Por favor, habilita JavaScript para ver los comentarios de Disqus.
Scholz, el rostro visible de un tripartito ahogado en luchas internas y carente de liderazgo

Scholz, el rostro visible de un tripartito ahogado en luchas internas y carente de liderazgo

El canciller alemán tomó el testigo de Merkel con promesas de refresco progresista pero la debilidad de su suma con verdes y liberales, la crisis económica, la herencia recibida y retos sobrevenidos como Ucrania han impedido el avance. 

El liberal Christian Lindner, la verde Annalena Baerbock y los socialdemócratas Olaf Scholz y Boris Pistorius, presentando la estrategia de seguridad nacional alemana, el 14 de junio de 2023.Maja Hitij / Getty Images

A su llegada al poder, en 2021, Olaf Scholz prometía aire fresco tras 16 años de Angela Merkel como canciller en Alemania. La más admirada, pero también desgastada por el tiempo y la toma de decisiones. El socialdemócrata ganó muy ajustado, tardó meses en lograr una mayoría de gobernabilidad y durante tres años ha ido arrastrando esa debilidad. Las servidumbres del diálogo a tres bandas han ralentizado la toma de decisiones, han bloqueado políticas y han dado una imagen poco sólida de la locomotora de Europa. 

Tantas han sido las desavenencias entre su SPD, Los Verdes y los liberales del FDP que la coalición acabó rompiéndose en diciembre. El canciller tuvo que convocar elecciones anticipadas para este 23 de febrero (la cita se esperaba para septiembre de este año) y ahora se enfrenta a unas encuestas que no le permiten revalidar en cargo. 

La media de sondeos dice que los suyos serán la tercera fuerza, con entre el 15 y el 16% de los sufragios, por detrás de los conservadores clásicos de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD). Los ecologistas serían cuartos, con el 12 a 14% de los sufragios, mientras que los centristas puede que no lleguen ni al 5% que les daría grupo parlamentario. 

En este escenario, repetir la alianza parece complicado, enfrentamientos pasados aparte. Queda un poso en la sociedad, añaden los sondeos, de desencanto, de desengaño, de impopularidad. Los grandes problemas nacionales, como el estancamiento económico, la crisis industrial o la inmigración, no han encontrado respuestas en esta tripleta de gestión y eso ha generado una pérdida de confianza de la que el canciller Scholz es el rostro visible. 

Aún así, el socialdemócrata no se ha arrugado y repite como candidato, pese a las corrientes internas de su formación que han tratado de evitarlo y de sustituirlo por el actual ministro de Defensa, Boris Pistorios, notablemente más popular. Scholz, dicen sus cercanos a medios como Euractiv, tiene esperanzas en una remontada a lo Gerhard Schröder en 2005 o a la que él mismo protagonizó en las últimas elecciones, cuando las cosas no pintaban bien. El salto ahora debería ser mayúsculo, porque va 15 y hasta 17 puntos por detrás del candidato de la CDU, Friedrich Merz. Parece improbable que logre una recompensa electoral tras tres años a trancas y barrancas. 

Sin empuje, sin metas parejas

Jörn Fleck, director senior del Centro Europeo del Atlantic Council (un tanque de pensamiento con sede en Washington), reconoce que la llamada Fortschrittskoalition o coalición para el progreso, el semáforo que unía a rojos, verdes y amarillos, generó "esperanza" en su inicio, en 2021, cuando se auguraba el fin del "statu quo" germano. 

En tres años, sin embargo, una importante guerra terrestre europea en curso, la de Ucrania, y una serie de problemas económicos alemanes agravados en vez de corregidos, han hecho crecer la incomodidad de esa unión hasta llegar, define, a  "un Gobierno disfuncional de antiguos aliados distanciados y enfrentados". 

"Meses de enconadas luchas internas y un consenso cada vez más reducido entre los tres improbables socios contribuyeron a un panorama sombrío para la economía de Alemania, que ha evitado por poco una recesión y que el Fondo Monetario Internacional rebajó a crecimiento cero para 2024", recuerda. 

