas son el ordenador y las palabras: contarlo. 

 

Sí, soy un poco intensa con el oficio periodístico y me preocupan sus condiciones, por eso he formado parte durante unos años de la junta directiva de la ONG Reporteros Sin Fronteras (RSF) España. Como también adoro la fotografía, escribí  'El viaje andaluz de Robert Capa'. Tuve el honor de recibir el XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla por mi trabajo en Israel y Palestina y una mención especial en los Andalucía de Periodismo de la Junta de Andalucía (2007). He sido jurado del IV Premio Internacional de Periodismo ‘Manuel Chaves Nogales’.

 

 


 

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