Un barco lo lleva desde el río Manzanares a Bélgica, Países Bajos o Alemania, junto a su paje, Pedro. A los niños que no se han portado bien se los lleva de vuelta, ojo.
Cinco comunidades cuentan con su propia versión del bonachón navideño: desde un tronco mágico que defeca regalos a un señor que les toca la barriga a los niños.