¿Qué supone la entrada de Finlandia en la OTAN?

¿Qué supone la entrada de Finlandia en la OTAN?

El país se convertirá este martes en el trigésimo primer miembro formal de la Alianza, una vez concluido su proceso de adhesión, con un acto en Bruselas. 

Montaje de las banderas de la OTAN y Finlandia.Jonathan Raa / Getty

La invasión de Ucrania ha tenido una consecuencia que no se esperaba Vladimir Putin: la unión de sus adversarios de Occidente, el redoblamiento de sus compromisos como bloque, justo cuando una de las razones de su ataque era aprovechar la debilidad de sus contrarios para tomar decisiones conjuntas de calado. Este martes, se confirma uno de esos pasos inesperados, uno de esos cambios mundiales generados por la ola de la guerra: Finlandia entrará formalmente OTAN y su bandera será izada en el cuartel general de Bruselas, como trigésimo primer miembro.

Uno de los modelos mundiales de neutralidad que salta por los aires, ampliando el bloque atlántico, cambiando su política vieja de 80 años. Ya hace un año, con el inicio de la invasión, tanto Finlandia como Suecia comenzaron a participar como invitados en las reuniones de la Alianza, estando como estaban en la diana del Kremlin y ante su deseo de entrar ahora en la organización. Ahora llega el momento de la plena incorporación, exprés, a la espera de que los suecos logren lo propio, si superan el veto de Turquía y de Hungría. 

Finlandia es un país moderno al que no le ha costado prepararse para entrar en la Alianza, porque cumplía de antemano con los requerimientos necesarios. Los pasos protocolarios se dieron rápido, el proceso formal se impulsó en la cumbre de la OTAN en Madrid, y sólo el veto turco-húngaro estaba retrasando los tiempos. "Este es un día verdaderamente histórico, un gran día para la Alianza", aseguró ayer Jens Stoltenberg, el secretario general de la organización, que recordó que la ceremonia de hoy coincidirá con el 74 aniversario del nacimiento de la OTAN, el 4 de abril de 1949.

Durante décadas, Finlandia ha ido reforzando su estatus de neutralidad, sin dejar de invertir en defensa notablemente y manteniendo el servicio militar obligatorio (para todos los hombres de entre 18 y 60 años; las mujeres se pueden alistar voluntariamente). Se puede hablar de realismo, de pragmatismo, porque ha sabido mantenerse fuerte ante hipotéticas amenazas -de Occidente no las espera, desde hace décadas- sin enemistarse con Rusia, la segunda potencia defensiva mundial y poseedora de armas nucleares y con la que comparte muchos kilómetros de frontera, 1.300 kilómetros. El giro será importante.

La invasión de Ucrania ha llevado, sin embargo, a que los mandatarios y los ciudadanos finlandeses hagan un replanteamiento radical de su posición neutral, pensando que pueden estar más protegidos si están en la OTAN e invocan el famoso artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte, que establece que un ataque a un miembro representa un ataque a todas las naciones de la organización.

Esta ha sido la piedra angular de la Alianza desde que se fundó en 1949, como contrapeso a la Unión Soviética (URSS). Las encuestas lo han dejado claro: más de un 62% de los finlandeses dicen sí a la OTAN ahora, cuando en años previos la media era del 30%. El paso dado ahora por su Gobierno es una constatación del sentir popular, expresado también en el Parlamento, que ha avalado la entrada.

Poderío geoestratégico

Con la incorporación de Finlandia en la OTAN se estará dibujando un nuevo escenario no sólo en la seguridad europea, sino mundial. Sólo tiene seis millones de habitantes, pero una posición geoestratégica de primer orden y 338.440 kilómetros cuadrados de extensión.