"Cualquier esfuerzo concertado del Gobierno para abordar los desafíos económicos estructurales de la economía alemana y así revivir el otrora tan envidiado motor de crecimiento de Europa fracasó repetidamente en medio de propuestas en pugna, filtraciones y recriminaciones públicas entre el ministro de Economía Verde, Robert Habeck, y [el liberal Christian] Lindner, bajo el liderazgo ausente de Scholz", expone para explicar los choques de la última etapa de la coalición. 

Protesta de grupos ambientalistas contra las negociaciones entre SPD, verdes y liberales para formar Gobierno, en noviembre de 2021, en Berlín.Maja Hitij / Getty Images

Fleck mete el dedo en la llaga de dos grandes asuntos que han marcado la legislatura que finaliza: la invasión rusa de Ucrania y el retroceso económico. Uno de los momentos en que más ha brillado Scholz ha sido cuando anunció un giro radical en la política de defensa del país, con un aumento en el gasto en la materia, muy poco después de que tropas rusas entrasen en el país vecino. Su afirmación de que mantendría la ayuda a Kiev mientras fuese necesaria se convirtió en una especie de lema del actual Gobierno, muy aplaudida dentro y fuera de sus fronteras. 

El de Berlín ha sido el gabinete que más ha ayudado a Ucrania en esta contienda, el mayor donante europeo, sin duda. Sin embargo, también ha ido dando bandazos en este tema estrella: para este año, ha recortado a la mitad la partida para Kiev en sus cuenta y fía la futura financiación al plan del G-7 para usar los activos rusos congelados aún por definir. Además, ha ido entregando armamento, sí, pero no el deseado por el Gobierno de Volodimir Zelenski ni al ritmo deseado por Kiev. 

El propio SPD, sin acudir a sus muletas de gobernabilidad, ha sido a veces el freno para esas políticas, al retrasar o incluso rechazar el envío de determinado armamento, como los misiles de largo alcance Taurus, con el argumento de que también había que hacer todo lo posible para que la OTAN no terminara siendo parte en la guerra, que se internacionalizara. 

Y luego está la economía, el verdadero talón de Aquiles del Ejecutivo. La guerra se notaba en los bolsillos de unos ciudadanos, por ejemplo, muy acostumbrados a depender sobremanera del gas ruso, así que a la inflación generalizada que trajo la invasión se sumaba el condicionante casero de la energía. 

El Gobierno alemán corrigió a la baja en enero sus previsiones y para 2025 espera sólo un crecimiento del PIB del 0,3 %, tras dos años de recesión, pero es posible que incluso este pronóstico resulte demasiado halagüeño en vista de lo que la CDU ha calificado de "desindustrialización" y que el país centroeuropeo se enfrente a un tercer año de contracción. La mayor economía de Europa, muy dependiente de las exportaciones, se ve azotada por problemas estructurales y por las dificultades en la coyuntura global, a los que se suman ahora las amenazas arancelarias del presidente estadounidense, Donald Trump.

Ahora el SPD pretende reformar el freno constitucional de la deuda para poder asumir créditos con los que financiar generosas inversiones públicas y subvenciones, pero no han existido fórmulas mágicas en estos tres años. 

"Los principales proyectos de transformación (desde la transición a la energía verde hasta el Zeitenwende (punto de inflexión) de Alemania en materia de defensa y política exterior) se ejecutaron mal, se renegociaron con demasiada frecuencia después de haber sido acordados o fracasaron por un punto muerto político", resume Fleck. 

Ve "logros genuinos" de la coalición, como conseguir que Alemania se desvinculara justamente del gas ruso a una "velocidad récord", emerger como "líder europeo en el apoyo a Ucrania" y avanzar con un "despliegue permanente de una brigada alemana en el flanco oriental de la OTAN", pero entiende que han pasado "desapercibidos" y se han "subestimado" por el aplastamiento de la desunión y el empuje de la oposición, también. 

