La ventaja energética de Putin se va al traste por un ataque a refinerías ucranianas que provoca una crisis de combustible en Rusia
Un analista ucraniano advierte de que esta situación tendrá consecuencias económicas y políticas para el Kremlin.
La guerra entre Rusia y Ucrania ha entrado en una nueva fase marcada por los ataques de larga distancia. Cada noche, ambos países intercambian bombardeos con drones y misiles dirigidos principalmente contra infraestructuras energéticas y objetivos militares en la retaguardia. Los ataques, que se han convertido en una constante desde mediados de año, están golpeando duramente el corazón logístico y económico de Rusia.
El pasado viernes, 31 de octubre, drones ucranianos alcanzaron instalaciones energéticas en las regiones rusas de Oriol, Vladímir y Yaroslavl, dejando sin electricidad ni calefacción a miles de personas. Los gobernadores locales confirmaron los daños y reconocieron las dificultades para mantener el suministro.
"Nuestras unidades de defensa antiaérea repelieron un nuevo ataque aéreo enemigo. Tras el derribo de un dron, sus fragmentos cayeron en una central termoeléctrica de la ciudad de Oriol, lo que causó daños al equipamiento de abastecimiento eléctrico", informó en Telegram Andrei Klichkov, gobernador de la región de Oriol. "No hubo incendio ni víctimas", añadió.
En Vladímir, el gobernador Alexandr Avdeev informó que "el enemigo atacó instalaciones cerca de la ciudad", sin ofrecer más detalles. En Yaroslavl, el gobernador Mijail Yevrayev reconoció que los restos de drones derribados obligaron a cerrar temporalmente dos guarderías del distrito Frunzenski "por precaución".
La Marina ucraniana confirmó la autoría de los ataques, asegurando haber utilizado misiles de crucero Neptuno, de fabricación nacional. En un comunicado difundido en Telegram, afirmó que el golpe "supone un duro golpe a la logística rusa", ya que las dos infraestructuras atacadas suministraban energía a empresas de la industria militar.
Una guerra por el combustible
Desde el verano, Ucrania ha intensificado sus ataques contra las refinerías y centros de procesamiento de petróleo rusos. El analista ucraniano Petro Oleshchuk señala citando a la BBC que 21 de las 38 principales refinerías del país han sido alcanzadas por drones ucranianos desde agosto de 2025. Entre ellas se encuentran las de Kirishi, Ryazán, Afipsky y Novoshajtinsk, algunas de las cuales han sido atacadas varias veces.
Estos golpes han provocado una grave escasez de combustible en Rusia. Las largas colas en las gasolineras, los surtidores vacíos y las restricciones de venta se han vuelto comunes incluso en regiones centrales del país. El Kremlin intentó minimizar la situación calificándola de "dificultades temporales", pero la magnitud del problema se ha vuelto imposible de ocultar.
"Todo esto tiene inevitablemente consecuencias políticas para Rusia", advierte Oleshchuk, quien sostiene que la crisis podría convertirse en un detonante para desestabilizar el régimen de Putin desde dentro. Los daños a la infraestructura han reducido drásticamente la capacidad de refinación, afectando tanto a los consumidores civiles como al ejército.
La escasez de gasolina y diésel ha afectado la logística militar, especialmente en las regiones fronterizas que sirven de corredor para el reabastecimiento de las tropas desplegadas en Ucrania. Depósitos en llamas y almacenes dañados han hecho más vulnerable la cadena de suministro del ejército ruso.
Golpes económicos y políticos
Los ataques han tenido un fuerte impacto en la economía rusa. La caída de los ingresos por exportaciones de crudo y derivados ha reducido el flujo de divisas que financia el esfuerzo bélico. Moscú ha recurrido a sus reservas y a la emisión de nueva deuda para sostener su campaña militar, pero el experto avisa que ese margen se agota.
"La crisis de combustible, especialmente si se prolonga, limitará la capacidad de recursos para la guerra. Esto podría no manifestarse de inmediato, sino a medio plazo. Por ejemplo, podría traducirse en la reducción de los programas de rearme, retrasos en los pagos militares o recortes en el gasto logístico", detalla.
La crisis también ha expuesto fracturas internas. Mientras Moscú intenta garantizar el suministro para las zonas estratégicas, Siberia y el Lejano Oriente sufren las consecuencias más graves. Los residentes hacen colas kilométricas en las gasolineras, mientras los gobernadores locales presionan al Kremlin para que acelere las entregas.
La frustración se ha extendido entre las élites regionales, que denuncian ser tratadas como "zonas de retaguardia de segunda categoría". Aunque Moscú ha intentado redistribuir recursos para calmar los ánimos, el daño a la imagen de Putin como "gestor eficaz" ya está hecho.
Rusia, de exportadora a importadora
La crisis del combustible también ha tenido repercusiones internacionales. Rusia prohibió temporalmente las exportaciones de gasolina y diésel, poniendo en aprietos a países que dependen de su energía, como Kazajistán, Mongolia y varios estados postsoviéticos. Ahora, muchos de ellos buscan proveedores alternativos, lo que socava la reputación del Kremlin como superpotencia energética.
Paradójicamente, Rusia ha pasado de exportadora a importadora. Bielorrusia ha empezado a enviar gasolina al país, y su presidente, Alexander Lukashenko, afirmó que está "salvando a un país hermano". Moscú también ha iniciado conversaciones con China y Kazajistán para recibir envíos, lo que, según Oleshchuk, simboliza un cambio de poder en Eurasia.
"Todo esto apunta a un nuevo fenómeno para el Kremlin: necesita él mismo asistencia energética", comenta. "El éxito de la estrategia ucraniana de atacar la infraestructura petrolera rusa es una señal importante para la comunidad internacional. Demuestra que incluso una potencia en recursos como Rusia es vulnerable y puede verse acorralada hasta el borde de la escasez de combustible. Esto fortalece la posición de Ucrania y sus aliados", concluye.