“La seguridad finlandesa siempre se ha basado en dos conceptos: en primer lugar, la geografía y la historia; en segundo lugar, el idealismo y el realismo”, ha afirmado a la CNN Alexander Stubb, exprimer ministro de Finlandia. Su posición siempre ha sido la de colaborar con Rusia, que es su vecino, aún sabiendo que es “la mayor amenaza realista” para su seguridad, insiste. Se han mantenido relaciones fluidas, correctas, y se ha cedido a sus exigencias de seguridad, manteniéndose al margen de organismos internacionales, por ejemplo, por mantener ese flanco calmado. Hasta ahora. El afán expansionista de Putin y la posibilidad de una internacionalización de la contienda obligaba a pertrecharse y buscar alianzas. 

Durante décadas se han mantenido las distancias, pero el gesto de ir a por Ucrania, más las amenazas a Moldavia, más el ideario de mundo ruso que Putin defiende en sus discursos, han encendido todas las alarmas. “La OTAN se convierte en la opción pragmática”, concluye en su entrevista. 

O como decía a la BBC un representante de Reino Unido en la última cumbre de la Alianza en Bruselas, “neutralidad hoy no quiere decir nada más que lo que Putin quiera entender que es en cada momento. Y como nadie puede estar en su cabeza, sobre si respetará o no la etiqueta de neutralidad, pues nadie puede estar a salvo de su ataque”. Finlandia así lo ha entendido.

Su entrada en liza es importante para sí misma y para la zona por su frontera con Rusia y su acceso-amenaza a Putin, pero también por su potencial. Según datos de la Universidad Sueca de Defensa, de Estocolmo, cuenta con unos 280.000 soldados, bien armados y entrenados, que serían un importante aporte a la Alianza, no pequeño en el contexto europeo. Se les suman 900.000 reservistas. Las operaciones en el mar Báltico serían más sencillas, por la nueva costa sumada a la organización, lo que supondría un escudo importante para Letonia, Lituania y Estonia, parte de ese espacio postsoviético señalado por Putin.

También ampliará su entrada una influencia inmensa de la OTAN en el norte de Europa, hasta el Ártico, una zona cada vez más importante desde el punto de vista geopolítico debido a sus recursos naturales, su ubicación estratégica y sus numerosas reivindicaciones territoriales, incluidas las de Rusia, Finlandia y Estados Unidos. Como dijo en octubre el ministro de Exteriores de Finlandia, Pekka Haavisto, su país aportará “valor añadido” a la OTAN y la “fortalecería como futuro aliado”. 

Está listo también, como ha dicho en otras ocasiones, para alcanzar el objetivo de la OTAN de dedicar el 2% de su Producto Interno Bruto a los gastos de Defensa en los próximos años. Una meta que sólo siete de los actuales socios está ya invirtiendo, según el último informe del cuartel general de Bruselas

Lo que había y lo que cambia

Tanto Finlandia como Suecia, pese a su neutralidad, han tenido margen estos años para cooperar con las tropas de la Alianza y soldados finlandeses y suecos formaron parte de la operación en Afganistán liderada por la OTAN. Además, desde 2015 ambos países trabajan estrechamente con EEUU en capacitación y equipamiento, por lo que los cauces de comunicación y de entendimiento están más que engrasados, tienen armamento similar, todo se podría usar conjuntamente sin grandes diferencias en caso de una alianza mayor. Hace siete años, Finlandia y Suecia, de nuevo a la vez, acordaron una planificación de defensa conjunta con la OTAN. Crearon además un grupo de trabajo naval compartido.

Lo que cambia, radicalmente, es que al entrar en la OTAN sí se puede pedir la asistencia mutua ante una agresión. Y eso es hoy necesario ante la nueva Rusia, el artículo 5 del que antes hablábamos. La tendrán, garantiza el secretario general de la OTAN, Stoltenberg, quien lleva meses insistiendo en que los dos estados serían recibidos con los brazos abiertos y que el proceso de ingreso podría ser bastante rápido.