Enumera algunos de los problemas que no se pudieron resolver en la última etapa y que tanto sabor amargo han dejado en el electorado: los déficits "multimillonarios" del presupuesto de 2025 en medio de una economía en estancamiento y una disminución de los ingresos fiscales, la imposibilidad conciliar "los límites de la estrecha ortodoxia fiscal alemana" y el freno a la deuda, "con un conjunto de desafíos geopolíticos y geoeconómicos sobrecargados que exigen un mayor liderazgo alemán". 

"Las disputas internas de la coalición sobre cuestiones importantes como el presupuesto, la transición industrial y hacia la energía limpia, China e incluso Ucrania hicieron que la toma de decisiones en Berlín pareciera un mosaico de tres gobiernos separados en un día cualquiera. Las críticas entre ministerios rivales se transmitieron en la prensa, la ausencia de liderazgo en la Cancillería condujo a la disfunción y la parálisis cuando se desarrollaron crisis geopolíticas, y los problemas económicos persistieron obstinadamente", expone aún con más fuerza en un análisis extra publicado a cuatro manos con Rachel Rizzo, investigadora del Centro Europeo del Atlantic Council. 

Olaf Scholz y Volodimir Zelenski hacen una ofrenda a los caídos en la invasión rusa, el 2 de diciembre de 2024 en Kiev.Yan Dobronosov / Global Images Ukraine via Getty Images

¿Dónde está el eje?

En materia europea, Alemania tiene un peso colosal: primera economía, la mayor población y siempre parte del llamado eje francoalemán, el que tira del carro en las grandes decisiones comunitarias. Ese eje lleva años en franca decadencia, ciertamente. La marcha de Merkel hizo que el presidente de Francia, Emmanuel Macron, intentase quedarse con su cetro. Pero los problemas internos del liberal, atenazado por sus fracasos electorales y el ascenso de la extrema derecha, han complicado su protagonismo europeo. 

Sin sus dos pesos pesados, las instituciones europeas han flaqueado. Esto es cosa de los Veintisiete, pero las inercias del pasado y la innegable influencia de estas naciones ha llevado a que su ausencia se note y complique apuestas, mayorías y avances. 

Jeremy Cliffe, director editorial del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR), sostiene con contundencia que en los últimos años "la República Federal ha funcionado menos como un centro europeo que como un obstáculo que hay que sortear", incluso. Y las elecciones del domingo no parece que vayan a aclarar si regresa o no ese liderazgo. 

La coalición semáforo, dice para ser justos, podría reivindicar algunos "logros europeos "notables, como que Alemania se convirtió en el principal partidario de Ucrania en el continente, lanzó la Iniciativa Escudo del Cielo Europeo en materia de defensa aérea y presentó propuestas bienvenidas para la reforma de la UE", todo ello impensable en 2021, antes de la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia. 

Sin embargo, en algunos puntos, la suma a tres "ha sido poco fiable, ausente e impredecible" para los intereses comunitarios. Habla de "automarginación" incluso en el plano europeo. No se le puede echar toda la culpa a Scholz, dice, porque recibió una herencia pesada de Merkel, con "decisiones miopes como la aprobación del gasoducto Nord Stream 2 o la negativa a aceptar la oferta del presidente francés Emmanuel Macron de asociarse para una integración más estrecha con la UE".

"Pero el proceso se ha acelerado bajo el Gobierno de Scholz", sostiene Cliffe. Las sucesivas abstenciones alemanas en la UE causadas por desacuerdos entre los tres socios de coalición en Berlín y las debilidades de la economía alemana han desviado la atención hacia los problemas internos. "Los cambios generacionales y el ascenso del partido de extrema derecha Alternativa para Alemania han llevado a una concepción más estrecha del interés nacional del país", añade. Eso es menos Europa, es malo para Europa. 

