Estado de la Unión: Europa ante el debate existencial al que la ha abocado Ucrania

Estado de la Unión: Europa ante el debate existencial al que la ha abocado Ucrania

La presidenta Von der Leyen da mañana un discurso en el Europarlamento que tendrá la ayuda a Kiev, las sanciones a Rusia y las nuevas medidas energéticas como eje.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en mayo, durante un debate parlamentario en Estrasburgo sobre las consecuencias para la UE de la guerra en Ucrania.Jean-Francois Badias via AP

Hace un año, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, pronunciaba en el Europarlamento un discurso en el Debate del estado de la Unión lleno de esperanza. Había que superar aun la pandemia del coronavirus, pero ya estaba en marcha el reto de aplicar el histórico fondo de recuperación de que los Veintisiete se habían dotado. La economía tenía visos de remontar, no dejaban de surgir nuevas amenazas para la seguridad, como el retorno de los talibanes a Afganistán, pero el mundo se abría, otra vez.

Cómo han cambiado las cosas. Este miércoles, en Estrasburgo, la alemana tendrá que dar un discurso para la Historia, porque nunca antes se había pronunciado uno en el seno de la UE con una guerra abierta en el mismo continente, con la ocupación de un país que está en camino de ser miembro. Ucrania fue invadida por Rusia el 24 de febrero y todo cambió. La agenda, las prioridades, las proyecciones. Todo saltó por los aires.

Moscú planeó el ataque precisamente, entre otras cosas, para aprovecharse de la supuesta desunión de Occidente y, en el caso del club comunitario, lo que ha logrado es una unión desconocida. En esas está Europa, ante un debate existencial, no coyuntural, en el que sus valores, sus principios, tienen que prevalecer. Hay que ver cómo y a qué precio.

“Este ha sido un año como ningún otro, pero hemos demostrado una vez más que los desafíos fortalecen nuestra unión”, escribe en Twitter la presidenta comunitaria, en un minivídeo en el que anticipa las líneas maestras de su intervención: ayuda a Ucrania hasta que sea necesaria para que vuelva a tomar “las riendas de su futuro”, abordar la crisis energética para no caer más en el “chantaje” de Vladimir Putin, reformar el sistema para ser más verdes y seguir con el impulso a la recuperación postcovid, que aún colea. “Si actuamos desde la unidad, podemos afrontar cualquier crisis”, concluye.

La energía, clave

Los funcionarios europeos llevan meses preparado el SOTEU, como se conoce el debate, que arranca con el discurso de Von der Leyen y luego sigue con la intervención de los distintos grupos en la Eurocámara. Debe un repaso a lo hecho y a lo no hecho -aunque la autocrítica no aparece con mucha frecuencia- y una proyección de lo porvenir, de lo urgente. La presidenta del Ejecutivo europeo se centrará, pues, en la situación de Ucrania, las sanciones rusas y las propuestas energéticas que presentó la comisión para reducir la dependencia de los suministros energéticos rusos.

Por ejemplo, los países miembro han acordado que la Comisión diseñe una “intervención temporal de emergencia” en el mercado eléctrico. Según las conclusiones del Consejo extraordinario de Energía de la semana pasada, debe llegar “una intervención temporal y de emergencia, incluido un tope en el precio del gas”, entre otras medidas, como proponer un objetivo obligatorio para reducir el uso de electricidad en las horas pico y una “contribución solidaria” de las altas ganancias inesperadas de las empresas de combustibles fósiles.

Según ha podido saber la Agencia Efe, Von der Leyen presentará una propuesta para que los países de la UE reduzcan su consumo medio de electricidad en un 10 %, al menos en un 5 % en horas punta, y limiten los ingresos de las compañías eléctricas (con un tope en el mercado eléctrico de entre 180 y 200 euros el megavatio hora para la generación de origen renovable, nuclear y con lignito), así como un impuesto sobre los beneficios extraordinarios de compañías de combustibles fósiles.

Es previsible que la Comisión deje en manos de los Estados miembros cómo recaudar estos fondos adicionales y cómo distribuirlos entre los consumidores o empresas más vulnerables.

Von der Leyen tendrá que hacer verdadera pedagogía en este asunto, primero para convencer a los países menos propensos a dar estos pasos de calado y segundo, para explicar a los ciudadanos qué se está haciendo y por qué, cuando a la vuelta de la esquina viene un invierno que tocará a cada casa, a cada cartera. La amenaza de Putin está clara, pero la respuesta de la UE también debe estarlo.

La crisis energética exige una solución más europea, pero los Estados miembros no están necesariamente de acuerdo y quieren mantener la política energética firmemente en sus propias manos. Se han visto las tensiones ante la excepción ibérica, sin ir más lejos.

