¿De verdad sólo queda el rearme? Las alternativas al nuevo gasto en Defensa
Cuando el debate de los euros aparada la pelea política, hay quien desde el pacifismo o la diplomacia aún apuesta por otras vías. De "los caminos que aconseja la ONU" a una compra más centrada en el cómo que en el cuánto.

Europa se blinda. Dice que se prepara para la guerra con la intención de no tener que ir a la guerra nunca. Su apuesta es triple: mantener viva la línea de ayuda a Ucrania, reforzar la seguridad de los Veintisiete y ganar el máximo de autonomía en defensa. Para eso necesita dinero, mucho, hasta 800.000 millones de euros según las previsiones de la Comisión, subir de media del 1,9% del PIB destinado a la materia a un 3% como poco.
Para salir a un campo de batalla con garantías de no perder y sin asistencia de la eterna muleta, Estados Unidos, hacen falta 300.000 soldados, 1.400 tanques, 2.00 vehículos de combate, 700 piezas de artillería... Eso dicen los expertos del centro Bruegel y Instituto Kiel, que reconocen que, en teoría, la Unión Europea (UE) es la segunda potencia militar del planeta si se suman sus estados, pero en bloque, hoy no es nada. "Hay equipos de fútbol que son la suma de sus individualidades y brillan y ganan. Eso en materia defensa no puede ser, hay que ir juntos o no se abordarán los retos que vienen", resumía gráficamente un eurodiputado italiano este jueves en Bruselas.
Juntos supone coordinar, ver compatibilidades, compartir planes y hasta mandos (¿un nuevo ejército europeo?), pero sobre todo, ahora mismo, supone gastar, defienden los miembros del club comunitario, aunque sea en industria de casa y pesando en el bien de todos, no sólo el nacional, el doméstico. ¿Pero de verdad es el único camino?
En una entrevista reciente con El HuffPost, el eurodiputado socialista y vicepresidente del Parlamento Europeo, Javi López, aseguraba que "la asistencia militar es la condición previa a que luego pueda actuar la diplomacia". Defendía de este modo el necesario rearme europeo que ha propuesto Ursula von der Leyen. Pero no todo el mundo piensa igual. Pere Ortega, pacifista e investigador del Centre Delàs d’Estudis per la Pau, es uno de ellos. "Siempre ha habido alternativas a un rearme y siempre las habrá”, señala Ortega. Para él, el rearme europeo no es una disuasión, sino una amenaza. “Y cualquier país que se vea amenazado por este rearme, se rearmará también. Los líderes europeos han perdido el sentido común”, lamenta.
El investigador considera, además, que el miedo que se infunde en las últimas semanas, puede que desde la invasión de Ucrania, es “fantasioso”. “Por condenable que sea la invasión de Ucrania, no es comparable con un ataque ruso a un país de la OTAN, que tendría una respuesta unánime. No solo se desataría una guerra europea, sino mundial. Incluso si Estados Unidos decidiera no involucrarse, la Alianza Atlántica tiene otros 30 países miembros que sí lo harían”, señala para recordar, por otro lado, que “solo el potencial armamentístico de los países de la OTAN, en el que se han invertido 380.000 millones de euros, es cuatro veces superior al de Rusia”. “Una batalla entre Rusia y la OTAN solo llevaría a una guerra atómica”, detalla. Una guerra atómica que, como aseguraron Bertrand Russell y Albert Einstein en 1955, no tendría vencedores. Significaría el fin civilizatorio. De ahí que Ortega crea que es absurdo pensar en la idea de que un país como Rusia busque algo así.
Para Ortega, la alternativa al rearme es la que siempre ha defendido el pacifismo, “los caminos que aconseja la ONU”. La misión de cualquier diplomacia, dice, “es eliminar las posibilidades de conflicto. Es difícil, sí, pero hay que tratar de que la diplomacia nos devuelva a las relaciones que podíamos tener con Rusia antes de la guerra en Ucrania. Unas relaciones que no solo eran políticas o económicas, también culturales”. Lo esencial, plantea, “es buscar una seguridad compartida”, un contexto complejo en el que ningún país se sienta amenazado.
Por otra parte, la elección del rearme lleva implícita la dilución del estado el bienestar. Además de la opción de los eurobonos o los préstamos de la Comisión Europea, que no dejan de suponer deudas e intereses, el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, fue claro. “Dijo que había que sacrificar la seguridad humana en beneficio de la seguridad defensiva”, recuerda Ortega.

Este pacifista devuelve además una pregunta a quienes aseguran que la vía pacifista es, cuanto menos, ingenua. “¿Eran ingenuos Russell, Einstein, Desmond Tutu o Nelson Mandela? Yo diría que ninguno de ellos se equivocaba. Que nos acusen a los pacifistas de irresponsables es un error. La Ilustración nos enseñó que la paz es el camino correcto. Lo dice hasta el Papa”, contesta Ortega.
Aunque puede que todavía minoritarias frente a los defensores del rearme, las voces que defienden la vía pacifista comienzan a sonar con más fuerza. Hace unos días, centenares de activistas y personalidades de la cultura volvieron a entonar el “no a la guerra” en las puertas del Congreso. El actor Juan Diego Botto y la actriz Carolina Yuste leyeron un manifiesto impulsado por el ya mencionado Centre Delàs y Aipaz. “El rearme no traerá la paz, sino que nos acercará aún más a la guerra”, recoge el texto. Una idea similar a la que reúne otro manifiesto apoyado por más de 3.000 académicos, artistas y científicos, quienes, “alarmados por el lenguaje orwelliano que se ha instalado en el discurso político europeo según el cual la guerra es el camino hacia la paz mientras que la paz solo lleva a más guerra, hacemos un llamamiento a la cordura”.
El debate de fondo es la forma
El europeísta belga Matthias Poelmans explica desde Bruselas que es "entendible" que el debate sea especialmente fiero en países como España, porque la Defensa nunca ha sido una política troncal. "Tras la dictadura, las prioridades eran otras y no había un diseño y unas apuestas como las de otras naciones que pasaron por la Guerra Fría y, antes, por las guerras mundiales". Hasta ahora, se entendía que "había lo suficiente" para garantizar la seguridad nacional y proporcionar asistencia en misiones internacionales y hasta los Ejecutivos conservadores, más proclives al gasto en la materia, "han evitado agigantar esas partidas, por impopulares".
A su entender, ¿hay que llevar el gasto a los niveles que plantea la UE y defiende también Madrid, aunque no quiera hablar de rearme? Prefiere no enredarse en el espinoso número, en los 800.000 millones de euros, porque entiende que las cifras "llevan veneno", pero sí que defiende que centrar el debate en el porcentaje de PIB que destina cada país -que es la gran pelea de EEUU en la Alianza Atlántica desde hace años- es "reduccionista y equivocado".
"Entiendo que hace falta más dinero para defensa y seguridad, entendidos globalmente, porque las amenazas son de naturalezas muy diversas, pero sobre todo defiendo que es necesaria, urgente, una estrategia organizada para ese gasto. Entiende que hay margen, pues, euros aparte. Y en ese margen sitúa un gasto "inteligente" de la inversión militar, gastando "mejor, más que muchísimo, aunque mucho sí hace falta". La clave está en la tecnología y la ciencia, en mejoras que no sean tan caras como el armamento pesado clásico que se nos viene a la cabeza al pensar en estas cosas, pero sí sean muy efectivas.
Si hay que comprar, Poelmans defiende que sea "juntos y made in Europe". "La preferencia local es clave para impulsar las capacidades industriales y la innovación, para reforzar la autonomía estratégica y evitar ir rezagados en tecnología militar y hasta ahora se ha mirado más fuera. Se podía haber ahorrado ya un dinero si esta apuesta, que está en el Libro Blanco de la Defensa, se hubiese hecho antes", entiende.

En la Cumbre de Seguridad de Múnich del mes pasado, cuando el vicepresidente de EEUU, JD Vance echaba la bronca a Europa por sus malos líderes, uno de los ejemplos que más se repetían de lo que supone comprar fuera es el de los aviones F35 norteamericanos. No es "sólo que el gasto acabe en manos de Washington, sino que se le paga a un socio que cada día lo es menos, poco confiable, y que puede hacer inservible la inversión". ¿Cómo? "Dinamarca le ha comprado 27 de esos aviones, de los que cuatro los quiere mandar a Groenlandia, tierra demandada por Trump. EEUU, como fabricante, tiene la capacidad de usar un botón remoto o kill switch e impedir hasta su arranque".
El aumento de las importaciones en la UE de material norteamericano de seguridad y defensa ha crecido un 155% en los últimos cinco años, añade el SIPRI. El 11% de las importaciones mundiales en la materia son he en Europa. "Eso debe cambiar", dice el analista. También el "escaso" gasto pensando "en todos". "Los países suelen comprar sin mirar a los demás. La visión es muy nacionalista aún. Se compran sistemas integrados para la OTAN pero no tanto a nivel UE. A veces no hay materiales compatibles, la fragmentación es un lastre. En Ucrania saben de eso. Señala la Agencia Europea de Defensa que las inversiones en proyectos conjuntos hasta han bajado, en vez de subir, del 10,8% del total en 2018 al 6,6% en 2023, ya con la invasión rusa activa.
Sobre el de ejército europeo sí o no -entre sus defensores está Pedro Sánchez-, el experto ve la opción "lejana". "No hablo del coste solamente, sino, de nuevo, del fondo. ¿Para qué serviría además de los ejércitos nacionales? Es menos caro y hasta más operativo, posiblemente, europeizar las estructuras que ya existen, adoptar una cadena de mando europea, coordinar como se hace ya en la llamada defensa adelantada de la OTAN", dice.
El politólogo flamenco insiste, pues, en el "cómo", más que en el "cuánto", "sin perderlo de vista". "Europa necesita una reforma en su seguridad y defensa, integral, y hay que afrontarla sin miedo y ver las oportunidades, desde posibles avances tecnológicos a puestos de trabajo especializados y, claro, beneficios para la paz y la estabilidad. Pero esa oportunidad es más que dinero, es mucha estrategia, es repensar el modelo, es abrirse a otros, es poner el bien común por delante de los intereses particulares, nacionales o empresariales, y es no tocar el margen del estado de bienestar ni la democracia y los derechos" actuales.
Ahí entra en juego el llamado "dividendo de la paz", ese dinero que en tiempos de calma no va a defensa sino a sanidad, escuelas o vivienda. Se trata de una idea forjada grupos pacifistas, especialmente de EEUU en los años 70 del pasado siglo, cuando cuajó la idea de "menos carros de combate y más mantequilla" que tanto se repite en estos día. A partir de 1989, una vez que cayó el muro de Berlín, llegó el fin de la URSS y la política de bloques se afinó, hasta la derecha occidental se adhirió parcialmente al término.
Si se gasta más en defensa hay peligro de que se recorte de otras partidas, porque los euros son habas contadas, y lo social teme por su porvenir. En España, el Gobierno insiste en que no se va a tocar ese flanco. El dinero del que ha hablado Von der Leyen, aunque sea en créditos o deuda, habrá que pagarlo algún día y eso puede generar inflación o recortes. "El miedo real puede justificar un aumento en el gasto defensivo, pero no una rebaja en lo social. Las prioridades han de ser las prioridades", recuerda. Y justo Europa siempre ha apostado por ser un "agente geopolítico de paz".
Kristalina Georgieva, directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), ya avisó en abril de 2023 de lo que se venía: "La invasión de Ucrania por parte de Rusia no es sólo una tragedia para el pueblo ucraniano, es una tragedia para la comunidad mundial porque envía el mensaje de que los gastos de defensa tienen que aumentar. El dividendo de la paz se ha ido". Hay informes del Instituto de las Naciones Unidas para la Investigación sobre el Desarme (UNIDIR) que a avisan de que invertir mucho en defensa puede ser un "obstáculo" para el desarrollo económico de los países. Entiende que son "preocupaciones legítimas" las que llevan a ello en épocas de inestabilidad, pero "los Gobiernos necesitan recursos para afrontar otros muchos problemas urgentes". Pide "enfoques innovadores" para las inversiones, más información para la ciudadanía y monitoreos para ver qué se hace con el dinero. La rendición de cuentas y la transparencia deben primar, dice, en tiempos de semejantes desembolsos.
Aún así, afirma que la pérdida de ese dividendo de la paz es "multicausal" y "compleja" y depende, siempre, de la voluntad de los países y sus políticos, de la eficiencia de las inversiones, y no únicamente de los tijeretazos para llevar dinero a los ejércitos. "La forma en que se utilizan los recursos ahorrados determinará el impacto económico de los recortes", expone. En la mente de todos, la frase de Emmanuel Macron, presidente de Francia, de agosto de 2022: "Estamos viviendo el fin de la abundancia, la evidencia y la despreocupación".
La Unión Interparlamentaria, por su parte, ha publicado hasta un manual de prácticas parlamentarias que vayan en esa línea, buscando un "cambio global" que anteponga la salud o el medio ambiente a las guerras. Recomienda, por ejemplo, prevenir antes y atajar "las causas profundas" de los conflictos antes de que empeoren. Nadie puede ponerse en la cabeza de Putin, pero son muchos los analistas que avisaban de que iba a invadir Ucrania y Occidente seguía sin creerlo, alimentando al Kremlin con negocios que aún perduran.
Recuerda a los Ejecutivos que sus decisiones deben tener un "componente humano" central y que no es incompatible defenderse y atender a quien más lo necesita o ser más verdes. Es un camino "largo y complejo", pero el bueno.
"Más armas no es más seguridad"
El movimiento pacifista, por su parte, ha organizado estos días protestas antes las instituciones europeas contra el originalmente llamado Rearm Europe. Entienden que se está comprando el plan de enriquecimiento de las empresas de defensa, que se está invirtiendo en muerte para más soldados (en su mayoría jóvenes), a la vez que se alimentan posicionamientos de derecha extrema. En sus pancartas se podían leer lemas como: "No os manchéis las manos de sangre", "Más armas no es más seguridad", "El fin del sueño europeo de la paz" o un superviviente, "Haz el amor y no la guerra". Con despertadores, campanas y sirenas, intentaron despertar a los diputados.
La plataforma belga Forum voor Vredesactie (Acción por la Paz) es una de las organizaciones que ha alzado la voz. Bram Vranken, uno de sus portavoces, denuncia que "la UE sólo sigue la agenda de las grandes empresas de defensa, a quienes no les interesa la solución pacífica de los conflictos" y por eso "es hora de que nuestros representantes escuchen a los ciudadanos europeos, en lugar de atender los intereses de la industria armamentística". "No queremos que se destine dinero público a la industria armamentística, como no lo quieren los ciudadanos", indica.
El más reciente sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) al respecto data de julio de 2024 y afirmaba que el 39,3% de los encuestados creía que se estaban destinando los recursos "necesarios" a esta partida en nuestro país; el 31,2% pensaba que eran "muy pocos" y el 24,4%, que eran "demasiados". Como ha revisado Newtral, desde 2015, el porcentaje de gente que cree que se invierte "demasiado" ha bajado en 16 puntos porcentuales; aquel año, el 40,5% de los encuestados lo pensaba; en 2024, el 24,5%. La tendencia es a un menor rechazo a este gasto, pues.
"Es escandaloso", resume Vranken. "En tiempos de austeridad, la Unión Europea subvenciona una industria que exporta muerte y conflicto", denuncia. "Financiar la industria armamentística no hará del mundo un lugar mejor", insiste, "no generará mayor seguridad". Antes al contrario, "provocará más exportaciones de armas, más violencia y más guerra". Una carrera.
Su organización ha publicado el informe Asegurando beneficios: cómo el lobby armamentístico está secuestrando la política de defensa europea, que muestra "cómo el proceso de toma de decisiones sobre el Fondo Europeo de Defensa estuvo fuertemente dominado por la industria armamentística". "Ni la sociedad civil ni el Parlamento Europeo tuvieron participación significativa en estas decisiones de gran alcance. Algunas propuestas de la Comisión Europea fueron prácticamente copiadas de las recomendaciones del lobby armamentístico", indica.
"Si externalizamos la política de seguridad europea a la industria de defensa, no quedará mucho del proyecto de paz europeo", afirma Vranken. Con el nuevo presupuesto sobre la mesa "no se generará mayor seguridad, porque no está diseñado para generarla". "El fondo es un fondo de estímulo industrial para las principales multinacionales armamentísticas europeas", denuncia.
"Lo que comenzó como un proyecto de paz, ahora subvenciona una industria que exporta guerra. La competitividad de la industria armamentística se ha convertido en un objetivo político en sí mismo", se lee en el informe, que desvela los grandes números de la industria militar en los Veintisiete. "El Fondo Europeo de Defensa crea un círculo vicioso y continuo entre la oferta y la demanda, financiado con fondos públicos. Esto crea el espectro de una economía de guerra europea permanente. Una economía que debe ser financiada constantemente con fondos públicos para seguir siendo competitiva, sin responder a los desafíos de seguridad que enfrenta el mundo", ahonda, para cerrar: "La Unión se encuentra en una encrucijada crucial entre promover los intereses del complejo militar-industrial o construir una Europa más segura basada en la participación democrática".
Hay que estar atentos, señalan Vranken y los suyos, también al tipo de armas que se compran (teme que incluyan "el desarrollo de tecnologías controvertidas como drones y robots asesinos") y la financiación: "Los gobiernos tendrán que recortar en seguridad social, educación, sanidad y justicia, pero se permitirá gastar miles de millones en nuevos sistemas de armas", señalan.
El gran nudo.