Así sería hoy el imposible viaje de los Reyes Magos a Belén

Así sería hoy el imposible viaje de los Reyes Magos a Belén

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Hace 2016 años tres magos maravillosos se postraron ante el nuevo rey del mundo, un bebé que imaginamos enclenque por las penurias pasadas por su familia, un judío nacido en Palestina de piel aceitunada y padre divino. Llegaron desde Oriente, dice la tradición, siguiendo una estrella que les marcaba el camino hasta el humilde pesebre de Belén.

Esta noche, el mundo católico recordará el momento, la Epifanía. Pero hoy sólo sería eso, memoria, añoranza, tradición. Esta noche, 21 siglos más tarde, los reyes no podrían llegar al portal. Imagina: un afgano, un iraquí y un iraní tratando de cruzar fronteras en camello, cargados de sustancias misteriosas, y teniendo como punto de llegada la Cisjordania ocupada. Jesús, hoy, se quedaría sin regalos.

DE DÓNDE VENÍAN

Sólo hay una referencia sobre los magos en los Evangelios ortodoxos, concretamente en el de Mateo, que da cuenta de unos sabios que llegaron buscando al “rey de los judíos” que había nacido y le ofrecieron oro, incienso y mirra. Nada más dice la Biblia. Han sido otros evangelios apócrifos o textos posteriores –sobre todo del siglo V en adelante- los que han afianzado la idea del origen, el número y su condición de “reyes”.

Pero, pese a ello, vamos a creernos las poco sustentadas teorías que han ido cuajando con el paso del tiempo sobre los Reyes de Oriente. Si nos acogemos a ellas, Melchor, Gaspar y Baltasar venían del este de Belén, rodeados de sirvientes de Persia, Babilonia y Asia Central-Sur. Concretando con la geografía de hoy, serían de Irán, de Irak y de Afganistán o quizá, Paquistán. Posiblemente, profesaban el zoroastrismo, una religión fundada por Zoroastro o Zaratustra que, entre otras cosas, defiende el libre albedrío del hombre para elegir entre el bien y el mal, hasta que le toque rendir cuentas a su muerte.

EL VIAJE SE COMPLICA

Extranjeros, de una religión perseguida y minoritaria, provenientes de países que hoy son mayoritariamente musulmanes -suníes o chiíes, según avance la caravana hacia el oeste-. Unos cuantos problemas se plantean ya de inicio: ¿serían perseguidos por los talibanes afganos y su cegata visión sectaria, carne de atentado o de ejecución? ¿O los buscaría el Estado Islámico, que ha logrado apropiarse un pedazo de Irak? Sospechosos serían para estos mentesestrechas, pero tampoco estarían a salvo, tan llamativos, de los señores de la guerra iraquíes que defienden al gobierno o a los yihadistas según suene la bolsa. A lo mejor los encarcelaban los ayatolás. Y eso sólo para reunirse los tres y emprender de veras el camino.

(Sigue leyendo después del mapa...)

Pongamos que superan la prueba, que los tres amigos se unen y siguen con su aventura. Van por tierra, recuerda, que sus camellos no vuelan hasta que toca ponerse a repartir regalos. Tienen que seguir por Jordania, Israel y, de ahí, a Palestina. Jordania es el tramo más fácil, uno de los países más estables de todo Oriente Medio. A lo mejor les hacían más preguntas que de costumbre, exacerbado como está el miedo a los movimientos de forasteros en toda esa tierra-avispero. Caminarían hacia el saladísimo Mar Muerto -que aparece expresamente en algunas referencias medievales sobre los magos- y, ay, aquí ya ni es cuestión de sectarismo, profesiones de fe o radicalismos. Es cuestión de pasaporte. ¿Un iraní, un antiguo persa, tratando de cruzar un paso fronterizo que controla Israel al otro lado? No, no. Irán es el demonio, un país cuyos líderes propugnan la destrucción de Israel. Las relaciones están completamente rotas. Cualquier visita es bloqueada, bilateralmente. Uno de los tres se quedaría en el camino.