La desaceleración del crecimiento y el aumento de la inflación añaden aún más presión sobre la UE. Eurostat sostiene que la inflación en la zona euro se situó en agosto en el 9,1%, tres décimas más que en junio, sobre todo por una subida disparatada de los precios de la energía. La confianza del consumidor ya es muy baja en muchos países y se teme que a mayor sufrimiento ciudadano, más crezca la contestación social, mejor pesquen los catastrofistas, los populistas, los extremistas. Los que ponen sobre la mesa soluciones fáciles y drásticas sin haber gestionado nada en su vida. Uno de los fantasmas que recorren Europa.

Está por ver si usa un tono más mesurado, como el del presidente español, Pedro Sánchez, o más urgente, como el del galo Emmanuel Macron, pero se espera que deje claro que el escenario ha cambiado, que se ha acabado el escenario de siempre, y que defender causas tiene un coste. El sistema que goza Europa está asediado, atacado a sus puertas, y el espíritu con el que empezaron a forjarse las instituciones europeas está claro: hay que preservar la democracia, el estado de derecho y la forma de vida comunitaria. Es un marco indispensable que, a veces, se olvida cuando hace frío. Por eso se espera que la presidenta hable, también, de las palancas fiscales que aún tiene en la recámara la UE para ayudar a los Estados y reducir la presión que llega hasta los ciudadanos, especialmente a los más frágiles.

  Ursula von der Leyen y Josep Borrell, conmocionados el pasado 8 de abril en Bucha, donde vieron los cuerpos de ucranianos represaliados por Rusia en su retirada de Kiev. SERGEI SUPINSKY via Getty Images

Un compromiso fundacional

La energía es un debate muy concreto, parte de uno mayor: el del mundo en juego. Por eso la prioridad de la UE para el próximo año será fortalecer sus diversos instrumentos para ayudar a Ucrania y castigar aún más a Rusia, lo que tendrá un importante espacio en el discurso, que se calcula que duré entre 40 minutos y una hora y comenzará a las nueve de la mañana, hora española.

La idea fundamental es que Rusia no puede salirse con la suya tras atacar a un estado soberano y que está sobre la mesa una guerra que va más allá de Ucrania, que es la de la democracia contra autocracia. Bruselas y Kiev deben vencer, dicen Von der Leyen y su equipo.

En estos momentos, la UE tiene impuestos siete paquetes de sanciones contra Rusia (oligarcas, asesores del Kremlin, bancos, oro, tecnología, carbón, petróleo...) y el octavo está sobre la mesa, pero el impacto de este castigo es objeto de controversia. Hay países que quieren ir a por todas (el famoso gas...), otros que temen enfadar aún más a Putin. Queda debate por delante a la vuelta del curso político.

Ya se ha proporcionado asistencia financiera a Ucrania, hay 9.000 millones de euros en asistencia macrofinanciera que aún no se han entregado totalmente por las diferencias entre los socios sobre cómo financiar la ayuda. El presidente Volodimir Zelenski, al que Von der Leyen ha visitado personalmente, pide más. Y lo pide para ya. Hay consenso en que hace falta más pero, también, en que es muy complicado llegar a los 50.000 millones de dólares largos que ya ha comprometido Estados Unidos.

Acabemos con esto, dicen los simplistas. Fuera sanciones, fuera castigo de Rusia, y todo vuelve a la casilla de salida. Casi con rabia, la presidenta comunitaria se ha referido a esas voces en estos meses. Siempre responde igual: con la cifra de muertos -más de 5.800 civiles muertos según Naciones Unidas, aunque los datos serán forzosamente peores pero hay falta de información- y con un recordatorio, “no defender las libertades fundamentales marcaría el fin de Europa tal como la conocemos hoy”.

La defensa se transforma

Esa defensa también ha calado en lo militar. Este ha sido el año en el que Europa ha aprobado su Brújula Estratégica, su nueva estrategia para que el bloque gane en capacidad militar y coordine mejor los esfuerzos nacionales en el campo de la Defensa durante la próxima década. A ello se ha sumado el envío de armas conjunto a Ucrania, tan histórico como la compra conjunta de vacunas contra el covid-19 por lo que supone de apuesta común, de todos a una. A través del Fondo Europeo de Apoyo a la Paz (EPF), los socios han movilizado 2.500 millones de euros en “ayuda letal” para las fuerzas armadas ucranianas. Tendrán que ir a más, porque la guerra se alarga, y ahí también estará puesta la atención en las palabras de Von der Leyen, por si hay anuncios.

La política defensiva de la UE la coordina el jefe de su diplomacia, el español Josep Borrell, quien está teniendo una intensísima legislatura. También tiene por delante el reto puramente diplomático de la unidad de acción, en una contienda en la que hay muchas sensibilidades a la mesa, de países del espacio postsoviético a naciones dependientes de Rusia. Complejo hablar con una sola voz cuando hay tantos matices. “El peso del orden democrático mundial reposa ahora más que nunca sobre los hombros de Europa”, afirma la presidenta del Europarlamento, la maltesa Roberta Metsola. Es la idea: si el peso de esa defensa está en Bruselas, que Bruselas actúe con la voz que le corresponde en el tablero internacional.

Los otros retos

En el discurso de Von der Leyen se impondrá la nueva realidad impuesta por la crisis ucraniana, pero existen otros retos que Europa tiene aún en el tintero y debe abordar. Este será su tercer Estado de la Unión y con él arrancará su cuarto año, el último completo antes de las elecciones europeas de 2024, tras las que nadie sabe si seguirá. La presidenta ha afrontado en su mandato lo impensable, la mayor crisis sanitaria mundial en siglos y una guerra europea qie ha generado un movimiento de refugiados desconocido desde la Segunda Guerra Mundial.

Es normal, por ello, que el programa con el que ascendió al cargo en 2019 haya quedado, en gran parte, en papel mojado. Aún así, hay retos urgentes que también merecen de su atención y de su acción. Tiene por delante la aplicación de las ideas aportadas en la Conferencia sobre el futuro de Europa, de la que salió hasta una profunda modificación de sus Tratados fundacionales, con la que se ha de aportar una simplificación de la arquitectura institucional de la Unión, una mayor transparencia y más rendición de cuentas en el proceso de toma de decisiones.

También debe cambiar hacia un modelo de crecimiento sostenible, inclusivo y resiliente, prestando especial atención a las pymes, afirma el texto, que apuesta por aplicar de manera completa el Pilar Europeo de Derechos Sociales. Es uno de sus retos inmediatos más complejos y hermosos, junto con la transición verde, con la Ley del Clima por bandera, un proceso que se ha hecho imperioso ante el debate generado por la dependencia de Rusia. Existe la posibilidad de un retorno a las renovables como el carbón o un fomento de la nuclear que alerta a los ecologistas, cuando el camino planteado era el de las renovables. La nueva coyuntura promete llevar el debate a niveles de fiebre.

También se siguen planteando problemas con los levantamientos de Hungría y Polonia, con gobiernos populistas de ultraderecha, que se declaran insumisos ante las leyes europeas y que están poniendo a la Unión frente al espejo, ante la necesidad de preservar sus valores y sancionar a quien se salga del tiesto, de estar firme para que la ola reaccionaria, ultranacionalista y contraria a los valores fundacionales no triunfe. Hay dinero comunitario sin entregar pendiente de los cambios.

  Boris Johnson y Liz Truss, el pasado marzo en Bruselas, en la sede de la OTAN, en una reunión sobre Ucrania.Pool via Getty Images

En el campo de las migraciones, la UE arrastra también la necesidad de un nuevo pacto para abordar las llegadas numerosas de refugiados, propuesto a inicios de 2020 pero paralizado por la pandemia. El borrador no gusta, además a países que son frontera inmediata, como España, Grecia o Italia, que son quienes asumen la llegada inicial de estas personas, pero las cosas han cambiado con Ucrania, a los que se abrieron las puertas sin problemas.

Queda por delante seguir invirtiendo en prevención, acción conjunta y vacunas ante el covid-19, nuevos virus planetarios o problemas como la viruela del mono, en políticas de mujer y juventud, la ampliación lenta pero que avanza hacia el este del continente... y queda abordar el Brexit de nunca acabar, que ahora afronta una nueva etapa con Liz Truss como primera ministra de Reino Unido. Londres se ha negado a aplicar los protocolos que firmó con Bruselas, en los que parecía que había acuerdo, sobre Irlanda del Norte, y encalladas siguen las negociaciones, a la espera de ver si hay que sancionar o no hay que sancionar.

En agosto, Von der Layen, conservadora germana, perteneciente a la Unión Demócrata Cristiana y al Partido Popular Europeo, acudió a una comunidad ecuménica en Francia, la de Taizé, comparó el trabajo de la UE con la parábola de los talentos y se preguntó por la misión de su generación y de sus iguales en el Gobierno de los europeos. ”¿Qué estamos haciendo con nuestros talentos?”, decía. Se respondía con lo que han de hacer: “devolver a a UE a sus raíces, a la unidad y la paz”, “restaurar la seguridad”, “reconciliarnos con el planeta”, abogar por la “solidaridad entre generaciones”. Este, dijo, es “el proyecto de paz más exitoso de la Historia” y debe dar ejemplo.

Hoy está puesto a prueba como nunca.