Ursula von der Leyen, Charles Michel, Olaf Scholz, Emmanuel Macron y Joe Biden, durante un ejercicio de paracaidistas en Bari (Italia), en la reunión del G7 de junio de 2024.Michael Kappeler / picture alliance via Getty Images

Entre otras cosas, la coalición de Scholz ha rechazado de plano las propuestas de Mario Draghi sobre la competitividad de la UE; ha frustrado una adquisición bancaria italo-alemana por razones proteccionistas; ha roto con la mayoría de la Unión al oponerse a los aranceles sobre los vehículos eléctricos chinos, y ha impuesto controles en las fronteras intra-Schengen del país. En noviembre pasado, tras el colapso del pacto, el propio canciller llamó por teléfono con Vladimir Putin sin coordinarse con Bruselas, París o Varsovia. Las relaciones con Francia y Polonia se han deteriorado notablemente, a su vez. 

Gane quien gane, la idea es que tras los comicios se pueda generar un entorno de "luna de miel", como lo llama el analista, para derribar las líneas rojas en temas de la UE como defensa, endeudamiento y más mayor integración en política exterior. "Como la UE en su conjunto, la República Federal tiende a ser más audaz en momentos de crisis. Ahí reside la mejor esperanza de que vuelva a ocupar su lugar en el corazón de Europa", resume Cliffe.

Scholz reconoció en su discurso de salida la creciente incertidumbre del mundo actual y se comprometió a fortalecer los lazos transatlánticos y a trabajar con la nueva administración Trump, al tiempo que se invierte en una UE "resiliente". Todo eso fue antes de que el republicano pusiera sobre la mesa su plan para Ucrania sin Ucrania, tan denostado por Berlín. Sin embargo, para lograr estos objetivos se necesita un Gobierno estable, no uno sumido en discordias internas. Esa estabilidad parece hoy fuera del alcance de Alemania, abocada a los pactos y, quien sabe, quizá viendo por primera vez en 80 años un alianza de la derecha con la ultraderecha, si no para gobernar -la CDU lo descarta-, quizá sí para sacar leyes en el Parlamento. 

Scholz ha mostrado su voluntad de colaborar con el líder de la CDU, Merz, en cuestiones económicas y de defensa, lo que podría ayudar a superar este período de transición en lo exterior. Más aún si se llega a una coalición entre derecha e izquierda convencional, una gran alianza como ya ha habido cuatro en la historia del país -aunque en España suene a contranatura-. Por ahora, Merz lo fía todo a un cambio en las políticas de inmigración y economía de su adversario Scholz, pero hay medios locales informando ya de contactos entre las dos partes para limar asperezas. 

El canciller casi accidental

El actual canciller Schoz, saliente si se cumplen las encuestas, espera poder recuperar posiciones en estas semanas de campaña. Huye del catastrofismo y sonríe en sus actos un poco más de lo habitual, que tampoco es un enorme esfuerzo para este hombre en apariencia parco en emociones. 

Hasta su elección, Scholz había sido vicencanciller y ministro de Finanzas del Gobierno de gran coalición presidido por Merkel, una alianza criticada por una corriente dentro del SPD, liderada por la actual copresidenta del partido, Saskia Eskien. Los cuatro años de la última gran coalición no habían sido fáciles para la relación entre Scholz y parte del SPD, cuya principal preocupación eran marcar distancias frente al Gobierno y reforzar la identidad del partido. 

Además, Scholz había sido en el pasado un defensor de las reformas del Estado social de la era del canciller Schröder, frente a las que parte de la formación procuraba distanciarse. Los más progresistas de su formación lo han visto siempre más como un centrista que como un socialdemócrata, incluso. Queda claro hasta en su promesa de despedida en el Bundestag: "Conmigo el centro de la política alemana siempre será fuerte", defendió en diciembre. 

Olaf Scholz, el 21 de febrero de 2025, en un mitin del SPD en Colonia.Jana Rodenbusch / Reuters

Pese a que Scholz no pudo asumir la jefatura del partido, de cara a las elecciones de 2021 incluso los mayores defensores de la pureza ideológica del SPD entendieron que necesitaban como candidato a alguien que fuera visto como pragmático y que tuviera experiencia en el Gobierno. Era su hombre. 

