Domingo de perdedores

Domingo de perdedores

Al perder de nuevo las alcaldías de Bogotá y de Medellín y la gobernación de Antioquia, quedó demostrado por enésima vez que Uribe es inútil a la hora de endosar votos. Por otro lado, el triunfo de Peñalosa en Bogotá, como antítesis de lo que los capitalinos han tenido últimamente, es un mensaje contundente a la izquierda.

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Foto: EFE

Aunque como bien lo ilustró Osuna el lunes pasado en El Espectador, después de una elección todos se autoproclaman ganadores, lo cierto del caso es que -al margen de los obvios vencedores- las elecciones del domingo también dejaron muchos perdedores, varios de los cuales todavía se niegan a admitir su derrota. Por eso quiero hacer un repaso rápido, con la salvedad de que es una lista incompleta, como todas.

Álvaro Uribe. Al grandilocuente senador muy poco le sirvió recorrer el país, sentarse a comer tamal con gaseosa en plazas de pueblo e inundar medio país con fotos suyas. Empezando por la derrota encajada en su propio patio, donde perdió de nuevo la alcaldía de Medellín y la gobernación de Antioquia, quedó demostrado por enésima vez que el fogoso expresidente es un inútil a la hora de endosar votos. Y en Bogotá tampoco le funcionó la intentona de convertir la elección de alcalde en un plebiscito sobre la paz. El tiro le salió por la culata, tal y como quedó resumido en este trino: "Muchos candidatos del Centro Democrático ayer no ganaron en las urnas pero ganaron credibilidad...". Perder es ganar un poco, decía Maturana.

Gustavo Petro. Otro noqueado es el todavía alcalde de Bogotá, a quien su orgullo le impide aceptar el duro revés. El triunfo de Enrique Peñalosa como antítesis de lo que los capitalinos han tenido en los últimos cuatro años es un mensaje contundente. Pese a que su gestión no es de mostrar, lo que más ha perjudicado a Petro ha sido ese estilo pendenciero que ha exhibido en su cargo. Para completar, en el Concejo la numerosa bancada progresista quedó reducida a una curul, que será ocupada por Hollman Morris, quien recoge así el fruto de tres años de campaña y gastos desmedidos en el politizado Canal Capital. ¡Nos salió carita esa curul a los contribuyentes!

Ernesto Samper Pizano. Aunque hace meses el secretario general de Unasur promovió una escisión en el Partido Liberal y encabezó una disidencia contra la candidatura de Rafael Pardo, su apoyo a Clara López terminó convertido en un pesado fardo. Tras sus desafortunadas intervenciones en la crisis con Venezuela cualquier pronunciamiento suyo genera inmediato rechazo en la opinión. Por eso, en vísperas de las elecciones, un trino suyo, reiterando su espaldarazo a la candidata del Polo, terminó convertido en el último clavo que le faltaba al ataúd de esa campaña.

El Polo Democrático. La barrida de que fue objeto este partido a nivel nacional es una consecuencia lógica y previsible del desprestigio acumulado por la izquierda en los últimos tres períodos de gobierno en Bogotá. Así el senador Jorge Enrique Robledo se niegue a reconocerlo, tanto Lucho Garzón como Samuel Moreno y Gustavo Petro provienen de la entraña misma de esa agrupación política, y aunque la primera paganini del desastre administrativo de Bogotá haya sido Clara López Obregón, en el fondo su baja votación es un llamado urgente a barajar de nuevo, si pretenden reconquistar algún día la alcaldía más importante del país.

Cambio Radical. Aunque en principio fue el gran vencedor, todavía falta ver cómo los barones de este partido administran los resultados del domingo. En vista de que buena parte de su fortalecimiento nacional se logró a punta de repartir avales a diestra y siniestra, sin revisar muy bien los antecedentes de muchos de sus candidatos, es esperable una aguda fiscalización de parte de medios, organismos de control, autoridades judiciales y de la opinión pública. Del modo como las directivas del partido manejen previsibles cuestionamientos contra sus miembros depende que Cambio Radical se convierta en un trampolín o en un yunque para las ambiciones presidenciales de Germán Vargas Lleras. En sus manos está.

Este artículo fue publicado originalmente en El Tiempo