El temor al populismo y a los indignados marca el Foro de Davos 2017

El temor al populismo y a los indignados marca el Foro de Davos 2017

EFE

Hoy comienza la reunión del Foro Económico Mundial en Davos, Suiza. Durante los próximos cuatro días, más de 40 jefes de Estado y de Gobierno y 3.000 participantes del mundo de la política, la economía, la cultura y la sociedad civil hablarán, entre nieve e imponentes medidas de seguridad, de los retos del recién estrenado 2017.

No son pocos. Desde la última cita en las cumbres que inspiraron a Thomas Mann para escribir La montaña mágica, da la sensación de que el mundo ha dado más vueltas de las acostumbradas en 365 días: Reino Unido ha decidido irse de la UE, Donald Trump se ha convertido en presidente de EEUU, hasta en España hubo que repetir las elecciones...

Pero si algo centra la atención en la cita de este año es el miedo doble a los populismos y al descontento social, a la indignación que ha acabado trocándose en apoyo a esas salidas populistas ante la falta de respuestas de la política y la economía tradicionales. De ahí que, más que en las macrocifras, este año Davos se afane en estudiar por qué hay tal desapego entre la gente y la casta -valga la terminología Podemos-. "Liderazgo responsable y receptivo" es, de hecho, el lema de este año.

Esta vez lo que se busca en el corazón (helado) del poder mundial es precisamente cómo responder al miedo que ha cambiado de bando.

Para entender lo que se debate desde hoy hay que conocer qué es el Foro Económico Mundial o WEF, por sus siglas en inglés. Se trata de una organización "privada, internacional, independiente y sin fines de lucro", como se define a sí misma, que involucra a líderes empresariales, políticos, intelectuales y sociales de todo el planeta para influir en las agendas industriales, regionales y globales. "Mejorar el mundo" es el propósito que repiten en su web.

Fue fundado en 1971, bajo el nombre de Foro Gerencial Europeo, y comenzó como una iniciativa de un grupo de líderes empresariales de Europa, dirigidos por el profesor alemán Klaus Schwab -que sigue al pie del cañón- con el objetivo de discutir estrategias para que las empresas del viejo continente pudieran enfrentar los desafíos del mercado internacional.

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Un operario limpia una de las salas en las que se debatirá desde hoy.

Con el tiempo pasó a convertirse en uno de los principales centros de referencia en el que gobiernos, empresarios e intelectuales de todo el mundo intercambiaban sus ideas. En 1987 pasó a llamarse Foro Económico Mundial, ante la magnitud de la influencia que irradiaba.

Todos los años, el FEM lleva a cabo conferencias en distintas naciones para tratar temas actuales de impacto mundial y, entre ellas, destaca el Foro de Davos. Se calcula que un centenar de empresas-miembro financian cada año la cita; para poder ser parte de los convocantes hay que facturar, al menos, 5.000 millones de dólares anuales.

Los asistentes a esta cumbre no van allá a ver los Alpes nevados ni a tomar chocolate caliente. En Davos no se toman decisiones vinculantes, es verdad, pero sí se ofrece un espacio de debate, encuentro y negociación, cuadro días de pasilleo para cualquier lobby que quiera tener voz en los principales escenarios de poder del mundo. El Foro Económico Mundial está gestionado por empresarios, no por países o gobiernos. Los mandatarios que acuden a la ciudad-balneario son invitados, no van a una cumbre formal, por lo que pueden declinar la invitación... aunque casi nadie se atreve.

Pese a que el impulso es eminentemente privado, es cierto que de esta cita suelen salir consejos o proyectos que dan lugar, más adelante, a acuerdos de notable valor, entre países, entre empresas, organismos civiles, mixtos...

Los convocados hablarán de liderazgo responsable y receptivo. Según la documentación preparada para la cumbre, será esencial demostrar a los ciudadanos que "todos" pueden beneficiarse de las decisiones políticas y económicas que se toman en las alturas, para "contrarrestar enfoques simplistas" como los del populismo creciente. Esto se traduce en más de 400 sesiones destinadas a debatir sobre cómo reforzar el crecimiento global sin dejar en la cuneta a los ciudadanos. Las sucesivas crisis vividas por los países desarrollados desde 2008 en adelante han dejado claro que sin la base no se puede avanzar, porque la marea puede volverse en contra de quien especula o recorta.

Los líderes del mundo van a pensar por unos días en cómo "reformar el capitalismo de mercado" sin cerrarse a los ciudadanos, como aumentar la inclusión social en la toma de decisiones, "redefinir" la cooperación mundial e incluso, cómo ahondar en el carácter humano de la llamada cuarta revolución industrial, esto es, la era en la que los robots integrados en sistemas ciberfísicos están llamados a cambiar las rutinas e inercias conocidas hasta ahora.

"Inclusión", "gobernanza", "globalización justa", "economías del mundo"... son algunos de los términos que más se repiten en los títulos de esas ponencias.

Además de lo por venir, se hará repaso a los "avances" del último año: como resume EFE, ha habido mejoras económicas generalizadas, hay menos miedo a la desaceleración china, también se ha reducido la volatilidad de los mercados y el precio del crudo se ha estabilizado.

Más allá de este eje central, el Foro de Davos forzosamente dedicará un buen puñado de horas a tres temas esenciales del último año: el futuro de la UE sin el Reino Unido, la desunión comunitaria creciente y el nuevo EEUU del republicano Trump.

Por primera vez, Theresa May, la primera ministra británica, deberá explicar sin medias tintas, ante sus homólogos e inversores de primer orden, cómo va a aplicar el Brexit.

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El presidente electo de EEUU, Donald Trump, ayer en un acto en Bloomington, Illinois.

Por su parte, Washington tendrá representación doble, la de los que salen -el vicepresidente Joe Biden y el secretario de Estado, John Kerry- y la de los que entran -Anthony Scaramucci, miembro del equipo de transición de Trump, quien deberá también apuntar las líneas maestras del Gobierno del imprevisible magnate-.

Otros temas prioritarios en el debate serán el cambio climático, los retos del terrorismo islamista, la atención a los refugiados en Europa, las elecciones a la vista en Alemania, Francia y Holanda, con el auge de la extrema derecha como principal fenómeno, o la guerra en Siria; la ONU va a aprovechar este contexto precisamente para reiterar que se abran accesos inmediatos y seguros en las 15 zonas sitiadas de este país, en las que hay 700.000 civiles atrapados, de los que 300.000 son menores de edad.

De momento, según un estudio elaborado por KPMG a través de Weflive.com, las palabras que más están centrando la atención en Twitter con respecto a la cumbre de Davos son Trump, Brexit, Elecciones, Mujeres y Desarrollo Sostenible.

Este año, por primera vez, acude a uno de los encuentros más simbólicos del capitalismo mundial un presidente de la China comunista. Xi Jinping va a ser el foco de todas las miradas. No es sólo que las ideologías hagan aguas y cada vez se diferencien menos unas de otras, sino que el mandatario chino acude a Suiza a sabiendas de que el mundo tal y como lo conocemos se desmorona y hay que meter cabeza donde se pueda. A saber: EEUU está en fase de repliegue con Trump, menos defensor de los grandes tratados comerciales, más proteccionista, así que China piensa que puede haber un hueco para que su economía avance allí donde antes no podía.

Su presencia será tan importante que va a eclipsar la de Shakira; la cantante colombiana recibirá un galardón por su labor para la mejora de la situación mundial durante la sesión de este año.

La brecha, la desigualdad, es lo que no suele tener mucho espacio en Davos o, al menos, no dentro de los salones de convenciones y sí fuera, en la calle, donde de nuevo se esperan masivas manifestaciones contra el poder económico. Sólo los invitados de algún organismo internacional u ONG -muchos declinan la invitación, opuestos a la naturaleza del foro- tendrán la valentía de sacar los pies del tiesto.

Y es que Davos, denuncia la mayoría, perpetúa el mundo de los de arriba frente a los de abajo. Oxfam ha publicado un informe en el que denuncia que tan sólo ocho personas (ocho hombres, ni una mujer) poseen la misma riqueza que la mitad más pobre de la población mundial, 3.600 millones de personas.

El informe, titulado Una economía para el 99%, "muestra que la brecha entre ricos y pobres es mucho mayor de lo que se temía". Destaca cómo grandes empresas logran eludir y evadir el pago de impuestos, potencian la devaluación salarial y utilizan su poder para influir en políticas públicas, alimentando así la grave crisis de desigualdad.

La ONG señala que la mitad más pobre del mundo, sobre todo en China y La India, posee menos riqueza de lo que inicialmente se estimaba. "De haber contado con estos datos el pasado año, Oxfam habría estimado que nueve milmillonarios –y no 62, como calculó entonces– poseían la misma riqueza que la mitad más pobre del planeta", concluye.

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