Qué es Boko Haram y por qué es más terrible que el Estado Islámico

Qué es Boko Haram y por qué es más terrible que el Estado Islámico

El grupo yihadista aterroriza Nigeria con asesinatos y secuestros masivos.

AP

Boko Haram, Estado Islámico y otros grupos armados llevan años impulsando y organizando nuevas formas de esclavitud en una escala no vista desde la Segunda Guerra Mundial. Así de tajante se muestra Naciones Unidas, cuyos expertos lo dejan clado: “Con una estimación de 45,8 millones de esclavos, la esclavitud moderna es una de las tragedias de los derechos humanos más significativas de nuestro tiempo”, en palabras del diplomático británico Matthew Rycroft.

Y, aunque el autodenominado Estado Islámico es el que habitualmente ha acaparado los titulares cuando de terror se trata, para muchos expertos, Boko Haram es una organización armada todavía más peligrosa. Secuestros y asesinatos en masa, en los que en muchas ocasiones las víctimas son los niños, son su marca de la casa.

Cuando Khadija Kaku y sus compañeros abrieron la puerta de su clase en Nigeria se encontraron con una nota dirigida a sus padres que decía: “Mandad a vuestros hijos a casa y que los profesores abandonen el lugar”. Era de Boko Haram. El grupo terrorista había vuelto a irrumpir en sus vidas para ponerlo todo patas arriba. Otra vez.

Khadi, como la llaman sus amigos, tiene 15 años y tras esa nota tuvo que dejarlo todo atrás junto a su familia. En el último lustro de su vida ha emprendido hasta cinco veces un peligroso viaje huyendo de conflictos armados o la sequía, sintiendo siempre la amenaza del terrorismo y consciente de que en cualquier momento todo volvería a terminar. “Sólo pasamos cinco o seis meses en Madai. Iba aterrada a la escuela. Una mañana, unos hombres vestidos con turbantes y ropas negras atacaron el pueblo y destruyeron todo a su paso. Antes de aquello ya hacía días que queríamos marcharnos, pero no sabíamos a dónde ir”, narra la joven sobre el que fue su hogar durante unos meses.

Una mañana, unos hombres vestidos con turbantes y ropas negras atacaron el pueblo y destruyeron todo a su paso

La familia Kaku forma parte de los 2,6 millones de personas desplazadas en la actualidad en África, según el informe Children on the move, children left behind, de Unicef, que examina el impacto de la insurgencia de Boko Haram sobre los niños y su efecto devastador para la infancia en Nigeria, Camerún, Chad y Níger.

La organización calcula, además, que otros 2,2 millones de personas -más de la mitad de ellos menores- están atrapadas en zonas bajo el control del grupo terrorista y necesitan ayuda humanitaria. Otro dato más: sólo en noroeste de Nigeria, la organización cifra en unos 20.000 el número de niños separados de sus familias.

  Kadhi, en una de las imágenes de Unicef . 

Estos datos ponen de manifiesto cómo la organización ha convertido a los más pequeños en su objetivo. Son, además, su canal para dejar claro que para ellos no hay límites. Con el secuestro de las 200 niñas nigerianas hace ya más seis años, captaron la atención mediática que querían, pero lo cierto es que siembran el terror desde 2002, cuando surgió la organización yihadista.

Su nombre, Boko Haram, que se traduce como “la educación occidental es pecado”, es su declaración de intenciones y sinónimo de miedo y derramamiento de sangre. Y mucho más de lo que parece: ya tienen el triste récord de ser el grupo terrorista que más asesinatos ha perpetrado. Más que el Estado Islámico.

La evolución de sus atentados

Desde su nacimiento el grupo yihadista ha ido endureciendo sus ataques. Bajo las órdenes de su fundador, el clérigo Mohammed Yusuf, se estableció el objetivo de implantar “un Estado islámico puro” en Nigeria. En ese momento las matanzas de todos aquellos que no compartieran su fin era algo habitual, pero el auténtico punto de inflexión llegó en 2009, cuando Yusuf fue asesinado.

Asumió el liderazgo Abubakar Shekau -herido de muerte en 2019 según el Ejército nigeriano- y la radicalización del grupo terrorista trajo una nueva forma de actuar. Empezaron a secuestrar y asesinar a occidentales, a atentar contra iglesias, mezquitas y edificios gubernamentales… Y lo que parecía un conflicto local, pasó a ser internacional. “En cuanto a nosotros, Nigeria ya no es un asunto tan importante. Combatiremos tranquilamente contra Estados Unidos”, amenazó Shekau en 2013.

  Abubakar Shekau en una imagen de archivo.  

En su informe anual sobre la libertad religiosa en el mundo, el Departamento de Estado de EEUU estableció la conexión entre la organización yihadista de Shekau y el Estado Islámico, a la que juró lealtad en marzo de 2015. Sobre Boko Haram, en el texto se citan los “atroces” abusos de cristianos y musulmanes, además del aumento de leyes que penalizan la blasfemia y la apostasía en muchos países.

También aparece la forma en que “llevó a cabo ataques violentos e indiscriminados contra cristianos y musulmanes que denunciaron o se opusieron a su violenta ideología”, con “múltiples ataques a iglesias y mezquitas, en los que a menudo mataban a fieles durante la misa”.

El resultado es que en los 14 años de existencia de Boko Haram al menos 14.000 personas han sido asesinadas en atentados y ataques perpetrados por el grupo terrorista, según los datos de Amnistía Internacional.

Ahora el grupo terrorista ejerce su violencia contra todos los que considera “no creyentes”, sean o no musulmanes, entre los que incluye a aquellos que no defienden su ideología radical o simplemente los que de una manera u otra, colaboran con el Estado: políticos, religiosos, líderes tradicionales, funcionarios, profesores, médicos, estudiantes. Todos deben sufrir. Los ataques a escuelas y hospitales, que dejan arrasados, son una de sus prioridades.

La suma de todos estos factores ha hecho que, pese a lo que pueda pensarse dada la eficaz campaña que han emprendido para extender su terror, el autoproclamado Estado Islámico no sea el grupo terrorista que más muertes ha provocado, sino Boko Haram.

Bajo el reinado del terror de esta organización yihadistas han muerto unas 7.000 personas, según Índice Global de Terrorismo. En este documento se detalla cómo en 2014 sus atentados se triplicaron -107, frente a 35 en 2013- y las muertes se multiplicaron por 14 - de 107 a 1.490-. Fue el año de su consolidación. Muchos de sus ataques se han dirigido contra mercados y lugares públicos, y como cuando, en enero de 2015, usaron a una niña de 10 años que llevaba una bomba para perpetrar un atentado en los Mercados del Lunes de Maiduguri y mataron al menos a 20 personas. Su técnica de usar a niños forzadamente suicida se ha extendido desde entonces.

  Kerry durante su visita a Nigeria . 

Conscientes del reto al que se enfrentan, el mismo día en el que se hirió al líder de Boko Haram, las autoridades nigerianas recibieron al entonces secretario de Estado de EEUU, John Kerry. Nigeria lleva meses presionando a EEUU para que le venda aviones con los que combatir a Boko Haram, pero no se cerró nada al respecto. Sería sólo un paso en el largo camino a la resolución del conflicto, y el mandatario estadounidense centró su visita en recordar que la corrupción y la pobreza son las principales causas del auge del extremismo. Para acabar con Boko Haram, Kerry pidió tanto a los líderes religiosos como a las autoridades locales que trabajen juntos para atajar la amenaza terrorista. Sólo palabras y ningún hecho.

Nada se ha hecho desde aquella voluntariosa visita.

Y en mitad de tanto conflicto y discursos vacíos, las víctimas, que, abandonadas a su suerte, esperan que su libertad llegue. Sólo en el norte de Nigeria siete millones de personas requieren asistencia vital y, de ellas, 2,2 millones siguen fuera del alcance de los organismos humanitarios, tal y como advierte el director de emergencias de la Organización Mundial de la Salud, Rick Brennan. Según Unicef, unos 475.000 niños en toda la región del lago sufren desnutrición aguda grave este año, frente a los 175.000 que ya la padecían a principios de 2016.

Es ahí, en la región del lago Chad donde vive hoy Khadi junto a su familia, en el campo de refugiados de Darsealam. A sus 15 años, con una asombrosa madurez, es consciente de que este no será su destino final: “Estoy segura de que esto no ha terminado, de que tendremos que trasladarnos de nuevo”.

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Laura Riestra es subdirectora en 'El HuffPost'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Carlos III, ha trabajado en RTVE.es y en el diario 'ABC'. Puedes contactar con ella en laura.riestra@huffpost.es