Tras su triunfo apretado (25,74% de los votos solamente), se mostró como un negociador práctico con Los Verdes y los liberales del FDP. Los dos partidos habían tenido también conversaciones previas con el bloque conservador con el que también hubieran podido lograr mayoría. Salía por números, pero no por programa y por flexibilidad. Scholz se llevó el gato a agua. 

Tras firmar el acuerdo de coalición, el candidato del SPD dijo que su objetivo era tener logros con los que se identificaran los tres partidos y por los que los tres pudieran volver a ser elegidos. Ahora él teme quedar relegado en esa incómoda e insuficiente tercera posición. Sólo los ecologistas se mantienen en las encuestas a un nivel similar al de 2021, cuando lograron su mejor resultado histórico. Si los liberales se hunde, no hay repetición del tripartito. 

No obstante, el mandatario ha dicho que no ve otra alianza factible por el flanco de la izquierda por sus profundas divergencias sobre Ucrania. "No puedo imaginármelo. Quieren dejar sola a Ucrania. Está fuera de debate", afirmó el miércoles pasado en un debate televisivo, en referencia a fuerzas como La Izquierda (los sondeos le predicen un 6,7% de los votos) o su escisión, la Alianza Sahra Wagenknecht (BSW, que podría llegar al 4 o al 5%). Fuerzas con las que tiene acuerdos a nivel regional, pero que descarta si hay política exterior en juego. 

Ahora las papeletas de los 59 millones de electores alemanes decidirán el futuro del canciller que no ha podido acabar sus cuatro años de mandato. 

MOSTRAR BIOGRAFíA

Soy redactora centrada en Global y trato de contar el mundo de forma didáctica y crítica, con especial atención a los conflictos armados y las violaciones de derechos humanos.

 

Sobre qué temas escribo

Mi labor es diversa, como diverso es el planeta, así que salto de Oriente Medio a Estados Unidos, pero siempre con el mismo interés: tratar de entender quién y cómo manda en el siglo XXI y cómo afectan sus decisiones a la ciudadanía. Nunca hemos tenido tantos recursos, nunca hemos tenido tanto conocimiento, pero no llegan ni las reformas ni la convivencia prometidas. Las injusticias siempre hay que denunciarlas y para eso le damos a la tecla.

 

También tengo un especial empeño en la actualidad europea, que es la que nos condiciona el día a día, y trato de acercar sus novedades desde Bruselas. En esta ciudad y en este momento, la defensa es otra de las materias que más me ocupan y preocupan.

 

Mi trayectoria

Nací en Albacete en 1980 pero mis raíces son sevillanas. Estudié Periodismo en la Universidad de Sevilla, donde también me hice especialista en Comunicación Institucional y Defensa. Trabajé nueve años en El Correo de Andalucía escribiendo de política regional y salté al gabinete de la Secretaría de Estado de Defensa, en Madrid. En 2010 me marché como freelance (autónoma) a Jerusalén, donde fui corresponsal durante cinco años, trabajando para medios como la Cadena SER, El País o Canal Sur TV.

 

En 2015 me incorporé al Huff, pasando por las secciones de Fin de Semana y Hard News, siempre centrada en la información internacional, pero con brochazos de memoria histórica o crisis climática. El motor siempre es el mismo y lo resumió Martha Gellhorn, maestra de corresponsales: "Tiro piedras sobre un estanque. No sé qué efecto producen, pero al menos yo tiro piedras". Es lo que nos queda cuando nuestras armas son el ordenador y las palabras: contarlo. 

 

Sí, soy un poco intensa con el oficio periodístico y me preocupan sus condiciones, por eso he formado parte durante unos años de la junta directiva de la ONG Reporteros Sin Fronteras (RSF) España. Como también adoro la fotografía, escribí  'El viaje andaluz de Robert Capa'. Tuve el honor de recibir el XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla por mi trabajo en Israel y Palestina y una mención especial en los Andalucía de Periodismo de la Junta de Andalucía (2007). He sido jurado del IV Premio Internacional de Periodismo ‘Manuel Chaves Nogales’.

 

 


 

Cómo contactar conmigo: