La ciencia desarma el "trauma postaborto" promovido por Vox y PP: "Lo único que puede conseguir es asustar a las mujeres"
Varias expertas cargan contra el Ayuntamiento de Madrid por validar un síndrome "inventado" que únicamente "responde a una cuestión ideológica".
"No existe ningún síndrome postaborto. Ninguna sociedad científica avala lo que responde a una cuestión ideológica". Esta frase de Francisca García, ginecóloga y presidenta de la Asociación de Clínicas de Interrupción Voluntaria del Embarazo (ACAI), sintetiza la tormenta política que se ha desatado en Madrid con la aprobación de una propuesta de Vox, respaldada por el PP, que busca advertir a las mujeres de unas secuelas que la ciencia niega rotundamente y contra la que el Gobierno ya contempla tomar represalias.
Mientras el número de interrupciones voluntarias del embarazo (IVE) en España ha subido un 3% con respecto al año anterior, siendo el 94% de forma voluntaria, el Ayuntamiento de Madrid aprobó el martes esta medida, que contempla que los centros municipales de salud, espacios de igualdad, futuros centros de atención integral a la mujer, el Samur social y los servicios sociales de la capital ofrezcan información permanente y visible sobre el denominado "trauma postaborto".
"Es realmente grave que lo avale una institución pública como el Ayuntamiento de Madrid solo con referencia ideológica, no basada en la evidencia científica", critica en declaraciones a El HuffPost Francisca García.
Ante la sucesión de reproches recibidos, el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, ha reculado este jueves al reconocer que "el síndrome postaborto no es una categoría científica reconocida", matizando también sus palabras respecto a la "obligatoriedad" de esta iniciativa: "No se obligará (a las mujeres) a recibir ningún tipo de información sobre el trauma postaborto".
Aun así, la portavoz del Partido Popular en el Congreso, Ester Muñoz, respaldó ayer la propuesta impulsada por Vox, defendiendo que "la información nunca es un problema". Asimismo, ha afirmado que "quien tiene que explicar por qué le parece un problema la información es quien está en contra" de que las mujeres tengan acceso a ella.
Los expertos, por el contrario, advierten de que este discurso va precisamente en contra de los intereses de las mujeres. "Yo creo que somos un poco parte de esa estrategia antiabortiva, donde todo el rato se intenta que la mujer cambie de opinión o se le genera culpabilización", denuncia la psicóloga perinatal Ana Carcedo, quien comenzó su andadura profesional tras perder a su bebé.
La ginecóloga y divulgadora Miriam Al Adib también rechaza la iniciativa: "Está muy mal que los políticos hablen como si fueran científicos. Oye, zapatero, a tus zapatos".
La experta defiende el derecho de las pacientes a recibir información veraz y en los términos que ellas mismas decidan: "La autonomía del paciente es un derecho inalienable. No puedes obligar a una persona que tiene las ideas clarísimas a que reciba una información que no te está pidiendo. Tiene derecho a recibirla, sí, pero siempre que sea una información veraz y de la forma que elija".
A su juicio, la propuesta de Vox transmite un trato paternalista: "Hay que ser más escépticos con esto y no tratar de infantilizar a las mujeres, como si fueran niñas pequeñas a las que hay que educar".
Una narrativa sin sustento científico: "Cada caso es único"
El secretario general de la Conferencia Episcopal Española, César García Magán, se ha sumado este jueves al debate, defendido la existencia del "trauma posaborto". "Puedo asegurar que las iniciativas que hay en el ámbito de la Iglesia de apoyo a mujeres que han abortado confirman que ciertamente eso existe", ha manifestado, basándose en su experiencia con un "caso cercano".
Sin embargo, la evidencia disponible contradice estas afirmaciones. Al Adib habla de un síndrome "inventado", a la vez que García explica que "no hay evidencia científica al respecto y nadie lo avala: ni la Organización Mundial de la Salud, ni la Asociación de Psicólogos y Psiquiatras Americanas, ni está publicado en el DSM-5, ni el Royal College de Ginecólogos y Obstetras. Ninguna sociedad científica avala lo que responde a una cuestión ideológica".
Una idea compartida por Carcedo, quien asegura que el primer factor para dudar de esta narrativa es la generalización que hace del presunto trauma: "En lugar de hablar en términos individuales, se generaliza en términos absolutos. Ya de por sí, colocar a una mujer en ese momento de decisión bajo ese esquema es erróneo. Y no existe. No es una causa física que exista como tal".
"Cada persona tiene su historia, sus recursos, su capacidad de abordar y elaborar el proceso. No hay un patrón único de respuesta", añade, rechazando tajantemente las supuestas secuelas universales: "Ni todas acaban en depresión, ni en alcoholismo, ni todas desarrollan anorexia. Para nada va por ahí".
Ni las emociones tienen que ser negativas, ni todas están relacionadas con el aborto en sí
Sobre lo que pueden llegar a sentir las mujeres que abortan de forma voluntaria, García recuerda que la mayoría tiende a experimentar sentimientos de alivio, liberación (60%) o confianza (55%) tras la intervención.
Si bien reconoce que un 3% desarrolla ansiedad o depresión, matiza que en estos casos ya existía una patología psiquiátrica previa. "Decir que todas las mujeres que abortan van a tener una patología psiquiátrica grave es mentira y responde solo a una cuestión ideológica, no científica", insiste García.
Otras pueden experimentar tristeza, pero lo decisivo para un efecto emocional positivo, señala García, es el acompañamiento: "Que el entorno afirme su decisión, que el acompañamiento sanitario no la juzgue y la apoye. Eso es lo que hace que las consecuencias emocionales sean mayoritariamente positivas".
Tampoco a nivel físico se sostienen los temores que alimenta la iniciativa madrileña. "Las complicaciones de un aborto son mucho menores que las de un parto. Como cualquier práctica sanitaria puede tener complicaciones, pero lo que estamos hablando aquí es de una patología psiquiátrica que no existe: el estrés postaborto", subraya García.
Por su parte, Carcedo destaca que las emociones que emergen tras una interrupción voluntaria del embarazo suelen estar más vinculadas al tabú social y al juicio externo que al procedimiento en sí. "Muchas veces esa culpa o ese secretismo no responde al hecho del aborto en sí, sino a todo lo que hay alrededor", explica.
Además, la psicóloga matiza que existen otros factores que pueden influir en cómo afronten las mujeres el proceso del aborto, "desde religión, creencias de vida, valores personales que vamos a tener que reajustar y redefinir y que nos van a remover...".
Al Adib reconoce que sí puede producirse un situación de "duelo gestacional", pero sostiene que, "igual que todos los duelos, cada mujer lo vive a su manera, algunas lo pasan peor y otras mejor". "Lo que tenemos que hacer es acompañar y respetar el proceso de cada persona", sentencia.
Asimismo, condena los discursos que equiparan aborto con asesinato: "No puedes comparar un aborto con matar a un niño. No puedes alumbrar una vida en contra de tu voluntad".
De hecho, avisa que obligar a alguien a tener un bebé puede tener consecuencias psicológicas peores que el aborto: "Esto es una cosa muy seria. El embarazo es una etapa de la vida que puede ser muy bonita, pero cargada de muchísima vulnerabilidad".
Una medida que asusta, pero no evita
Regresando a la propuesta de Vox, las tres expertas coinciden en que esta medida no logrará que menos mujeres tomen la decisión de interrumpir sus embarazos, sino que las llevará a enfrentarse al proceso con miedo.
"A las mujeres que tienen decidido interrumpir el embarazo no habrá nada que las haga echarse para atrás. Lo único que pueden conseguir es asustarlas, hacerles pensar que pueden sufrir secuelas psíquicas muy graves y caer en la locura", apostilla la presidenta de ACAI.
Así, el efecto inmediato, alerta, será un aumento del sufrimiento y la incertidumbre: "Con esto lo que van a hacer es hacer sufrir más a las mujeres, porque interrumpir lo van a seguir interrumpiendo, pero aterrorizadas pensando qué les espera después: '¿Me voy a volver loca?', '¿me caeré en una depresión profunda?', '¿me dará una psicosis maníaco-depresiva?", describe.
Un temor que complicará aún más el proceso abortivo, según Carcedo: "Cuando una persona tiene clara su decisión, lo que necesita es que se le facilite el camino, que lo transite de la mejor manera y que sea lo más fácil posible". "Somos 'provida', pero eso también es cuidar a estas mujeres desde el respeto y legitimar algo que tienen todo el derecho del mundo a hacer como sientan que está bien, sin este juicio ni estos mensajes", asevera.
En última instancia, Miriam Al Adib acusa a Vox de instrumentalizar la salud para imponer creencias: "La finalidad es servir a sus propias ideologías, no ayudar a nadie". En su opinión, el verdadero esfuerzo debería centrarse en reforzar la educación sexual: "Vamos a intentar centrarnos más en la educación sexual, sobre todo en la población joven, para minimizar los embarazos no deseados".
Sanidad y Igualdad, en pie de guerra contra esta medida
Las advertencias del ámbito sanitario han encontrado eco en la política. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha criticado la medida, calificando de "extraordinariamente grave" lo ocurrido en Madrid y reafirmando que el Ejecutivo evitará cualquier "retroceso en los derechos de las mujeres".
Sánchez ha prometido que "muchas mujeres se sienten privadas de este derecho como consecuencia de un dogmatismo ideológico", ha lamentado, para después prometer que el Ejecutivo será "garante" del derecho al aborto en España, donde está siendo "menoscabado" e "instrumentalizado" por gobiernos autonómicos.
En la misma línea de la presidenta de ACAI, la ministra de Sanidad, Mónica García, manifestó el miércoles que "no existe un síndrome postaborto como diagnóstico clínico" y avanzó que su departamento estudiará la legalidad de la iniciativa.
"En caso de que esto lo lleven a cabo, el Ministerio estudiará judicialmente la legalidad de la acción y las consecuencias jurídicas que pueda tener esta acción de acoso y desinformación", declaró, debido a que, como dice Francisca García "se está obligando a un profesional a dar una información de la que no hay evidencia científica al respecto y que, por lo tanto es errónea, es falsa".
La ministra de Igualdad, Ana Redondo, también anunció que su equipo ya analiza una posible impugnación: "No vamos a consentir ningún paso atrás. No vamos a consentir ninguna limitación en los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres", ha avisado, pidiendo al alcalde José Luis Martínez-Almeida que rectifique.
Redondo acusó al Partido Popular de "estar en una carrera desaforada con la extrema derecha por ver quién es más de extrema derecha", señalando que "el problema es que en medio están los derechos de las mujeres".
Empatía frente a ideología: humanizar el proceso
Más allá de las disputas políticas, Carcedo pone el foco en lo que realmente importa: un acompañamiento digno y cercano. "No estamos hablando de quitar un callo de un pie, hay un cuerpo, una biología, una persona, una emoción... Es una decisión vital que requiere cuidado, mirada y respeto. Habrá mujeres que lo vivan con absoluta normalidad y otras con más miedos o dudas, pero lo esencial es acompañar desde lo humano".
García también hace hincapié en la relevancia de que los profesionales apoyen y acompañen a las mujeres en el proceso, lejos del estigma y la desinformación: "Es fundamental ponerse del lado de la mujer, apoyarla en su decisión y no juzgarla. Lo que hacemos, cuando inventamos este tipo de síndromes inexistentes, es aumentar su estrés emocional y su miedo".
Al Adib comparte este discurso, resaltando que la decisión de abortar es siempre difícil: "A ninguna mujer le gusta ir a abortar. Una mujer que toma esta decisión no lo hace como quien se va de fiesta. Es una decisión muy dura". Por eso, aboga por hablar con las pacientes y acompañarlas siempre desde la empatía: "La medicina no es solo una ciencia, es un arte y es humanismo. No podemos tener ideología, tenemos que tener un servicio hacia esa persona y un deseo de ayudarla".
Explica que, en ocasiones, una conversación sincera permite descubrir lo que realmente desea la mujer. Recuerda el caso de una paciente que llegó a su consulta para abortar por miedo al rechazo social. Vivía en un entorno rural donde, según relató, temía ser señalada.
"Al profundizar, me di cuenta de que su verdadero problema no era el embarazo, sino el miedo a las consecuencias en su entorno. Ella había intentado ser madre anteriormente y en el fondo no quería interrumpirlo", cuenta la ginecóloga.
Tras hablar un largo rato y ayudarla a separar los factores externos de su deseo personal, la paciente decidió continuar con la gestación. "No es cuestión de convencer, sino de acompañar a la persona para que se dé cuenta de lo que realmente quiere. Esa mujer hoy está feliz con su bebé", reflexiona.
En definitiva, frente a una propuesta política que insiste en patologizar el aborto, las expertas insisten en que no existe un síndrome postaborto, pero sí una necesidad de garantizar que cada mujer transite este camino libre de juicios, miedos impuestos y culpabilización.