Vamos a ser optimistas: pasan dos reyes. Ya están en suelo controlado por Israel. Pero ellos necesitan entrar en Cisjordania, que es donde se encuentra Belén, a escasos minutos de Jerusalén. Eso es suelo internacionalmente reconocido como palestino, pero ocupado por Israel desde 1967, cuando la Guerra de los Seis Días. Los extranjeros pueden pasar como turistas, pero los palestinos necesitan un permiso especial para poder entrar o salir de la jaula. Los reyes siguen mirando la estrella, cruzan el desierto, se topan con las colonias en las que residen ilegalmente casi 600.000 israelíes, y llegan al checkpoint, al control militar empotrado en el muro de hormigón que aísla Cisjordania. Interrogatorio: ¿A qué vienen? ¿Qué van a hacer? ¿Tienen amigos palestinos? ¿Van a dormir en Belén? ¿Van a comprar algo?

Es muy posible que puedan conservar sus regalos, porque el problema -los cacheos, las inspecciones, los arcos de seguridad- son más habituales a la salida que a la entrada. Pero... ¿acaso quedará algo tras su travesía? Ladrones, pagos a señores de la guerra y traficantes de personas, mordidas a funcionarios, multas o cárcel, nuevos documentos -incluso falsos-, visas... Y la intransigencia de un mundo con muros nada porosos en el que tres hombres sabios, científicos y por tanto poco de fiar, con la que se toparían en cada paso. No, no habría tres reyes en Belén esta noche. Igual, de nuevo, un siglo de estos pueden regresar.

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Soy redactora centrada en Global y trato de contar el mundo de forma didáctica y crítica, con especial atención a los conflictos armados y las violaciones de derechos humanos.

 

Sobre qué temas escribo

Mi labor es diversa, como diverso es el planeta, así que salto de Oriente Medio a Estados Unidos, pero siempre con el mismo interés: tratar de entender quién y cómo manda en el siglo XXI y cómo afectan sus decisiones a la ciudadanía. Nunca hemos tenido tantos recursos, nunca hemos tenido tanto conocimiento, pero no llegan ni las reformas ni la convivencia prometidas. Las injusticias siempre hay que denunciarlas y para eso le damos a la tecla.

 

También tengo un especial empeño en la actualidad europea, que es la que nos condiciona el día a día, y trato de acercar sus novedades desde Bruselas. En esta ciudad y en este momento, la defensa es otra de las materias que más me ocupan y preocupan.

 

Mi trayectoria

Nací en Albacete en 1980 pero mis raíces son sevillanas. Estudié Periodismo en la Universidad de Sevilla, donde también me hice especialista en Comunicación Institucional y Defensa. Trabajé nueve años en El Correo de Andalucía escribiendo de política regional y salté al gabinete de la Secretaría de Estado de Defensa, en Madrid. En 2010 me marché como freelance (autónoma) a Jerusalén, donde fui corresponsal durante cinco años, trabajando para medios como la Cadena SER, El País o Canal Sur TV.

 

En 2015 me incorporé al Huff, pasando por las secciones de Fin de Semana y Hard News, siempre centrada en la información internacional, pero con brochazos de memoria histórica o crisis climática. El motor siempre es el mismo y lo resumió Martha Gellhorn, maestra de corresponsales: "Tiro piedras sobre un estanque. No sé qué efecto producen, pero al menos yo tiro piedras". Es lo que nos queda cuando nuestras armas son el ordenador y las palabras: contarlo. 

 

Sí, soy un poco intensa con el oficio periodístico y me preocupan sus condiciones, por eso he formado parte durante unos años de la junta directiva de la ONG Reporteros Sin Fronteras (RSF) España. Como también adoro la fotografía, escribí  'El viaje andaluz de Robert Capa'. Tuve el honor de recibir el XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla por mi trabajo en Israel y Palestina y una mención especial en los Andalucía de Periodismo de la Junta de Andalucía (2007). He sido jurado del IV Premio Internacional de Periodismo ‘Manuel Chaves Nogales’.

 

 


 

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