Finlandia estaba en boca de todos desde el inicio de la guerra, pero no tanto por su cambio de política como por el modelo de neutralidad que hasta ahora representaba. Incluso se había barajado para la propia Ucrania, dentro del proceso de negociación con Rusia, previo a la invasión del 24 de febrero de 2022. La finlandización consistiría en la no-adhesión de Ucrania a la OTAN, pero subiendo su estatus de colaboración con la Alianza. Una relación parecida a la que tienen Finlandia y Suecia y que, en parte, venía marcada por las exigencias de Rusia. Quedó en nada en cuanto comenzó la "operación militar especial" de Putin. 

Antes de que Rusia invadiera Ucrania, dejó muy clara su denuncia de que la OTAN se había acercado demasiado a su país, demasiado rápido además, y debía volver a sus fronteras de la década de 1990, antes de que algunos países vecinos de Rusia o exestados soviéticos se unieran a la alianza militar. Fue una de las exigencias que envío a EEUU y a la OTAN en diciembre de 2021, que no fueron aceptadas y que el mandatario vendió el Día de la Victoria, en mayo, como una mano tendida que nadie quiso tomar. Haciéndose el ofendido. 

Actualmente, Rusia comparte unos 1.215 kilómetros de frontera terrestre con cinco miembros de la OTAN, según la alianza. Supone un 6% de sus fronteras totales, tan enormes. La adhesión de Finlandia significa que una nación con la que Rusia comparte una frontera de 1.290 kilómetros pasaría a estar formalmente alineada militarmente con Washington. 

Obviamente, gracia no hace ninguna este paso en Moscú y lleva meses lanzando una campaña de desinformación contra Finlandia, preparando el terreno. El argumento, sorpresa, es que también en Helsinki hay nazis, recordando el pasado: el país participó en la Segunda Guerra Mundial luchando primero contra las potencias aliadas, principalmente contra la Unión Soviética, como un país colaborador del eje, y tras ser derrotada por la URSS, fue obligada a luchar contra Alemania.

Por eso, ante el acto de hoy, la respuesta se la esperaban: Moscú ha anunciado que va a reforzar su "potencial militar" en la frontera occidental y noroccidental. El viceministro de Exteriores ruso, Alexandr Grushkó, declaró al canal RIA Novosti que "en caso de que se emplacen en Finlandia fuerzas y medios de otros países de la OTAN, daremos pasos adicionales para garantizar la seguridad militar de Rusia".

Inteligencias como las de EEUU y Reino Unido sostienen que se pueden esperar violaciones del espacio aéreo o perturbaciones en las actividades en el mar de Finlandia, incluido el transporte marítimo, además de un aumento sus operaciones de Inteligencia contra el país y acciones de guerra híbrida, como pirateos informáticos. 

El pasado abril, el vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, Dmitri Medvédev, amenazó incluso con el despliegue de “armas nucleares” en el Báltico si Suecia y Finlandia ingresaban en la Alianza Atlántica. “Habrá que reforzar a la agrupación de fuerzas de tierra, la defensa antiaérea, desplegar importantes fuerzas navales en las aguas del golfo de Finlandia”. “En ese caso ya no se podrá hablar de un Báltico sin armas nucleares. El equilibrio debe ser restablecido”, señaló.

El Ministerio de Exteriores ruso emitió varios comunicados el verano pasado, cuando se negociaba la entrada en la Cumbre de Madrid, avisando de medidas de respuesta, incluidas técnico-militares, porque dice que la decisión histórica de apoyar el ingreso en la OTAN pone en peligro la estabilidad y seguridad en el norte de Europa. “El objetivo de la OTAN (...) es claro: proseguir su ampliación hacia las fronteras de Rusia, crear un nuevo flanco de amenaza militar para nuestro país”, denunciaba una de las nota.

Está por ver cuáles serán los siguientes pasos de Rusia, cómo se concretan, una vez que sus propias intimidaciones se le han vuelto en contra. Mientras los combates siguen, el mundo cambia y hoy Finlandia pasa a ser de la Alianza. Otra vez, esta guerra hace realidad lo impensable.